Sábado, 16 de Marzo de 2013

Cuentas de rezar

José Luis Puerto

La poesía –decía Octavio Paz- es una de las pervivencias que le quedan a nuestra especie de los antiguos lenguajes sagrados. Tales lenguajes tienen que ver con la oración (que tiene un componente de invocación y de súplica en la gran mayoría de las manifestaciones).

Y toda oración tiene que ver con la reiteración, puesto que el ser humano, como ser de palabra que es, tiene una confianza tal en ella, que piensa que su poder, que el poder de las sílabas, se alcanza a fuerza de repetirlas. De ahí que, para ponerse en contacto con los seres divinos (con Dios, la Virgen, los santos…), nuestros hombres y mujeres hayan repetido hasta la saciedad las fórmulas de sus oraciones.

Todas las religiones disponen de ritos en los que se reiteran las oraciones, para ponerse en contacto con la divinidad, con los seres considerados como sagrados, y disponen también de instrumentos para llevar la cuenta de tales plegarias.

En el cristianismo, particularmente tras la contrarreforma católica, y aún antes, el rosario es, tras la misa, el rito y el rezo de mayor raigambre popular, particularmente en España y en los países europeos católicos del sur.

A la hora de analizar el rosario, hemos de tener en cuenta que es, al tiempo, una devoción popular de tipo religioso, dedicada a la Virgen María y a su Hijo, de una gran raigambre sobre todo en nuestras comunidades campesinas, y un instrumento contador para llevar el cómputo del número de oraciones (avemarías y padrenuestros) que se han de repetir de un modo preciso.

Ambos aspectos del rosario son abordados por la etnografía y la antropología cultural. Como devoción, es analizado desde el ámbito de la religiosidad popular. Como instrumento contador de oraciones pertenecería al territorio del arte popular.
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Su origen –como no pocas de las realidades humanas, sean del tipo que sean- es legendario: su invención se le atribuye al santo español, fundador de la orden de predicadores o dominicos, Domingo de Guzmán; es decir, hunde sus raíces en la Edad Media. Y tendría su máxima difusión y popularización a raíz de la victoria de las tropas cristianas en la batalla de Lepanto, el 7 de octubre de 1571, fecha en la que la iglesia colocaría, desde aquel momento, la festividad de la Virgen del Rosario.

El rosario, como devoción popular, consiste en quince dieces (rezo de diez avemarías, enmarcadas por sendos padrenuestros, que se van reiterando quince veces). Al tiempo que se rezan tales dieces, cada uno de ellos es, a la vez, una invitación a meditar sobre un misterio de la vida de Cristo y de la Virgen. Tales misterios, rezados de cinco en cinco (cada día, por tanto, se reza una parte del rosario), se dividen en gozosos (rezados los lunes y jueves), dolorosos (los martes y viernes) y gloriosos (los miércoles, sábados y domingos); con lo cual, se pauta el tiempo semanal a través de este rezo.

Como instrumento contador de oraciones, el rosario ha terminado siendo un objeto que forma parte del ajuar de alhajas tradicionales de las mujeres de nuestras tierras. Consta la estructura del rosario como objeto de tres elementos: las cuentas, el engarce y los aditamentos.

Las cuentas, agrupadas en cinco dieces, suelen estar formadas por elementos vegetales (semillas duras, huesos de fruta, etc.), o por diversas materias (azabache, coral, nácar, plata, oro, bolas vítreas o cerámicas, etc.). Tales cuentas configuran un círculo, que se cierra mediante un engarce, que puede estar formado por malla de alambre, por una medalla de cerco, o por un objeto de filigrana con el anagrama de María, entre otras posibilidades.

Y, del engarce, como principal aditamento, arranca el cabo del rosario, rematado en su extremo, por lo general, por una cruz con un Cristo, que puede ser de muy diversos tipos. Luego, suele haber otros aditamentos, como diversos tipos de medallas, engarzadas para enmarcar cada uno de los misterios, casi siempre.

Y, hasta aquí, de un modo sintético, lo que es el rosario, como devoción popular cristiana y como instrumento contador.

Todo el occidente peninsular, a lo largo de la Vía de la Plata, cuenta con uno de los conjuntos más hermosos de alhajas tradicionales de la península ibérica. Los rosarios forman parte de ellas.

En el Museo de las Alhajas en la Vía de la Plata, de La Bañeza, desde el pasado 7 de marzo en que se inauguró, podemos contemplar una hermosa colección de rosarios, que forman parte de una exposición temporal bajo el rótulo de “Cuentas para rezar”. Merece muchísimo la pena visitarla y, al tiempo, ver todo el museo, un museo excepcional, que recoge la mejor colección de alhajas de todo el ámbito leonés: con puntos privilegiados en Maragatería y Tierras del Órbigo; en las tierras zamoranas de Aliste; o en las salmantinas de la Sierra de Francia.

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