Sábado, 16 de Agosto de 2014

Juventud

En el año 1977, al tiempo que realizaba su 'Fotografía' surrealista, Ramón Núñez hacía unos escritos automáticos la mar de curiosos. En el mes de mayo ya publicamos una parte de su trilogía "De como se nace, vive y muere, sin haber nacido, vivido y muerto". El texto completo constaba de 'Nacimiento', 'Juventud' y 'Muerte'... Quedaba pendiente esta 'Juventud' que publicamos ahora.
Tal vez alguien quisiera leerlas en el orden en que fueron escritas y recuperar así aquella entrega (*).

Ramón Núñez

 

[Img #11264]

 

Nos mecíamos alegremente sobre las cuchillas afiladas de los tranvías que transportaban trajes de gala, para los enfermos de un campo de concentración. 

Como cualquiera hubiera dicho, no éramos más que simples objetos capaces de aullar en la noche. Los más sentimentales leían párrafos de un manuscrito que no se había logrado encontrar. Y los idiotas, los pobres idiotas carraspeaban, podían cantar. podían ser felices, pero no podían contagiar su felicidad a los visitantes ansiosos de novedades.


Quizá, nadie lo afirmaba, pero pudiera ser que antaño en los bosques, o en un pueblo olvidado alguna de aquellas criaturas pudiera haber preguntado su nombre.


Subo, y no muy lejos de este instante empiezan las preguntas embarazosas sobre las formas y los colores, sobre el porqué y el sí de lo absurdo No existen más que meros despojos de paja sucia, de ropa sin lavar.

Cualquiera te manda inmediatamente a otra ventanilla; y bostezará el dueño de la paja.

 
Se acostumbró fielmente a las risas de sus amigos, y a los juegos paulatinos de mezclar en sus ojos hiel de baca y un nuevo componente derivado del óxido.


El ruido infernal quebraba los rayos de sol que atónitos buscaban refugio en las antiguas madrigueras. No sé porqué, ni hacia donde puede llevarme, no comprendo la fuerza representada en aquel pequeño animal.

Tampoco soy ni es quien debería de deciros, que tenéis cosas más importantes que hacer. Cualquiera de vosotros estáis cobijando en vuestros pies a miles de muertos; sois nutridas calaveras que gozáis i escupís sobre cualquier parte, que aparecéis en plena calle sosteniendo en brazos a adorables ancianitas que orinan sobre vuestro pelo.  

 
Tenéis poco tiempo; ayer, quizá al morder como cada día un timbre silencioso, no se os abrieron las puertas, y ni tan siquiera recibisteis el aplauso de los sucios serenos, dedicados a la noble tarea de ver en la oscuridad.


El era como cualquiera, como sois algunos de los que os conocéis; tenia su estómago, sus pestantes, sus pies, sus allegas y sus coloretes en las mejillas. A fuerza de ser, quizá se acostumbró a ser así; ni reía ni lloraba, pero a fin de cuentas eso era lo menos importante. Siempre lo recordaremos, al venir solía envolverse en finos hilos de cobre que rodeaban su cuerpo. Vestía una alegre chiterina con filos rematados, y una larga bufanda con el dibujo de un caracol. Su presencia era para algunos desconcertantes, otros aplaudían, y los consiguientes vecinos maltrataban su cabeza contra el fieltro que rodeaba las paredes. Bebía miel con zumo de uva, servido en recipientes curvos para alargar su efecto, y nunca llegó a entender lo que representaba un estornudo; solía asimilarlo con una estampida de kamunes, aquellos viejos y serviciales tocadores de musgo, que hoy en día hacían las veces de conserjes en los más humildes museos.

 
Todos nos hemos sentido felices; pasaba un día y otro día, todos soñaban; palabras y más palabras en este último escalafón.


Paulatinamente las mesas de mármol de los antiguos cafés; definitivamente estaban frías, frías y rodeadas de muertos en descomposición. Quizá los antiguos, los amigos de cualquier pedazo de papel, habían pasado torteando y pegando pensamiento en los envoltorios de los azucarcillos.


En esta tarde de lluvia, están aquí conmigo diecisiete objetos, actores, y a la vez miembros de un jurado; a la luz de petróleo.


Tan grande es esta habitación que no puedo mover la nariz de cristal; a mis espaldas, si os interesa lo que hay, os diré que un miriñaque me roza, pensaremos en una mujer que enseña su ombligo; dulce, sexual, atractiva; desearíamos que su dedos nos tocaran. Está clavada en una cruz con sus piernas cortadas manando sangre.
Pobre de mí que no tengo agua para lavarme.

 

Si seguís leyendo estas locuras acabaréis volviéndoos cojos, quedaréis sin calcetines. Os recuerdo que esta noche aseéis vuestra bañera; tened presente que este invierno los peces de colores no tendrán descendencia. Habéis olvidado los sentimientos, firmasteis un cheque y creísteis tener resueltos todos los problemas.


Cada día con mayor diplomacia, los gatos limpiaban su patas sobre el felpudo, subían los peldaños, llamaban a la puerta y esperaban; algunos les regalaban su máquina de imágenes y otros los confundían con hermanitas de caridad.

 

[Img #11270]


Estamos esperando tu llamada para decirnos que has muerto, y que debemos de acudir a tu funeral.

¿Recuerdas cuando te reías de mi úlcera? Siempre fui el centro de vuestras burlas, que para decir verdad no eran burlas, si no meras confusiones con un alfiletero. Teníais un buen criterio, me solíais alabar cuando alguien machacaba mi dedo con el pupitre; porque no reía, difícilmente podría haber reído puesto que llevaba la dentadura a todas las partes.


Quizás teníais razón, la leche no se podía beber, pero no fui yo quien puso la patata sobre la cabeza de Guillermo.


Las bolsas de basura eran sacadas a la calle con sumo cuidado, y apiladas en montones reducidos. Los obreros encargados del servicio solían acunarlas, les cantaban nanas, las besaban y untaban su culito con un nuevo producto de amplia publicidad. Después eran llevadas de una en una a las mejores casas de la ciudad, y más tarde abandonadas en los portales envueltas para regalo.


Sonaban las doce y el mayordomo bajaba pesadamente un candelabro entre sus brazos. Señor marqués, su bicicleta está preparada; acomodado placenteramente sobre su sillín de punta de lanza, comenzaba a trotear la ciudad; hoy los bajos fondos, mañana te compraré un bocadillo de jamón de york.


Las gotas de sangre cubrían muy a menudo y otras suplantaban el agua de los charcos, cualquier caminante podía lavarse, cualquier personaje podría hacer su colada.

 

Yo no soy más que un mero espectador, por esa razón no puedo relataros con más detalle lo que sucede; siempre que se produce un acontecimiento, espero.


Hacía un mes que el jardín estaba cubierto de unos pequeños gusanos, los monumentos habían perdido toda noción de tiempo y no lograban saber en que lugar permanecían orientados; los árboles habían desaparecido. El color verde parecía predominar de los dos a los cinco metros de altura; el chorro de agua que daba valor a la fuente, perdió su equilibrio. Quizá, pensaron algunos, con una simple pluma podría arreglarse todo. Pero esta tarde iremos a los toros, tengo necesidad de una nueva hazaña. La plaza está desierta, me contemplan unos doscientos espectadores si contamos las moscas posadas en el lomo. Los comensales recogían su plato y se iban acomodando sobre las rodillas de sus compañeros, en un afán de darse calor y satisfacción.


Era una tarde de verano, digamos que ellos mis amigos. Nadie tubo ocasión de preguntar nada, ni yo de responderles; pero de todas las maneras han dejado una huella que ya está borrada. El mayor número calzado en aquella ocasión fue el cuarenta y tres. Lo siento por los peces muertos, porque al fin no pudimos comérnoslos.


Las centrales y las máquinas esperan no volver a ser usadas.


Todo lo relativo a tapicería, queda expuesto en este tema, se ruega a los compradores sírvanse acompañarme a la salida, donde serán obsequiados.


En las páginas de una guía telefónica, han empezado a sonar miles de números marcados por equivocación.


Estaba en el granero, y más de uno afirma haberle visto acompañado de esos seres indescriptibles, que suelen regalar folletos de compra.


Ahora que no estás pensando en mí, y ante de que vuelvas a hacerlo.


Os regalaran oraciones.


Eres un ser tan amable que me decido a acompañarte.


La cena consistía en ser comensales y alimento.


Detectado por la artillería enemiga, ha sido tocado y hundido uno de nuestro más insignes insignificantes.

 

(*) De como se nace, vive y muere sin haber nacido, vivido y muerto

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.