Manuel Jesús Álvarez García
Martes, 16 de Septiembre de 2014

En el treinta aniversario del fallecimiento de Venancio García Velasco. Un recordatorio necesario. Una palabra empeñada. ¿Una deuda pendiente?

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El 14 de septiembre de 1984, hace tres décadas por tanto, fallecía en Madrid el músico astorgano Venancio García Velasco quien había nacido 54 años antes, en 1930, en el edificio que en la actualidad alberga el Cine Velasco, propiedad de su abuelo materno, el industrial y comerciante maragato con el que compartió nombre.

 

García Velasco, sin duda uno de los principales compositores, adaptadores, divulgadores, formadores y concertistas –su dominio de la técnica de la guitarra era proverbial– que ha dado nuestro país en la pasada centuria, paseó con orgullo el nombre de Astorga en los más de veinte países en los que actuó a lo largo de su intenso, también ejemplar como no pocos astorganos pueden atestiguar, decurso.

 

No corresponde a mi torpe pluma glosar su importante figura –hace cinco años cuando se cumplía el veinticinco aniversario de su pérdida, y en las páginas de la revista ‘Astorica’, su primogénito Venancio García Oviés lo hizo de una forma tan magistral y emotiva que cualquier intento por mi parte no haría sino dejarme en evidencia– pero sí incidir en algo que señalé entonces, pues fui el responsable de la breve introducción al referido trabajo. Entonces advertí, y cito textualmente, que “nuestra ciudad tiene una deuda pendiente con uno de sus hijos más destacados. Ninguna placa recuerda la vivienda en la que nació, ningún aula del Conservatorio de la ciudad le conmemora, ninguna calle astorgana ha recibido su nombre, sus grabaciones esperan una pronta difusión… Emplazamos a nuestras autoridades locales, siempre prestas al amparo y la difusión de la cultura, a solventar la importante deuda contraída. Que así sea”.

 

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Cinco años después tristemente muy poco, más bien nada, ha cambiado. Sin embargo, sí deseo hacer un recordatorio y, si se me permite, una reivindicación. Al iniciarse el verano de 1985, nueve meses después de su muerte, un grupo de “amigos, nucleados en torno a la parroquia de Rectivía –en donde él tantas horas pasó enseñando música a los jóvenes– ha decidido tributarle un homenaje de cariño y de recuerdo”, así rezaba la información que se insertaba en la portada de ‘El Faro Astorgano’ del 22 de junio del año recién referido.

 

No procede que nos detengamos en un acto que se celebró en un abarrotado Teatro Diocesano justo una semana después –en su detallada y sentida crónica Isidro Martínez nos relata la participación de Margarita Vega, Pepín Silva, Bernaldo de Quirós, Bernardo Velado, M. Toledo, S. Pastor, sus alumnos de guitarra en la ciudad y la Coral Excelsior–, pero sí en una frase que el bueno de Isidro insertó a en la misma: “Esta idea de reconocimiento sigue presente en otras entidades y el propio ayuntamiento de la ciudad ha afirmado que está pensando en un homenaje para éste gran músico” (‘Faro Astorgano’ El, 2 de julio de 1985. El subrayado es nuestro).

 

No importa quien realizó aquella promesa, ni tan siquiera los motivos por los que no se llevó a efecto. No hay ningún reproche, nada parecido y más lejos de mi intención. Considero que los servidores de la ‘cosa pública’ en nuestra ciudad, desde 1979 hasta hoy, han sido honestos, trabajadores y ejemplares. Seguro que otras tareas y asuntos más importantes les ocuparon. Pero sí quiero recordar. Y junto a tan necesaria reivindicación, también apelar a la inteligencia y la bonhomía de  los integrantes de la actual corporación –a su equipo de gobierno y a las dos fuerzas en la leal oposición– para que no tengamos que esperar otros treinta años a que alguien les recuerde a los futuros rectores de nuestra orgullosa y añeja urbe que la palabra dada continua sin repararse.

 

A esa inteligencia y bonhomía apelo humildemente en este momento.

 

 

 

 

 

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