"Procuré ensalzar cuanto pude esta ciudad que me había acogido"
Por su indudable interés, publicamos íntegramente el pregón de las Fiestas de Santa Marta 2014, al haberse convertido en las últimas palabras pronunciadas en público por Martín Martínez. Con voz vigorosa y buen aspecto, el cronista oficial se dirigió a los astorganos y visitantes desde el balcón del Ayuntamiento de Astorga, dejando plasmado en este discurso sus sentimientos y recuerdos ligados a esta ciudad que lo acogió con cariño.
![[Img #11931]](upload/img/periodico/img_11931.jpg)
Astorganos y visitantes, buenos días. Por ruego, que para mi es orden, de nuestra Alcaldesa, vengo a deciros desde esta Casa Consistorial, lugar que antaño era el inicio del recorrido para la actuación del pregonero, que los actos festivos en honor de nuestra patrona santa Marta, se inician a partir de ahora. Dejo aquí, públicamente, mi agradecimiento por este alto honor que se me ha concedido. Y como pregonar las fiestas al viejo estilo no se lleva cada quien se agencie un ejemplar del programa en el que la joven Lucía Carro dejó el revuelo del manteo maragato; será libro de cabecera estos días.
Desde 1966 –a excepción del pasado año por motivos que no van al caso- he seguido como informador todos los pregones que con maestría y sentimiento han pronunciado astorganos en la diáspora o foráneos más o menos ligados a la ciudad. Todos nos han ido dejando sus nostalgias infantiles con un imaginario rico en mitos. Este que hoy os habla también tiene sus añoranzas de una ciudad a 10 kilómetros de su lugar de nacencia. Solo recuerdo una visita en mi primera niñez – 6 ó 7 años tendría – para quedar asombrado de una enorme iglesia que le decían catedral, sin terminar, pues una torre estaba a medio construir; después supe lo del terremoto; en uno de sus pináculos aparecía, estático, un personaje que llamaban Pedro Mato, cuya identidad nadie ha logrado descifrar. También lo llevaron a ver por dentro aquel castillo, casi adosado a la catedral, el palacio del obispo, bien deteriorado por el maltrato que le dieron soldados allí alojados años antes, causándole cierto pavor tres angelotes enormes que entonces hacían guardia en el vestíbulo.
Venir a Astorga desde el pueblo aquellos años del racionamiento y del gasógeno era aventura para contar. Había que albardar el borrico, medio habitual de transporte, y emprender una cabalgada de casi dos horas hasta dejar el rucio en algún corral de la calle el Mesón o introducirlo hasta la cantina de Silabario. Comprar lo que hubiere encargado al padre el ama de casa y como premio degustar una ración de pulpo o de callos bien picantes en la Peseta, la Matilde, acaso en el propio mesón de Silabario. La escasez era tal – ahora a eso llaman crisis – que en la cantina no te agenciaban el pan, y si lo hacían a precio astronómico. Así que se traía de casa un mendrugo para completar el ágape.
Estas fiestas agosteñas de reencuentros gratificantes y despedidas veraniegas estaban vedadas para los pequeños que vivíamos a ciertas distancias. Así que este que os habla hubo de llegar a mozalbete para admirar su primera sesión de fuegos artificiales, que en aquellos tiempos había dos, el domingo y el martes; no lo olvidaré; se quemaron en el amplio espacio, aledaño a san Bartolomé, que hoy ocupan Correos y lo que fuera Colegio Panero. La vuelta, después de comprar un melón o sandía de aquellas montañas que se agolpaban sobre la pared de la huerta rectoral se hacía en pandilla, para espantar los espíritus nocturnos.
Pocos años después de aquella primera visita, hablo de 1950, decidieron en casa enviarme a estudiar a esta ciudad que desde entonces me acoge y yo me he arrogado la categoría de vecino. Recuerdo que fue ese año el de mi venida a la “Prepa” del Seminario, ¡¡¡qué pena hoy cerrado!!! Lo recuerdo porque en un enorme salón nos agolpábamos casi medio millar de alumnos a la escucha de un enorme aparato de radio, más bien un armario que radiaba un partido de futbol del campeonato del mundo en Brasil, aquel del maracanazo de Uruguay. Y maracanazo dio Zarra cuando endosó un gol al equipo de Inglaterra, gol con el que, ingenuos, creíamos que los ingleses nos devolverían Gibraltar. Aún seguimos echando humo de sus cigarrillos.
Aquella Astorga, amigos, sí, era un tanto triste, obscura y hasta cierto punto tenebrosa; había entre otras cosas superabundancia de curas y militares, así como un tabor de marroquíes que mandaba un gigantón negro.
Sus calles estaban escasamente iluminadas y casi todas sin asfaltar, algunas con un empedrado de canto rodado, sus murallas en ruinas y había demasiadas reglas de juego impuestas. Era lo que teníamos según el dicho popular, abro comillas “después de tres años de guerra, tres de postguerra, tres de pertinaz sequía y el bloqueo a que nos someten las potencias extrajeras.., cierro comillas. Aquello, amigos sí era crisis.
Pero también es cierto, os lo aseguro a los nacidos después de esto años que sois la mayoría, éramos felices, inmensamente felices. Las calles aún exhalaban un olor entre dulzón y acre; era el olor del chocolate que daba los últimos coletazos de aquella que fue en su día una próspera industria. La Maragatina, Geijo, Bardón, Cuervo y una decena más eran los resistentes de una debacle que se veía llegar, tal vez porque no supieron adaptarse a los nuevos sistemas; se libraron de la quema La Maragatina y La Cepedana aún hoy en acción. Puede ser una ilusión pero la tengo; con el nuevo museo de Chocolate y un SICA que no renquee podíamos resurgir como el Ave Fénix para emular a los chocolateros de hace un siglo.
Sí, amigos, aquellos años fueron de merienda infantil con un regojo de pan, pan de Astorga por supuesto, y la pastilla de chocolate, también de Astorga, del llamado de roer que duraba más; fueron años de hacer vida en la calle, corretear por el jardín, jugar al guá en cualquier rincón, tomar la flor primaveral llamada ”pan y vino” de las acacias desgraciadamente desaparecidas, buscar caracoles en la rosaleda y lanzar desde el paseo de la murallas papeles agujereados para atrapar algún vencejo despistado. Hoy, con toda la razón, sufriríamos anatema ecologista por tamaña acción.
Después, a partir de 1966 vinieron los años de informador. Otros juzgareis mi labor de los mismos; pero os aseguro que intenté ser ecuánime, racional, fidedigno, imparcial y profesional. Procuré ensalzar cuanto pude esta ciudad que me había acogido participando en cuantas acciones iban en beneficio de la misma. Hubo también más de un encontronazo, que no voy a contar, con los responsables de instituciones por divergencias en las apreciaciones de unos y otros. Pelillos a la mar.
He visto con satisfacción prosperar Astorga urbanísticamente en la misma relación que merman sus habitantes. Viví, participé e informé de jornadas tan singulares como el Bimilenario de la ciudad, en 1986 o las Edades del Hombre del año 2000, hechos que pusieron la ciudad en el mapa nacional, ayudados por ese buen hacer sobre el Camino de Santiago.
He visto, con dolor, cómo han desaparecido industrias señeras en la economía de la ciudad; por el contrario he visto surgir otras que triunfan pero que aún no han llegado a restañar las heridas laborales que dejaron las desaparecidas y nuestros jóvenes han de irse a buscar trabajo a otros lares.
Pero dejémonos de nostalgias y vengamos a la actualidad y alabemos lo poco bueno que nos ha traído este 2014, a pesar de la crisis. Hemos tenido la memoria de Augusto, nuestro fundador al cumplirse los 2000 años de su muerte, que bueno es ensalzar a los padres; vemos, con satisfacción, cómo este año la fiesta de Astures y Romanos se ha desbordado, mientras el cesar astorgano Josefus Orologuius ha seguido los pasos del rey Juan Carlos y del papa Benedicto haciendo abdicación de su mandato después de veintitantos años llevando como honor el nombre de la ciudad. Hemos celebrado el centenario de la aparición de la novela “La esfinge maragata” obra cumbre de Concha Espina. Me lo ha soplado nuestro querido Miguel Ángel, este años se celebran los 50 del edificio del instituto en la calle de los Sitios, que desgraciadamente, se llevó por delante la bella obra que era el Grupo Escolar. Hoy es sede de Escuela de Idiomas que junto al Conservatorio, conseguimos ambos centros en los años 80, han sido dos importantísimos hitos para la enseñanza en la ciudad. Y como no, disfrutamos con la gesta de nuestro Atlético Astorga con su ascenso a la segunda división B, hecho que ha revolucionado a la afición que preside Sagrario; esta misma tarde hará su debut en la liga por lo que se espera un lleno absoluto en la Eragudina; queremos que sea un debut victorioso.
Os ruego, astorganos y astorganas, como portavoz de nuestra Alcaldes que, para no morir en el intento de acudir a todos los actos, seleccionéis los que mejor os vayan, pues sería eso, intento inútil acudir a todos siendo tantos y tan variados. Disfrutad de vuestras familias y amistades y pensad que el próximo año tomareis las mismas sendas para estos reencuentros satisfactorios.
A vosotros visitantes y peregrinos, que alguno he visto por los soportales, disfrutad de la acogida fraternal que esta noble ciudad os ofrece. Ahí tenéis un bello patrimonio arquitectónico como en pocos lugares encontraréis; visitad los sótanos arqueológicos y los cuatro museos con que cuenta Astorga, cuyos contenidos o hablarán ampliamente de la ciudad. Tenéis un buen puñado de restaures y figones para reponer vuestros estómagos que en algunos casos pueden llegar con falta de una buena “restauración”.
Disfrutad todos, amigos, de estas jornadas venideras; paz, alegría, y diversión sana es lo que a través de mis palabras quiere trasmitiros la ciudad entera encarnada en el Ayuntamiento y Corporación municipal que es su representación institucional. Que suene la chifal y el tamboril; que desfilen gigantes y cabezudos y que los niños se beneficien de las actividades que para ellos se han programado en abundancia.
MUCHAS GRACIAS Y ¡¡¡Viva Astorga!!!
Astorganos y visitantes, buenos días. Por ruego, que para mi es orden, de nuestra Alcaldesa, vengo a deciros desde esta Casa Consistorial, lugar que antaño era el inicio del recorrido para la actuación del pregonero, que los actos festivos en honor de nuestra patrona santa Marta, se inician a partir de ahora. Dejo aquí, públicamente, mi agradecimiento por este alto honor que se me ha concedido. Y como pregonar las fiestas al viejo estilo no se lleva cada quien se agencie un ejemplar del programa en el que la joven Lucía Carro dejó el revuelo del manteo maragato; será libro de cabecera estos días.
Desde 1966 –a excepción del pasado año por motivos que no van al caso- he seguido como informador todos los pregones que con maestría y sentimiento han pronunciado astorganos en la diáspora o foráneos más o menos ligados a la ciudad. Todos nos han ido dejando sus nostalgias infantiles con un imaginario rico en mitos. Este que hoy os habla también tiene sus añoranzas de una ciudad a 10 kilómetros de su lugar de nacencia. Solo recuerdo una visita en mi primera niñez – 6 ó 7 años tendría – para quedar asombrado de una enorme iglesia que le decían catedral, sin terminar, pues una torre estaba a medio construir; después supe lo del terremoto; en uno de sus pináculos aparecía, estático, un personaje que llamaban Pedro Mato, cuya identidad nadie ha logrado descifrar. También lo llevaron a ver por dentro aquel castillo, casi adosado a la catedral, el palacio del obispo, bien deteriorado por el maltrato que le dieron soldados allí alojados años antes, causándole cierto pavor tres angelotes enormes que entonces hacían guardia en el vestíbulo.
Venir a Astorga desde el pueblo aquellos años del racionamiento y del gasógeno era aventura para contar. Había que albardar el borrico, medio habitual de transporte, y emprender una cabalgada de casi dos horas hasta dejar el rucio en algún corral de la calle el Mesón o introducirlo hasta la cantina de Silabario. Comprar lo que hubiere encargado al padre el ama de casa y como premio degustar una ración de pulpo o de callos bien picantes en la Peseta, la Matilde, acaso en el propio mesón de Silabario. La escasez era tal – ahora a eso llaman crisis – que en la cantina no te agenciaban el pan, y si lo hacían a precio astronómico. Así que se traía de casa un mendrugo para completar el ágape.
Estas fiestas agosteñas de reencuentros gratificantes y despedidas veraniegas estaban vedadas para los pequeños que vivíamos a ciertas distancias. Así que este que os habla hubo de llegar a mozalbete para admirar su primera sesión de fuegos artificiales, que en aquellos tiempos había dos, el domingo y el martes; no lo olvidaré; se quemaron en el amplio espacio, aledaño a san Bartolomé, que hoy ocupan Correos y lo que fuera Colegio Panero. La vuelta, después de comprar un melón o sandía de aquellas montañas que se agolpaban sobre la pared de la huerta rectoral se hacía en pandilla, para espantar los espíritus nocturnos.
Pocos años después de aquella primera visita, hablo de 1950, decidieron en casa enviarme a estudiar a esta ciudad que desde entonces me acoge y yo me he arrogado la categoría de vecino. Recuerdo que fue ese año el de mi venida a la “Prepa” del Seminario, ¡¡¡qué pena hoy cerrado!!! Lo recuerdo porque en un enorme salón nos agolpábamos casi medio millar de alumnos a la escucha de un enorme aparato de radio, más bien un armario que radiaba un partido de futbol del campeonato del mundo en Brasil, aquel del maracanazo de Uruguay. Y maracanazo dio Zarra cuando endosó un gol al equipo de Inglaterra, gol con el que, ingenuos, creíamos que los ingleses nos devolverían Gibraltar. Aún seguimos echando humo de sus cigarrillos.
Aquella Astorga, amigos, sí, era un tanto triste, obscura y hasta cierto punto tenebrosa; había entre otras cosas superabundancia de curas y militares, así como un tabor de marroquíes que mandaba un gigantón negro.
Sus calles estaban escasamente iluminadas y casi todas sin asfaltar, algunas con un empedrado de canto rodado, sus murallas en ruinas y había demasiadas reglas de juego impuestas. Era lo que teníamos según el dicho popular, abro comillas “después de tres años de guerra, tres de postguerra, tres de pertinaz sequía y el bloqueo a que nos someten las potencias extrajeras.., cierro comillas. Aquello, amigos sí era crisis.
Pero también es cierto, os lo aseguro a los nacidos después de esto años que sois la mayoría, éramos felices, inmensamente felices. Las calles aún exhalaban un olor entre dulzón y acre; era el olor del chocolate que daba los últimos coletazos de aquella que fue en su día una próspera industria. La Maragatina, Geijo, Bardón, Cuervo y una decena más eran los resistentes de una debacle que se veía llegar, tal vez porque no supieron adaptarse a los nuevos sistemas; se libraron de la quema La Maragatina y La Cepedana aún hoy en acción. Puede ser una ilusión pero la tengo; con el nuevo museo de Chocolate y un SICA que no renquee podíamos resurgir como el Ave Fénix para emular a los chocolateros de hace un siglo.
Sí, amigos, aquellos años fueron de merienda infantil con un regojo de pan, pan de Astorga por supuesto, y la pastilla de chocolate, también de Astorga, del llamado de roer que duraba más; fueron años de hacer vida en la calle, corretear por el jardín, jugar al guá en cualquier rincón, tomar la flor primaveral llamada ”pan y vino” de las acacias desgraciadamente desaparecidas, buscar caracoles en la rosaleda y lanzar desde el paseo de la murallas papeles agujereados para atrapar algún vencejo despistado. Hoy, con toda la razón, sufriríamos anatema ecologista por tamaña acción.
Después, a partir de 1966 vinieron los años de informador. Otros juzgareis mi labor de los mismos; pero os aseguro que intenté ser ecuánime, racional, fidedigno, imparcial y profesional. Procuré ensalzar cuanto pude esta ciudad que me había acogido participando en cuantas acciones iban en beneficio de la misma. Hubo también más de un encontronazo, que no voy a contar, con los responsables de instituciones por divergencias en las apreciaciones de unos y otros. Pelillos a la mar.
He visto con satisfacción prosperar Astorga urbanísticamente en la misma relación que merman sus habitantes. Viví, participé e informé de jornadas tan singulares como el Bimilenario de la ciudad, en 1986 o las Edades del Hombre del año 2000, hechos que pusieron la ciudad en el mapa nacional, ayudados por ese buen hacer sobre el Camino de Santiago.
He visto, con dolor, cómo han desaparecido industrias señeras en la economía de la ciudad; por el contrario he visto surgir otras que triunfan pero que aún no han llegado a restañar las heridas laborales que dejaron las desaparecidas y nuestros jóvenes han de irse a buscar trabajo a otros lares.
Pero dejémonos de nostalgias y vengamos a la actualidad y alabemos lo poco bueno que nos ha traído este 2014, a pesar de la crisis. Hemos tenido la memoria de Augusto, nuestro fundador al cumplirse los 2000 años de su muerte, que bueno es ensalzar a los padres; vemos, con satisfacción, cómo este año la fiesta de Astures y Romanos se ha desbordado, mientras el cesar astorgano Josefus Orologuius ha seguido los pasos del rey Juan Carlos y del papa Benedicto haciendo abdicación de su mandato después de veintitantos años llevando como honor el nombre de la ciudad. Hemos celebrado el centenario de la aparición de la novela “La esfinge maragata” obra cumbre de Concha Espina. Me lo ha soplado nuestro querido Miguel Ángel, este años se celebran los 50 del edificio del instituto en la calle de los Sitios, que desgraciadamente, se llevó por delante la bella obra que era el Grupo Escolar. Hoy es sede de Escuela de Idiomas que junto al Conservatorio, conseguimos ambos centros en los años 80, han sido dos importantísimos hitos para la enseñanza en la ciudad. Y como no, disfrutamos con la gesta de nuestro Atlético Astorga con su ascenso a la segunda división B, hecho que ha revolucionado a la afición que preside Sagrario; esta misma tarde hará su debut en la liga por lo que se espera un lleno absoluto en la Eragudina; queremos que sea un debut victorioso.
Os ruego, astorganos y astorganas, como portavoz de nuestra Alcaldes que, para no morir en el intento de acudir a todos los actos, seleccionéis los que mejor os vayan, pues sería eso, intento inútil acudir a todos siendo tantos y tan variados. Disfrutad de vuestras familias y amistades y pensad que el próximo año tomareis las mismas sendas para estos reencuentros satisfactorios.
A vosotros visitantes y peregrinos, que alguno he visto por los soportales, disfrutad de la acogida fraternal que esta noble ciudad os ofrece. Ahí tenéis un bello patrimonio arquitectónico como en pocos lugares encontraréis; visitad los sótanos arqueológicos y los cuatro museos con que cuenta Astorga, cuyos contenidos o hablarán ampliamente de la ciudad. Tenéis un buen puñado de restaures y figones para reponer vuestros estómagos que en algunos casos pueden llegar con falta de una buena “restauración”.
Disfrutad todos, amigos, de estas jornadas venideras; paz, alegría, y diversión sana es lo que a través de mis palabras quiere trasmitiros la ciudad entera encarnada en el Ayuntamiento y Corporación municipal que es su representación institucional. Que suene la chifal y el tamboril; que desfilen gigantes y cabezudos y que los niños se beneficien de las actividades que para ellos se han programado en abundancia.
MUCHAS GRACIAS Y ¡¡¡Viva Astorga!!!