Una emprendedora rural en el universo 'micro'
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Ruth Pérez Cortés (42 años) elabora cerveza artesanal en Villares de Órbigo. Esta emprendedora rural dedicada a la transformación agroalimentaria de la cebada y el lúpulo mezcladas con agua y levadura, le ha plantado cara a la vida a pesar de que hace siete años tenía todo en contra, tan difícil se lo puso la vida que hasta tuvo que reaprender los nombres de sus seres queridos que se perdieron en el caos que le sobrevino después de padecer un derrame cerebral. Salió adelante por su gran fuerza de voluntad y porque en su camino se cruzó Berlín con su mundo de cerveceras.
Aunque nacida en Madrid, Ruth Pérez se siente de la Ribera, esta franja en el centro de la provincia donde se cultiva la mayor parte del lúpulo de España. Estudió Biología en la Universidad de León y vive en Veguellina pero cada día pone rumbo al caserón familiar de Villares, donde ha montado el obrador en el que elabora con mimo 150 litros de cerveza a la semana, una producción pequeña de gran calidad que se la quitan de las manos, a la vez que experimenta con el cultivo del lúpulo: está empeñada en adaptar alguna planta silvestre de esta enredadera.
Quizá haya sido la enfermedad o quizá sea que es hija de estos tiempos de incertidumbre que exigen una especial capacidad de adaptación, lo cierto es que esta mujer ha cambiado su escala de valores que transmite a la imagen de su empresa 'Zythum-Gore'. "Ahora valoro más ciertas cosas, es mejor vida, antes [del derrame cerebral] me mataba a trabajar para ser la mejor y ahora trabajo para lograr algo que realmente me haga feliz. Cambió todo. Fue una temporada mala pero ahora veo que ha merecido la pena. No aspiro a 'forrarme', aspiro a ver crecer el proyecto, pagar mi hipoteca, poder salir algún día a cenar, comprar alguna cosita…", asegura Ruth Pérez sentada en el patio de su caserón-obrador saboreando un cigarrillo que se ha liado.
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Esa misma filosofía de vida la aplica a la cerveza: "no me interesan las grandes superficies comerciales, quiero que sea un producto delicatesen, una cerveza artesana que solo vendo a bares y tiendas especializadas, porque está hecha para saborearla. Tiene que estar a una temperatura determinada, si hace mucho calor la levadura se muere, se descompone la célula y deja sabores indeseables. Prefiero venderla al consumidor final, para bodas, bautizos, cenas, para cumpleaños o celebraciones especiales… Yo les hago la cerveza que quieren, es una cerveza a la carta".
Después de perder un año por los errores burocráticos de la administración y de realizar una pequeña inversión de 18.000 euros (casi toda la obra se la han ayudado a hacer los 'manitas' de su familia y amigos), 'Zythum-Gore' echó a andar en 2013. Ni la administración ni la legislación españolas resuelven el día a día de un tipo de empresa y de producto pensados para el universo 'micro', se queja Ruth Pérez, "la legislación española no está adaptada a las cerveceras pequeñas, a las artesanas, yo no pasteurizo pero por ley tengo que poner el grado alcohólico, aunque la realidad es que existe una refermentación en botella porque cuando envaso, la levadura sigue funcionando. Por eso dejo las botellas un mínimo de tres meses para que se haga bien". Esta mujer tampoco encaja en esta sociedad a la que le cuesta asimilar que "una chica sepa hacer cerveza, les parece raro. Cuando estamos mi pareja y yo, algunos que vienen a comprar se dirigen a él. Y no, no, perdona, la que hace la cerveza soy yo".
Todo lo que sabe de la cerveza lo aprendió en 2011 en los bares de Berlín hablando con los productores. Aterrizó en la capital alemana un día de mucho frío para pasar cinco días con su hermana, pero se quedó más tiempo. En la recuperación del derrame cerebral "Berlín jugó un papel importante para saber hasta dónde podía llegar, dónde estaban mis límites", señala la pequeña empresaria, y añade "mi objetivo era volver a la vida, a estar operativa, a sentirme capaz de hacer algo, porque me dediqué a formarme, a hacer una carreraza, a ser la mejor, y depués con el impás de la enfermedad me dije, ¿a qué me voy a dedicar, a ser enferma?".
Y así fue cómo descubrió que existe un nicho de mercado que no está explotado, es el sector de las micro-cerveceras en el que "al cliente no le importa pagar más por una cerveza nueva, un tipo de cliente que vendrá al año siguiente a por otra cerveza única que solo hay aquí", en este caserón-obrador de Villares donde la cerveza embotellada sigue teniendo vida propia en ese 'ecosistema' de levaduras y células.
Ruth Pérez Cortés (42 años) elabora cerveza artesanal en Villares de Órbigo. Esta emprendedora rural dedicada a la transformación agroalimentaria de la cebada y el lúpulo mezcladas con agua y levadura, le ha plantado cara a la vida a pesar de que hace siete años tenía todo en contra, tan difícil se lo puso la vida que hasta tuvo que reaprender los nombres de sus seres queridos que se perdieron en el caos que le sobrevino después de padecer un derrame cerebral. Salió adelante por su gran fuerza de voluntad y porque en su camino se cruzó Berlín con su mundo de cerveceras.
Aunque nacida en Madrid, Ruth Pérez se siente de la Ribera, esta franja en el centro de la provincia donde se cultiva la mayor parte del lúpulo de España. Estudió Biología en la Universidad de León y vive en Veguellina pero cada día pone rumbo al caserón familiar de Villares, donde ha montado el obrador en el que elabora con mimo 150 litros de cerveza a la semana, una producción pequeña de gran calidad que se la quitan de las manos, a la vez que experimenta con el cultivo del lúpulo: está empeñada en adaptar alguna planta silvestre de esta enredadera.
Quizá haya sido la enfermedad o quizá sea que es hija de estos tiempos de incertidumbre que exigen una especial capacidad de adaptación, lo cierto es que esta mujer ha cambiado su escala de valores que transmite a la imagen de su empresa 'Zythum-Gore'. "Ahora valoro más ciertas cosas, es mejor vida, antes [del derrame cerebral] me mataba a trabajar para ser la mejor y ahora trabajo para lograr algo que realmente me haga feliz. Cambió todo. Fue una temporada mala pero ahora veo que ha merecido la pena. No aspiro a 'forrarme', aspiro a ver crecer el proyecto, pagar mi hipoteca, poder salir algún día a cenar, comprar alguna cosita…", asegura Ruth Pérez sentada en el patio de su caserón-obrador saboreando un cigarrillo que se ha liado.
Esa misma filosofía de vida la aplica a la cerveza: "no me interesan las grandes superficies comerciales, quiero que sea un producto delicatesen, una cerveza artesana que solo vendo a bares y tiendas especializadas, porque está hecha para saborearla. Tiene que estar a una temperatura determinada, si hace mucho calor la levadura se muere, se descompone la célula y deja sabores indeseables. Prefiero venderla al consumidor final, para bodas, bautizos, cenas, para cumpleaños o celebraciones especiales… Yo les hago la cerveza que quieren, es una cerveza a la carta".
Después de perder un año por los errores burocráticos de la administración y de realizar una pequeña inversión de 18.000 euros (casi toda la obra se la han ayudado a hacer los 'manitas' de su familia y amigos), 'Zythum-Gore' echó a andar en 2013. Ni la administración ni la legislación españolas resuelven el día a día de un tipo de empresa y de producto pensados para el universo 'micro', se queja Ruth Pérez, "la legislación española no está adaptada a las cerveceras pequeñas, a las artesanas, yo no pasteurizo pero por ley tengo que poner el grado alcohólico, aunque la realidad es que existe una refermentación en botella porque cuando envaso, la levadura sigue funcionando. Por eso dejo las botellas un mínimo de tres meses para que se haga bien". Esta mujer tampoco encaja en esta sociedad a la que le cuesta asimilar que "una chica sepa hacer cerveza, les parece raro. Cuando estamos mi pareja y yo, algunos que vienen a comprar se dirigen a él. Y no, no, perdona, la que hace la cerveza soy yo".
Todo lo que sabe de la cerveza lo aprendió en 2011 en los bares de Berlín hablando con los productores. Aterrizó en la capital alemana un día de mucho frío para pasar cinco días con su hermana, pero se quedó más tiempo. En la recuperación del derrame cerebral "Berlín jugó un papel importante para saber hasta dónde podía llegar, dónde estaban mis límites", señala la pequeña empresaria, y añade "mi objetivo era volver a la vida, a estar operativa, a sentirme capaz de hacer algo, porque me dediqué a formarme, a hacer una carreraza, a ser la mejor, y depués con el impás de la enfermedad me dije, ¿a qué me voy a dedicar, a ser enferma?".
Y así fue cómo descubrió que existe un nicho de mercado que no está explotado, es el sector de las micro-cerveceras en el que "al cliente no le importa pagar más por una cerveza nueva, un tipo de cliente que vendrá al año siguiente a por otra cerveza única que solo hay aquí", en este caserón-obrador de Villares donde la cerveza embotellada sigue teniendo vida propia en ese 'ecosistema' de levaduras y células.