Venancio García Velasco en mi memoria
En el treinta aniversario de la muerte de Venancio García Velasco, viene creciendo una sensibilidad que demanda su reconocimiento en la ciudad de Astorga. No tenemos una calle que le recuerde, mientras ha sido la familia quien se ha encargado de editar un CD con dos obras que nos llevan a sus interpretaciones del folclore leonés (Música de Astorga y el Concierto leonés) por el que tanto hizo, pero se echa de menos la edición de las composiciones clásicas o de las creaciones propias.
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Era un dia de primavera (el año exacto no lo recuerdo pero creo que sería 1974 ó 1975) y el grupo de amigos que formábamos en el León de entonces la 'Cofradía de los enamorados de la Guitarra' (todas las edades, todas las procedencias, todas las destrezas, pero sólo una pasión), recibimos la noticia de que en el Salón del Pendón de la Real Basílica de San Isidoro iba a tener lugar un concierto del duo guitarrístico más importante en aquel momento en España : Venancio García Velasco y Segundo Pastor. Acudimos una enorme cantidad de público, que enseguida dejó pequeño el aforo del Salón, con un interés hacia el más íntimo de los instrumentos como permitía la sensibilidad de unas personas, entre las que la hipnosis colectiva y el embotamiento mental que los móviles y demás artilugios han generado posteriormente aún no habían hecho su aparición, y nuestros oídos y nuestro espíritu todavía podía emocionarse con la escucha de una guitarra bien tañida.
Fue la primera vez que vi tocar en directo a Venancio y aún recuerdo su sonido dulce, redondo y su cuidada digitación de las obras, entre las que me quedó grabada en la memoria la titulada 'Sonata de un manuscrito antiguo' de autor anónimo. Años más tarde, y cuando yo comenzaba a dar mis primeros pasos musicales en los escenarios, coincidimos en un ciclo de recitales que organizó el Ayuntamiento de León. El siempre añorado, gran compositor y amigo, Ángel Barja, en aquel momento crítico musical del Diario de León, realizó una poética crónica (como era habitual en él) en la que bajo el título 'Guitarristas Leoneses' glosaba las figuras de un profesional en plena madurez como Venancio y la mía, un ilusionado debutante en el mundo concertístico.
Fue precisamente Ángel Barja quien, mientras caminábamos una tarde frente al Conservatorio leonés, me presentó a Venancio al coincidir con él. Cruzamos unas breves y cariñosas palabras, hablamos de la situación de la guitarra en aquellos momentos en España y percibí, en aquel mi único encuentro personal con el recordado artista, su introversión, sus sensitivas y certeras palabras al hablar de la Música y de nuestro común instrumento.
Poco tiempo después supe que había enfermado y ya nunca le volví a ver.
Estas líneas precedentes muestran que lamentablemente mi contacto personal con Venancio García Velasco fue muy pequeño y en todo caso muy inferior a la de aquellos astorganos que tuvieron la fortuna de ser sus amigos y sus discípulos, y que con motivo del 30 aniversario de su fallecimiento han elevado su voz para pedir que la ciudad de Astorga manifieste con gestos perdurables su reconocimiento hacia este ilustre hijo suyo.
El panorama de la guitarra clásica es ahora muy diferente del que conoció Venancio cuando comenzó el estudio del instrumento y más tarde el desempeño profesional del mismo. Ahora nos parece normal encontrar la enseñanza de la guitarra incorporada a los planes de estudio de todos los conservatorios, así como el gran número de excelentes profesores y profesoras particulares que permite tener una oferta educativa de calidad en este instrumento prácticamente en cualquier ciudad española.
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En los años 60 y 70 el estudio oficial de la guitarra solo estaba presente en unos pocos conservatorios españoles, radicados generalmente en las grandes capitales. La ausencia de métodos asequibles para los que querían iniciarse en el instrumento, así como partituras para los niveles elemental e intermedio, nos muestra hoy la importancia que la figura de García Velasco como docente y divulgador tuvo a lo largo de su vida. Sus métodos, plurales en sus contenidos, atractivos, progresivos y (algo insólito en aquella época) ilustrados con grabaciones sonoras de sus obras, fueron de una enorme utilidad para guiar con seguridad y eficacia muchas trayectorias autodidactas y convertirse en una herramienta imprescindible para los profesores particulares que iban surgiendo en todas las capitales.
Por otra parte, el ingente trabajo que realizó como compositor y transcriptor de obras universales que fueron vertidas hacia su amada guitarra, fueron el germen de la biblioteca musical de un gran número de estudiosos de la guitarra en nuestro país y despertaron en ellos el interés de explorar otros repertorios de nivel concertístico, que en aquellos años las figuras universales de Andrés Segovia, Narciso Yepes o Regino Sainz de la Maza (por citar solamente algunos ilustres ejemplos españoles) estaban presentando en las mejores salas de concierto del mundo entero.
Y hay aun, a mi juicio, otra parcela más en la obra artística de Venancio verdaderamente admirable, que con el paso del tiempo irá cobrando la importancia capital que merece. Se trata de su acercamiento, guitarra en brazos, a los folclores de nuestra tierra leonesa realizando bellísimas armonizaciones de canciones y danzas populares de las diversas comarcas, con una singular dedicación a su patria chica: Astorga y Maragatería. Obras que grabó en ediciones hoy inhallables y que esperan, como parte sustancial de ese reconocimiento que León y Astorga deben a Venancio, ser transferidas a formato digital, preservando así el sonido dulce y expresivo de su guitarra.
Desde estas líneas y desde este periódico me uno a las voces que antes mencionaba para pedir unos gestos básicos de justicia y reconocimiento hacia la figura de este artista astorgano e internacional, precursor de la universalización de la guitarra clásica en España, que fue Venancio García Velasco, y que la ciudad que le vio nacer sea al menos tan generosa con su memoria como él lo fue durante toda su vida con Astorga a través de su presencia , de su amor por ella y de su obra ya imperecedera.
(*) Daniel G. Sanz es guitarrista
Era un dia de primavera (el año exacto no lo recuerdo pero creo que sería 1974 ó 1975) y el grupo de amigos que formábamos en el León de entonces la 'Cofradía de los enamorados de la Guitarra' (todas las edades, todas las procedencias, todas las destrezas, pero sólo una pasión), recibimos la noticia de que en el Salón del Pendón de la Real Basílica de San Isidoro iba a tener lugar un concierto del duo guitarrístico más importante en aquel momento en España : Venancio García Velasco y Segundo Pastor. Acudimos una enorme cantidad de público, que enseguida dejó pequeño el aforo del Salón, con un interés hacia el más íntimo de los instrumentos como permitía la sensibilidad de unas personas, entre las que la hipnosis colectiva y el embotamiento mental que los móviles y demás artilugios han generado posteriormente aún no habían hecho su aparición, y nuestros oídos y nuestro espíritu todavía podía emocionarse con la escucha de una guitarra bien tañida.
Fue la primera vez que vi tocar en directo a Venancio y aún recuerdo su sonido dulce, redondo y su cuidada digitación de las obras, entre las que me quedó grabada en la memoria la titulada 'Sonata de un manuscrito antiguo' de autor anónimo. Años más tarde, y cuando yo comenzaba a dar mis primeros pasos musicales en los escenarios, coincidimos en un ciclo de recitales que organizó el Ayuntamiento de León. El siempre añorado, gran compositor y amigo, Ángel Barja, en aquel momento crítico musical del Diario de León, realizó una poética crónica (como era habitual en él) en la que bajo el título 'Guitarristas Leoneses' glosaba las figuras de un profesional en plena madurez como Venancio y la mía, un ilusionado debutante en el mundo concertístico.
Fue precisamente Ángel Barja quien, mientras caminábamos una tarde frente al Conservatorio leonés, me presentó a Venancio al coincidir con él. Cruzamos unas breves y cariñosas palabras, hablamos de la situación de la guitarra en aquellos momentos en España y percibí, en aquel mi único encuentro personal con el recordado artista, su introversión, sus sensitivas y certeras palabras al hablar de la Música y de nuestro común instrumento.
Poco tiempo después supe que había enfermado y ya nunca le volví a ver.
Estas líneas precedentes muestran que lamentablemente mi contacto personal con Venancio García Velasco fue muy pequeño y en todo caso muy inferior a la de aquellos astorganos que tuvieron la fortuna de ser sus amigos y sus discípulos, y que con motivo del 30 aniversario de su fallecimiento han elevado su voz para pedir que la ciudad de Astorga manifieste con gestos perdurables su reconocimiento hacia este ilustre hijo suyo.
El panorama de la guitarra clásica es ahora muy diferente del que conoció Venancio cuando comenzó el estudio del instrumento y más tarde el desempeño profesional del mismo. Ahora nos parece normal encontrar la enseñanza de la guitarra incorporada a los planes de estudio de todos los conservatorios, así como el gran número de excelentes profesores y profesoras particulares que permite tener una oferta educativa de calidad en este instrumento prácticamente en cualquier ciudad española.
En los años 60 y 70 el estudio oficial de la guitarra solo estaba presente en unos pocos conservatorios españoles, radicados generalmente en las grandes capitales. La ausencia de métodos asequibles para los que querían iniciarse en el instrumento, así como partituras para los niveles elemental e intermedio, nos muestra hoy la importancia que la figura de García Velasco como docente y divulgador tuvo a lo largo de su vida. Sus métodos, plurales en sus contenidos, atractivos, progresivos y (algo insólito en aquella época) ilustrados con grabaciones sonoras de sus obras, fueron de una enorme utilidad para guiar con seguridad y eficacia muchas trayectorias autodidactas y convertirse en una herramienta imprescindible para los profesores particulares que iban surgiendo en todas las capitales.
Por otra parte, el ingente trabajo que realizó como compositor y transcriptor de obras universales que fueron vertidas hacia su amada guitarra, fueron el germen de la biblioteca musical de un gran número de estudiosos de la guitarra en nuestro país y despertaron en ellos el interés de explorar otros repertorios de nivel concertístico, que en aquellos años las figuras universales de Andrés Segovia, Narciso Yepes o Regino Sainz de la Maza (por citar solamente algunos ilustres ejemplos españoles) estaban presentando en las mejores salas de concierto del mundo entero.
Y hay aun, a mi juicio, otra parcela más en la obra artística de Venancio verdaderamente admirable, que con el paso del tiempo irá cobrando la importancia capital que merece. Se trata de su acercamiento, guitarra en brazos, a los folclores de nuestra tierra leonesa realizando bellísimas armonizaciones de canciones y danzas populares de las diversas comarcas, con una singular dedicación a su patria chica: Astorga y Maragatería. Obras que grabó en ediciones hoy inhallables y que esperan, como parte sustancial de ese reconocimiento que León y Astorga deben a Venancio, ser transferidas a formato digital, preservando así el sonido dulce y expresivo de su guitarra.
Desde estas líneas y desde este periódico me uno a las voces que antes mencionaba para pedir unos gestos básicos de justicia y reconocimiento hacia la figura de este artista astorgano e internacional, precursor de la universalización de la guitarra clásica en España, que fue Venancio García Velasco, y que la ciudad que le vio nacer sea al menos tan generosa con su memoria como él lo fue durante toda su vida con Astorga a través de su presencia , de su amor por ella y de su obra ya imperecedera.
(*) Daniel G. Sanz es guitarrista