Bernardo Velado Graña
Domingo, 26 de Octubre de 2014

La verdad en persona (Cristo): Último ensueño poético de Panero

Bernardo Velado Graña, sacerdote muy querido en Astorga, que le nombró Hijo Predilecto de la ciudad junto a su hermano Hortensio, ambos fueron participantes activos ambos en la vida cultural asturicense. Licenciado en Teología. Escritor y poeta. Fue delegado Diocesano de Liturgia de la Diócesis de Astorga. Incorporó varios fragmentos de los poemas de Leopoldo Panero en la Liturgia de las Horas de la Santa Madre Iglesia.
Entre sus libros destacan La catedral de Astorga y su museo (1991); Astorga de mi vida (Ayto. de Astorga, 2005); o Procesiones y pasos (Imagen Prisma, 1996)
Publicamos hoy este inédito de Bernardo Velado Graña sobre la indagación cristológica que venía haciendo Panero, para el poemario 'La verdad en persona' que no llegó a realizar.

 

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Guardo en la memoria del corazón el vivo recuerdo de mi encuentro con el poeta Leopoldo Panero, el astorgano universal. Fue una tarde primaveral, un lunes 27 de Marzo, al filo de la Semana Santa de 1961. Coincidimos en la calle del Corregidor Costilla de Astorga, después de haber orado juntos ante el cadáver de un amigo común, compañero mío en el claustro del Instituto, el profesor ejemplar D. Julio Montoya, cuyo repentino fallecimiento nos había sorprendido a  todos.


A la salida, nos detuvimos en sabrosa y amigable conversación sobre temas literarios y religiosos del momento. Leopoldo seguía con interés las aportaciones poéticas de revistas como Cuadernos Estría que editaba entonces el Pontificio Español de San José en Roma. Allí, un grupo de jóvenes clérigos como José Luis Martín Descalzo, Antonio Montero, Julio Montalvillo, Servando Montaña, Eugenio García Amor, José María Cabodevilla y otros de distintas regiones españolas, en torno a José María Javierre y a Luis Alonso Schökel, tendían un puente intentando superar la rutina de la poesía devocional con nueva sensibilidad. En contrapunto a los estudios universitarios  de Teología y Filosofía, Escritura, Derecho, Historia Eclesiástica, etc aparecían sus creaciones poético-religiosas en estilo renovado, siempre en diálogo con la más viva y palpitante actualidad al servicio del mensaje cristiano.

 

En ese contexto, Leopoldo me hizo la confidencia del proyecto ilusionado que traía entre manos: una serie de poemas sobre Cristo, bajo el título La verdad en persona. Para ambientarse en la Cristología, llevaba en el bolsillo de la gabardina, como asidua lectura, la obra El señor de Romano Guardini, tan profunda como sugerente.

 

En otras ocasiones lo había visto siempre rodeado por un  halo de admiración, pero un tanto lejano. Ahora, en cambio, lo encontré muy cercano y confidencial: sereno, reflexivo y juicioso, valorando muy positivamente los meritorios intentos que estaban surgiendo en muchos ambientes religiosos para lograr calidad literaria e inspiración poética con auténtica creación al transmitir el mensaje cristiano. 

 

Nada hacía sospechar que estábamos en vísperas de su ocaso. Su vitalidad y su ilusión delataban la rica madurez de su personalidad.    

 

 

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En la casa del fallecido D. Julio Montoya había vivido la familia de José Luis Martín Descalzo, cuando éste acudía como externo a las clases del Seminario. En los papeles de Leopoldo, constaban los datos de la concesión del Premio Nadal por su novela La frontera de Dios, anotados con cariñoso interés. 

 

La charla discurrió fluida con vivo interés por mi parte al comprobar cómo le preocupaba a Leopoldo lo que podíamos llamar la ‘poesía católica’ del momento.

 

A los pocos días,  desde su casa en la calle Ibiza en Madrid, me envió por correo, cordialmente dedicado de su puño y letra, el inspirado y extenso poema 'Cándida puerta', que había sido premiado en los Juegos Florales Eucarísticos de Toledo. El poema comienza así:

 

"Cuando la madrugada baja al pueblo,
y cubre los tejados fina escarcha,
solo el que amasa vela; y  se oye el cálido
rumor de su trabajo desde el húmedo
corazón de la noche. Un tren perdido
rasga también la sombra, mientras calla,
activamente blanco, el pensamiento;
y el que los surcos cava, sueña el trigo".

 

Es fácil ver la composición de lugar, como la de tantos otros poemas,  en el ambiente de su Castrillo de  las Piedras, donde la puerta de la tahona, con su halo de luz “en el húmedo corazón de la noche, es la única casa viva en todo el pueblo”, donde “solo el que amasa vela y el que los surcos cava, sueña el trigo”.


    
A lo largo del poema, con bellísimas imágenes, se repiten con insistencia los actos de fe en la presencia eucarística. No puedo definirte sino amándote, es una de las cumbres de la inspiración poética. Evoca con viva expresión dramática la  institución de la Eucaristía en la Última Cena del Señor, con sus apóstoles. Toda la composición se mueve con un ritmo de oración íntima y ferviente. Y concluye así:

 

" ¡Oh arañada tahona, puerta tibia,
única casa viva en todo el orbe,
radiante vecindad, jara aromosa,
que arde y que toca el pan con gracia súbita!
Señor, Señor, de tu presencia hablo,
¡acoge la intemperie de mi alma
y el montón de mis huesos, para heñirlos
a la vida de nuevo, y que, en mi mano,
céntimo de tahona el verso sea
como es todo mi ser dádiva tuya! ".

 

Sin duda, 'Cándida puerta' responde  plenamente a lo que de este poemario sobre Cristo se podía esperar. Se trata de una de las últimas composiciones publicadas directamente por el poeta, no como en otros casos de inéditos que no pasan de esbozos, siempre interesantes, pero tal vez no ultimados con el afán perfeccionista del autor.

 

 

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Tanto Armando López Castro como Javier Huerta Calvo, se han  esforzado en señalar algunos de los poemas inéditos que formarían parte en la intención de Leopoldo. En algunos inéditos, al título que los encabeza dejó añadido el subtítulo 'La Verdad en persona'. He aquí el texto literal de estas afirmaciones:

 

“El último libro planeado por Panero es 'La Verdad en persona'. Parece que tres de los poemas incluidos en la sección X –'Más de repente tropiezo contigo'; 'Presencia del agua' y 'El jinete'– iban a formar parte del mismo”. No está claro que este proyecto fuera distinto al que iba a titularse 'Del lado celestial', y que –según Amando López Castro– podría haber cumplido una función similar a la de 'Escrito a cada instante' respecto de la producción de los años cincuenta y del cual ha sobrevivido el poema que da título al libro. Al parecer, otro de esos poemas –'Cándida Puerta'– hubiera sido el prólogo de este libro. El caso es que, con la imposibilidad manifiesta de reconstruir un poemario tan en ciernes, hemos abierto un tercer apartado dentro de esta sección para acoger algunos poemas de temática religiosa que pudieran haber formado parte del mismo: algunos como 'Tú eres Dios'; 'Poblado por mis lágrimas'; 'Insomne errante'; llevan el sobretítulo de 'La Verdad en persona', junto a otros editados en facsímil por López Castro en 1994: Como el puente se hunde y Resurrección. (Leopoldo Panero, Obra completa. Astorga 2007. Tomo II Págs. 617 y 657) 


    

'La Verdad en persona' se quedó en el último ensueño poético de Panero que no pudo realizar, pero será siempre un ideal, una cumbre a la que aspiraba en tensión irrefrenable y visceral, toda su creación poética.

 

Dios es el destinatario primero y principal del poema 'La estancia vacía'. En los fragmentos que llegó a escribir y publicar, desde el principio se dirige a Dios en estilo oracional, como confidente de su soledad y de su dolor.

 


"Señor, esta es mi casa y mi costumbre. 
Estoy solo, Señor, en la ribera
reverberante del dolor.
Estoy, Señor, en la ribera sola
de mi infinito afán.
Un niño grita
entre las olas contra el viento yermo".

 

Ya Dámaso Alonso, en su famoso prólogo La poesía arraigada de Leopoldo Panero, afirmaba refiriéndose a 'Escrito a cada instante' (1949): 

 

“El libro de Leopoldo Panero es profundamente religioso y también externamente religioso; por fuera, mana el agua bien adensada dentro. Sí, el nombre de Dios mana, rezuma por cualquier intersticio –página tras página– , porque está llenando de un agua luminosa el corazón del poeta, y porque es la razón última de su poesía; razón clara, de la poesía y de la vida, oscuras…”

 

Es decir, Dios es la razón del amor, que se  ramifica y traba entre los hombres, pero que en Él tiene su origen y su renovación eterna…

 

Este manar de  lo divino, esta necesidad de centrar todo fenómeno en su causa, es característico de la poesía de Panero, que está así penetrada profundamente, empapada, casi diríamos inmersa en la idea de Dios. Por cualquier sitio, en cualquier poema, se descubre esta iluminación íntima.

 

 

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El mismo Dámaso Alonso, dando un paso más, señala algunos poemas de temática explícitamente religiosa: 'Quizá mañana'; 'Las manos ciegas'; 'Tú que andas sobre la nieve'; 'Canción en lo oscuro'; 'Como rotos de Ti tengo mis huesos'; 'Desprendido en la cruz'; 'En las manos de Dios'; 'El grano limpio'; 'En la Catedral de Astorga'; o 'Como la hiedra'.     

 

Esta veta religiosa da a Panero  momentos de la más alta inspiración y calidad poética. Más tarde, Dámaso, en su poema 'Última noche de la amistad', al poco de la muerte del poeta, escribe:

 

“Siempre que un ser humano lea tus versos sentirá dilatársele en el alma; unos altos andamios, una serena fluidez: su corazón se llenará de amor, rezumará ternura (mientras tenga un sentido la lengua castellana)”. Revista ‘Insula’ (1962), pág. 3    

 


El rezo personal  cotidiano de Panero del que  escribió Luis Felipe Vivanco, se ha convertido en comunitario y universal por su calado y profundidad humana en su diálogo con Dios; sin dejar de ser íntima y tierna, su voz personal alcanza esa difícil cota, casi paradójica, de la poesía objetiva que la hace apta para que todos puedan, podamos, hacerla nuestra. Once de sus poemas o fragmentos de ellos, han entrado como himnos en la Liturgia de las Horas en  castellano, con las alas mágicas de la poesía, el encanto añadido de las melodías y la unción de la plegaria en los labios de los orantes. (Cf. B. Velado Graña, Leopoldo Panero en la Liturgia de las Horas, en el libro La Escuela de Astorga, Astorga 1993, pág.271–280)

 

'La verdad en persona', el último proyecto acariciado por Panero, no era una improvisación; tenía hondas raíces en su trayectoria poética. A lo largo de sus poemas se va observando un giro muy notable en el que pasa del diálogo oracional constante con Dios, el Dios trascendente e íntimo, a la presencia cada vez mayor, también íntima y cordial  de Cristo, el Señor.

 

 Lo señala certeramente Armando López Castro en su artículo 'Leopoldo Panero: La metáfora del corazón', en Tierras de León nº 93–94 (1994) pp.161-181: 
“La última etapa de la vida de Panero tiene a Cristo como centro” (Pág 175)  

   


En esta misma línea, es muy revelador el ensayo del propio Leopoldo publicado por primera vez en la ‘Obra completa’, preparada por Javier Huerta con el título ‘El sentido religioso de la poesía española’ (vol. III, Pág. 37-41) Cuando habla de la Semana Santa, al contemplar los pasos de los imagineros, afirma Panero: 
‘Entre  el museo de Valladolid  y la mejor espigada antología lírica del drama del Calvario, no existe paridad posible. El Museo de Valladolid, lo que él representa, es cosa única en el mundo; a su lado nuestra poesía lírica sobre idéntico tema, es prácticamente insignificante’. (Pág 37)

 

Ciertamente, los escultores se inspiraron, más que en  la lírica, en los predicadores de los siglos XVI y XVII  y en libros de piedad como el de la Oración y meditación de Fray Luis de Granada, por ejemplo, cuando describe el Llanto de la Virgen ante Cristo muerto.  

 
La verdad en persona, ¿aspiraba a llenar de algún modo esta laguna de la lírica en paralelo a lo que había hecho Unamuno con su obra 'El Cristo de Velázquez'?

 

Convertido Panero sinceramente de sus tropelías juveniles, refloreció vigorosa la sólida formación religiosa de su niñez, –siempre añorada– y de su adolescencia, recibida en los colegios La Salle de Astorga y San Sebastián, donde estudió el bachillerato junto a su hermano Juan.

 

 

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No le faltó tampoco el trato amistoso con algunos sacerdotes como el literato D. Melitón Amores en cuya obra  'Ya viene el Regimiento' participó como actor en 1925  y, después del 1936, con el insigne párroco de Santa Marta, D. Magín de Liébana, que lo había sido en Los Ángeles, California.


    
En sus poemas se perciben ecos de la Biblia, San Agustín, Fray Luis de León, Santa Teresa, Romano Guardini, Zubiri, etc


     .
Sus frecuentes visitas y coloquios con el Santo Cristo de las Aguas, tan venerado en Astorga, se reflejan en su bellísimo poema ‘En la Catedral de Astorga’, incluido en ‘Escrito a cada instante’:    

 

"Todo mi corazón piedad se hace
al abrirse tus puertas lastimeras,
a espaldas ya del mundo queda el alma,
sola en plenitud;  y no es  más honda
la paz que hay en el mar que la que, viva,
profundamente tenebrosa y viva,
se abre ante la esperanza, al pie del cárdeno
Cristo, bajo el vacío de sus naves,
inmensamente solitarias siempre
como el alba al nacer sobre el picacho.

No, no es la luz más bella que tu sombra,
Cristo de mi velar, Cristo desnudo
como enjuto ciprés de pobre aldea,
que empaña  y amortaja el pensamiento
en la vidriada luz de sus pupilas
y en su torso de sed; humildemente,
bajo el morado velo que le encubre,
nos sostiene abrazados como a niños
atónitos, sin risa entre los párpados,
cansados de la calle".
        (‘Obra Completa’, I Pág. 187)

 

    También en 'Escrito a cada instante' incluyó Panero, en segunda versión abreviada, el poema 'Las manos ciegas', donde se aprecia visiblemente al giro cristológico que se acentúa en sus últimos años. Es como un presentimiento de  lo que podía haber sido 'La verdad en persona':

 

"Ignorando mi vida,
golpeado por la luz de las estrellas,
como un ciego que extiende,
al caminar, las manos en la sombra,
todo yo, Cristo mío,
todo mi corazón, sin mengua, entero,
virginal y encendido se reclina
en la futura vida, como el árbol
en la savia se apoya, que le nutre,
y le enflora y verdea.
Todo mi corazón, ascua de hombre,
inútil sin tu amor, sin Ti vacío,
en la noche Te busca,
le siento que Te busca, como un ciego,
que extiende al caminar las manos llenas
de anchura y de alegría".
(Obra completa, I. Pág. 136; cf  p. 246)

 

El poema 'Virgen que el sol más pura' a la Asunción de Nuestra Señora, en torno a su definición dogmática, 1950, es explícita confesión católica y creyente (Obra completa II, Pág. 452-454)

 

Y en el 'Canto persona'l, 1953, con alusiones a su bautismo y a su primera Comunión, abundan las referencias a Cristo y a su Pasión.

 

Entre los textos humanos que encabezan el poema, está el de San Pablo, I Cor 15, 16-19, que hablan a Cristo, muerto y resucitado, fundamento de nuestra fe. Y refiriéndose a Francisco Pizarro dice: “Escribe con tu sangre un crucifijo”.  Desde la invocación, el diálogo oracional se dirige a Cristo:    

        

"Al fin, Señor ,cuando mi ser se abra,
cual  áspera granada, grano a grano,
y con lo rojo que Tu mano labra
estrujado en mil gotas por Tu mano,
quedará mi palabra sin corteza,
y sin celda de sed mi fruto humano.
¡Con cuánta libertad está el que reza,
perdido en un rincón de mansedumbre,
desatando en el suelo su pobreza!".


                    Obra completa, II, Pág. 343

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