Muere el escultor astorgano Marino Amaya
![[Img #12729]](upload/img/periodico/img_12729.jpg)
Están tan arraigadas en el paisaje que ya pasan desapercibidas. Sin embargo, siempre están ahí las esculturas de Marino Amaya representando al poeta Leopoldo Panero y a la Inmaculada que preside la plaza del Seminiario. El escultor nacido en 1927 en Astorga ha fallecido a los 86 años de edad, en la Andalucía en la que quedó afincado allá por la década de los ochenta.
Sus obras andan repartidas por todo el mundo. La Fundación Rockefeller le adquirió varias obras tras su famosa exposición en Zoma Gallery de Nueva York, en 1981, y el Vaticano atesora en sus fondos 'El Derecho a la Vida'. En España, ciudades como Gijón, Ciudad Real, Elche, Andújar, Cáceres, Málaga, Salamanca, Marbella, Soria, Madrid, Guetaria, o Almería, entre otras, albergan parte de su producción. Su talla de Leopoldo Panero, en Astorga, o la escultura realizada a modo de Homenaje a los Donantes de Sangre, situada en el parque de la Chantría, son algunas de las porciones de su obra que salpican su tierra leonesa. Estas son algunas referencias en una biografía artística que arrancó siendo un adolescente cuando con tan sólo 15 años de edad recibió su primer encargo, una escultura del Apostol Santiago en piedra blanca.
![[Img #12731]](upload/img/periodico/img_12731.jpg)
Gracias a un beca de la Diputación de Salamanca pudo viajar a Madrid al poco de concluida la Guerra Civil para perfeccionar su formación escultórica para posteriormente emprender un viaje por Europa, Egipto y Palestina que le señala definitivamente como artista. Ganador de la Medalla Plata, en 1950, en la Exposición Nacional, la escultura de la Inmaculada de León indica el punto definitivo de arranque de una trayectoria que no ha tenido final hasta su fallecimiento y que le supuso en 1974 ser distinguido por sus paisanos como Hijo Predilecto de la ciudad de Astorga.
1985 supone un punto de inflexión en la vida creativa de Marino Amaya, siempre en constante evolución. Fue entonces cuando comenzó una incesante producción que tenía como fuente de inspiración a los niños. De ahí, que algunos acabaran conciéndole como "el escultor de los niños". Son abundantes las esculturas que el astorgano realizó con los niños como elemento recurrente. También los animales, principalmente los gatos y los perros, de los que era un auténtico devoto y que le acompañaron hasta su último aliento, le sirvieron como fuente de inspiración.
![[Img #12730]](upload/img/periodico/img_12730.jpg)
Están tan arraigadas en el paisaje que ya pasan desapercibidas. Sin embargo, siempre están ahí las esculturas de Marino Amaya representando al poeta Leopoldo Panero y a la Inmaculada que preside la plaza del Seminiario. El escultor nacido en 1927 en Astorga ha fallecido a los 86 años de edad, en la Andalucía en la que quedó afincado allá por la década de los ochenta.
Sus obras andan repartidas por todo el mundo. La Fundación Rockefeller le adquirió varias obras tras su famosa exposición en Zoma Gallery de Nueva York, en 1981, y el Vaticano atesora en sus fondos 'El Derecho a la Vida'. En España, ciudades como Gijón, Ciudad Real, Elche, Andújar, Cáceres, Málaga, Salamanca, Marbella, Soria, Madrid, Guetaria, o Almería, entre otras, albergan parte de su producción. Su talla de Leopoldo Panero, en Astorga, o la escultura realizada a modo de Homenaje a los Donantes de Sangre, situada en el parque de la Chantría, son algunas de las porciones de su obra que salpican su tierra leonesa. Estas son algunas referencias en una biografía artística que arrancó siendo un adolescente cuando con tan sólo 15 años de edad recibió su primer encargo, una escultura del Apostol Santiago en piedra blanca.
Gracias a un beca de la Diputación de Salamanca pudo viajar a Madrid al poco de concluida la Guerra Civil para perfeccionar su formación escultórica para posteriormente emprender un viaje por Europa, Egipto y Palestina que le señala definitivamente como artista. Ganador de la Medalla Plata, en 1950, en la Exposición Nacional, la escultura de la Inmaculada de León indica el punto definitivo de arranque de una trayectoria que no ha tenido final hasta su fallecimiento y que le supuso en 1974 ser distinguido por sus paisanos como Hijo Predilecto de la ciudad de Astorga.
1985 supone un punto de inflexión en la vida creativa de Marino Amaya, siempre en constante evolución. Fue entonces cuando comenzó una incesante producción que tenía como fuente de inspiración a los niños. De ahí, que algunos acabaran conciéndole como "el escultor de los niños". Son abundantes las esculturas que el astorgano realizó con los niños como elemento recurrente. También los animales, principalmente los gatos y los perros, de los que era un auténtico devoto y que le acompañaron hasta su último aliento, le sirvieron como fuente de inspiración.