Crónica de la crisis española
Rafael Chirbes. En la orilla, Barcelona, Círculo de Lectores / Anagrama, 2013, 436 pp.
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'En la orilla' (2013), la última novela de Rafael Chirbes, con la que acaba de obtener el Premio Nacional de Narrativa, se ambienta en los recientes años de la crisis. Esteban, propietario de una modesta carpintería familiar, decide embarcarse, ya septuagenario, en una empresa en la que arriesga todos los ahorros familiares, con la esperanza de obtener, al calor de la especulación inmobiliaria, unos réditos que toda una vida de trabajo no le ha proporcionado. La llegada de la crisis traerá consigo las consabidas consecuencias.
Estas consecuencias se ven reflejadas desde distintos puntos de vista; tanto desde el de aquellos que las sufren con mayor dramatismo (el mismo Esteban o los empleados de la carpintería), como la de aquellos que las contemplan desde una relativa seguridad (los compañeros de tertulia) o incluso desde una cómoda posición económica (Francisco). A su lado, desfilan otros personajes representativos de esa sociedad que emergió en los años de abundancia: empresarios sin escrúpulos, modestos trabajadores convertidos en nuevos ricos gracias al negocio inmobiliario, etc., que ven ahora, con la nueva situación económica, arrumbado su modo de vida anterior, caracterizado por los excesos y la fatua ostentación.
'En la orilla', es en este sentido, la crónica de la crisis española, consecuencia de la especulación desaforada que el autor había novelado ya en 'Crematorio' (2007), y, de la que es, en cierto modo, continuación. Una crisis social que se presenta como consecuencia lógica de una crisis moral, cuyos exponentes —egoísmo, codicia, deseo de medrar a toda costa— se apuntan igualmente aquí; aunque, a veces, las reflexiones que vierten los personajes no dejen de adolecer de cierta superficialidad en su análisis o caer incluso en el tópico. Por lo demás, una visión análoga se hace extensible a otros periodos de la historia reciente (la posguerra, el franquismo, la transición, los años ochenta…, abordados por el autor en novelas anteriores), blanco asimismo de los ácidos comentarios del protagonista. Las referencias a determinados acontecimientos históricos y otras alusiones que se deslizan en el relato, permiten datar con bastante precisión la cronología de la historia. Por ello, se advierten de vez en cuando algunos desajustes e incongruencias (se nos dice, por ejemplo, que el padre tenía diecisiete años cuando estuvo en la batalla de Teruel, por lo que resulta inexacto que en diciembre de 2010, fecha en la que se ambienta la novela, tenga “noventa y pico años”, como se afirma en la p. 30).
Junto al plano social, cobra una notable relevancia en el relato el plano personal del protagonista. La difícil situación a la que se ve abocado Esteban constituye, en realidad, un fracaso más en su biografía. Su historia es la crónica, esencialmente, de una vida fracasada en todos los ámbitos (laboral, familiar, sentimental…). De ahí que los sentimientos que prevalezcan en su discurso sean la frustración y el rencor. Rencor contra el padre —al que hace en parte responsable de su fracaso, pero hacia al que al fin parece albergar un sentimiento ambivalente—; contra los hermanos, cuya mezquindad es objeto de aceradas puyas; contra el amigo triunfador; contra la antigua novia que lo abandonó para buscar una vida mejor y cuyo recuerdo aún lo obsesiona; contra la sociedad que le rodea, y, en definitiva, rencor contra la vida. Todo ello revela una visión sombría del hombre y de la existencia que resume bien una frase suya: “El hombre, digan lo que digan curas, políticos y filósofos, no es portador de luz, es siniestro portador de sombras” (p. 359).
En cuanto a la técnica literaria, es de destacar el predominio absoluto del monólogo. El relato nos llega así fundamentalmente a través de la voz del protagonista. En ocasiones, se cede la voz a otros personajes (los ex empleados de la carpintería y las esposas de algunos de ellos, la asistenta que le ayudaba en el cuidado de su anciano padre, o este último, sumido ahora en las tinieblas de la enfermedad, pero del que se transcriben unas anotaciones escritas cincuenta años atrás…), para construir de esta manera la historia desde una perspectiva múltiple. Este recurso al monólogo, sin embargo, cuando se une, en algunos momentos, a las reflexiones reiterativas del protagonista, cae en cierta monotonía.
En general, más que de técnica realista habría que hablar de técnica naturalista. La abundancia de detalles sórdidos o morbosos, a veces de una notable crudeza (véase p. 394), constituyen un buen ejemplo de ello. A la crudeza de los detalles se une con frecuencia la crudeza del lenguaje que, por lo demás, concede escasos momentos al lirismo y alcanza sus momentos más logrados en algunas descripciones del entorno de Olba. A la corriente naturalista remiten igualmente otros aspectos como la influencia del medio —el mundo provinciano de Olba, del que se alejarán precisamente los amigos que triunfan en la vida (Francisco, Leonor), contribuirá en buena medida al fracaso personal del protagonista—; o los factores hereditarios: así lo deja entrever alguna vez el propio Esteban: “…esta manera desesperanzada de mirar el mundo, la seguridad de que no hay ser humano que no merezca ser tratado como culpable. Eso lo he heredado con la sangre de mi padre” (p. 333). Palabras que ilustran, en definitiva, esa visión sombría de la vida que transmite en su conjunto la novela, tan importante al menos como el dramático panorama social que refleja.
'En la orilla' (2013), la última novela de Rafael Chirbes, con la que acaba de obtener el Premio Nacional de Narrativa, se ambienta en los recientes años de la crisis. Esteban, propietario de una modesta carpintería familiar, decide embarcarse, ya septuagenario, en una empresa en la que arriesga todos los ahorros familiares, con la esperanza de obtener, al calor de la especulación inmobiliaria, unos réditos que toda una vida de trabajo no le ha proporcionado. La llegada de la crisis traerá consigo las consabidas consecuencias.
Estas consecuencias se ven reflejadas desde distintos puntos de vista; tanto desde el de aquellos que las sufren con mayor dramatismo (el mismo Esteban o los empleados de la carpintería), como la de aquellos que las contemplan desde una relativa seguridad (los compañeros de tertulia) o incluso desde una cómoda posición económica (Francisco). A su lado, desfilan otros personajes representativos de esa sociedad que emergió en los años de abundancia: empresarios sin escrúpulos, modestos trabajadores convertidos en nuevos ricos gracias al negocio inmobiliario, etc., que ven ahora, con la nueva situación económica, arrumbado su modo de vida anterior, caracterizado por los excesos y la fatua ostentación.
'En la orilla', es en este sentido, la crónica de la crisis española, consecuencia de la especulación desaforada que el autor había novelado ya en 'Crematorio' (2007), y, de la que es, en cierto modo, continuación. Una crisis social que se presenta como consecuencia lógica de una crisis moral, cuyos exponentes —egoísmo, codicia, deseo de medrar a toda costa— se apuntan igualmente aquí; aunque, a veces, las reflexiones que vierten los personajes no dejen de adolecer de cierta superficialidad en su análisis o caer incluso en el tópico. Por lo demás, una visión análoga se hace extensible a otros periodos de la historia reciente (la posguerra, el franquismo, la transición, los años ochenta…, abordados por el autor en novelas anteriores), blanco asimismo de los ácidos comentarios del protagonista. Las referencias a determinados acontecimientos históricos y otras alusiones que se deslizan en el relato, permiten datar con bastante precisión la cronología de la historia. Por ello, se advierten de vez en cuando algunos desajustes e incongruencias (se nos dice, por ejemplo, que el padre tenía diecisiete años cuando estuvo en la batalla de Teruel, por lo que resulta inexacto que en diciembre de 2010, fecha en la que se ambienta la novela, tenga “noventa y pico años”, como se afirma en la p. 30).
Junto al plano social, cobra una notable relevancia en el relato el plano personal del protagonista. La difícil situación a la que se ve abocado Esteban constituye, en realidad, un fracaso más en su biografía. Su historia es la crónica, esencialmente, de una vida fracasada en todos los ámbitos (laboral, familiar, sentimental…). De ahí que los sentimientos que prevalezcan en su discurso sean la frustración y el rencor. Rencor contra el padre —al que hace en parte responsable de su fracaso, pero hacia al que al fin parece albergar un sentimiento ambivalente—; contra los hermanos, cuya mezquindad es objeto de aceradas puyas; contra el amigo triunfador; contra la antigua novia que lo abandonó para buscar una vida mejor y cuyo recuerdo aún lo obsesiona; contra la sociedad que le rodea, y, en definitiva, rencor contra la vida. Todo ello revela una visión sombría del hombre y de la existencia que resume bien una frase suya: “El hombre, digan lo que digan curas, políticos y filósofos, no es portador de luz, es siniestro portador de sombras” (p. 359).
En cuanto a la técnica literaria, es de destacar el predominio absoluto del monólogo. El relato nos llega así fundamentalmente a través de la voz del protagonista. En ocasiones, se cede la voz a otros personajes (los ex empleados de la carpintería y las esposas de algunos de ellos, la asistenta que le ayudaba en el cuidado de su anciano padre, o este último, sumido ahora en las tinieblas de la enfermedad, pero del que se transcriben unas anotaciones escritas cincuenta años atrás…), para construir de esta manera la historia desde una perspectiva múltiple. Este recurso al monólogo, sin embargo, cuando se une, en algunos momentos, a las reflexiones reiterativas del protagonista, cae en cierta monotonía.
En general, más que de técnica realista habría que hablar de técnica naturalista. La abundancia de detalles sórdidos o morbosos, a veces de una notable crudeza (véase p. 394), constituyen un buen ejemplo de ello. A la crudeza de los detalles se une con frecuencia la crudeza del lenguaje que, por lo demás, concede escasos momentos al lirismo y alcanza sus momentos más logrados en algunas descripciones del entorno de Olba. A la corriente naturalista remiten igualmente otros aspectos como la influencia del medio —el mundo provinciano de Olba, del que se alejarán precisamente los amigos que triunfan en la vida (Francisco, Leonor), contribuirá en buena medida al fracaso personal del protagonista—; o los factores hereditarios: así lo deja entrever alguna vez el propio Esteban: “…esta manera desesperanzada de mirar el mundo, la seguridad de que no hay ser humano que no merezca ser tratado como culpable. Eso lo he heredado con la sangre de mi padre” (p. 333). Palabras que ilustran, en definitiva, esa visión sombría de la vida que transmite en su conjunto la novela, tan importante al menos como el dramático panorama social que refleja.