Eloy Rubio
Sábado, 22 de Noviembre de 2014

"La herencia más hermosa de los desheredados"

Melodías del padre; José Luis Puerto. Diputación de Salamanca, 2014

[Img #13023]

 

 

Melodías del padre es un librito de 13 poemas publicado recientemente por José Luis Puerto. Son poemas sencillos pero de gran calado en los que el autor se refiere a la memoria de su padre no hace mucho fallecido. 

 

‘(padre)’ P. 11.  Así entre paréntesis y en minúscula es el título del primer poema. Esta manera de titular se repite a lo largo del libro, como si fuese a título provisional, como si aún pudieran volverse contra uno. “El silencio es la dote de la herencia”, se dice ahí enseguida; y esa dote comienza a hablar y a escribirse hasta cerrar el libro. Así en (tu llama) P.22, ya se dice que las palabras del hijo son la herencia de la llama de amor del padre...Entonces el silencio se vuelve desde la ausencia, insistente evocación; ahora el padre vive y se aparece a cada paso, resucita paso a paso “todo aquello que vivimos”. Sigue ahí donde siempre, solo que en nuestro corazón, más vivo; más presente por ausente. Pero hay un lugar que no llega a nuestro corazón en el que estaría presencialmente el padre y con él también estaríamos nosotros; ahí es el lugar de la búsqueda.

 

Existe en la luz y es materia de la tierra, pero sobre todo existe en las huellas del amor que quedan en su rostro, en las palpitaciones de su ser en nosotros… (volverás) P.13  expresa el ciclo de Deméter, de muerte y resurrección; pero también la comunión universal, el vínculo hologramático por el que se pudieran hallar sus señales de existencia, una canción secreta del amor que a cada quien canta sus misterios. En (dime donde) P 14 se formula una retahíla de preguntas que pretenderían localizar al padre, la indagación es al modo de Villon. ¿A dónde fue “El remanso de tu abrazo”?. “Dime dónde tu rosa, tu alegría, / La melodía humilde de tu ser”. Estas cualidades exigen una persona ,un lugar donde localizarle. No pueden existir sin ella; no se concibe que hayan ido a la nada.


Las señales de partida para la aventura se hallan ya en este mundo, siendo reconocibles para quienes le quisieron; un rumor en la melodía de las ramas, los árboles, las fuentes...

 

Esta evocación del padre prosigue luego en la rememoración de sus afectos, de sus entregas, en sus labores en la tierra; el poema se viene aproximando, visiona la labor invisible del padre, la huella de su sangre visible e invisible en su heredad. Y se evoca entonces “La herencia más hermosa / De los desheredados”; la melodía del sueño más hermoso, que soñaron juntamente. Esa melodía entre nosotros, un poco más permanece.

 

Parece que se diera un proceso de interiorización en esa búsqueda, animada en el susurro del agua, se hace canto colectivo del amor más hermoso, por 'haberse' soñado juntos. Esta memoria ahora es una experiencia interior compartida y por tanto la más real, y que aún pudiera expresarse en la comunión de la misma sangre.  

 

Llegamos a saber que la melodía fue polifónica, padre e hijo la ensayaban en la despedida, con el respirar de apnea y latir entrecortado del padre (como al nacer), en compás  bien contado y bien medido del hijo. Serán otros los que acaben de interpretarla, pero la melodía ya se hizo en aquella...Es la melodía de la vida, la “que teje la urdimbre del misterio”.

 

Al modo agustiniano, la luz viene en nosotros, la luz ha hollado nuestra memoria y es camino para llegar hasta el padre. Allá donde esté, está grabado a luz, luz de la memoria. El detonante es su huella entre las cosas, entre nosotros; y si el padre se fuese un día  “Del verano del mundo / Al verano de Dios”, el camino que lleva a él vive ya en nosotros, de nuestra alma respira.

 

Ya la melodía del padre ha llegado al Dios de los humildes, ya se la ha dado el padre; ya podemos cantar la letanía (en todos los lugares) P. 21. La oración de los lugares, y vivencias compartidas, como evocatorio permanente del padre.

 

“En todos los lugares de mi padre,
En la memoria de su permanencia
En mí, mientras exista
Respirando y latiendo”

 

Creemos ya saber lo que se ha interiorizado, pero en (tu llama) P.22, un poema autorreferente que se construye en oxímoron, se dice que estas sílabas, estas letras y estas canciones son para mantener vivo al padre, “Para que arda tu llama, / El aceite amoroso de mis sílabas”. Para que ese padre vivo y ardiente como una zarza ardiente dicte las palabras nuevas que habrán de vivificarlo. Es la melodía de lo que soñamos, la herencia más hermosa; en estos poemas se escucha...

 

Pero el padre es más grande que una memoria en el corazón, no cabe en el corazón, aunque este sea la vía de encuentro hacia el padre. El padre nos contiene y aún así lo llevamos en nosotros. Hay una desconfianza a pesar de manifestarse lo contrario: “No te preocupes padre, / Habrá resurrección y nos veremos”; es ahora el padre quien tendría que darnos esa confianza. Esa sangre que refluye de vuelta es emblema de identificación, seña de identidad; pero también esperanza de refundición amorosa en un mundo futuro o tal vez sin el compás del tiempo. ¿Cómo sonaría entonces esa canción que a las puertas de ese reino de la muerte un poco más permanece? 

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