José Luis Puerto
Domingo, 14 de Diciembre de 2014

Platero y yo: una propuesta contemporánea de edad de oro

 

 

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En este diciembre, que ya entrega el año agonizante en el altar del dios del tiempo, se cumple el centenario de la publicación de la obra literaria española contemporánea más traducida y conocida en todo el mundo.

 

Nos referimos a 'Platero y yo', del poeta onubense Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de literatura en 1956. En el colofón de su edición príncipe, podemos leer: “Este libro / se acabó de imprimir / en la imprenta de 'La Lectura', / de Madrid / el día 12 de diciembre / de 1914”.

 

Se trata de una edición, primorosamente ilustrada por Fernando Marco, que apareció en la madrileña Ediciones de 'La Lectura', en la Biblioteca de Juventud, junto a otros clásicos, como El Conde Lucanor, o La vida es sueño, de Don Juan Manuel y de Pedro Calderón de la Barca respectivamente.

 

Y, pese a ser 'Platero y yo' nuestro clásico contemporáneo más conocido en el mundo, en esta España de corrupciones, picarescas, saqueos a preferentistas, desahucios y otras mil añagazas tan amorales, la conmemoración de este libro, de este inmortal ejemplo de nuestra mejor literatura, parece estar pasando sin pena ni gloria.

 

Si otros países, si otras lenguas hubieran tenido una obra tan hermosa y significativa como 'Platero y yo', sería universalmente celebrada. Pero en España no es así. Despreciamos cuanto ignoramos, como sabiamente dijera Antonio Machado. Despreciamos nuestro mejor patrimonio, pues estamos entregados de continuo a nuestros trapicheos particularistas y amorales.

 

Tan desapercibida está pasando esta conmemoración del centenario de 'Platero y yo', que, hasta el momento, ningún suplemento cultural de los periódicos de tirada nacional le ha prestado atención alguna, cuando se están de continuo publicitando y reseñando tantas obras literarias más que mediocres. El mercado manda, parecen estarnos diciendo de continuo tales suplementos. Como si no existiera la obra. Como si las creaciones espirituales del ser humano, las más excelsas y hermosas, entre las que está la literatura verdadera, tuvieran también que estar sujetas al sacrosanto mercado, que parece devorarlo todo, para después vomitarlo, en una suerte de compulsiva bulimia. 

 

 

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Juan Ramón Jiménez, en el arranque de 'Platero y yo', cita al poeta romántico alemán Novalis, que indica que, donde hay niños, se está produciendo siempre una edad de oro. Y es que podemos leer esta obra como una propuesta contemporánea de edad de oro. Y ¿en qué consistiría? Juan Ramón nos propone, en primer lugar, un modelo de vida sobria, sencilla, marcada por un cierto franciscanismo; una vida en contacto con la naturaleza, con una naturaleza campesina y paradisiaca; y también una vida atenta al rumor de las gentes más humildes: Aguedilla, la loca; el viejo Darbón; los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, los domingos; los niños pobres, absortos en sus juegos; o también el niño tonto; Ramona, la castañera; Arreburra, el aguador…; en fin, toda una galería de seres que viven en su inocencia, en su precariedad, en esos territorios del afuera, olvidados y despreciados por casi todos.

 

'Platero y yo' era uno de los libros predilectos para Francisco Giner de los Ríos. No es extraño, puesto que el 'santo' andaluz nos proponía un proyecto de España a cuya altura nuestra sociedad no ha sabido estar. Peor para todos, porque tampoco parecemos estar a la altura de una de nuestras mejores obras literarias contemporáneas.

 

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