Maragato cordero: Asunto Mendizábal III
Continuamos con la transcripción de la carta de Mendizábal a Alonso Cordero, del 27 de marzo de 1844.
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En la mañana del 20 de mayo, su dependiente principal Gullón habiendo venido a verme de parte de usted y manifestándome los deseos de usted de sostener, con sus medios, con sus relaciones, con su crédito, si necesario fuere, la administración que acababa de formarse, que estaba dispuesto a presentarse, en aquel grande conflicto en la bolsa y hacer compras del 3% con el objeto de sostener el crédito nacional y apreciando como debía esta demostración de afecto, acepté la oferta y le dije:
“lo acepto sí, pero con mucha prudencia, entendiéndose hasta 25 o 30 millones de reales, en estos primeros quince días; porque el objeto debe ser paralizar los esfuerzos que quieran hacer los enemigos del Gobierno, abatiendo en estos momentos el crédito de la nueva situación que se ha creado, lo cual sería muy perjudicial y mucho más en el extranjero en el concepto de que yo no tendré reparo, porque hay riesgos que correr en interesarme en una mitad de esta operación, pero repito, Señor Gullón, le dije, mucha prudencia porque el principal objeto es contener el que se pronuncie una baja que podría ser sumamente perjudicial”.
Se conformó con mis instrucciones y me dijo que iba a trasladarlas a Usted.
Gullón me manifestó, en los últimos días de mayo, que se había excedido un poco en las compras y entonces le manifesté:
“La necesidad urgente de excederse, porque yo, como miembro del Gobierno, ninguna medida podría tomar más que aquellas que estuviesen en el orden natural de su sistema, que podría venir un conflicto del cual acaso yo no podría sacarlo, y que entonces, lejos de proporcionarnos un bien, podría producir males; que el efecto de haber contenido la baja se había logrado y que hasta se hubiese mejorado el crédito, por lo cual le aconsejaba que principiase a disminuir las compras para colocarse en posición de volver a sostener más adelante el crédito".
Gullón quedó de hacerlo.
A principios de junio, 'preveyendo' el conflicto en que podría encontrarse su casa, careciendo yo en mi particular, como no lo ignoraba, porque de ello tenía pruebas, de medios efectivos con que acudir en auxilio de la misma y del amigo para que como tal V. lo había hecho conmigo en otras ocasiones, llamé a Gullón y le pregunté:
“cuál era al estado actual de las compras” y cuando me entero de que balanceadas estas con las ventas existían sobre ¡cincuenta millones de reales!, me asusté.
EI mismo Gullón debe recordar la fuerte impresión que me hizo, y debe tener muy presente también, las órdenes terminantes que le di de salir de aquella situación, apurándole hasta el extremo de decirle, que careciendo yo de medios absolutamente, podría sobre venir una ruina y verse V. solo obligado a cargar con la mayor parte, extrañado que después de haber aconsejado prudencia y circunspección hubiese traspasado los límites que le había fijado.
![[Img #14363]](upload/img/periodico/img_14363.jpg)
¿Y cuál fue su contestación?:
“Que usted no había querido; que usted tenía una fe muy grande y que usted querría dar una prueba inequívoca de lo que se interesaba en el crédito nacional, elevándolo, aunque fuese a costa de una ruina”.
Sin embargo insistí y le dije, una, dos y muchas veces, hasta con enfado: “que las circunstancias eran superiores a los hombres, y que yo le prevenía terminantemente para que se lo dijera a Usted que era Indispensable aligerarse y que ya con lo que estaba por desgracia sucediendo en muchos puntos de la Monarquía, la cuestión cambiara de faz”.
Entonces Gullón me manifestó que iba a hacerlo, y que así se lo haría presente a usted. Casi todos los días después, le repetí la misma oración y me aseguró que se iba realizando, aunque ni usted ni él participaban de mis opiniones, ni de mis temores, ni de sus consecuencias. Yo apelo a su honradez; y si cree que hay alguna inexactitud en cuanto queda manifestado, y por el contrario, lejos de asegurar, no reduzco y aún omito muchos de los términos ásperos que usé para que estimulase a V. a que pusiese término a unas operaciones que llevaban consigo una ruina, en las inquietudes y disgustos que estaban próximos a tocarse, y una ruina acaso, poniendo un entredicho, entre nuestras amistosas relaciones; repito que si su honradez es capaz de desconocer las exactitudes de este relato, que lo desmienta por escrito.
Recuerdo por un incidente particular, que del 20 al 22 de junio, habiendo V. venido a verme con Gullón, a presencia del amigo amanuense en mi cuarto dormitorio, reconvine a usted amistosamente, pero con toda la energía de que soy capaz, sobre el por qué no se habían ejecutado las órdenes terminantes que le había dado a Gullón para la realización de lo comprado, y en tono muy festivo me dijo V.:
“que se habla propuesto sostener a todo trance el Gobierno de aquella época”.
Insistí yo, y bien claro le di a entender que estábamos sobre un volcán, y que lo comprado me lo hacía temblar; entonces usted con más fervor me dijo:
“aún se ha comprado una porción de millones más de lo que se había dicho; pero que si yo no quería tomar parte en ellos que ningún cuidado le daba.
Nuevamente demostré a usted mi sobresalto, y aún usé de palabras nada propias en mí, y al parecer salió usted y Gullón convencidos de la necesidad de realizar y precaver el descalabro que tan próximo debíamos esperar; descalabro que en otras circunstancias, como las que yo he disfrutado, de más desahogo y con más posibles, nada me habrían importado; en aquellas menos porque veía venir sobre mí compromisos a los cuales yo no podría hacer frente, y veía que amenazaba a usted unas pérdidas que si bien podría con sus cuantiosos medios sobrellevarlo, iba a proporcionarle inquietudes y disgustos, a los cuales no estaba usted acostumbrado.
![[Img #14366]](upload/img/periodico/img_14366.jpg)
Y ¿de qué modo obró V. desde aquel día que parecía que había quedado convencido de la necesidad de realizar la mayor parte o el todo de lo que estaba pendiente?, el que lejos de haber realizado, siguió aumentando sus compromisos comprando más de 20 millones de reales en lo que quedaba de mes.
¡Cuán ignorante estaba yo de que la situación de estas operaciones aumentaban de un modo tan trascendental la fortuna de usted y los escasísimos medios de que yo podía disponer, el desenlace del drama político que terminó en la Jornada del 22 de julio!
El 28 del mismo mes principiaron otra vez los negocios mercantiles y a pesar de que las circunstancias me habían obligado a buscar un asilo en la casa de un amigo, no por eso quedaron interrumpidas nuestras comunicaciones, porque quedó expedito el medio de poder entenderse usted o Gullón con mi apoderado Mesa, a cuyo alcance estaba el hacerme partícipe de lo que creyera usted, en aquellos momentos, conveniente consultarme.
En efecto algunas indicaciones se me hicieron; se me pidió también autorización, para poder librar a cargo de mi primo Don José Álvarez de Londres.
Y ¿cuáles fueron siempre mis contestaciones?:
"que a los vencimientos debían continuarse las compras hechas y que podía librarse a cambio de mi primo todo cuanto fuese necesario para que auxiliase al pago de las diferencias que resultasen, las cuales podían quedar disminuidas si se continuaban y no se sacrificaban quemándolas en el mercado a cualquier precio porque conocida la necesidad, impondrían la ley y abatirían más el precio: que las cosas habían tocado ya su último término; que los intereses del 3% no habría ningún Gobierno que dejara de pagarlo; que si se anulaba el contrato hecho con Don Salvador López que aseguraba diez semestres por espíritu de partido, conocidas como eran las opiniones sobre créditos del ministro Ayllón, no podía dudarse que más adelante otra proposición con el mismo objeto, subscrita por otras personas y basada sobre otras condiciones, sería aceptada y que de modo alguno debía hacerse el sacrificio de liquidar compras de cualquier modo en sus respectivos vencimientos”.
Gullón estuvo de acuerdo con estas ideas y cuando estuvo a verme en los primeros días de agosto me manifestó que acaso no podría conseguirse del todo, que algunas partidas había tenido que liquidarlas, no me dijo cuantas; que otras las había continuado y que en atención a las seguridades que yo le daba de que a mi llegada al extranjero proporcionaría una combinación por la cual pudiera ofrecerse la seguridad de pago de diez semestres, que se continuaría la mayor cantidad posible, asegurándome que no bajaría de cuarenta a cincuenta millones; estos son hechos que tampoco podrá contradecir Gullón, y es bien cierto que si entonces me hubiera dicho que estaba resuelto a sacrificar los millones pendientes al precio de 21 y medio, que yo hubiera encontrado algunas cosas al límite del 20 por ciento los hubiera recogido por mi cuenta, habiendo yo podido ceder por la diferencia de 20 a 21 y medio, o papel sobre Londres, o algunas de mis propiedades capaces de responder, no solo del uno y medio, sino por algo más.
![[Img #14365]](upload/img/periodico/img_14365.jpg)
Como usted verá por la liquidación que le mandaré con mi siguiente de las compras y ventas que contrató V. desde el 20 de mayo y que no vencieron hasta el 31 de julio, según sus contratos pero por la suspensión que hubo de las operaciones en la bolsa no debieron vencer muchas de ellas hasta el 8 o 10 de agosto; que los 20 millones de reales que resultaban existentes de las citadas operaciones, no venían a salir a más precio que el de 23 por ciento escaso, balanceando el costo de 56 millones 170 mil reales del títulos del 3 % (R osds) catorce millones seiscientos setenta y dos mil doscientas setenta y cinco, con el producto de los treinta y cuatro millones trescientos mil reales, antes del 28 de julio por nueve millones doscientos noventa mil cuatrocientos treinta y siete (9.290.437) y medio reales, a los que deben añadirse trescientos veintiocho mil y cincuenta reales (328.050) reales, importe del semestre vencido sobre los veintiún millones ochocientos setenta mil reales de títulos del 3 % (21.870.000) reales de títulos del 3 %, que resultaban existentes en el citado día, resultando que el costo de los citados 21.870.000 reales de títulos del 3% era el de cinco millones cincuenta y tres mil setecientos ochenta y siete y medio reales, de cuya cantidad debía deducirse lo cobrado por primas, si oportunamente me hubiera dicho Gullón de parte de usted o usted me hubiese escrito, diciéndome:
“Amigo mío, de las operaciones vencidas hasta hoy resulta que nos quedan existentes TANTOS millones de reales, y que para recogerlos debamos entrenar tantos: yo ni quiero continuar, ni puedo recogerlos; de modo que si usted no tiene medios o amigos que quieran recoger la mitad de V. pagando su importe, tendré que sacrificarlos en la plaza y esté usted a las resultas”.
Yo entonces, fijo en mis opiniones de no realizar, hubiera acudido a algunos amigos, o acaso al dueño de la casa donde estaba hospedado, para con otras garantías y posibilidades que hubiera podido darles, entre ellas las de librar sobre Londres, hubiera recogido mis once millones de reales, por los cuales no sino que haber entregado dos millones y medio de reales.
Ni nada me dijo usted, ni tampoco Gullón; por el contrario, se me dijo que se hacían y se harían sacrificios inmensos, si necesario fuese, para hacer frente a la tormenta, ver de conjurarla y ya que no se habían oído mis consejos, ni hecho caso de mis fuertes indicaciones en el curso de estas operaciones, que ahora se atendería a las que dejo manifestadas.
En este estado dejé el país, el 12 de agosto, trasladándome a ésta, teniendo siempre fija la idea de proporcionar una combinación, para asegurar los semestres, restablecer el precio del 3 % y cuando hubiera sido otra cosa, redimir la pérdida que nos amenazaba.
En la mañana del 20 de mayo, su dependiente principal Gullón habiendo venido a verme de parte de usted y manifestándome los deseos de usted de sostener, con sus medios, con sus relaciones, con su crédito, si necesario fuere, la administración que acababa de formarse, que estaba dispuesto a presentarse, en aquel grande conflicto en la bolsa y hacer compras del 3% con el objeto de sostener el crédito nacional y apreciando como debía esta demostración de afecto, acepté la oferta y le dije:
“lo acepto sí, pero con mucha prudencia, entendiéndose hasta 25 o 30 millones de reales, en estos primeros quince días; porque el objeto debe ser paralizar los esfuerzos que quieran hacer los enemigos del Gobierno, abatiendo en estos momentos el crédito de la nueva situación que se ha creado, lo cual sería muy perjudicial y mucho más en el extranjero en el concepto de que yo no tendré reparo, porque hay riesgos que correr en interesarme en una mitad de esta operación, pero repito, Señor Gullón, le dije, mucha prudencia porque el principal objeto es contener el que se pronuncie una baja que podría ser sumamente perjudicial”.
Se conformó con mis instrucciones y me dijo que iba a trasladarlas a Usted.
Gullón me manifestó, en los últimos días de mayo, que se había excedido un poco en las compras y entonces le manifesté:
“La necesidad urgente de excederse, porque yo, como miembro del Gobierno, ninguna medida podría tomar más que aquellas que estuviesen en el orden natural de su sistema, que podría venir un conflicto del cual acaso yo no podría sacarlo, y que entonces, lejos de proporcionarnos un bien, podría producir males; que el efecto de haber contenido la baja se había logrado y que hasta se hubiese mejorado el crédito, por lo cual le aconsejaba que principiase a disminuir las compras para colocarse en posición de volver a sostener más adelante el crédito".
Gullón quedó de hacerlo.
A principios de junio, 'preveyendo' el conflicto en que podría encontrarse su casa, careciendo yo en mi particular, como no lo ignoraba, porque de ello tenía pruebas, de medios efectivos con que acudir en auxilio de la misma y del amigo para que como tal V. lo había hecho conmigo en otras ocasiones, llamé a Gullón y le pregunté:
“cuál era al estado actual de las compras” y cuando me entero de que balanceadas estas con las ventas existían sobre ¡cincuenta millones de reales!, me asusté.
EI mismo Gullón debe recordar la fuerte impresión que me hizo, y debe tener muy presente también, las órdenes terminantes que le di de salir de aquella situación, apurándole hasta el extremo de decirle, que careciendo yo de medios absolutamente, podría sobre venir una ruina y verse V. solo obligado a cargar con la mayor parte, extrañado que después de haber aconsejado prudencia y circunspección hubiese traspasado los límites que le había fijado.
¿Y cuál fue su contestación?:
“Que usted no había querido; que usted tenía una fe muy grande y que usted querría dar una prueba inequívoca de lo que se interesaba en el crédito nacional, elevándolo, aunque fuese a costa de una ruina”.
Sin embargo insistí y le dije, una, dos y muchas veces, hasta con enfado: “que las circunstancias eran superiores a los hombres, y que yo le prevenía terminantemente para que se lo dijera a Usted que era Indispensable aligerarse y que ya con lo que estaba por desgracia sucediendo en muchos puntos de la Monarquía, la cuestión cambiara de faz”.
Entonces Gullón me manifestó que iba a hacerlo, y que así se lo haría presente a usted. Casi todos los días después, le repetí la misma oración y me aseguró que se iba realizando, aunque ni usted ni él participaban de mis opiniones, ni de mis temores, ni de sus consecuencias. Yo apelo a su honradez; y si cree que hay alguna inexactitud en cuanto queda manifestado, y por el contrario, lejos de asegurar, no reduzco y aún omito muchos de los términos ásperos que usé para que estimulase a V. a que pusiese término a unas operaciones que llevaban consigo una ruina, en las inquietudes y disgustos que estaban próximos a tocarse, y una ruina acaso, poniendo un entredicho, entre nuestras amistosas relaciones; repito que si su honradez es capaz de desconocer las exactitudes de este relato, que lo desmienta por escrito.
Recuerdo por un incidente particular, que del 20 al 22 de junio, habiendo V. venido a verme con Gullón, a presencia del amigo amanuense en mi cuarto dormitorio, reconvine a usted amistosamente, pero con toda la energía de que soy capaz, sobre el por qué no se habían ejecutado las órdenes terminantes que le había dado a Gullón para la realización de lo comprado, y en tono muy festivo me dijo V.:
“que se habla propuesto sostener a todo trance el Gobierno de aquella época”.
Insistí yo, y bien claro le di a entender que estábamos sobre un volcán, y que lo comprado me lo hacía temblar; entonces usted con más fervor me dijo:
“aún se ha comprado una porción de millones más de lo que se había dicho; pero que si yo no quería tomar parte en ellos que ningún cuidado le daba.
Nuevamente demostré a usted mi sobresalto, y aún usé de palabras nada propias en mí, y al parecer salió usted y Gullón convencidos de la necesidad de realizar y precaver el descalabro que tan próximo debíamos esperar; descalabro que en otras circunstancias, como las que yo he disfrutado, de más desahogo y con más posibles, nada me habrían importado; en aquellas menos porque veía venir sobre mí compromisos a los cuales yo no podría hacer frente, y veía que amenazaba a usted unas pérdidas que si bien podría con sus cuantiosos medios sobrellevarlo, iba a proporcionarle inquietudes y disgustos, a los cuales no estaba usted acostumbrado.
Y ¿de qué modo obró V. desde aquel día que parecía que había quedado convencido de la necesidad de realizar la mayor parte o el todo de lo que estaba pendiente?, el que lejos de haber realizado, siguió aumentando sus compromisos comprando más de 20 millones de reales en lo que quedaba de mes.
¡Cuán ignorante estaba yo de que la situación de estas operaciones aumentaban de un modo tan trascendental la fortuna de usted y los escasísimos medios de que yo podía disponer, el desenlace del drama político que terminó en la Jornada del 22 de julio!
El 28 del mismo mes principiaron otra vez los negocios mercantiles y a pesar de que las circunstancias me habían obligado a buscar un asilo en la casa de un amigo, no por eso quedaron interrumpidas nuestras comunicaciones, porque quedó expedito el medio de poder entenderse usted o Gullón con mi apoderado Mesa, a cuyo alcance estaba el hacerme partícipe de lo que creyera usted, en aquellos momentos, conveniente consultarme.
En efecto algunas indicaciones se me hicieron; se me pidió también autorización, para poder librar a cargo de mi primo Don José Álvarez de Londres.
Y ¿cuáles fueron siempre mis contestaciones?:
"que a los vencimientos debían continuarse las compras hechas y que podía librarse a cambio de mi primo todo cuanto fuese necesario para que auxiliase al pago de las diferencias que resultasen, las cuales podían quedar disminuidas si se continuaban y no se sacrificaban quemándolas en el mercado a cualquier precio porque conocida la necesidad, impondrían la ley y abatirían más el precio: que las cosas habían tocado ya su último término; que los intereses del 3% no habría ningún Gobierno que dejara de pagarlo; que si se anulaba el contrato hecho con Don Salvador López que aseguraba diez semestres por espíritu de partido, conocidas como eran las opiniones sobre créditos del ministro Ayllón, no podía dudarse que más adelante otra proposición con el mismo objeto, subscrita por otras personas y basada sobre otras condiciones, sería aceptada y que de modo alguno debía hacerse el sacrificio de liquidar compras de cualquier modo en sus respectivos vencimientos”.
Gullón estuvo de acuerdo con estas ideas y cuando estuvo a verme en los primeros días de agosto me manifestó que acaso no podría conseguirse del todo, que algunas partidas había tenido que liquidarlas, no me dijo cuantas; que otras las había continuado y que en atención a las seguridades que yo le daba de que a mi llegada al extranjero proporcionaría una combinación por la cual pudiera ofrecerse la seguridad de pago de diez semestres, que se continuaría la mayor cantidad posible, asegurándome que no bajaría de cuarenta a cincuenta millones; estos son hechos que tampoco podrá contradecir Gullón, y es bien cierto que si entonces me hubiera dicho que estaba resuelto a sacrificar los millones pendientes al precio de 21 y medio, que yo hubiera encontrado algunas cosas al límite del 20 por ciento los hubiera recogido por mi cuenta, habiendo yo podido ceder por la diferencia de 20 a 21 y medio, o papel sobre Londres, o algunas de mis propiedades capaces de responder, no solo del uno y medio, sino por algo más.
Como usted verá por la liquidación que le mandaré con mi siguiente de las compras y ventas que contrató V. desde el 20 de mayo y que no vencieron hasta el 31 de julio, según sus contratos pero por la suspensión que hubo de las operaciones en la bolsa no debieron vencer muchas de ellas hasta el 8 o 10 de agosto; que los 20 millones de reales que resultaban existentes de las citadas operaciones, no venían a salir a más precio que el de 23 por ciento escaso, balanceando el costo de 56 millones 170 mil reales del títulos del 3 % (R osds) catorce millones seiscientos setenta y dos mil doscientas setenta y cinco, con el producto de los treinta y cuatro millones trescientos mil reales, antes del 28 de julio por nueve millones doscientos noventa mil cuatrocientos treinta y siete (9.290.437) y medio reales, a los que deben añadirse trescientos veintiocho mil y cincuenta reales (328.050) reales, importe del semestre vencido sobre los veintiún millones ochocientos setenta mil reales de títulos del 3 % (21.870.000) reales de títulos del 3 %, que resultaban existentes en el citado día, resultando que el costo de los citados 21.870.000 reales de títulos del 3% era el de cinco millones cincuenta y tres mil setecientos ochenta y siete y medio reales, de cuya cantidad debía deducirse lo cobrado por primas, si oportunamente me hubiera dicho Gullón de parte de usted o usted me hubiese escrito, diciéndome:
“Amigo mío, de las operaciones vencidas hasta hoy resulta que nos quedan existentes TANTOS millones de reales, y que para recogerlos debamos entrenar tantos: yo ni quiero continuar, ni puedo recogerlos; de modo que si usted no tiene medios o amigos que quieran recoger la mitad de V. pagando su importe, tendré que sacrificarlos en la plaza y esté usted a las resultas”.
Yo entonces, fijo en mis opiniones de no realizar, hubiera acudido a algunos amigos, o acaso al dueño de la casa donde estaba hospedado, para con otras garantías y posibilidades que hubiera podido darles, entre ellas las de librar sobre Londres, hubiera recogido mis once millones de reales, por los cuales no sino que haber entregado dos millones y medio de reales.
Ni nada me dijo usted, ni tampoco Gullón; por el contrario, se me dijo que se hacían y se harían sacrificios inmensos, si necesario fuese, para hacer frente a la tormenta, ver de conjurarla y ya que no se habían oído mis consejos, ni hecho caso de mis fuertes indicaciones en el curso de estas operaciones, que ahora se atendería a las que dejo manifestadas.
En este estado dejé el país, el 12 de agosto, trasladándome a ésta, teniendo siempre fija la idea de proporcionar una combinación, para asegurar los semestres, restablecer el precio del 3 % y cuando hubiera sido otra cosa, redimir la pérdida que nos amenazaba.