Esteban Carro Celada
Sábado, 14 de Marzo de 2015

Maragato Cordero: Asunto Mendizábal VII

En esta nueva entrega de la investigación realizada por Esteban Carro Celada se muestra la corrupción en las operaciones de compra y venta de fondos públicos por parte de Cordero y Mendizábal, y la alegre confianza de Mendizábal de que saldaría sus deudas con el Maragato con propuestas de negocios si cabe más irregulares.

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Un elemento nuevo nos proporciona este codicilo. Parece que Mendizábal dejó varias cartas autógrafas dirigidas a su hijo sobre el caso Cordero. De las cuatro cartas, el codicilo reproduce una, la 3ª, del 31 de mayo de 1850. "Sobre la deuda de Cordero, refiérete a mi primo Pepe y al convenio que firmó Gullón su apoderado que jamás ratificó. La conducta de Cordero en 1843 ha sido causa de muchos de mis males: debe sujetarse a una transacción”. Otro párrafo de la carta 4ª, del 29 de junio de 1850 aclara y puntúa más esta obsesión ‘transaccionaria’ de Mendizábal: “Testigos mi primo Pepe y Falla de las circunstancias que se tuvieron presentes para convenir con la transacción ruinosa de Cordero, Gullón dijo una y mil veces delante de Pepe, Falla y aun de Bernardo Iglesias que conviniese en la transacción, que se seguiría entonces en negocios con Don Santiago, que este proporcionaría medios para nuevas empresas y que ellas podrían dar para enjugar aquella deuda y mucho más. La transacción se otorgó; los pagarés se firmaron; pero Cordero jamás devolvió el duplicado del convenio en el que se insertó una carta que yo había escrito a Don Santiago, demostrándole que si se sometían las cuestiones a árbitros más bien me sería deudor que acreedor etc. etc. Tengan presente para venir a un arreglo. Mendizábal”.

 

En vista de estas alegaciones de los testamentarios se lee en común el “tratado de  Paris” con la carta de Mendizábal a Cordero, que es considerada como "una relación de todas las circunstancias que mediaron en el negocio". El convenio de París no necesitaba ratificación por Cordero, pues Gullón iba dotado de un poder de su principal, aunque Mendizábal esperaba una respuesta posterior del Maragato, “porque parece natural que después de las contestaciones agrias que habían mediado con el Sr. Cordero, después que todo se arregló a satisfacción de este, accediendo Mendizábal a cuanto exigía, aquel le hubiera escrito manifestando su satisfacción y en conformidad con el convenio, lo cual no hizo, como era de esperar”. ¿Cómo interpretan diez años después otros dos interesados en el negocio la letra y el espíritu de aquel convenio parisino de 1844?

 

De la relectura sale la sistematización de unos 30 puntos entre les que se sabe la noticia de cómo el 20 de mayo de 1843, “el señor Cordero envía a Gullón a casa de Mendizábal a manifestarle la conveniencia de sostener la Bolsa y el crédito del Ministerio y que tomara parte en una operación de compra de papel”. Mendizábal autorizó la compra de 25 a 30 millones después de ciertas reflexiones. El interpelado no supo hasta principios de junio, tras llamar a Gullón que las compras ascendieron a 50 millones. Pidió de inmediato que se cerrase la mitad de la operación, porque caso de conflicto "no podría pagar lo que le correspondiese de pérdidas”. La respuesta según parece fue que Cordero sostenía el crédito, ”aún a costa de su ruina”. Mendizábal insistía en la venta cuanto antes y Gullón, según esta versión, le engañaba diciendo que "ya se iba realizando". Sobre los sucesos del 20 a 22 de junio se dice que llegaron a visitar a Mendizábal, Cordero y Gullón. Cordero "repitió su resolución de sostener el crédito a todo trance, diciendo que aún había comprado algunos millones más y que si Mendizábal no quería parte, no le daba cuidado". Tras la visita en que hubo palabras muy fuertes y un cierto acaloramiento, no hubo enmienda por parte de Cordero, pues del peligro saltó a recrudecer las "compras en unos 20 millones".

 

 

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Respecto de la catástrofe del 22 de julio se expresa que Mendizábal manifestaba la conveniencia de "conservar existentes los títulos comprados, persuadido de que en breves días mejoraría el crédito. Ya habiendo pedido el Sr. Cordero autorización para librar sobre Don José Álvarez, de Londres, Mendizábal le dijo que podía hacerlo de cuanto fuese necesario para pagar las diferencias y continuar los Títulos". En agosto supo Mendizábal por Gullón que ya se había liquidado algo, pero los 50 millones aún estaban en pie. Ambos confiaban en la mejora del crédito. Que si a Mendizábal se le hubiera dicho por entonces que recogiera su parte y "si V. no lo recoge tendré que venderlos", Mendizábal "los hubiera recogido y no hubiera permitido su sacrificio". Gullón en cambio comunicó que se hacían esfuerzos sin cuento para mantenerlos. Para el 23 de agosto Mendizábal está ya en Francia. Y en ese día y en los dos casi consecutivos 24 y 26 escribe cartas a París “hablando de sus apuros, pero sin decir alguna cosa de lo convenido con Gullón en principios de agosto de continuar los títulos por dos meses, ni menos de haber sacrificado 37 millones desde el 19 al 26 de agosto en los mismos días que escribía".

 

Cuando el siete de agosto escribe Cordero a Mendizábal en París, ya le comunica que solo le quedan alrededor de 8.000.000. Por estos días de septiembre, también Cordero tiene que ausentarse por motivos políticos. Es el destierro lisboeta. Escribió a Gullón por medio de Mesa, sin obtener respuesta. La respuesta dada por medio de Mesa y de José Álvarez trasladado de Londres a Madrid es que "no podía pasar por la quema que se había hecho de los títulos”. Que su carta no se dirigió a Cordero, porque estando perseguido políticamente no era el momento más adecuado para duplicar sus problemas. De todas formas el uno de febrero de 1844 Mendizábal recibe carta de Cordero en la que entre otras cosas se le comunica lo siguiente: "Si hubiese de contestar punto por punto a varios pormenores de la de usted sería cosa de nunca acabar; pero le diré aunque sea de paso, que si escribió a su Primo y a Gullón en contestación a mi carta del 11 de setiembre, ni uno ni otro me han dicho nada. Mendizábal encuentra un desajuste. Mientras Cordero dice que el 11 de septiembre todavía hay 8.400.000 reales, en las cuentas aparecen liquidados los títulos el día antes. Sí no se hubieran vendido entonces como dice la carta, de solo hacer una venta el 27 de marzo de 1844 se seguiría no haber pérdida porque los feudos públicos habían aumentado un año más tarde. Otra cosa mal hecha por el Maragato, según esta interpretación de los testamentarios ‘mendizabalistas’.

 

Para no destruir la amistad de ambos se pensó en someterlo al juicio de varios amigos que decidiesen el litigio. De esa propuesta sale la autorización de Cordero a que se liquidasen las cuentas de acuerdo con Alonso Gullón. La carta del Maragato se escribió el 26 de mayo y el 10 de junio, ya en París, el representante de Cordero escribe una carta en que aparecen claros los mejores deseos de su principal y preocupado de "que no se altere la cordial y estrecha amistad que los une". Se trataba de evitar palabras agrias por carta y solucionar la contienda de palabra. Por la ilimitada confianza de ambos, por su amistad, no se han seguido las instrucciones y formalidades pactadas y se han producido omisiones.

 

La conformidad a las  cuentas rendidas será la condición de poder "basar nuevos negocios que componen las pérdidas sufridas. Al día siguiente reconoce Mendizábal la cuenta de cerca de un millón de reales por “conservar la amistad y relaciones futuras del Sr. Cordero”. Domingo B. Falla es el representante ‘mendizabaliano’. En el artículo primero como consecuencia de la reunión se acuerda levantar "el entredicho que ha existido entre Cordero y Mendizábal… diciendo que lo pasado servirá para arraigar su amistad y para que continúen sus negocios con más solidez que antes, auxiliándose uno a otro en cuanto ocurra y puedan, tanto en negocios que harán en participación como en lo demás que necesiten individualmente. Se reconoce la deuda mediante el pago en nueve pagarés firmados por Mendizábal, el último de los cuales vencería el 21 de enero de 1849. Mendizábal aspira a pagar mucho antes, sin esperar a los cinco años que le separan del último y por tanto en el artículo tercero del convenio asegura que Mendizábal adjudicará "la mitad de las utilidades que puedan corresponderle en los negocios que hagan en participación aplicándolas al pago del último pagaré por vencer”. A Mendizábal le parece bien que Cordero le cargue un 4% de intereses.

 

 

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El espíritu que exprimen de su análisis parece subrayar por una parte "la irregularidad inusitada de operaciones de compra y venta de los fondos públicos”, “el desprendimiento poco común de Mendizábal” al no rechazar estas operaciones irregulares, la promesa de seguir con nuevos negocios. Mendizábal pensaba que con la mitad de las utilidades se liquidaría, pero se ve que el Maragato estaba escamado y como el otro tampoco puso nada por su parte para hacer nuevas operaciones pingues, el resultado fue el que analiza este codicilo: “el horroroso quebranto”. Aunque ahora, en 1854, diez años después, Cordero tiene los pagarés y según ley se le debe el dinero "la equidad y la justicia aconseja que este negocio se sujete a un arreglo amistoso y razonable”.

 

El asunto de los intereses ya es novedoso y no está sino en espíritu en el “tratado convenio de Paris”. Se dejaba a Cordero la opción de cargarle el 4% o nada. En este caso Mendizábal no deja de ser un vivales. Copiemos un párrafo del codicilo: “En agosto de 1845 fue a Lisboa a varios negocios Don José Álvarez, y entre ellos a pedir al Sr. Cordero, en nombre de Mendizábal, algún auxilio que le rehusó”. Y sigue: ”En aquella ocasión Cordero le entregó una nota de las cantidades que le adeudaba Mendizábal. No le aplica entonces ningún tipo de interés, aunque sí lo hace con la cuenta pendiente con José Álvarez. Según esta versión, Cordero en Lisboa dijo que al exministro no le cobraría ningún tipo de interés. Los testamentarios admiten que si se llega a aplicarlo será el 4% y no el del interés compuesto del 6% hasta el 31 de diciembre de 1853. La partida de José Álvarez aplicada a estas cuentas a partir del 31 de agosto de 1847 nada tiene que ver con la deuda ‘mendizabaliana’. Que se acuda a Londres a cobrar ese medio millón. En una carta que dirige Cordero a Mendizábal el 4 de septiembre de 1847 quejándose de que no se hagan efectivos los pagarés suscritos, el Maragato aclara: “Como V. sabe, hace más de dos años que me hallo en este desembolso, y no pudiendo compensarlo el pequeño interés que le debito, ni siéndome posible, aunque fuera mayor, continuar con este descubierto, por hacerme mucha falta mis fondos, espero que V. se servirá indicarme el modo de ir quitando este saldo lo más pronto posible, pues no ignora V. la necesidad que de ello tengo. Ruego a V. me indique los elementos y medios con que cuenta para zanjar nuestra cuenta y que no perdone medio para verificarlo”.

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