El francotirador
![[Img #15093]](upload/img/periodico/img_15093.jpg)
Desde que Clint Eastwood decidiera dedicarse a la dirección cinematográfica el mundo del cine se ha visto notablemente compensado por la calidad de sus propuestas, independientemente de los matices, puntos de vista o supuestas ‘garantías ideológicas’ que sus películas a priori ostentaran.
Cineasta insobornable, es capaz de rodar el primer western feminista con ‘Sin perdón’, tras el admirable ensayo de ‘El jinete pálido’; uno de los melodramas más lacrimógenos y al mismo tiempo intensos de la historia del cine con ‘Los puentes de Madison’, acreedores ambos de numerosas estatuillas, y por otra parte realizar filmes eficaces y exitosos como ‘Firefox’ o ‘Million Dollar Baby’, ‘thrillers’ trepidantes e igualmente efectivos, al tiempo que se recuerdan como películas de verdadero interés histórico y fruto de un intenso trabajo de investigación y realismo como ‘En la línea de fuego’, ‘Un mundo perfecto’ o ‘Ejecución inminente’, estos últimos provistos de toda una parábola social, e incluso levantar propuestas tan arriesgadas como polémicas, las conocidas ‘El sargento de hierro’ o ‘El gran Torino’, que inicialmente emanaban efluvios procedentes de un Harry el sucio reconvertido al género bélico y al drama social, credenciales que igualmente comparte en esta ocasión con ‘El francotirador’ (‘The Sniper’), aunque en un tono decididamente más singular.
Planteado en un primer momento con una estructura similar a relatos en primera persona y al filo de lo humano como ‘La soledad del corredor de fondo’ de Allan Sillitoe, la historia de este francotirador vocacional, basada en una existencia real, se presenta narrada desde un ‘flash-back’ del personaje protagonista que va descubriendo capítulos de su propia vida a ‘golpe de gatillo’, cuando en su visor aparece una madre y un hijo, a los que se ve obligado a abatir tras descubrir cómo entre su indumentaria son capaces de ocultar y portar un lanzamisiles con el que tratan de aniquilar uno de los destacamentos del ejército desplazado, quizá el momento más difícil de su existencia profesional, repetido más adelante aunque sin el cruento desenlace, y que nos conecta, tal y como relatábamos, en el momento de apretar el gatillo, con otros trances iniciáticos: su infancia en un pueblo perdido de esa América profunda que con tanto acierto retrata, el entrenamiento que recibía como cazador por parte de su padre, primer descubridor de su puntería y habilidad con la escopeta, su difícil adolescencia y juventud, caracterizadas por la asistencia a los rodeos y sus constantes peleas y trifulcas, la decisión de enrolarse en los implacables marines –lo que nos rememora el título aludido, ahora con la aparición de nuevos ‘sargentos de hierro’ de otra raza-, el conocimiento de su futura esposa, la necesidad de combatir por su nación cuando presencia asombrado los ataques a las torres gemelas, y las dificultades para conciliar su vida profesional, repleta de continuas movilizaciones al frente urbano iraquí, ante la protesta que se transforma en clamor y más adelante en intimidación por parte de su propia consorte.
![[Img #15094]](upload/img/periodico/img_15094.jpg)
La construcción narrativa de la historia acoge, por tanto, un planteamiento novedoso; las secuencias de acción se encuentran maravillosamente rodadas, bajo la batuta de un pulso narrativo pleno de dinamismo y ritmo, poco habitual en un director que acaba de rebasar los 86 años de edad, y la integración entre las imágenes reales y las filmaciones con maquetas y prolijas en efectos visuales resulta portentosa.
Las anécdotas que se suceden nos desvelan los cenagosos estados de la convivencia con un enemigo oculto, de apariencia apacible y colaboradora dentro de su estructura familiar, la relación de camaradería e integración laboral del propio intérprete…
Así y todo, el mensaje final resulta tan controvertido como discutible…
¿Puede realmente atravesar por un calvario de sufrimiento alguien que ha sido capaz de ejecutar con su rifle a casi 200 civiles sospechosos?... ¿Puede redimirse la figura de un mercenario implacable porque le asalten las dudas y los humanos impulsos antes de disparar aunque termine haciéndolo, o porque los problemas psicológicos hayan logrado instaurarse en su personalidad a su regreso del frente en Oriente próximo?...
![[Img #15092]](upload/img/periodico/img_15092.jpg)
Esta misma pregunta flota en el ambiente desde el visionado de filmes como ‘El sargento York’, aunque el sentimiento patriótico alentado por Gary Cooper en este último caso pareciera aún más ‘justificado’ históricamente… Aunque de nuevo planea la cuestión de si cualquier guerra o enfrentamiento debe ser ‘justificado’ en unos términos u otros, o por qué las víctimas inocentes, atrozmente denominadas daños ‘colaterales’, son tratadas de nuevo como moneda de cambio y valoradas de forma muy diferente dependiendo en qué lugar del mundo hayan nacido o qué país, o confederación de estados, haya decidido erigirse como nación de naciones, única legitimada para dirimir todo conflicto en el que siempre se halla demasiado mezclado el interés geoestratégico con el económico o el de la hegemonía por los recursos naturales…
Un final inesperado, para muchos a todas luces injusto aunque igualmente colmado de lógica, que no debemos desvelar aquí, acaba colocando la enseña definitiva sobre de una las más acertadas realizaciones del director estadounidense… Y al mismo tiempo una de las más controvertidas… Y quizás por ello, también resultara de las más ignoradas en la gala de los Óscars…
Desde que Clint Eastwood decidiera dedicarse a la dirección cinematográfica el mundo del cine se ha visto notablemente compensado por la calidad de sus propuestas, independientemente de los matices, puntos de vista o supuestas ‘garantías ideológicas’ que sus películas a priori ostentaran.
Cineasta insobornable, es capaz de rodar el primer western feminista con ‘Sin perdón’, tras el admirable ensayo de ‘El jinete pálido’; uno de los melodramas más lacrimógenos y al mismo tiempo intensos de la historia del cine con ‘Los puentes de Madison’, acreedores ambos de numerosas estatuillas, y por otra parte realizar filmes eficaces y exitosos como ‘Firefox’ o ‘Million Dollar Baby’, ‘thrillers’ trepidantes e igualmente efectivos, al tiempo que se recuerdan como películas de verdadero interés histórico y fruto de un intenso trabajo de investigación y realismo como ‘En la línea de fuego’, ‘Un mundo perfecto’ o ‘Ejecución inminente’, estos últimos provistos de toda una parábola social, e incluso levantar propuestas tan arriesgadas como polémicas, las conocidas ‘El sargento de hierro’ o ‘El gran Torino’, que inicialmente emanaban efluvios procedentes de un Harry el sucio reconvertido al género bélico y al drama social, credenciales que igualmente comparte en esta ocasión con ‘El francotirador’ (‘The Sniper’), aunque en un tono decididamente más singular.
Planteado en un primer momento con una estructura similar a relatos en primera persona y al filo de lo humano como ‘La soledad del corredor de fondo’ de Allan Sillitoe, la historia de este francotirador vocacional, basada en una existencia real, se presenta narrada desde un ‘flash-back’ del personaje protagonista que va descubriendo capítulos de su propia vida a ‘golpe de gatillo’, cuando en su visor aparece una madre y un hijo, a los que se ve obligado a abatir tras descubrir cómo entre su indumentaria son capaces de ocultar y portar un lanzamisiles con el que tratan de aniquilar uno de los destacamentos del ejército desplazado, quizá el momento más difícil de su existencia profesional, repetido más adelante aunque sin el cruento desenlace, y que nos conecta, tal y como relatábamos, en el momento de apretar el gatillo, con otros trances iniciáticos: su infancia en un pueblo perdido de esa América profunda que con tanto acierto retrata, el entrenamiento que recibía como cazador por parte de su padre, primer descubridor de su puntería y habilidad con la escopeta, su difícil adolescencia y juventud, caracterizadas por la asistencia a los rodeos y sus constantes peleas y trifulcas, la decisión de enrolarse en los implacables marines –lo que nos rememora el título aludido, ahora con la aparición de nuevos ‘sargentos de hierro’ de otra raza-, el conocimiento de su futura esposa, la necesidad de combatir por su nación cuando presencia asombrado los ataques a las torres gemelas, y las dificultades para conciliar su vida profesional, repleta de continuas movilizaciones al frente urbano iraquí, ante la protesta que se transforma en clamor y más adelante en intimidación por parte de su propia consorte.
La construcción narrativa de la historia acoge, por tanto, un planteamiento novedoso; las secuencias de acción se encuentran maravillosamente rodadas, bajo la batuta de un pulso narrativo pleno de dinamismo y ritmo, poco habitual en un director que acaba de rebasar los 86 años de edad, y la integración entre las imágenes reales y las filmaciones con maquetas y prolijas en efectos visuales resulta portentosa.
Las anécdotas que se suceden nos desvelan los cenagosos estados de la convivencia con un enemigo oculto, de apariencia apacible y colaboradora dentro de su estructura familiar, la relación de camaradería e integración laboral del propio intérprete…
Así y todo, el mensaje final resulta tan controvertido como discutible…
¿Puede realmente atravesar por un calvario de sufrimiento alguien que ha sido capaz de ejecutar con su rifle a casi 200 civiles sospechosos?... ¿Puede redimirse la figura de un mercenario implacable porque le asalten las dudas y los humanos impulsos antes de disparar aunque termine haciéndolo, o porque los problemas psicológicos hayan logrado instaurarse en su personalidad a su regreso del frente en Oriente próximo?...
Esta misma pregunta flota en el ambiente desde el visionado de filmes como ‘El sargento York’, aunque el sentimiento patriótico alentado por Gary Cooper en este último caso pareciera aún más ‘justificado’ históricamente… Aunque de nuevo planea la cuestión de si cualquier guerra o enfrentamiento debe ser ‘justificado’ en unos términos u otros, o por qué las víctimas inocentes, atrozmente denominadas daños ‘colaterales’, son tratadas de nuevo como moneda de cambio y valoradas de forma muy diferente dependiendo en qué lugar del mundo hayan nacido o qué país, o confederación de estados, haya decidido erigirse como nación de naciones, única legitimada para dirimir todo conflicto en el que siempre se halla demasiado mezclado el interés geoestratégico con el económico o el de la hegemonía por los recursos naturales…
Un final inesperado, para muchos a todas luces injusto aunque igualmente colmado de lógica, que no debemos desvelar aquí, acaba colocando la enseña definitiva sobre de una las más acertadas realizaciones del director estadounidense… Y al mismo tiempo una de las más controvertidas… Y quizás por ello, también resultara de las más ignoradas en la gala de los Óscars…