Maragato Cordero: Asunto Mendizábal VIII
Continuamos con la publicación de la investigación realizada por Esteban Carro Celada de la correspondencias entre el Maragato Cordero y Mendizábal. En esta entrega se adelanta que al fin no se cobraron los millones que adeudó Mendizábal, puesto que sacar el dinero al Gobierno portugués no era nada sencillo.
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Los negocios en que estaba Cordero por entonces metido eran los de la terminación de la gran casa de Madrid, el rascacielos decimonónico, que le costó unos 45 millones, y aún andaba a vueltas con el pago de San Felipe el Real.
También se desglosa la cuenta de Juan de Jayme y se manda que se plante ante dicho señor en París.
En definitiva, por no haberse tenido en cuenta el convenio de París, es decir por no haberse producido operaciones importantes después de estos sucesos, los testamentarios de Mendizábal creyendo interpretar el espíritu de su carta entienden que debe de haber una “nueva transacción entre ambas partes, según indicaciones del difunto en sus cartas del 31 de mayo y de 29 de junio de 1850”. Se pide igualmente que se discutan nuevas bases de convenio.
Como ya conocemos las transacciones a que dio origen solo añadiré la que se ventila en la carta del 5 de febrero de 1857, dirigida a Cordero por el hijo de Mendizábal.
Recuerda que los pagarés por cobrar están condicionados al cobro del Gobierno portugués. Se reconoce a favor de Mendizábal una nueva deuda, originada en la testamentaría de Antonio de Ramón y Carbonell. Adeudaba éste a Mendizábal la cantidad de 71. 489 libras. Si lo que aún se le debe a Cordero en libras es de 106.089, quiere éste que se le dé garantía de cobrar de testamentaría, si se produjera el cobro antes que la portuguesa. Se le otorga la primacía, pero con la condición de que cobrará antes Manuel Gil Santibáñez por una hipoteca de dos millones de reales, ya que la escrituró ante Don José de Garmendia el 6 de octubre de 1846.
Extractamos un párrafo de la carta mencionada de Rafael: “acudiré desde luego con el resto que sobre después de satisfacer al señor Don Manuel Gil Santibáñez al pago por prorrata de la obligación que V. posee y de las demás que existen otorgadas a varias personas, cuyo importe total, sin incluir la del señor Santibáñez asciende a unos 5.600.000 reales, a cuyo efecto considerará V. esta carta obligación como parte del documento del 9 de abril de 1855, a la que doy la misma fuerza y valor en todas sus partes”.
El mismo 5 de febrero hay una carta de José Álvarez en la que se congratula con el Maragato, en respuesta a una carta que éste le había enviado el día anterior, en la que se lisonjea de “ver establecidas las buenas relaciones que por muchos años han existido entre nosotros y que una mala inteligencia vino desgraciadamente a perturbar. Imitando el ejemplo de V. yo debo decirle por la presente que considere como no dicha cualquier expresión acalorada que pueda haberse vertido en la correspondencia y que haya herido su susceptibilidad. Arregladas pues todas nuestras diferencias y dispuesto a continuar las reclamaciones de la testamentaría de mi difunto primo en Portugal con toda actividad en tanto que ellas producen el resultado me prometo…” y los saludos correspondientes. Una vez más Cordero quería ser caballero cordial y mantener buenas relaciones sociales y de cortesía con los amigos. Olvidar se denomina a esta figura.
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Santiago Cordero tenía un amigo como testamentario de Mendizábal. Y a él se deben estos éxitos y firmas del hijo de Mendizábal, de la suspicacia de José Álvarez. Este hombre clave se llama Andrés María O`Brien, tan caracterizado en el mundo progresista del XIX. En carta del 24 de febrero, de su puño y letra le ofrece el medio por ciento de lo que cobre tanto sobre el Gobierno portugués como sobre la testamentaría de Carbonell. Lamenta no poder ser más generoso por sus servicios: “entiéndase que una vez realizadas ambas por completo, de su total importe, deberás percibir dicho medio por ciento de comisión. Siento no poder ofrecerte otra cosa de más importancia”.
Hemos de adelantar que al fin no se cobraron los millones que adeudó Mendizábal, puesto que el sacar el dinero al Gobierno portugués no era nada sencillo.
En una carta de José Álvarez de Londres, que vive en 27 Albany St. Regents Park, se comunica a Mesa más o menos el punto de vista que el primo de Mendizábal tenía sobre la reivindicación del dinero al Gobierno portugués: “He visto por los periódicos que un hijo del difunto Santiago Alonso Cordero va de segundo secretario a la Legación de Lisboa (noviembre de 1869). Es más que probable que una vez allí crea que puede dar pasos respecto a las reclamaciones. Aquellos negocios sufrieron quizás su pérdida con las cuestiones, unido con Lafont, instigados por tercera persona, suscitaron en 1856 que detuvieran toda cuestión hasta principios de 1858, en cuya época dejaron el poder a personas con quienes se podrían haberlos concluido.
“En 1862, cuando a fuerza de trabajo estaban colocados los negocios en posición ventajosa tuve que abandonar por falta de recursos. Sin embargo el impulso dado había sido tal que en 1863, el Tribunal de Cuentas declaró cuanto había yo sostenido y de haber estado allí el resultado era cierto. El negocio o negocios pueden reanudarse con gran ventaja por quien los conozca, o pueden por un paso falso ser sumergidos”.
“Yo no deseo volver allá por muchas razones: no me opongo a que se den pasos oportunos por el que sea, siempre que a nadie se hable ni pregunte lo más mínimo, antes que en caso tal dé yo mis instrucciones”.
Escribió mi primo a Carbonell: “Los negocios de Portugal en vida nuestra solo Pepe puede arreglarlos; después de nuestra muerte es exclusivo”. “El hermano de Carbonell, Regente de una audiencia tuvo que aceptar cuanto le dije. Verá V. pues que no es cosa de dejarlo hoy, incluso si a la primera entrevista se comprometiera todo”.
“La cuestión se reduce a la separación que existe entre los negocios de Mendizábal y los de Carbonell, piélago de navegación difícil. Los acreedores de Mendizábal no tienen derecho para entremeterse en el negocio de Carbonell, y sin embargo su perspectiva más inmediata está en él. Si hablan de él ni una palabra; comprometerá todo el que no lo entiende.
Por lo tanto, resumiendo: es tiempo perdido y aún perjudicial examinar el expediente en la legación, abrir discusión allí o fuera, porque toda controversia está concluida con lo que se obtuvo en 1863. Si ha de emprenderse algo, en viendo que es serio, daré mis instrucciones. De lo contrario antes de consentir, se busque un conflicto, que se pierda todo. José Álvarez”.
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Ya sabemos que Santiago Pío va a la embajada lisboeta con afán de urdir alguna cosa. Conocía ya su padre el arreglo con el Gobierno portugués. No han percibido nada. Y por ello quieren husmear un poco. Se encorajina Álvarez que es quien ha liado la madeja y teme sobre todo que conozcan sus ardides. Por eso amaña. No hay duda de su habilidad, pero aferrado a negocios sin escrúpulos solía aprovecharse de lo que pudiera. De ahí la última frase reveladora: que se pierda todo antes de que otro se meta en el negocio para el que se cree absolutamente infalible y predestinado aín por encima de su primo Mendizábal y del otro causante Carbonell.
Claro que por estos días la casa de Cordero anda envuelta por el pleito que ha iniciado el yerno del Maragato. Álvarez escribe a Doña Mariquita García, viuda de Cordero, extrañándose de una carta de Luis. Va fechada un mes más tarde que la de Mesa. La extrañeza que en ella muestra el primo de Mendizábal es suficientemente dilucidada por una carta, del 19 de diciembre que envía en nombre de todos a Francisco Regidor. Le dicen que Luis Franco Alonso le ha pedido por exhorto otra vez la carta, pues en lo que se complace es “en amontonar combustible sobre la testamentaría de su difunto padre para que las llamas la consuman”. Al liquidar la cuenta corriente de A. Cordero Franco de Santander con Santiago Alonso Cordero resultó deber a éste 16.000 reales. Entienden que es una cuestión de forma y del modo de llevar la contabilidad en los libros.
Francisco Regidor era dependiente de la Casa y contador-partidor. La contestación de Álvarez desde Londres no se hace esperar. Luis franco le ha pedido informes sobre el asunto de la Casa de Santander, sobre el pago del importe, sobre la carta que no hace fuerza en el Tribunal y porque “no habiendo sido el difunto un comerciante matriculado no se le podían exigir libros”. Pero por aquellos días un hermano de Luis Franco es ministro en Londres y le contesta al yerno de Cordero “por respeto y consideración a nuestro ministro en ésta, antiguo amigo”.
Los negocios en que estaba Cordero por entonces metido eran los de la terminación de la gran casa de Madrid, el rascacielos decimonónico, que le costó unos 45 millones, y aún andaba a vueltas con el pago de San Felipe el Real.
También se desglosa la cuenta de Juan de Jayme y se manda que se plante ante dicho señor en París.
En definitiva, por no haberse tenido en cuenta el convenio de París, es decir por no haberse producido operaciones importantes después de estos sucesos, los testamentarios de Mendizábal creyendo interpretar el espíritu de su carta entienden que debe de haber una “nueva transacción entre ambas partes, según indicaciones del difunto en sus cartas del 31 de mayo y de 29 de junio de 1850”. Se pide igualmente que se discutan nuevas bases de convenio.
Como ya conocemos las transacciones a que dio origen solo añadiré la que se ventila en la carta del 5 de febrero de 1857, dirigida a Cordero por el hijo de Mendizábal.
Recuerda que los pagarés por cobrar están condicionados al cobro del Gobierno portugués. Se reconoce a favor de Mendizábal una nueva deuda, originada en la testamentaría de Antonio de Ramón y Carbonell. Adeudaba éste a Mendizábal la cantidad de 71. 489 libras. Si lo que aún se le debe a Cordero en libras es de 106.089, quiere éste que se le dé garantía de cobrar de testamentaría, si se produjera el cobro antes que la portuguesa. Se le otorga la primacía, pero con la condición de que cobrará antes Manuel Gil Santibáñez por una hipoteca de dos millones de reales, ya que la escrituró ante Don José de Garmendia el 6 de octubre de 1846.
Extractamos un párrafo de la carta mencionada de Rafael: “acudiré desde luego con el resto que sobre después de satisfacer al señor Don Manuel Gil Santibáñez al pago por prorrata de la obligación que V. posee y de las demás que existen otorgadas a varias personas, cuyo importe total, sin incluir la del señor Santibáñez asciende a unos 5.600.000 reales, a cuyo efecto considerará V. esta carta obligación como parte del documento del 9 de abril de 1855, a la que doy la misma fuerza y valor en todas sus partes”.
El mismo 5 de febrero hay una carta de José Álvarez en la que se congratula con el Maragato, en respuesta a una carta que éste le había enviado el día anterior, en la que se lisonjea de “ver establecidas las buenas relaciones que por muchos años han existido entre nosotros y que una mala inteligencia vino desgraciadamente a perturbar. Imitando el ejemplo de V. yo debo decirle por la presente que considere como no dicha cualquier expresión acalorada que pueda haberse vertido en la correspondencia y que haya herido su susceptibilidad. Arregladas pues todas nuestras diferencias y dispuesto a continuar las reclamaciones de la testamentaría de mi difunto primo en Portugal con toda actividad en tanto que ellas producen el resultado me prometo…” y los saludos correspondientes. Una vez más Cordero quería ser caballero cordial y mantener buenas relaciones sociales y de cortesía con los amigos. Olvidar se denomina a esta figura.
Santiago Cordero tenía un amigo como testamentario de Mendizábal. Y a él se deben estos éxitos y firmas del hijo de Mendizábal, de la suspicacia de José Álvarez. Este hombre clave se llama Andrés María O`Brien, tan caracterizado en el mundo progresista del XIX. En carta del 24 de febrero, de su puño y letra le ofrece el medio por ciento de lo que cobre tanto sobre el Gobierno portugués como sobre la testamentaría de Carbonell. Lamenta no poder ser más generoso por sus servicios: “entiéndase que una vez realizadas ambas por completo, de su total importe, deberás percibir dicho medio por ciento de comisión. Siento no poder ofrecerte otra cosa de más importancia”.
Hemos de adelantar que al fin no se cobraron los millones que adeudó Mendizábal, puesto que el sacar el dinero al Gobierno portugués no era nada sencillo.
En una carta de José Álvarez de Londres, que vive en 27 Albany St. Regents Park, se comunica a Mesa más o menos el punto de vista que el primo de Mendizábal tenía sobre la reivindicación del dinero al Gobierno portugués: “He visto por los periódicos que un hijo del difunto Santiago Alonso Cordero va de segundo secretario a la Legación de Lisboa (noviembre de 1869). Es más que probable que una vez allí crea que puede dar pasos respecto a las reclamaciones. Aquellos negocios sufrieron quizás su pérdida con las cuestiones, unido con Lafont, instigados por tercera persona, suscitaron en 1856 que detuvieran toda cuestión hasta principios de 1858, en cuya época dejaron el poder a personas con quienes se podrían haberlos concluido.
“En 1862, cuando a fuerza de trabajo estaban colocados los negocios en posición ventajosa tuve que abandonar por falta de recursos. Sin embargo el impulso dado había sido tal que en 1863, el Tribunal de Cuentas declaró cuanto había yo sostenido y de haber estado allí el resultado era cierto. El negocio o negocios pueden reanudarse con gran ventaja por quien los conozca, o pueden por un paso falso ser sumergidos”.
“Yo no deseo volver allá por muchas razones: no me opongo a que se den pasos oportunos por el que sea, siempre que a nadie se hable ni pregunte lo más mínimo, antes que en caso tal dé yo mis instrucciones”.
Escribió mi primo a Carbonell: “Los negocios de Portugal en vida nuestra solo Pepe puede arreglarlos; después de nuestra muerte es exclusivo”. “El hermano de Carbonell, Regente de una audiencia tuvo que aceptar cuanto le dije. Verá V. pues que no es cosa de dejarlo hoy, incluso si a la primera entrevista se comprometiera todo”.
“La cuestión se reduce a la separación que existe entre los negocios de Mendizábal y los de Carbonell, piélago de navegación difícil. Los acreedores de Mendizábal no tienen derecho para entremeterse en el negocio de Carbonell, y sin embargo su perspectiva más inmediata está en él. Si hablan de él ni una palabra; comprometerá todo el que no lo entiende.
Por lo tanto, resumiendo: es tiempo perdido y aún perjudicial examinar el expediente en la legación, abrir discusión allí o fuera, porque toda controversia está concluida con lo que se obtuvo en 1863. Si ha de emprenderse algo, en viendo que es serio, daré mis instrucciones. De lo contrario antes de consentir, se busque un conflicto, que se pierda todo. José Álvarez”.
Ya sabemos que Santiago Pío va a la embajada lisboeta con afán de urdir alguna cosa. Conocía ya su padre el arreglo con el Gobierno portugués. No han percibido nada. Y por ello quieren husmear un poco. Se encorajina Álvarez que es quien ha liado la madeja y teme sobre todo que conozcan sus ardides. Por eso amaña. No hay duda de su habilidad, pero aferrado a negocios sin escrúpulos solía aprovecharse de lo que pudiera. De ahí la última frase reveladora: que se pierda todo antes de que otro se meta en el negocio para el que se cree absolutamente infalible y predestinado aín por encima de su primo Mendizábal y del otro causante Carbonell.
Claro que por estos días la casa de Cordero anda envuelta por el pleito que ha iniciado el yerno del Maragato. Álvarez escribe a Doña Mariquita García, viuda de Cordero, extrañándose de una carta de Luis. Va fechada un mes más tarde que la de Mesa. La extrañeza que en ella muestra el primo de Mendizábal es suficientemente dilucidada por una carta, del 19 de diciembre que envía en nombre de todos a Francisco Regidor. Le dicen que Luis Franco Alonso le ha pedido por exhorto otra vez la carta, pues en lo que se complace es “en amontonar combustible sobre la testamentaría de su difunto padre para que las llamas la consuman”. Al liquidar la cuenta corriente de A. Cordero Franco de Santander con Santiago Alonso Cordero resultó deber a éste 16.000 reales. Entienden que es una cuestión de forma y del modo de llevar la contabilidad en los libros.
Francisco Regidor era dependiente de la Casa y contador-partidor. La contestación de Álvarez desde Londres no se hace esperar. Luis franco le ha pedido informes sobre el asunto de la Casa de Santander, sobre el pago del importe, sobre la carta que no hace fuerza en el Tribunal y porque “no habiendo sido el difunto un comerciante matriculado no se le podían exigir libros”. Pero por aquellos días un hermano de Luis Franco es ministro en Londres y le contesta al yerno de Cordero “por respeto y consideración a nuestro ministro en ésta, antiguo amigo”.