Los huidos de La Cepeda
![[Img #15553]](upload/img/periodico/img_15553.jpg)
He tenido ocasión de leer el artículo que publicaron recientemente sobre los huidos al monte en la zona de La Cepeda, por el cual les felicito. Soy nieto de Agustín Álvarez 'El Sastre' y llevo mucho tiempo tratando de reconstruir su historia y, por tanto, la de mi familia. Los datos que contiene su artículo complementan en algunos sentidos aquellos que yo manejo, y quiero darles las gracias por la utilidad que a mi empeño aportan. Ciertamente mi abuelo, como tantos otros, pagó muy caro por su bondad y su firmeza. Su rastro quedó impregnado en sus hijos y en sus nietos de una forma imborrable. Su anónima figura, su peripecia y sufrimiento enterrados por el polvo del olvido y el silencio público de un tiempo que, aún hoy y con buenos motivos, nos avergüenza. Por eso vuelvo a agradecer que efímeramente al menos, haya sido rescatada su memoria de ese pozo profundo al que todavía tememos asomarnos. Fue un arquetipo de muchos otros anónimos, gentes resistentes, que sacaron fuerzas de la sonrisa para capear un temporal de muchos años.
Hubiera merecido la pena, aunque comprendo que la tiranía del poco espacio disponible se combate con dificultad, haberse detenido también en la figura de mi abuela, porque, como tantas y tantas mujeres de ese tiempo, se vio convertida en sacrificada víctima, condenada a muchas privaciones, sacrificios, esfuerzos titánicos para sacar adelante a los hijos más pequeños, de los seis que componían una familia dividida y separada, ya para siempre, por la sinrazón de una guerra fratricida. Hubo muchas que hubieron de ser protagonistas pasivas, activas resistentes, culpables por extensión, inocentes pagando “culpas” que no eran suyas. Represión en un tiempo feroz al que, pese a los años transcurridos, falta colocar el punto final. Las heridas cerradas en falso, como todo el mundo sabe, traen malas consecuencias. La sociedad española actual habría de reflexionar sobre las que aún supuran. Creo que lo lleva necesitando muchos años.
Desde luego de la historia verdadera de aquellos héroes involuntarios, saldrían muchos buenos guiones de cine. Mi familia no es una excepción, y su historia daría para un relato de muchas páginas, crónica del siglo XX en nuestra provincia, en nuestro país, en nuestra vecina Francia.
Les reitero las gracias por enmendar. en cierta medida, la injusticia y el silencio que esos seres excepcionales, que no podían ocuparse de su ego-como hacemos tanto en nuestros días- porque tenían cosas mucho más importantes que hacer, para llegar a ser lo que consiguieron ser: supervivientes, gentes recias que no hicieron dejación de sus principios jamás, aunque pagaran un alto precio por los mismos. Señal de que no solo los tenían sino que los valoraban adecuadamente.
Muchas gracias de nuevo.
He tenido ocasión de leer el artículo que publicaron recientemente sobre los huidos al monte en la zona de La Cepeda, por el cual les felicito. Soy nieto de Agustín Álvarez 'El Sastre' y llevo mucho tiempo tratando de reconstruir su historia y, por tanto, la de mi familia. Los datos que contiene su artículo complementan en algunos sentidos aquellos que yo manejo, y quiero darles las gracias por la utilidad que a mi empeño aportan. Ciertamente mi abuelo, como tantos otros, pagó muy caro por su bondad y su firmeza. Su rastro quedó impregnado en sus hijos y en sus nietos de una forma imborrable. Su anónima figura, su peripecia y sufrimiento enterrados por el polvo del olvido y el silencio público de un tiempo que, aún hoy y con buenos motivos, nos avergüenza. Por eso vuelvo a agradecer que efímeramente al menos, haya sido rescatada su memoria de ese pozo profundo al que todavía tememos asomarnos. Fue un arquetipo de muchos otros anónimos, gentes resistentes, que sacaron fuerzas de la sonrisa para capear un temporal de muchos años.
Hubiera merecido la pena, aunque comprendo que la tiranía del poco espacio disponible se combate con dificultad, haberse detenido también en la figura de mi abuela, porque, como tantas y tantas mujeres de ese tiempo, se vio convertida en sacrificada víctima, condenada a muchas privaciones, sacrificios, esfuerzos titánicos para sacar adelante a los hijos más pequeños, de los seis que componían una familia dividida y separada, ya para siempre, por la sinrazón de una guerra fratricida. Hubo muchas que hubieron de ser protagonistas pasivas, activas resistentes, culpables por extensión, inocentes pagando “culpas” que no eran suyas. Represión en un tiempo feroz al que, pese a los años transcurridos, falta colocar el punto final. Las heridas cerradas en falso, como todo el mundo sabe, traen malas consecuencias. La sociedad española actual habría de reflexionar sobre las que aún supuran. Creo que lo lleva necesitando muchos años.
Desde luego de la historia verdadera de aquellos héroes involuntarios, saldrían muchos buenos guiones de cine. Mi familia no es una excepción, y su historia daría para un relato de muchas páginas, crónica del siglo XX en nuestra provincia, en nuestro país, en nuestra vecina Francia.
Les reitero las gracias por enmendar. en cierta medida, la injusticia y el silencio que esos seres excepcionales, que no podían ocuparse de su ego-como hacemos tanto en nuestros días- porque tenían cosas mucho más importantes que hacer, para llegar a ser lo que consiguieron ser: supervivientes, gentes recias que no hicieron dejación de sus principios jamás, aunque pagaran un alto precio por los mismos. Señal de que no solo los tenían sino que los valoraban adecuadamente.
Muchas gracias de nuevo.