Salamanca, Gran Hotel General de España V
Publicamos la quinta entrega del guión atribuido a Leopoldo Panero y a falta de una última, que demoramos hasta septiembre, para hacerla coincidir con la edición íntegra del guión en papel por el Festival de Cine de Astorga
![[Img #15858]](upload/img/periodico/img_15858.jpg)
-Entonces era muy hermosa. Tenía como música en los ojos. La conocí en un cabaret de Berlín. Su padre era argentino. Yo acababa de terminar mi carrera y tenía 23 años. Pasamos nuestra luna de miel en Heidelberg…
(El teniente mientras tanto se queda adormilado en la mesa, en sopor de borrachera, de cansancio de todo.) El policía mirándole dormido repite:
-Pasamos nuestra luna de miel en Heidelberg. Empezaba la primavera suave (apura de un trago la copa de coñac que tiene ante sí) Empezaba…Está dormido. Ya no me escucha.
(Le coge la mano, también muerta, y en idéntico gesto que el comandante alemán al general.) –Empezaba la primavera suave.
(Bebe otra copa que se sirve. Agarra por el brazo, zarandeándole, al teniente que se despierta amodorrado, distante, iluso, a bulto muerto:)
-¿Qué?
-¡Imbécil!
-¿Qué!
-Pasábamos nuestra luna de miel en Heidelberg. Empezaba la primavera suava. Las colinas con su humo de pinos y abetos eran como un recuerdo de ahora. (Vuelve brutalmente a tirarle del brazo) ¡Las colinas de Heidelberg, las colinas de Heidelberg; le estoy hablando a usted de las colinas de Heidelberg…
(El teniente.)
-¡Las colinas de Heidelberg, las colinas de Heidelberg!
-Todo está muerto. Ustedes los han visto con su brazo colgando, con sus joyas que nunca nos volverán a despertar, con sus dedos ahilados, con su hundida sonrisa. Y matada por mí.
(Despertando de su letargo)
-¿Cómo?
-Matada o rematada. Porque en cierto sentido (usted me entiende) lo estaba ya. Matada por mí.
-Su cadáver está ahí muy cerca. No me he atrevido a llevarla.
-Entonces era muy hermosa. Tenía como música en los ojos. La conocí en un cabaret de Berlín. Su padre era argentino. Yo acababa de terminar mi carrera y tenía 23 años. Pasamos nuestra luna de miel en Heidelberg…
(El teniente mientras tanto se queda adormilado en la mesa, en sopor de borrachera, de cansancio de todo.) El policía mirándole dormido repite:
-Pasamos nuestra luna de miel en Heidelberg. Empezaba la primavera suave (apura de un trago la copa de coñac que tiene ante sí) Empezaba…Está dormido. Ya no me escucha.
(Le coge la mano, también muerta, y en idéntico gesto que el comandante alemán al general.) –Empezaba la primavera suave.
(Bebe otra copa que se sirve. Agarra por el brazo, zarandeándole, al teniente que se despierta amodorrado, distante, iluso, a bulto muerto:)
-¿Qué?
-¡Imbécil!
-¿Qué!
-Pasábamos nuestra luna de miel en Heidelberg. Empezaba la primavera suava. Las colinas con su humo de pinos y abetos eran como un recuerdo de ahora. (Vuelve brutalmente a tirarle del brazo) ¡Las colinas de Heidelberg, las colinas de Heidelberg; le estoy hablando a usted de las colinas de Heidelberg…
(El teniente.)
-¡Las colinas de Heidelberg, las colinas de Heidelberg!
-Todo está muerto. Ustedes los han visto con su brazo colgando, con sus joyas que nunca nos volverán a despertar, con sus dedos ahilados, con su hundida sonrisa. Y matada por mí.
(Despertando de su letargo)
-¿Cómo?
-Matada o rematada. Porque en cierto sentido (usted me entiende) lo estaba ya. Matada por mí.
-Su cadáver está ahí muy cerca. No me he atrevido a llevarla.
