Grandeza
«Herbosa, yerma, callada», así comienza la descripción de Astorga en un libro de mitad del siglo XIX que leí hace más de 20 años, cuando vine a vivir a esta ciudad. Pronto me di cuenta, sin embargo, que la realidad, ya en aquellos años, distaba mucho de tan pesimista imagen. Pues me encontré con una ciudad con un rico comercio, bien provista de bares y restaurantes, con incipientes calles peatonalizadas y cuidados monumentos. Y todo esto ha ido mejorando con el trascurso de los años hasta convertir Astorga, como pueden comprobar todos los que la visitan, en un magnífico 'centro comercial' al aire libre. Además, cuenta con una rica dotación de centros de enseñanza (lo que es fundamental para familias jóvenes), de equipamientos deportivos, etc. No voy a repetir lo que por todos es conocido, aunque, me temo, no por todos suficientemente valorado.
También supe ya desde mi llegada a Astorga que la situación de la ciudad no había sido siempre la misma, que los logros señalados se han ido alcanzando, en primer lugar, por el esfuerzo de sus ciudadanos, pero también por la brillante gestión de su durante tantos años alcalde Juan José Alonso Perandones y el equipo que forjó en torno a su persona y a su partido: el PSOE.
Su trabajo infatigable consiguió sacar a la ciudad del abandono al que había sido sometida durante décadas, lo que fue reconocido por la ciudadanía que reiteradamente le otorgó la mayoría en las urnas.
En las elecciones de 2011 Perandones renunció a presentarse, tomando su relevo Victorina Alonso, y pese a las dificilísimas circunstancias a las que hubo de enfrentarse, obtuvo un muy meritorio resultado, lo que le llevó, a la postre a la Alcaldía. Durante estos últimos cuatro años ha debido combatir los efectos de la terrible crisis que padece nuestro país y a la constante labor de obstrucción y bloqueo del Partido Popular. Pese a esas dificultades ha continuado, con mayor o menor fortuna, el proyecto iniciado hace ya tantos años.
Si algo nos han enseñado los acontecimientos políticos de los últimos tiempos ha sido la necesidad imperiosa de los partidos políticos de renovarse y abrirse a la sociedad. El PSOE de Astorga lo ha intentado de cara a estas elecciones, aunque en el camino se haya producido una dolorosa ruptura en su seno. Sin duda algunos de sus militantes se han sentido, en lo personal, ofendidos, mas creo que no deberían dejarse arrastrar por una cólera, como la de Aquiles, tan funesta para todos. Un partido político como el PSOE, trascendental en el último siglo de la historia de España, no puede reducirse solo a sus militantes actuales. Se nutre del pasado y se dirige al porvenir, a los que hoy son jóvenes o niños, incluso hacia los que aún no han nacido. Es ante las dificultades cuando mujeres y hombres pueden mostrar su grandeza. Y es en el seno del propio partido donde todos deberán marcar las líneas de su futuro.
Ahora bien, ¿no es el PSOE, aquel de Pablo Iglesias, el que ahora se presenta ante los ciudadanos a las elecciones de Astorga?, ¿no son sus aspiraciones, sus objetivos, su proyecto de ciudad los mismos que le llevaron a renovar, a modernizar Astorga? Simplemente añade nuevas caras y nuevas ilusiones. Un nuevo ímpetu sin el cual ningún proyecto de futuro puede pervivir. Cuando algo se para, cuando disminuye su velocidad, no hay que pisar el freno, hay que acelerar.
Cuando decidimos, lo hacemos entre dos o más alternativas. Al rechazar algo se acepta otra cosa. ¿Cuál es aquí y ahora la alternativa? Veamos.
Del mismo modo que en alguna iglesia u otro noble edificio, a veces, tras una pared encalada se descubre la presencia de una pintura antigua, en el discurso de algunos políticos basta levantar el barniz que los recubre para que se manifieste el fondo de su pensamiento. Y así, aunque algunos se presenten como «reformistas», sus ideas tienen más del siglo XIX que del XXI y reflejan esa concepción vieja y caduca de los que se creen dueños de la ciudad y mejores que los demás (cuando ciertamente no lo son), pues provienen de 'buenas familias' o se han 'hecho a sí mismos'. Son esos que pretenden volver, 'Ahora sí', a recuperar el poder que creen que les pertenece. Pues 'yo sí soy de aquí'. Como si una ciudad pudiera tener un porvenir sin los de aquí y los de allí, todos los que quieran asentarse en su tierra y luchar por su futuro. ¿Y no son esos mismos o sus herederos políticos los que permitieron durante decenios la decadencia de la ciudad?
Una ciudad es solo un medio para los que quieren defender sus propios intereses. Solo a través de la acción de los ciudadanos puede avanzarse hacia el bien común. Pero hay partidos que, por su estructura monolítica, por su defensa de intereses particulares y su pensamiento antiguo, son incompatibles con la necesaria apertura a la ciudadanía.
En fin, para terminar, me viene ahora a la memoria la historia de aquel hombre que en los albores de la recuperada democracia iba a votar por primera vez, todavía entre el temor y la abrumadora propaganda de esos que hemos llamado 'dueños de la ciudad'.
Pues bien, aquel hombre que tantas veces había tenido que bajar la cabeza ante los poderosos, se dirigió por fin hacia la urna, ahora con la cabeza alta, mirando de frente a los que presidían la votación. Cuando salió a la calle su rostro era sereno, sonriente. Su mujer le preguntó, ¿a quién has votado?
?He votado a lo mejor de mi mismo.
Y es así como un acto pequeño, intrascendente en apariencia, se convierte en un acto de grandeza.
«Herbosa, yerma, callada», así comienza la descripción de Astorga en un libro de mitad del siglo XIX que leí hace más de 20 años, cuando vine a vivir a esta ciudad. Pronto me di cuenta, sin embargo, que la realidad, ya en aquellos años, distaba mucho de tan pesimista imagen. Pues me encontré con una ciudad con un rico comercio, bien provista de bares y restaurantes, con incipientes calles peatonalizadas y cuidados monumentos. Y todo esto ha ido mejorando con el trascurso de los años hasta convertir Astorga, como pueden comprobar todos los que la visitan, en un magnífico 'centro comercial' al aire libre. Además, cuenta con una rica dotación de centros de enseñanza (lo que es fundamental para familias jóvenes), de equipamientos deportivos, etc. No voy a repetir lo que por todos es conocido, aunque, me temo, no por todos suficientemente valorado.
También supe ya desde mi llegada a Astorga que la situación de la ciudad no había sido siempre la misma, que los logros señalados se han ido alcanzando, en primer lugar, por el esfuerzo de sus ciudadanos, pero también por la brillante gestión de su durante tantos años alcalde Juan José Alonso Perandones y el equipo que forjó en torno a su persona y a su partido: el PSOE.
Su trabajo infatigable consiguió sacar a la ciudad del abandono al que había sido sometida durante décadas, lo que fue reconocido por la ciudadanía que reiteradamente le otorgó la mayoría en las urnas.
En las elecciones de 2011 Perandones renunció a presentarse, tomando su relevo Victorina Alonso, y pese a las dificilísimas circunstancias a las que hubo de enfrentarse, obtuvo un muy meritorio resultado, lo que le llevó, a la postre a la Alcaldía. Durante estos últimos cuatro años ha debido combatir los efectos de la terrible crisis que padece nuestro país y a la constante labor de obstrucción y bloqueo del Partido Popular. Pese a esas dificultades ha continuado, con mayor o menor fortuna, el proyecto iniciado hace ya tantos años.
Si algo nos han enseñado los acontecimientos políticos de los últimos tiempos ha sido la necesidad imperiosa de los partidos políticos de renovarse y abrirse a la sociedad. El PSOE de Astorga lo ha intentado de cara a estas elecciones, aunque en el camino se haya producido una dolorosa ruptura en su seno. Sin duda algunos de sus militantes se han sentido, en lo personal, ofendidos, mas creo que no deberían dejarse arrastrar por una cólera, como la de Aquiles, tan funesta para todos. Un partido político como el PSOE, trascendental en el último siglo de la historia de España, no puede reducirse solo a sus militantes actuales. Se nutre del pasado y se dirige al porvenir, a los que hoy son jóvenes o niños, incluso hacia los que aún no han nacido. Es ante las dificultades cuando mujeres y hombres pueden mostrar su grandeza. Y es en el seno del propio partido donde todos deberán marcar las líneas de su futuro.
Ahora bien, ¿no es el PSOE, aquel de Pablo Iglesias, el que ahora se presenta ante los ciudadanos a las elecciones de Astorga?, ¿no son sus aspiraciones, sus objetivos, su proyecto de ciudad los mismos que le llevaron a renovar, a modernizar Astorga? Simplemente añade nuevas caras y nuevas ilusiones. Un nuevo ímpetu sin el cual ningún proyecto de futuro puede pervivir. Cuando algo se para, cuando disminuye su velocidad, no hay que pisar el freno, hay que acelerar.
Cuando decidimos, lo hacemos entre dos o más alternativas. Al rechazar algo se acepta otra cosa. ¿Cuál es aquí y ahora la alternativa? Veamos.
Del mismo modo que en alguna iglesia u otro noble edificio, a veces, tras una pared encalada se descubre la presencia de una pintura antigua, en el discurso de algunos políticos basta levantar el barniz que los recubre para que se manifieste el fondo de su pensamiento. Y así, aunque algunos se presenten como «reformistas», sus ideas tienen más del siglo XIX que del XXI y reflejan esa concepción vieja y caduca de los que se creen dueños de la ciudad y mejores que los demás (cuando ciertamente no lo son), pues provienen de 'buenas familias' o se han 'hecho a sí mismos'. Son esos que pretenden volver, 'Ahora sí', a recuperar el poder que creen que les pertenece. Pues 'yo sí soy de aquí'. Como si una ciudad pudiera tener un porvenir sin los de aquí y los de allí, todos los que quieran asentarse en su tierra y luchar por su futuro. ¿Y no son esos mismos o sus herederos políticos los que permitieron durante decenios la decadencia de la ciudad?
Una ciudad es solo un medio para los que quieren defender sus propios intereses. Solo a través de la acción de los ciudadanos puede avanzarse hacia el bien común. Pero hay partidos que, por su estructura monolítica, por su defensa de intereses particulares y su pensamiento antiguo, son incompatibles con la necesaria apertura a la ciudadanía.
En fin, para terminar, me viene ahora a la memoria la historia de aquel hombre que en los albores de la recuperada democracia iba a votar por primera vez, todavía entre el temor y la abrumadora propaganda de esos que hemos llamado 'dueños de la ciudad'.
Pues bien, aquel hombre que tantas veces había tenido que bajar la cabeza ante los poderosos, se dirigió por fin hacia la urna, ahora con la cabeza alta, mirando de frente a los que presidían la votación. Cuando salió a la calle su rostro era sereno, sonriente. Su mujer le preguntó, ¿a quién has votado?
?He votado a lo mejor de mi mismo.
Y es así como un acto pequeño, intrascendente en apariencia, se convierte en un acto de grandeza.