Leonardo G. Llamas
Jueves, 21 de Mayo de 2015

Mosca naranja

El hombre, es una de los seres más estúpidos de las especies evolucionadas, excepción hecha claro está, del avestruz. Hago esta afirmación no porque mis conocimientos sobre el comportamiento animal  y  humano sean amplios pues en lo primero van poco más allá de entender a  mi perrita Lola y en lo segundo,  a duras penas consigo entenderme a mí mismo.

 

Lo afirmo  tras  haber sido testigo de un  experimento  pseudocientífico llevado recientemente a cabo por mi amigo Xavier en su pequeña granja de avestruces en Mallorca.

 

Entramos juntos al centro del corral… ¡Ah!, por cierto, ni se le ocurra meterse dentro de una bandada de avestruces sin tomar  precauciones, pues los avestruces pueden ser tontos pero no por ello  -o tal vez sí- dejan de ser muy peligrosos.  Para evitar riesgos es suficiente con levantar  una mano curvada  simulando una cabeza de avestruz hasta que sobresalga por arriba de sus cabezas  o llevar  verticalmente un escobón levantado, lo suficientemente alto como para darles miedo.  Por alguna impronta primitiva que no llego a comprender,  el avestruz respeta cualquier cosa que esté más alto que  su cabeza.

 

Pues bien, mi amigo  Xavier  me hizo la siguiente demostración: ofreció una barra de pan duro a un macho enorme que inmediatamente intentó alcanzarla con su bestial pico pero, antes de que pudiera hacerlo, Xavier le arreó un mamporro en la cabeza con la escoba que llevaba en la mano. Repitió lo mismo hasta  nueve veces y el animal, a pesar de los escobazos, siempre intentaba comer el pan.

 

-Ves, me dijo. Cualquier  otro animal a la segunda o tercera vez ha aprendido la lección pero con estos bichos te puedes tirar una mañana entera y no aprenden, siempre hacen lo mismo.

 

Algo parecido nos pasa a los humanos, una y otra vez nos creemos las promesas cuatrienales; nos ofrecen como nuevo lo incumplido y  nos lanzamos a la barra de pan de las urnas llevándonos  una y otra vez desengaños y mamporros por doquier. Somos como truchas en “coto sin muerte” que picamos y picamos aún  a sabiendas de que nos van  engañar. Sin embargo las truchas, a pesar de su reducido cerebro, son mas listas que el avestruz. No las engañas siempre con el mismo cebo, necesitas cambiarlo. Me lo demostró hace poco mi amigo Miguel que, harto de respirar polvo de carbón, mata ahora el tiempo pescando a orillas del Órbigo.

 

-¿Qué? ¿no pican? –Le pregunté.

 -Están muy resabiadas –respondió sonriendo- Estas desconfían de todo. Voy a tener que cambiar a mosca naranja  para que 'entren'.

 

Me consuela saber que, a diferencia de los avestruces, las truchas y nosotros necesitamos que nos cambien el color del cebo para seguir picando.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.