Despedida desde el Callejón del Gato

El universo es azar y zozobra y disipación; y el Callejón del Gato está para mirarlo, para satisfacer en él esa permanente delectación en lo grotesco. Unos seres siniestros, deformes se deslizan por la espalda de los candidatos que han mostrado su habilidad en los gritos del mercado.

Bajo esa escalera, en el sótano vi mi dormitorio sin nadie, intuí que la Naturaleza está siempre naciendo y que orden y desorden danzan como el loco y la ramera, juntos.

 ‘Kaos’ aquí no es una etiqueta, no es una desdicha, es la magia cotidiana contra quién prometa dictarle orden.

‘Cambio’ es el sortilegio que en los espejos del callejón desdice lo que dice. Todo pasa y aún permanece esa promesa de cambio que es consigna de que todo será igual o parecido. ¿Quién de ellos se ajusta mejor a lo sensible, a lo complejo, a lo singular, a lo creativo, a la gente durante cuatro años? No desde luego quien aduce que la sola representatividad es la garantía de ello. Bien vemos como se le alargan los dientes a las apariciones de Napoleón, de Santa Clauss o del ‘Never More’ de turno. 

Miaga el gato…
¡La gotera glo-glo-glo!