Esteban Carro Celada
Viernes, 03 de Julio de 2015

El entorno familiar del Maragato Cordero ( IX )

Cumpleaños galantes, fiestas familiares y tertulias en la Casa de Cordero en Madrid con la presencia de poetas de la talla de Manuel de Palacio o Melitón Telesforo Ordóñez

 

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Dos meses más tarde se celebra San Antonio el aguinaldero. Es el año 1849. Cordero está en su casa de Madrid junto con su hija mayor, predilecta. Las amistades del esposo de María Antonia, lo mismo que las de Cordero son muy intensas. Nada tiene de extraño que haya versos de felicitación. Y así sabemos como el 13 de junio firma en Madrid sus versos felicitatorios para María Antonia Alonso Cordero de Franco un poeta que se llama Melitón Telesforo Ordóñez. Tras los postres, mientras los niños juegan en el cuarto de los juguetes, mientras los tíos más pequeños se las apañan con los sobrinos mayores, el poeta recita sus versos alejandrinos con rima par consonante. “A doña María Antonia Alonso Cordero de Franco”.

 

Mirad en torno vuestro las prendas más amadas,
leed de sus miradas, amante la expresión…
Yo, sincero, deseo circunde en vuestro día
al alma la alegría, la paz al corazón.
Vivid por luengos años, gozad de las caricias,
tan llenas de delicias del pequeño ser,
que afana, sube y luego se sienta en el regazo
de el maternal abrazo le inunda de placer.
Donde con su sonrisa tan pura y candorosa
despierta deliciosa, sublime sensación
en la mamá que tierna se mece, blandamente,
ya duerme diligente de besos mil al son.
En tan gratos cuidados resbale paso a paso
la vida hacia su ocaso, cual plácido soñar,
no surge vuestra frente, fatídica la huella
que a veces estampa en ella el tétrico pesar.
Al almo cielo plazca rodearos de ventura
que vuestra dicha pura no empañe el nubarrón;
el haga que inclusive circunde en vuestro día
al alma tu alegría, la paz al corazón…
Y este día que ofrece a la mirada
breve el cuadro de vida que pasó
de mil lozanas flores circundada,
cuadro feliz que para siempre huyó.
Este día que ostenta a nuestra mente
del ser y del no ser línea liviana,
que de ayer un recuerdo da clemente
y una esperanza da para mañana.
Este día da, ay, mi fragmento
que sorberá la inmensa eternidad
cual a la arista leve en un momento
arrebata la recia tempestad.
brilla sereno y plácido y risueño
sin recuerdo, dejando encantador
cual aquel que nos lega (su) dulce ensueño
cual la memoria del primer amor.

 

El poeta calló. Hubo aplausos sonoros para esta mezcla de alejandrinos y endecasílabos. La tarde continúa con sus cafés de amistad. El maragato contaba anécdotas de los mil socorridos por su mano, liberales y carlistas. Sacaba cartas de Espartero; contaba sucedidos de Londres o a la sombra del arco de triunfo de París. Los aplausos y comentarios más elogiosos hacia el poeta acrecían. María Antonia había sacado su pañolito. María Victoria se puso al piano y así cantando ella y arpegiando todos, se levantó uno de los más conspicuos comensales…

 

 

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-Ahora te toca a ti, Manolito del Palacio. Yo te tuve en mi regazo cuando eras chico e iba yo por Rabanal del Camino. Ahora eres a quien le toca actuar.


Manuel del Palacio era un muchacho leridano de 17 años, precoz, buen versificador, que entraba y salía en la casa de Cordero como Pedro por la suya. Otro astorgano, el padre Blanco, en su Historia de la literatura del siglo XIX le dedica cinco extensas páginas. Afiliado al partido liberal y progresista, llegará a ser académico de la lengua. Hace apenas tres años que ha llegado a Madrid y será buen manejador de la sátira, el soneto, la elegía, la copla y el epigrama. Sánchez Moguel escribirá su biografía. Su poesía puede contenerse en unos 20 volúmenes. Sus versos políticos a la democracia son celebérrimos. Colaborador del ‘Gil Blas’ y ‘la Discusión’ fue un gran tribuno del verso y sus ásperas arrogancias están incluidas demagógicamente en ‘Cabezas y calabazas’ o en ‘De Tetuán a Valencia, haciendo noche en Miraflores’. Este Miraflores es el político unionista a quien él mismo Cordero hizo ascos al ser propuesto para una cruz. El Padre Blanco destaca en el soneto de Manuel de Palacio esmero y sobriedad, expresión sencilla. Estamos en la época valorativa de Campoamor. La balada, el canto épico, el soneto filosófico moratiniano o quevedesco se adscriben a la leyenda romántica….Escribe sus “Chispas” en los Lunes del Imparcial. Este muchacho democrático, en su tiempo, fue uno de los que acompañaron a Cordero en el lecho de muerte. Si este le había sostenido en sus rodillas jugando al 'caballín chinchín', ahora se le retrucaba con su asistencia en el acto decisivo. Pero ahora hablamos de un Manuel del Palacio que tiene apenas 18 años, y que acaba de ser invitado a la fiesta de María Antonia por el día de su santo. Tras Telesforo se levanta a leer, en este 13 de junio de 1849 las fáciles quintillas de “Felicitación”:


Hay un día en nuestra vida
encantador y risueño,
cuya memoria querida
de él a disfrutar convida
como la imagen de un sueño.
Un día en que a nuestra mente
acuden con su memoria,
el pasado y lo presente, 
llevando impreso en la frente
lo agradable de su historia.
Él recuerda los momentos
en que agitaban el alma
mil diversos pensamientos
inconvenientes cual los vientos
pasajeros cual la calma.
El eterniza las horas
de dichas, ay, que pasaron
cual fantasmas seductores
y tan solo en pos dejaron
memorias halagadoras.
Día feliz en verdad
aquel que al darnos su luz
nos dio para nuestra edad
una inmensa eternidad
y una hermosa juventud.
Feliz quien lo ve pasar
entre el gozo y la alegría
y quien puede disfrutar
del placer de recordar
el encanto de este día.
Feliz quien año tras año
mira los años volar,
sin llorar un desengaño,
sin conocer un pesar.
Y ver su dicha cumplida
y ver premiado su afán,
mientras que los años van
carcomiendo nuestra vida.
Hay un día feliz y de ventura
cuyo gozo y placer todos sentimos
que nos recuerda en nuestra edad futura
la luz primera que en el mundo vimos.
Él con mano fatídica y segura
nos señala los años que vivimos
y marca de esta vida transitoria
la página feliz de nuestra historia.

 

 

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Comenzó Manuel de Palacio por quintillas, se pasó a cuarteta y terminó en cuarteto, filosofando sobre lo huidizo del tiempo, él que solo tenía 17 años y que había de morir en el primer decenio del siglo XX. El poema fue acogido con ovaciones y melancolías. María Antonia se secó una lagrimilla con el pañuelo de encaje. Y el Maragato terció, dirigiéndose a Luis, su yerno:


-A ver una copa.
-No, no. Será mejor un refresco de ‘pipermint’ o de zarzaparrilla que el San Antonio de la Florida ha venido pegando. ¿Iréis a la verbena?
-A mí de aquello lo que me interesa es Goya, terció Manuel de Palacio  con sus patillas de torero o de salteador a lo Alejandro Dumas.


Santiago salió pronto y se despidió hasta la noche porque había de intervenir en el Congreso aquella tarde.

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