Mercedes G. Rojo
Viernes, 03 de Julio de 2015

Vamos juntos a jugar: una experiencia más allá de lo lúdico

'Vamos juntos a jugar' es el fruto de un experimento para mantener y desarrollar la memoria en las personas mayores; pero la recuperación de los juegos infantiles no fue solo el instrumento para indagar en la memoria, sino que acabó por ser muchas cosas más, una experiencia de comunicación intergeneracional, una herramienta práctica orientada a docentes y la constatación de que el juego puede ser una de las mejores herramientas para comprender el mundo y a las demás personas.

 

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Se acerca el verano y es tiempo de juegos. Tiempo para recuperar las plazas, los parques, las praderas, todos aquellos espacios donde la chavalería de todas las edades se reencuentra para compartir horas y lugares en un ambiente más distendido que el que soportan durante los largos días del curso, llenos de periodos de clase y tareas escolares.  

 

Con esta llegada se alteran los ritmos y los hábitos marcados por el curso escolar, y el tiempo de ocio adquiere un protagonismo vital, que llena de voces, risas, canciones y bullicios infantiles las casas cerradas durante el invierno y las calles y rincones más solitarios de cada ciudad, de cada pueblo. A menudo este bullicio tiene poco que  ver con aquel que recordamos muchos de nosotros. Por varios motivos. Porque la población más joven existente hoy es bastante menor.  Porque ahora se vive mucho más de puertas para adentro y el grado de interacción entre la misma se ha vuelto menor, en ocasiones consecuencia de los miedos y excesos proteccionistas de los adultos. Y también porque donde antes había juegos interactivos basados en la persona y poco más, ahora hay teléfonos ‘inteligentes’ que juntan a numerosos adolescentes, por ejemplo, en aquellos lugares donde pueden engancharse a una red ‘wiffi’, sentados unos junto a otros pero solo pendientes de sus móviles y sin mediar palabra entre ellos. Así, durante horas. 

 

Y es que, en plena era de la comunicación, habremos ganado en medios a nuestra disposición, pero hemos perdido, y mucho, en capacidad de relación, interacción y sociabilización. 

 

En este panorama, invadido por juegos en los que priman los objetos sofisticados y muy individualizados, quizá pueda parecer un poco anacrónico hablar de los juegos que encierra el libro ‘Vamos juntos a jugar’, un libro surgido de la intención de salvar para el futuro el recuerdo, la memoria de nuestra gente más mayor (también la nuestra en muchos casos), a la vez que del intento de proporcionar a las generaciones actuales, a través de las familias, la escuela y el mundo del tiempo libre, una serie de recursos que les permitan compartir momentos y espacios lúdicos, de forma grupal y, sobre todo, con planteamientos activamente vitales. 

 

Lejos quedaron aquellos años de mi infancia y adolescencia en que, con una impresionante pandilla de chicos y chicas cuyo intervalo de edad era de hasta cinco años de diferencia, invadíamos con nuestros juegos el parque infantil y el jardín de la Sinagoga, hasta bien entrada la noche. Lejos el tiempo, que no la memoria. Y así aún mantengo vivo el recuerdo de las infinitas veces que jugamos, por ejemplo, a ‘Tres navíos en el mar’, a ‘Guardias y ladrones’, e incluso a ‘Dónde están las llaves’, entre tantos otros, incluso con una edad que hoy consideraríamos muy avanzada para determinados juegos y que, sin embargo, se compaginaba perfectamente con otras actividades diríamos más juveniles.  

 

 


Qué es 'Vamos juntos a jugar'

 

Volviendo al tema que nos ocupa, podríamos decir que el libro al que hoy nos referimos  es el fruto de un experimento. Un experimento que surgió de los ‘Talleres de Entrenamiento de Memoria’, con los que comencé a trabajar ya hace años con la población mayor de la provincia, antes de que éstos comenzaran a extenderse.

 

Mi intención era encontrar un centro de interés con el que poder trabajar diversos aspectos básicos en el mantenimiento de la estructura mental de la memoria: la lectura, la escritura, la organización de la información manejada, y la comunicación hablada. Para ello qué mejor que utilizar el potencial de los resquicios más vivos en el recuerdo de los mayores y, además, los más ligados a los momentos más felices. Así surgió la propuesta de trabajar con la memoria de los juegos de la infancia. 

 

En esta idea comencé el trabajo con el grupo de entrenamiento que mantenía con la Asociación de Viudas de Astorga. Los pensaban, los organizaban y escribían, los leían, y, por último, los contrastaban, enriqueciendo con ello la historia de cada uno de los juegos en función de los distintos años, lugares y condiciones en que los habían jugado. 

 

Ese material se presentó luego en una exposición interactiva en la que ellas mismas los presentaron a niños, niñas y adolescentes de los centros escolares de la ciudad, con una gran aceptación por parte de los más jóvenes y muchos momentos de disfrute para las más mayores. Y fue precisamente de esa experiencia intergeneracional tan positiva y enriquecedora que surgió la idea del libro. Para que ese conocimiento no se perdiera y diera lugar a la posibilidad de situaciones parecidas en otros ámbitos. 

 

 

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Juegos de siempre, juegos olvidados, juegos para el presente y el futuro


El libro contiene una colección de juegos de siempre, juegos que durante generaciones se han ido practicando por niños y  niñas de distintas localidades, mostrando que  no  siempre coinciden nombres e incluso que sus reglas varían según las épocas o las zonas. 

 

También podemos encontrar en él algunos juegos que se han perdido con la memoria de las personas más mayores. En concreto algunas de las que participaron en el proceso ya nos han abandonado, aunque gracias a este trabajo nos han dejado algunos fragmentos de su experiencia que se conservarán para siempre y que tal vez ayuden a otras personas  a seguir su ejemplo y rescatar de su recuerdo  pedacitos de la  historia más cotidiana.

 

Y, a mayores, podremos encontrar invitaciones de adaptación a la realidad actual, especialmente a través de propuestas basadas en presupuestos de Educación Ambiental, que nos faciliten  la disculpa para seguir disfrutándolos no solo en el presente, también en el futuro, como elementos vivos que van adaptándose a las cambiantes circunstancias de la sociedad.

 

 

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Juegos y algo más

 

‘Vamos juntos a jugar’, es algo más que un libro recopilatorio de juegos, es el proyecto ilusionado de un grupo de mujeres mayores que se sintieron útiles y vivas mientras estuvimos trabajando sobre él. Y una maravillosa experiencia de comunicación intergeneracional. 

 

Para mí también supuso la disculpa para ordenar metodológicamente una parte de mi trabajo en torno al ‘entrenamiento de la memoria’, y la posibilidad de crear una herramienta práctica orientada a docentes y profesionales del tiempo libre que buscan recuperar espacios, tiempos y estrategias para desarrollar desde lo lúdico aspectos que se tienen bastante olvidados en el desarrollo de nuestra juventud.


 
Para las niñas y los niños que participaron en el proceso de creación de las ilustraciones, la oportunidad de descubrir otras formas de juego bastante olvidadas o nunca conocidas, de disfrutar con nuevas fórmulas, y  sobre todo, de reanudar o de iniciar interesantes relaciones con sus abuelos y abuelas a quienes se acercaron a través de lo lúdico. 


 
‘Vamos juntos a jugar’ es la disculpa perfecta para recordar, para encontrar momentos de comunicación e interacción entre las distintas generaciones de una familia, de una escuela, o de... La disculpa para disfrutar o, simplemente, para la curiosidad. Es el ejemplo vivo de que las personas mayores que nos rodean tienen más cosas que contarnos y que compartir que las ‘típicas batallitas’  que siempre les estamos criticando y echando en cara. Y que su experiencia es fuente de vida y de aprendizaje. 

 

Pero para sacarle todo el  partido  posible al contenido de este libro las personas adultas tenemos que partir de una premisa fundamental sostenida en varios aspectos. 

 

-    Desechar de nuestra mente la  percepción, bastante extendida actualmente,  de que nuestros niños y nuestras niñas están perdiendo el tiempo mientras juegan a cosas que a menudo creemos que no les aportan nada de utilidad para su futuro. 

-    Y  facilitarles tanto tiempos como espacios para poder jugar. 

 


Porque el juego también es aprendizaje y enriquece sobremanera el proceso de crecimiento y maduración de niños y niñas. Si lo potenciáramos más, habría muchos aspectos de su día a día que mejorarían considerablemente. 


Hemos de pensar en los juegos tradicionales como en parte de nuestros bienes culturales inmateriales. Han de ser preservados en libros antes de que perdamos la memoria de quienes los han jugado a lo largo del tiempo. Pero tampoco podemos olvidar que son bienes vivos que se transforman a medida que la sociedad va evolucionando. Y, sobre todo,  que la recopilación oral es la más enriquecedora, porque nos permite un ‘feed-back’ continuo entre las personas implicadas en los juegos. Por ello, cuando utilizo el libro con la intención de mostrar algunos de sus juegos a los más pequeños, me resulta muy interesante que participen en el proceso padres/madres, abuelos..., que van enriqueciendo lo recogido  y haciéndolo sentir como una realidad en constante evolución. Es entonces cuando los juegos crecen gracias al componente afectivo. 

 

Y una recomendación para los mayores. Es importante aprender a transmitir, pero aún lo es más aprender a  jugar de nuevo. 

 

 

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Lo que la práctica de juegos tradicionales activos aportan a lainfancia
 
Los juegos encerrados en este libro, como la mayor parte de los juegos tradicionales, permiten transmitir reglas para jugar en conjunto, de acuerdo a pautas establecidas y respetando ritmos y tiempos, cosa cada vez más difícil en un aprendizaje que ha perdido la capacidad de  observación directa de los más pequeños frente a los más mayores, la que permitía aprender a jugar de manera natural e intuitiva. Juegos comunes que nos acercan al entendimiento de normas que facilitaban esa preparación para las reglas del juego que luego se daba en la vida social y laboral del mundo adulto, y que implicaban un respeto a la otra persona, ya que si éste no existía te apartaba del juego y, por tanto, del grupo. Juegos que te preparaban para la vida en sociedad de una manera racional y respetuosa, pero sin eliminar tu propia individualidad. 

 

Y ese proceso natural ha sido interrumpido por la modernización de nuestras actividades de ocio y el ritmo que la vida actual impone a nuestras relaciones y las de nuestros jóvenes.


En el terreno de lo físico, hoy en día este  tipo de actividad de niños y niñas se basa fundamentalmente en la práctica de deportes reglados, muchos de ellos marcados por una competitividad de la que ha desaparecido todo componente lúdico. Así es rechazada por muchos lo que les aleja  de una práctica física que los juegos tradicionales también llevaban intrínsecos.  Saltar a piola, a la comba, a la goma,... practicar diversos juegos de pelota que no llegaron nunca a constituirse como deportes, jugar al escondite..., son juegos que ayudan a desarrollar elasticidad, velocidad, coordinación y muchas otras habilidades que se adquieren de forma innata y en un ambiente de socialización y apertura que, en muchas ocasiones se rechazan si vienen impuestas desde la práctica del deporte. 

 

Como resumen, podríamos decir que el juego tradicional nos permite relacionarnos con los demás, tanto horizontal como verticalmente, pues además de acostumbrarnos a respetar las reglas del juego social y a la otra persona, nos ayuda a dominar nuestra impaciencia ante situaciones diversas, a colaborar para sacar adelante situaciones comunes, etc.

 

Y es que el juego forma y ha formado parte siempre de nuestro proceso de maduración como seres humanos, tanto en lo individual como – sobre todo - en lo social. Hasta tal punto que su capacidad lúdica le ha permitido superar las situaciones más traumáticas de su vida. 


El tiempo dedicado al juego es tiempo ganado, ganado en crecimiento, en madurez, en amabilidad, en respeto, en eficacia... En felicidad y en vida. 


Así  que este verano ¡Vamos juntos a jugar!  

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