Javier Domingo Martín
Lunes, 10 de Agosto de 2015

Gaudí y la santa, descripción de una lucha

[Img #17575]

 

El pasado jueves 6 de agosto, se presentó, en el espacio privilegiado del Palacio de Gaudí, la obra original de Javier Huerta ‘Teresa y el arquitecto (Castillo interior)’. Se enmarcaba esta dentro de una serie de actos que, coordinados por el inestimable trabajo de Francisco Centeno, conmemoraron el quinto centenario de la santa.

 

La obra se planteaba como un diálogo imposible —pero verosímil, gracias al trabajo conjunto de dramaturgo, director y actores— entre la santa y el arquitecto Antoni Gaudí. A través, fundamentalmente, de escritos de ambos, se mostraba la común vinculación con la mística y, también, una misma personalidad atormentada, en permanente conflicto interior.

 

Fue este, de hecho, el primer punto destacable de la obra: la presentación de una Teresa y un Gaudí complejos y contradictorios. La primera, enérgica, fuerte. El segundo, arrogante, ambicioso en su proyecto arquitectónico y místico ("sí, la casa del obispo tendrá también aires de castillo: será grandiosa, porque la religión es grande"). Ambos librando una continua batalla interior. Y es que estamos, sin duda, ante una obra, no de peripecias argumentales (la acción es mínima), sino de personajes en los que se ahonda psicológicamente, tal y como aspiraba Unamuno en sus novelas.

 

El proyecto es ambicioso, sí. Pero, en mi opinión, bien conseguido. Huerta y Esbec construyen una obra de difícil clasificación: o, dicho de otra forma, solo clasificable desde la multidisciplinariedad. Así, al teatro se suma la poesía —la obra contaba con hasta tres poemas dramatizados, en que la santa y el arquitecto se convertían en pastores—, la danza —que dotó a la obra de una carga sensual importante—, la música —a cargo de Víctor Aliste— y, por supuesto, la arquitectura. Uno de los grandes aciertos de la producción fue el de representar la obra en el vestíbulo del Palacio de Gaudí, con un aprovechamiento muy inteligente del espacio teatral: por ejemplo, en una de las mejores escenas de la obra, Santa Teresa se aleja cantando del escenario principal y, desde el piso superior, arroja sus poemas a un Gaudí que, atónito, mira hacia la altura.

 

[Img #17576]

 

Todo esto no sería posible, claro, sin el mérito interpretativo de los actores, Fernando Mercè y Paula Moncada. Ambos supieron dotar de carácter a sus personajes y de intensidad dramática al guion que, si bien excelente, necesitaba de un trabajo teatral para cobrar vida y ponerse en contacto con el público. Sin duda, se cumplió la teoría lorquiana —que Huerta Calvo recordó en la presentación de la obra– de que "el teatro es poesía que se levanta del libro y se hace humana".

 

Y esto sin caer en lo histriónico o melodramático. En el momento del clímax, en que la búsqueda mística de los protagonistas ha llegado a su punto álgido —Teresa llega a decir: "todos los menosprecios y trabajos que puede haber en la vida no me parece que lleguen a estas batallas interiores"— la acción se interrumpe (la figura que los personajes están componiendo se rompe por el tropiezo de uno de ellos). Así pues, la ficción se autorrevela: se hace consciente al público de la naturaleza ficticia de lo representado. Un distanciamiento buscado en la línea del teatro épico de Bertolt Brecht, y al que también contribuía una estructura circular muy sugerente (la misma escena inicial se repite al final de la obra), así como las numerosas alusiones a lo largo de la obra interpretables en clave metaficcional: por ejemplo, Gaudí afirma que «para que el artista no se desequilibre con la elevación del arte, tiene que pasar dolor y miseria».

 

Por todo ello, la obra logró la conformidad y el éxito del público. Fue, en suma, un lujo de representación para Astorga, que demostró estar a la altura de las circunstancias (se cubrió el aforo máximo). Y un acierto en el marco de los diferentes actos, organizados en numerosos lugares, en ocasión del quinto centenario de la santa. La aportación de Javier Huerta enriquece las obras de Gaudí y Santa Teresa, siempre incompletas, pues, como dice el arquitecto: "si alguien me pregunta si terminaríamos el Templo teniendo suficientes donativos para hacerlo, yo respondería: no, no lo acabaríamos porque no tenemos el derecho de acabarlo. Cada generación, cada siglo tiene que aportar su concurso".

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.