'Tumbas licias'
'Tumbas licias' es el título de la nueva novela de Andrés Martínez Oria, que será presentada en Astorga el próximo 25 de agosto a las 20 horas en La Ergástula. Astorga Redacción ofrece en exclusiva a sus lectores, como pequeño anticipo de la misma, un fragmento del capítulo inicial.
![[Img #17637]](upload/img/periodico/img_17637.jpg)
Eso había sido en julio, ya digo, y unas semanas después fue cuando apareció el mosaico. Por supuesto, y como Choncha había visto en sueños, primero hallamos las arquerías del hipocausto, luego habitaciones en opus signinum y spicatum sin demasiado interés, restos de muros estucados y finalmente una tarde, cuando estábamos a punto de concluir la jornada, la oí gritar, "¡El mosaico! ¡El mosaico!", y nos quedamos pasmados. Yo al principio no la creía, pensaba que sería alguna de sus bromas y no le hice caso, pero no tardé en darme cuenta de que esta vez iba en serio. Estaba saltando y llorando fuera de sí al pie de la zanja. Dejamos lo que estábamos haciendo y nos apresuramos a donde se hallaba Choncha, que había saltado al fondo y removía la tierra con las manos.
También salté y vi asombrado las hiladas de teselas de la faja exterior. Ella estaba como loca, abrazada a mí, no dejaba de besarme y yo, claro, en la gloria. Y había sido Chon personalmente quien lo había encontrado, no uno de los ayudantes. ¿Cómo fue?, le preguntaba, y ella, no sé, no tiene explicación, miré y de pronto intuí que había algo allí abajo, quizá viera teselas, no sé, es mejor que la lotería de Navidad.
Estábamos en una nube, pero ordené cubrir otra vez lo aparecido y pedí a la cuadrilla que no saliera nada de aquello, todavía. En los días siguientes sacamos a la luz un mosaico que servía de pavimento a una de las habitaciones de la casa, sin duda un cubiculum por el diseño del emblema. Una vez limpio, fotografiamos, dibujamos y estudiamos detenidamente la composición. Se trataba de un verdadero tapiz musivario, una alfombra de teselas de tamaño mediano, con una faja formada por bandas blancas y negras, una cenefa vegetal de roleos decorados con hojas de hiedra y cráteras en los ángulos, un cordón sencillo de cinco líneas de teselas sobre fondo negro y un emblema central polícromo que representaba una escena mitológica bastante interesante, la verdad. Baco semidesnudo, guiado por Amor, encontraba a Ariadna dormida, el cuerpo de sugestivos contornos apenas cubierto por una delicada túnica roja. La desconsolada princesa de Creta, abandonada por Teseo, acababa de ser descubierta por el dios en la isla de Naxos. La divinidad del vino, la libertad y el éxtasis de la alegría se compadecía del sufrimiento de la bella dormida y la contemplaba encendido de amor. Cuántas cosas le habría dicho a Choni viendo aquella escena. Del conjunto emanaba un aire de estudiado refinamiento y elegancia, y un erotismo insinuante. Sin duda era el diseño adecuado para el lugar que se le había destinado, una alcoba. No pude por menos de hacer un guiño que Chon se tomó a las malas y me tachó de machista, imbécil, y no sé cuántas cosas más, y yo, la verdad, me quedé bastante cortado.
La limpieza, extracción y traslado del mosaico quedó en manos de especialistas, y nosotros proseguimos la excavación, aunque Chon estaba más atenta a todo lo relacionado con el mosaico que a cualquier otro asunto; preparaba ya entonces una publicación sobre el hallazgo para una revista especializada y algo en plan más divulgativo para la Revista de Arqueología. Todo eso la tenía absorbida y, muy a mi pesar, nos separó un poco.
![[Img #17636]](upload/img/periodico/img_17636.jpg)
El revuelo de autoridades, expertos y curiosos de toda índole que surgió en torno al descubrimiento lejos de distraerme me vino muy bien, porque apenas unos días después desenterramos una estela de mármol que a nadie llamó la atención excepto a mí, que desde el primer momento vi en ella algo especial, sin que pudiera precisar de qué se trataba. Había sido reutilizada probablemente en época tardía como elemento constructivo en un muro y como había permanecido en una zona baja y húmeda, estaba recubierta de tierra y hongos verdosos. Enseguida observé que la cara colocada hacia abajo estaba tallada y contenía una inscripción.
Eso había sido en julio, ya digo, y unas semanas después fue cuando apareció el mosaico. Por supuesto, y como Choncha había visto en sueños, primero hallamos las arquerías del hipocausto, luego habitaciones en opus signinum y spicatum sin demasiado interés, restos de muros estucados y finalmente una tarde, cuando estábamos a punto de concluir la jornada, la oí gritar, "¡El mosaico! ¡El mosaico!", y nos quedamos pasmados. Yo al principio no la creía, pensaba que sería alguna de sus bromas y no le hice caso, pero no tardé en darme cuenta de que esta vez iba en serio. Estaba saltando y llorando fuera de sí al pie de la zanja. Dejamos lo que estábamos haciendo y nos apresuramos a donde se hallaba Choncha, que había saltado al fondo y removía la tierra con las manos.
También salté y vi asombrado las hiladas de teselas de la faja exterior. Ella estaba como loca, abrazada a mí, no dejaba de besarme y yo, claro, en la gloria. Y había sido Chon personalmente quien lo había encontrado, no uno de los ayudantes. ¿Cómo fue?, le preguntaba, y ella, no sé, no tiene explicación, miré y de pronto intuí que había algo allí abajo, quizá viera teselas, no sé, es mejor que la lotería de Navidad.
Estábamos en una nube, pero ordené cubrir otra vez lo aparecido y pedí a la cuadrilla que no saliera nada de aquello, todavía. En los días siguientes sacamos a la luz un mosaico que servía de pavimento a una de las habitaciones de la casa, sin duda un cubiculum por el diseño del emblema. Una vez limpio, fotografiamos, dibujamos y estudiamos detenidamente la composición. Se trataba de un verdadero tapiz musivario, una alfombra de teselas de tamaño mediano, con una faja formada por bandas blancas y negras, una cenefa vegetal de roleos decorados con hojas de hiedra y cráteras en los ángulos, un cordón sencillo de cinco líneas de teselas sobre fondo negro y un emblema central polícromo que representaba una escena mitológica bastante interesante, la verdad. Baco semidesnudo, guiado por Amor, encontraba a Ariadna dormida, el cuerpo de sugestivos contornos apenas cubierto por una delicada túnica roja. La desconsolada princesa de Creta, abandonada por Teseo, acababa de ser descubierta por el dios en la isla de Naxos. La divinidad del vino, la libertad y el éxtasis de la alegría se compadecía del sufrimiento de la bella dormida y la contemplaba encendido de amor. Cuántas cosas le habría dicho a Choni viendo aquella escena. Del conjunto emanaba un aire de estudiado refinamiento y elegancia, y un erotismo insinuante. Sin duda era el diseño adecuado para el lugar que se le había destinado, una alcoba. No pude por menos de hacer un guiño que Chon se tomó a las malas y me tachó de machista, imbécil, y no sé cuántas cosas más, y yo, la verdad, me quedé bastante cortado.
La limpieza, extracción y traslado del mosaico quedó en manos de especialistas, y nosotros proseguimos la excavación, aunque Chon estaba más atenta a todo lo relacionado con el mosaico que a cualquier otro asunto; preparaba ya entonces una publicación sobre el hallazgo para una revista especializada y algo en plan más divulgativo para la Revista de Arqueología. Todo eso la tenía absorbida y, muy a mi pesar, nos separó un poco.
El revuelo de autoridades, expertos y curiosos de toda índole que surgió en torno al descubrimiento lejos de distraerme me vino muy bien, porque apenas unos días después desenterramos una estela de mármol que a nadie llamó la atención excepto a mí, que desde el primer momento vi en ella algo especial, sin que pudiera precisar de qué se trataba. Había sido reutilizada probablemente en época tardía como elemento constructivo en un muro y como había permanecido en una zona baja y húmeda, estaba recubierta de tierra y hongos verdosos. Enseguida observé que la cara colocada hacia abajo estaba tallada y contenía una inscripción.