Yo no me llamo Vincennes
Publicamos hoy, como una licencia estival, el comienzo de una carta que el editor Arnaut Daniel envía al crítico de poesía Samuel Yebra Pimentel con motivo de una narración que le pide que le ordene.
Sr. D. Samuel Yebra Pimentel:
Sigo tratando de ensamblar los fragmentos que usted me ha confiado. Algunos de los cuales aparecen tan incompletos o incluso inexistentes, bien que se sepa que los hubo, que me arriesgo en aras de la congruencia de la historia a recomponerlos. No obstante me sentiría un completo usurpador si usted no aprobara las interpretaciones que yo realizo.
En Julio de 1988 usted comienza un cuento que no terminará nunca, también escribe una carta que no echará al correo, pero que tampoco la considerará tan indigna como para arrojarla a la papelera. Así que la introduce en una botella y la tira al mar en dirección a las costas inglesas de Liverpool.
![[Img #17974]](upload/img/periodico/img_17974.jpg)
Del cuento poseo los siguientes materiales:
Una misteriosa carta que se publicó en EL PAIS el 13 de julio de 1988 y que llevaba por título 'Yo no me llamo Vincennes'. La carta es sólo un pretexto para imaginar la historia de un personaje antónimo al firmante de la misma. Este se llama Vincennes; se trata de un profesor de matemáticas ciego, fumador habitual de hachis, soltero, que posee un perro adiestrado. Su narración de entonces pretende mostrar el deterioro progresivo del ciego. Ahora tiene una pesadilla recurrente que no le perdona. Dice aquella carta, que usted adapta en beneficio del cuento: “En mi pesadilla, paseaba desde la Gran Vía, por la calle Ecuador, en dirección a la iglesia de los salesianos; iba acompañado de mi perro y con un niñito que debido a lo irregular del suelo llevaba en brazos”. El lugar por donde realiza el paseo, ya se nos había dicho, es el sitio en el cual Vincennes había sido objeto de un atraco.
La carta de su narración continúa: “Cuando, de pronto oí a una persona pedir auxilio. A una orden mía mi perro salía tras los agresores y con uno o dos mordiscos los puso en fuga; luego, algo excitado, regresaba junto a mí. Lo acaricio y trato de tranquilizarlo: Entretanto, había posado al niño, que se sujetaba con temor a la pernera de mi pantalón. Subitamente el perro comienza a gruñir y oigo que alguien se acerca hacia nosotros corriendo.
Pensé: alguno de los maleantes que pretende vengarse de nosotros. Le dije en voz tan alta como pude, dado mi registro más bien silencioso, que no se acercase más. Pero hizo caso omiso. Mi deber era proteger la vida del niño, que clarísimamente la sentía amenazada. Así que doy una orden a mi perro, una orden acaso excesiva: ¡Mata!...
Yo no sabía que se trataba de una mujer que cruzaba la calle con un niño en cada mano.
Yo no sé por qué no hicieron caso de mis advertencias.
Yo no sé por qué se les ocurrió cruzar la calle corriendo, en mi dirección y justo en aquel momento.
Ha sido una horrible tragedia, pero mi conciencia está tranquila, porque yo actuaba en defensa propia”.
![[Img #17976]](upload/img/periodico/img_17976.jpg)
Parece como si usted intentara mostrarnos que el concepto de defensa propia es un concepto harto débil para justificar una orden tan agresiva. Por lo cual a lo largo de su narración se manifiesta el profundo temor y la cobardía que padece Vincennes, de manera que tal vez sea el conocimiento de esto lo único que pueda ajustar la conciencia del ciego: saber lo que en el sueño sabe, que fue el miedo y la vida desordenada del personaje lo que provoca la subsiguiente y exagerada reacción.
Comenta usted que el personaje del cuento es un alter ego suyo. ¿De dónde le surge la conciencia del desorden en medio de tanto desorden? Tal vez esa sea una pregunta en exceso retórica y lo que quiera usted expresar es que no se dan acciones inmotivadas y totalmente irresponsables y que en última instancia tienen una fundamentación biográfica, por lo que debiéramos tener mayor cuidado de nuestra biografía. ¿Tuvo usted cuidado de su biografía? Hasta ahora había pensado que no, pues abunda en cartas, mensajes disparatados, inconexos e incoherentes. En alguna ocasión le he oído decir que quería dinamitar la sintaxis y es cierto que en sus cartas a menudo lo consigue, pero también sucede que abunda en chistes mediocres y juegos de palabras de escasa enjundia. Los neologismos que incorpora a las mismas, resultan poco felices y sin gracia alguna. Hoy en día creo que la anomalía que rige su escritura epistolar es debida a la intención, contra toda apariencia, de construirse una biografía. Y por qué creo esto; lo creo a causa de una carta que usted lanzó en una botella, como jugando a que alguien la encontrase y llegara a ser noticia. La lanzó en una tarde del mes de julio en el muelle de Vigo, sabía que la travesía sería larga; tendría que tener suerte para atravesar la ría y luego, rumbo a Inglaterra y si allá alguien la descubriera tendría que molestarse en enviarla a la dirección siguiente:
Sophy Cook. 12 Grosvenor Ave
West Kirby. Wirral. Merseyside L48 7HA. ENGLAND.
No se molesten Sophy ya ha muerto.
![[Img #17975]](upload/img/periodico/img_17975.jpg)
Que usted se preocupaba de su biografía, en contra de lo que sus cartas nos pueden hacer pensar, se corrobora en el hecho de que se haya lanzado a reconstruir esa carta, de la que ya ningún vestigio permanece y en que a la ínfima sugerencia mía recuperara casi la totalidad de las cartas escritas por usted en aquellos años. (Continuará)
Sr. D. Samuel Yebra Pimentel:
Sigo tratando de ensamblar los fragmentos que usted me ha confiado. Algunos de los cuales aparecen tan incompletos o incluso inexistentes, bien que se sepa que los hubo, que me arriesgo en aras de la congruencia de la historia a recomponerlos. No obstante me sentiría un completo usurpador si usted no aprobara las interpretaciones que yo realizo.
En Julio de 1988 usted comienza un cuento que no terminará nunca, también escribe una carta que no echará al correo, pero que tampoco la considerará tan indigna como para arrojarla a la papelera. Así que la introduce en una botella y la tira al mar en dirección a las costas inglesas de Liverpool.
Del cuento poseo los siguientes materiales:
Una misteriosa carta que se publicó en EL PAIS el 13 de julio de 1988 y que llevaba por título 'Yo no me llamo Vincennes'. La carta es sólo un pretexto para imaginar la historia de un personaje antónimo al firmante de la misma. Este se llama Vincennes; se trata de un profesor de matemáticas ciego, fumador habitual de hachis, soltero, que posee un perro adiestrado. Su narración de entonces pretende mostrar el deterioro progresivo del ciego. Ahora tiene una pesadilla recurrente que no le perdona. Dice aquella carta, que usted adapta en beneficio del cuento: “En mi pesadilla, paseaba desde la Gran Vía, por la calle Ecuador, en dirección a la iglesia de los salesianos; iba acompañado de mi perro y con un niñito que debido a lo irregular del suelo llevaba en brazos”. El lugar por donde realiza el paseo, ya se nos había dicho, es el sitio en el cual Vincennes había sido objeto de un atraco.
La carta de su narración continúa: “Cuando, de pronto oí a una persona pedir auxilio. A una orden mía mi perro salía tras los agresores y con uno o dos mordiscos los puso en fuga; luego, algo excitado, regresaba junto a mí. Lo acaricio y trato de tranquilizarlo: Entretanto, había posado al niño, que se sujetaba con temor a la pernera de mi pantalón. Subitamente el perro comienza a gruñir y oigo que alguien se acerca hacia nosotros corriendo.
Pensé: alguno de los maleantes que pretende vengarse de nosotros. Le dije en voz tan alta como pude, dado mi registro más bien silencioso, que no se acercase más. Pero hizo caso omiso. Mi deber era proteger la vida del niño, que clarísimamente la sentía amenazada. Así que doy una orden a mi perro, una orden acaso excesiva: ¡Mata!...
Yo no sabía que se trataba de una mujer que cruzaba la calle con un niño en cada mano.
Yo no sé por qué no hicieron caso de mis advertencias.
Yo no sé por qué se les ocurrió cruzar la calle corriendo, en mi dirección y justo en aquel momento.
Ha sido una horrible tragedia, pero mi conciencia está tranquila, porque yo actuaba en defensa propia”.
Parece como si usted intentara mostrarnos que el concepto de defensa propia es un concepto harto débil para justificar una orden tan agresiva. Por lo cual a lo largo de su narración se manifiesta el profundo temor y la cobardía que padece Vincennes, de manera que tal vez sea el conocimiento de esto lo único que pueda ajustar la conciencia del ciego: saber lo que en el sueño sabe, que fue el miedo y la vida desordenada del personaje lo que provoca la subsiguiente y exagerada reacción.
Comenta usted que el personaje del cuento es un alter ego suyo. ¿De dónde le surge la conciencia del desorden en medio de tanto desorden? Tal vez esa sea una pregunta en exceso retórica y lo que quiera usted expresar es que no se dan acciones inmotivadas y totalmente irresponsables y que en última instancia tienen una fundamentación biográfica, por lo que debiéramos tener mayor cuidado de nuestra biografía. ¿Tuvo usted cuidado de su biografía? Hasta ahora había pensado que no, pues abunda en cartas, mensajes disparatados, inconexos e incoherentes. En alguna ocasión le he oído decir que quería dinamitar la sintaxis y es cierto que en sus cartas a menudo lo consigue, pero también sucede que abunda en chistes mediocres y juegos de palabras de escasa enjundia. Los neologismos que incorpora a las mismas, resultan poco felices y sin gracia alguna. Hoy en día creo que la anomalía que rige su escritura epistolar es debida a la intención, contra toda apariencia, de construirse una biografía. Y por qué creo esto; lo creo a causa de una carta que usted lanzó en una botella, como jugando a que alguien la encontrase y llegara a ser noticia. La lanzó en una tarde del mes de julio en el muelle de Vigo, sabía que la travesía sería larga; tendría que tener suerte para atravesar la ría y luego, rumbo a Inglaterra y si allá alguien la descubriera tendría que molestarse en enviarla a la dirección siguiente:
Sophy Cook. 12 Grosvenor Ave
West Kirby. Wirral. Merseyside L48 7HA. ENGLAND.
No se molesten Sophy ya ha muerto.
Que usted se preocupaba de su biografía, en contra de lo que sus cartas nos pueden hacer pensar, se corrobora en el hecho de que se haya lanzado a reconstruir esa carta, de la que ya ningún vestigio permanece y en que a la ínfima sugerencia mía recuperara casi la totalidad de las cartas escritas por usted en aquellos años. (Continuará)