El entorno familiar del Maragato Cordero (XI)
Después del paréntesis del verano, reanudamos donde lo habíamos dejado, las entregas de la historia familiar del Maragato Cordero, de Esteban Carro Celada, ahora con la incorporación de algunas fotografías familiares cedidas de manera anónima por su propietario.
![[Img #18184]](upload/img/periodico/img_18184.jpg)
Nada nos ha de maravillar que Madame Perrard continúe escribiendo a María Antonia. Esto ocurrirá por supuesto en el verano del 51. Victorita continúa postineando, aunque recién casadita y acude a invertir dineros a la tienda de modas más elegante de la corte: “Por su hermana he tenido el gusto de saber de su buena salud y sus correrías por ese país en el que parece se divierte mucho, lo que celebro. Yo me abraso de calor gracias al mucho que hace y a lo muy atadita que me tiene la Casa de modas, sin embargo de que no hacemos nada por el verano. Remito a V. la gorrita lavada”.
Puesto que hemos hablado de compras, he de referirme a un librillo “de compras hechas para la Casa”. Se comienza a escribir con furia y luego desaparece la dedicación, aunque le servirá a Doña Carmen Alonso Rodríguez, ‘la monja’, para sus apuntaciones de gastos desde el mes de noviembre de 1904 a mayo de 1905.
Pero este librillo de cuentas fue abierto por Cordero en el año de 1844. Lo que allí se anota son adquisiciones hechas en Portugal, durante su exilio y estas con destino a su casa madrileña. Las cuentas y anotaciones están hechas en ‘reis’. Abre la marcha la cifra de 55.920 reises por loza inglesa. Y otra loza más inferior que adquiere para la cocina al reducido precio de 3.840 reises. La compra apuntada se extiende a dos fanellas u ollas, la cacerola, la cafetera, la chocolatera y la cafetera chica; que era muy cafetero el maragato. Cuatro palmatorias a 'pinto' que costaron cerca de 2.000 reises, una sartén de 500, un candil, un molinillo, tres despabiladoras (900 reises), el almirez y el fogón de 4.000 reises. Hasta se compró un carro de carbón por 2.750 reises. Quiere esto decir que la tal cuenta se hizo con adquisiciones portuguesas de las que se valió en su exilio, en piso alquilado en que vivía, pero con la mirada puesta en la nueva casa de la calle Mayor de Madrid.
Aparece igualmente otro libro de cuentas de la Casa, muy exfoliado y que corresponde a los años finales de la vida del Maragato. Aunque no sea representativo y se refiera a muy pocas páginas, se apuntan detalles como la arroba y media de pimiento o la de velas o la de perdigón. La cuenta con Matilde, una de las cocineras, la de Julián Calzada y la de Francisco Fernández por varios miles de reales. El atender en Navidades con las amistades por medio de mantecadas cuesta este año 288 reales. También envían chocolates y mantecadas a León aunque en menor cuantía; no obstante el Maragato apunte 120 reales, más 336 de lotería y 600 a Rodríguez por trabajos de inventario. Por este mismo año a más de otros 31 reales gasta 12.000 por cavar las viñas. Paga plazos de heredad. De un año para otro hay más gastos, pues pasa en los años liminares de la década del sesenta de 57.406 a 64.416. Le cuesta menos el viñedo y más la administración. Paga al cirujano Otero 200 reales y 187 le cuesta la cera del cabo de año.
Sabemos que Josefa Prieto era criada en la casa de Cordero. Entró a servir el uno de agosto de 1864 y el primer año ganó limpios 12 duros y desde el segundo 12 duros, dos camisas, un justillo, un dengue, pañuelo y calzado. Se compró un paño de ofrecer. Le dio a su padre 100 reales, luego un 'rodao'. Y le envió dinero a Santiago de Millas cuando Ignacio estuvo enfermo.
Lorenza Sal fue nodriza ganando 40 reales. Se compró mantón, pañuelo de algodón, un cobertor. Le cuesta 40 reales ir a ver a su madre a Brime. Al volver se compró unos zapatos. Sabemos que toda la ropa de las señoritas iba a parar a ellas. Lucía Rebaque es de Astorga y gana 40 reales.
De una compra que se hace y que asciende a cerca de 20.000 reales hay que destacar los 18.000 del vino, los 1.500 del chocolate, los 304 de mantecadas, 16 arrobas de aceite, siete de jabón, 12 cargas de centeno, casi otros tantos de trigo, garbanzos, arroz, sal, pimentón. De este casi tres arrobas –que estómago tenían-. Por cena apuntan 1.460. Por matanza, 2.000. Por cebada para el macho 400. Y las sardinas. Hay velas, seguros contraincendios, pero también adquisiciones nuevas en muebles: Sillería, lavabo y mesilla, cuatro armarios con su loza y cristal.
Pero no es el pulso de la economía lo que queremos tocar, sino el acercamiento humano a esta familia a través de estas palpitaciones menudas que nos ha dejado la pluma familiar, tal vez un poco torpe.
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Las amistades de los Cordero no se limitaban a España y los países europeos de la emigración. Bien pronto Santiago Pío siente el ansia romántica de viajar por Italia. Y en Nápoles y Roma encuentran amigos a montones. De su calendario y agenda de amistades no habría que olvidar a 'signorinas' como Amalia Lecca, que vivió en la plaza Ascensiones a Chisia, 28; o Antonietta della Rocca de la Vía Giovanni Bausan, 36 o el Padre Goffredo de Vico Quecia, 1, en Nápoles. O la Baronesa de Abriola, 'segnorina' Federici en Giovanni Bausan, cercana a Antonietta. O la Blais o Belgiojiosa o Emma Pucci o María Salerno, o Emilia Ghio o la Miramont o di Lorenzo o Crevilli o María Luisa Bertilli o Anna Jovina en la Strada Santa Lucía o Ferotti o Feraud y Mazzitelli. Todas estas muchachas italianas, de Nápoles y Roma por más señas fueron compañeras de la nieta predilecta de Cordero, la señorita Clotilde que estudió en un colegio de religiosas en Marsella y a donde su abuela frecuentemente acudía.
Amigos íntimos de Cordero fueron Acebedo, Lafuente, Ordás, Manuel Vicente, Iglesias, Llamazares, San Juan, Monroy, Cerviño, Villapadierna, Mauricio, Hidalgo, Osorio. Y a estos socorre y da sus dineros cuando lo necesitan. Ninguno de estos fue beneficiado con su crédito generoso por menos de 2.000 reales y la mayor parte percibieron unos 6.000 reales.
Josefa Balbín ejerce de dama de compañía en la casa de la marquesa de Povaza. Ha sido antes una de las doncellas de más confianza de la Casa de Cordero y aún viviendo aparte, en casa de la marquesa hay una amistad honda que se traduce en cartas constantes. Ahora hace pantalones y enaguas y le escribe una carta a María Antonia sobre este detalle. Se alegra “como humilde servidora” de que esté mucho más mejorada.
Todavía a pesar de estar casada se dirige a ella como la señorita de Cordero y el dos de enero de 1852 se interesa por cuánto le cuesta la educación de los hijos de la Marquesa de Povaza en el colegio al que acuden. Josefa Balbín le contesta que 400 reales mensuales y que entran a las ocho de la mañana y salen a la misma hora de la noche. La ha recordado por Navidades. Le gustaría que le escribiera, pero por si no puede hacerlo que lo haga por ella Doña Eugenia.
Josefa Balbín llega a Madrid procedente de Aranjuez el 30 de junio y para entonces María Antonia se ha ido a los baños del Norte, por ver si mejora de su afección hepática.
![[Img #18183]](upload/img/periodico/img_18183.jpg)
Más adelante, en carta del 30 de julio cuenta a la hija de Cordero sus recuerdos y sobre todo de los niños, pues en su estancia en la Granja de San Ildefonso venían a su recuerdo aspectos de otros años. Pero la Pepa está deslumbrada por las fuentes de la Reina. Ella ha ido con la Marquesa, dejemos a su prosa el encargo de la descripción: “a mí también me gusta lo poco que he visto, que son algunas fuentes y una de ellas la de la reina, que es el agua más exquisita que he conocido; espero verla mejor, porque la señora Marquesa tiene que volver para el besamanos del día de San Luis y entonces irá por más tiempo y con este motivo la veremos mejor. Esta última iluminación no ha sido para el público, porque la Reina dio la comida en las salas bajas que dan frente a la cascada, la comida se acabó a las once y media y entonces dejaron entrar al que quisiera y yo vi con mucho gusto la cascada que es tan bonita que no puede figurárselo”.
En esta prosa ingenua y poco cuidada está la emoción de una persona minúscula que escribió una carta cualquiera, que nunca pudo imaginar que llegaría a publicarse.
Allí en la Granja encuentra a Sierra que le pregunta por el Maragato y por su hija. Y con él recuerda “nuestro viaje a Azpeitia; hoy ha hecho tres años que fuimos a la función de san Ignacio y se acordara usted del miedo que pasamos con aquellos hombres. Me hará usted el favor de decirle a mis primos que siento mucho su silencio, pues desde que tuvo el gusto de ir en compañía de usted, hace dos años, solo he recibido una carta”.
Ella los cree muy ocupados. De quien más se duele es de Miguel a quien piensa dejar su cariño y herencia. Da recuerdos para primos, sobrinitos –los hijos pequeños de Cordero- y pide a María Antonia tres varas de raso para el cuerpo de un vestido. Introduce igualmente dos cartitas. Una para Luisito, el nieto mayor de Cordero. Ella pide que se acuerde de cuando “nadábamos y jugábamos en los baños, porque tú no tenías miedo y creo ahora te sucederá lo mismo”. A Clotilde le pide que haga fiestas a su madre con sus gracias y no le dé mucha guerra y que se lo pase bien con su sobrinita Modesta –sobrina de papá Balbín- que este año veranea con los nietos de Cordero.
Nada nos ha de maravillar que Madame Perrard continúe escribiendo a María Antonia. Esto ocurrirá por supuesto en el verano del 51. Victorita continúa postineando, aunque recién casadita y acude a invertir dineros a la tienda de modas más elegante de la corte: “Por su hermana he tenido el gusto de saber de su buena salud y sus correrías por ese país en el que parece se divierte mucho, lo que celebro. Yo me abraso de calor gracias al mucho que hace y a lo muy atadita que me tiene la Casa de modas, sin embargo de que no hacemos nada por el verano. Remito a V. la gorrita lavada”.
Puesto que hemos hablado de compras, he de referirme a un librillo “de compras hechas para la Casa”. Se comienza a escribir con furia y luego desaparece la dedicación, aunque le servirá a Doña Carmen Alonso Rodríguez, ‘la monja’, para sus apuntaciones de gastos desde el mes de noviembre de 1904 a mayo de 1905.
Pero este librillo de cuentas fue abierto por Cordero en el año de 1844. Lo que allí se anota son adquisiciones hechas en Portugal, durante su exilio y estas con destino a su casa madrileña. Las cuentas y anotaciones están hechas en ‘reis’. Abre la marcha la cifra de 55.920 reises por loza inglesa. Y otra loza más inferior que adquiere para la cocina al reducido precio de 3.840 reises. La compra apuntada se extiende a dos fanellas u ollas, la cacerola, la cafetera, la chocolatera y la cafetera chica; que era muy cafetero el maragato. Cuatro palmatorias a 'pinto' que costaron cerca de 2.000 reises, una sartén de 500, un candil, un molinillo, tres despabiladoras (900 reises), el almirez y el fogón de 4.000 reises. Hasta se compró un carro de carbón por 2.750 reises. Quiere esto decir que la tal cuenta se hizo con adquisiciones portuguesas de las que se valió en su exilio, en piso alquilado en que vivía, pero con la mirada puesta en la nueva casa de la calle Mayor de Madrid.
Aparece igualmente otro libro de cuentas de la Casa, muy exfoliado y que corresponde a los años finales de la vida del Maragato. Aunque no sea representativo y se refiera a muy pocas páginas, se apuntan detalles como la arroba y media de pimiento o la de velas o la de perdigón. La cuenta con Matilde, una de las cocineras, la de Julián Calzada y la de Francisco Fernández por varios miles de reales. El atender en Navidades con las amistades por medio de mantecadas cuesta este año 288 reales. También envían chocolates y mantecadas a León aunque en menor cuantía; no obstante el Maragato apunte 120 reales, más 336 de lotería y 600 a Rodríguez por trabajos de inventario. Por este mismo año a más de otros 31 reales gasta 12.000 por cavar las viñas. Paga plazos de heredad. De un año para otro hay más gastos, pues pasa en los años liminares de la década del sesenta de 57.406 a 64.416. Le cuesta menos el viñedo y más la administración. Paga al cirujano Otero 200 reales y 187 le cuesta la cera del cabo de año.
Sabemos que Josefa Prieto era criada en la casa de Cordero. Entró a servir el uno de agosto de 1864 y el primer año ganó limpios 12 duros y desde el segundo 12 duros, dos camisas, un justillo, un dengue, pañuelo y calzado. Se compró un paño de ofrecer. Le dio a su padre 100 reales, luego un 'rodao'. Y le envió dinero a Santiago de Millas cuando Ignacio estuvo enfermo.
Lorenza Sal fue nodriza ganando 40 reales. Se compró mantón, pañuelo de algodón, un cobertor. Le cuesta 40 reales ir a ver a su madre a Brime. Al volver se compró unos zapatos. Sabemos que toda la ropa de las señoritas iba a parar a ellas. Lucía Rebaque es de Astorga y gana 40 reales.
De una compra que se hace y que asciende a cerca de 20.000 reales hay que destacar los 18.000 del vino, los 1.500 del chocolate, los 304 de mantecadas, 16 arrobas de aceite, siete de jabón, 12 cargas de centeno, casi otros tantos de trigo, garbanzos, arroz, sal, pimentón. De este casi tres arrobas –que estómago tenían-. Por cena apuntan 1.460. Por matanza, 2.000. Por cebada para el macho 400. Y las sardinas. Hay velas, seguros contraincendios, pero también adquisiciones nuevas en muebles: Sillería, lavabo y mesilla, cuatro armarios con su loza y cristal.
Pero no es el pulso de la economía lo que queremos tocar, sino el acercamiento humano a esta familia a través de estas palpitaciones menudas que nos ha dejado la pluma familiar, tal vez un poco torpe.
Las amistades de los Cordero no se limitaban a España y los países europeos de la emigración. Bien pronto Santiago Pío siente el ansia romántica de viajar por Italia. Y en Nápoles y Roma encuentran amigos a montones. De su calendario y agenda de amistades no habría que olvidar a 'signorinas' como Amalia Lecca, que vivió en la plaza Ascensiones a Chisia, 28; o Antonietta della Rocca de la Vía Giovanni Bausan, 36 o el Padre Goffredo de Vico Quecia, 1, en Nápoles. O la Baronesa de Abriola, 'segnorina' Federici en Giovanni Bausan, cercana a Antonietta. O la Blais o Belgiojiosa o Emma Pucci o María Salerno, o Emilia Ghio o la Miramont o di Lorenzo o Crevilli o María Luisa Bertilli o Anna Jovina en la Strada Santa Lucía o Ferotti o Feraud y Mazzitelli. Todas estas muchachas italianas, de Nápoles y Roma por más señas fueron compañeras de la nieta predilecta de Cordero, la señorita Clotilde que estudió en un colegio de religiosas en Marsella y a donde su abuela frecuentemente acudía.
Amigos íntimos de Cordero fueron Acebedo, Lafuente, Ordás, Manuel Vicente, Iglesias, Llamazares, San Juan, Monroy, Cerviño, Villapadierna, Mauricio, Hidalgo, Osorio. Y a estos socorre y da sus dineros cuando lo necesitan. Ninguno de estos fue beneficiado con su crédito generoso por menos de 2.000 reales y la mayor parte percibieron unos 6.000 reales.
Josefa Balbín ejerce de dama de compañía en la casa de la marquesa de Povaza. Ha sido antes una de las doncellas de más confianza de la Casa de Cordero y aún viviendo aparte, en casa de la marquesa hay una amistad honda que se traduce en cartas constantes. Ahora hace pantalones y enaguas y le escribe una carta a María Antonia sobre este detalle. Se alegra “como humilde servidora” de que esté mucho más mejorada.
Todavía a pesar de estar casada se dirige a ella como la señorita de Cordero y el dos de enero de 1852 se interesa por cuánto le cuesta la educación de los hijos de la Marquesa de Povaza en el colegio al que acuden. Josefa Balbín le contesta que 400 reales mensuales y que entran a las ocho de la mañana y salen a la misma hora de la noche. La ha recordado por Navidades. Le gustaría que le escribiera, pero por si no puede hacerlo que lo haga por ella Doña Eugenia.
Josefa Balbín llega a Madrid procedente de Aranjuez el 30 de junio y para entonces María Antonia se ha ido a los baños del Norte, por ver si mejora de su afección hepática.
Más adelante, en carta del 30 de julio cuenta a la hija de Cordero sus recuerdos y sobre todo de los niños, pues en su estancia en la Granja de San Ildefonso venían a su recuerdo aspectos de otros años. Pero la Pepa está deslumbrada por las fuentes de la Reina. Ella ha ido con la Marquesa, dejemos a su prosa el encargo de la descripción: “a mí también me gusta lo poco que he visto, que son algunas fuentes y una de ellas la de la reina, que es el agua más exquisita que he conocido; espero verla mejor, porque la señora Marquesa tiene que volver para el besamanos del día de San Luis y entonces irá por más tiempo y con este motivo la veremos mejor. Esta última iluminación no ha sido para el público, porque la Reina dio la comida en las salas bajas que dan frente a la cascada, la comida se acabó a las once y media y entonces dejaron entrar al que quisiera y yo vi con mucho gusto la cascada que es tan bonita que no puede figurárselo”.
En esta prosa ingenua y poco cuidada está la emoción de una persona minúscula que escribió una carta cualquiera, que nunca pudo imaginar que llegaría a publicarse.
Allí en la Granja encuentra a Sierra que le pregunta por el Maragato y por su hija. Y con él recuerda “nuestro viaje a Azpeitia; hoy ha hecho tres años que fuimos a la función de san Ignacio y se acordara usted del miedo que pasamos con aquellos hombres. Me hará usted el favor de decirle a mis primos que siento mucho su silencio, pues desde que tuvo el gusto de ir en compañía de usted, hace dos años, solo he recibido una carta”.
Ella los cree muy ocupados. De quien más se duele es de Miguel a quien piensa dejar su cariño y herencia. Da recuerdos para primos, sobrinitos –los hijos pequeños de Cordero- y pide a María Antonia tres varas de raso para el cuerpo de un vestido. Introduce igualmente dos cartitas. Una para Luisito, el nieto mayor de Cordero. Ella pide que se acuerde de cuando “nadábamos y jugábamos en los baños, porque tú no tenías miedo y creo ahora te sucederá lo mismo”. A Clotilde le pide que haga fiestas a su madre con sus gracias y no le dé mucha guerra y que se lo pase bien con su sobrinita Modesta –sobrina de papá Balbín- que este año veranea con los nietos de Cordero.