Andrés Martínez Oria
Martes, 08 de Diciembre de 2015

La duda razonable

Hay fuego en el hogar, pero el viento emboca

la chimenea y sopla su música de humo,

cenizas volantes y tumbos de llama.

                                         Jean Giono, Renadío.

 

 

Error de juicio. Por la tele dan la noticia de un padrastro joven que acaba de maltratar y abusar de una niña de apenas tres años. Monstruo de horror, sale esposado de un coche policial, zarandeado, vejado y escupido, camino del juzgado. La hija de su pareja acaba de morir en el hospital. El parte médico habla de golpes, moratones, quemaduras; violación, incluso. Se desatan las iras contra el monstruoso ejemplar humano. De no ser por la fuerza pública, habría sido linchado. Luego resulta que no, que la niña se había caído de un columpio, no hubo tal violación y las señales del cuerpecito eran de los intentos de reanimación; que el compañero de la madre era inocente, que el demonio era en realidad un ángel señalado en falso, para bochorno de los equipos sanitarios con protocolos de actuación dictados por los políticos de turno, las fuerzas de orden, los medios de comunicación y la presión de los propios ciudadanos. Para hacernos pensar un poco más, antes de suscribir a ciegas un juicio demasiado superficial. ¿Y si nos equivocamos? Conviene recordar aquello de 'Doce hombres sin piedad', no solo por si nos tocara ser llamados a un jurado popular, sino también a la hora de tener una opinión bien formada sobre lo que nos sueltan por los medios sobre cualquier cosa. Además, solemos errar mucho en nuestras apreciaciones, así que siempre es conveniente un atisbo de duda razonable antes de formarnos una idea equivocada. ¿Y si no hubiera sido así? Qué es peor, equivocarnos con el culpable o con el inocente; pese al dicho común, “piensa mal y acertarás”.

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