Luis Miguel Suárez Martínez
Domingo, 24 de Abril de 2016

Un Quijote del siglo XXI: El Quijote de Cerbantes

Miguel de Cerbantes, Don Quijote de la Mancha. Edición de Pollux Hernúñez y Emilio Pascual. Ilustraciones de Miguel Ángel Martín. Madrid, Reino de Cordelia, 2015, 2 volúmenes, 662+773 pp., 70 €.

 

 

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La conmemoración del IV centenario de la segunda parte del Quijote, en 2015, y de la muerte de su autor, en este 2016, han propiciado la aparición de diversas ediciones de su inmortal novela. Entre ellas, no puede dejar de destacarse esta que publica Reino de Cordelia al cuidado de Emilio Pascual y Pollux Hernúñez. Ya en su portada se encuentran dos detalles que llaman enseguida la atención del lector: el apellido del autor, escrito Cerbantes, en flagrante contradicción con los usos ortográficos, y los sugestivos trazos y colores de las ilustraciones de Miguel Ángel Martín. No son estas las únicas novedades.

 

Precisamente el prólogo está dedicado a justificar las particularidades  de esta edición, dirigida, según señalan los editores, al mayor número posible de lectores, tanto a los cervantistas, como a aquellos sin preparación filológica especial (p. 15). Para ello, se ofrece un texto remozado que busca “un equilibrio entre el respeto absoluto al espíritu del original y la adaptación de su forma escrita a los usos actuales” (p. 17). Por otra parte, el texto es el resultado del cotejo de numerosas ediciones, desde la princeps y otras coetáneas del autor, hasta las más solvente entre las actuales (y, en particular, las de Francisco Rico).

 

Otro epígrafe de la introducción está consagrado a una de las contribuciones fundamentales de este nuevo Quijote, la versiculación (pp. 25-27). En efecto, por primera vez, se introduce una división en versículos —como el que se utiliza ya en la Biblia, los clásicos grecolatinos y otras grandes obras de la literatura— que permite localizar cualquier pasaje fácilmente mediante un sistema de citas universal, que solventa el problema de la distinta paginación en las diversas ediciones. Leyendo estas páginas queda claro tanto el  inmenso trabajo realizado por los editores como la utilidad del mismo, que sin duda se convierte en punto de partida o de referencia inexcusable para futuras ediciones.

 

 

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Un buen despliegue de argumentos y no poca erudición encontramos en el apartado (pp. 28-32) que justifica la elección de la grafía Cerbantes, como él mismo firmaba, aunque, al parecer (p. 32), pronunciaba Serbantes. Ciertamente no les falta razón, pero en la ortografía el uso acaba siendo también árbitro ineludible, por lo que son conscientes de lo quimérico de su empresa: “Estamos convencidos de que nadie nos emulará, pero no por ello dejaremos pasar la ocasión de honrar así a aquel hombre singular que firmó Miguel de Cerbantes, satisfechos de que esa grafía suya quede plasmada al menos una vez en la historia de la edición de su obra mayor” (p. 29).

 

El prólogo se completa con un “Apéndice ecdótico” (33-38) y un índice de personajes (81-103). En el primero, una vez más con notable erudición y rigor filológico, se fundamentan las enmiendas más novedosas propuestas en el texto (no hay que olvidar por diversos motivos, las primeras ediciones del Quijote contenían múltiples erratas, algunas de las cuales se corrigen ahora, por primera vez). En el segundo, con el título de “Dramatis personae”, se recogen de forma minuciosa, indicando mediante el sistema de versículos su localización exacta en el texto y aderezándolos con un breve comentario —con frecuencia no exento de humor, ingenio e ironía—, todos y cada uno de los personajes —con nombre o innominados— del libro. Así, se hallan entradas como las siguientes Alifanfarón: “oveja o carnero ascendido emperador de la gran isla de Tapobana” (p. 82); Ama de don Quijote: “Pasa de los cuarenta, se muere por quemar libros y aún así hereda veinte ducados para un vestido” (p. 82), etc. Sin duda, su lectura asegura un indudable regocijo que traduce el espíritu del propio Cervantes en la novela.

 

 

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En cuanto al texto cervantino, aparte de la incorporación de las enmiendas ya señaladas en la introducción, se añaden las últimas novedades, por ejemplo, la 'Aprobación' de la primera parte de la novela, no incluida en la primera edición por razones que se desconocen y perdida durante varios siglos hasta que, como se nos aclara en la correspondiente nota (p.108), fue descubierta por Antonio Bouza en 2008 en el Archivo Histórico Nacional. Igualmente, se insertan entre corchetes —pues se agregaron en la segunda edición— el episodio del robo del jumento de Sancho (pp. 332-333) y el de su recuperación (p. 420).

 

Aparte de estas cuestiones filológicas que satisfacen las expectativas del especialista, es de destacar también que el texto ya de inicio atrae visualmente la atención del lector. A ello contribuyen tanto la presentación del texto propiamente dicho como las ilustraciones. En efecto, las notas, breves y precisas —a veces, formadas por una sola palabra, un sinónimo—, buscan aclarar rápidamente las dudas de vocabulario sin distraer la lectura. En otros casos, por ejemplo, se disipan las posibles dudas completando los versos de cabo roto (pp. 120-123; 127…). Para completar las explicaciones sin interrumpir la lectura se añade al final un completo y útil 'Diccionario de nombres propios' (pp. 665-733).

 

Por otro lado, las ilustraciones constituyen sin duda otro de los grandes atractivos de esta edición. El dibujante leonés Miguel Ángel Martín aporta la moderna estética del cómic  —género del que es una de las figuras españolas más reconocidas internacionalmente—, apropiada para un Quijote del siglo XXI. Sus dibujos ofrecen escenas no habituales entre los ilustradores u otras más frecuentes, pero en ambos casos desde una perspectiva moderna que no rehúye el matiz escatológico, cruento, erótico o inquietante —hasta la figura de la deforme Maritornes (p.256) transmite aquí una inquietante fascinación; como turbadora resulta la belleza de la pastora Marcela (p. 223)— y que destaca también por la viveza de su colorido (entre otros muchos ejemplos, véase esa espléndida ilustración a doble página (pp. 601-602) del capítulo 68 de la segunda parte).

 

 

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En definitiva, conjuga esta nueva edición pulcritud, esmero y rigor filológico, lo que la hace, como quieren sus editores, apta tanto para el cervantista como para cualquier otro lector, en especial, para el que se asoma por primera vez al Quijote no sin ciertas reticencias. Quizás sea esta una buena ocasión para sumergirse sin miedo en la obra cumbre de la literatura universal.

 

 

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