Mario Paz González
Sábado, 02 de Julio de 2016

Del Miño al Moldava… y al Guadalquivir

Proseguimos con la publicación de los diarios de La Galerna, la revista de 'Manual de Ultramarinos', de su Nº 3, DIARISMOS. Uno de cuyos artículos es el de Mario Paz González; traído del libro de Vicente Risco 'Mitteleuropa' en la parte que se refiere a Praga, cuando aún se percibía la sombra de Kafka, la de Gustav Meyrink y la presencia viva de Karel ?apek. Todavía en algún desván de Astorga se encuentran viejas ediciones de aquellos amados escritores gallegos: Vicente Risco y 'La puerta de paja', 'Arredor de sí' a cuyo rebusco anduviera Ramón Otero Pedrayo, discípulo del polígrafo Marcelo Macías. 'La burla negra' de José María Castroviejo o las Crónicas del difunto Sochantre de D. Álvaro Cunqueiro. Castelao es el que más bromea con la muerte, y desde su 'Ollo de vidro' otea nuestra actualidad. ¿Dictes moy ou, nèn quel pays...?

 

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Entre mayo y septiembre de 1930 el intelectual gallego Vicente Risco disfrutó de una beca de estudios en Centroeuropa, tiempo que aprovecharía para recorrer las calles de ciudades como Berlín, Praga o Viena. El diario en el que dejó constancia de sus vivencias durante aquella estancia, al que dio el título genérico de Mitteleuropa, se publicaría de manera intermitente en la revista Nós desde julio de 1930 hasta 1935 y sería recogido, en parte, en un libro homónimo editado en 1934.

 

Aunque dicho volumen incluye únicamente la parte dedicada a Alemania, podría decirse que las anotaciones correspondientes al tiempo que pasó en Praga tienen un carácter singular. Cumplida ya buena parte de su estancia y de la investigación que lo había llevado hasta allí para estudiar etnografía y folklore, se percibe en su actitud frente a lo que ve un tono sin duda mucho más relajado. Si la gran urbe berlinesa parecía agobiarlo, aunque despertase en su imaginación el recuerdo de Vigo, de Ourense o de Allariz, en las calles Praga, que recorre febrilmente desde su llegada, parece encontrarse mucho más cómodo, observando las “tenduchas como las nuestras, chapuceras y algunas poco limpias, cristaleras pequeñas instaladas en las ventanas bajas, trabajos artesanos en los rincones, y todo tan familiar y a la confianza, que de no ser por las casas barrocas, Renacimiento y siglo XIX con cúpulas en las esquinas, aquello parecería una gran Ribadavia”. En esa Praga más acogedora, sencilla y alejada del “artificialismo y ordenanza de Berlín”, uno “parece que se encuentra en casa”, llegará a decir. Las comparaciones con su tierra lejana (que lo acompañan en el viaje ya desde que entra en Castilla) se intensifican y se concentran ahora de una manera pasmosa. La cerámica de Bohemia (que le recuerda la de Sargadelos), los santos de las iglesias, las gaitas del Museo Etnográfico o la cuestión lingüística, todo le trae a la memoria su Galicia natal. 

 

Conviene destacar algo que, tal vez, no deja de ser una curiosidad más. Cuando Risco estuvo en Praga, hacía sólo seis años que había fallecido Franz Kafka, hombre de alguna manera 'inadaptado' como diría de muchos otros el propio Risco en el manifiesto de la Generación Nós escrito más de diez años antes. Esto quiere decir que la Praga de Kafka (si alguna vez existió) seguía viva aunque, en aquel verano de 1930, no sólo la obra del autor checo no había conseguido apenas repercusión, sino que sus padres, sus hermanas, sus cuñados, los amigos, como Max Brod, los compañeros de trabajo... todavía deambulaban por la ciudad del Moldava. Concretamente los padres Kafka morirían en 1931 (Hermann) y 1934 (Julie); las hermanas, como tantos otros judíos, en los campos de concentración nazis años después. Puede ser que Risco se cruzara con ellos en sus paseos por las calles de la Ciudad Vieja, donde vivían frente a esa iglesia de San Nicolás que tanto le llamó la atención. En la calle Celetná, que el escritor orensano compara con la Caldereiría de Compostela, estuvo la tienda del padre de Kafka. De hablar con él o con la madre, podrían haberle dicho que un hermano de ella, Alfred Löwy (muerto en 1923), había vivido en España y que había ocupado, nada menos, que el cargo de director de la Compañía de Explotación de los ferrocarriles de Madrid a Cáceres y Portugal. ¿Quién nos asegura que alguno de aquellos hombres que Risco describe en la Alte-Neu Synagoge, “de sombrero claro y bigote recortado”, no podría ser el propio Max Brod, de su misma edad, quien siete años después publicaría una biografía del amigo muerto y que en 1939 se exiliaría definitivamente del reino de Bohemia huyendo del antisemitismo creciente para dedicar parte de su vida a difundir la obra de Kafka? Quizás es descabellado pensar todo esto. O no, si tenemos en cuenta que en Berlín Risco había asistido a una conferencia de su admirado Rabindranath Tagore y había cenado con Francisco Ayala, aunque este no lo mencione en sus memorias.

 

 

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En fin, todo esto no es más que un juego ocioso que no pretende salir del campo de la pura especulación, quizás porque una ciudad como Praga se presta en buena medida a ello. Cualquiera puede preguntarse, como hizo el ensayista italiano Angelo Maria Ripellino, si Praga existe en realidad o “se trata, más bien, de un país imaginario”.

 

Pero hay todavía un detalle más que resulta curioso y que se debería comentar.

Kafka no era entonces el escritor más popular de Praga, ni mucho menos. Tampoco Max Brod, ambos, por cierto, escritores en lengua alemana siendo el checo el idioma oficial desde el fin de la Gran Guerra. Era precisamente esa la lengua de un autor mucho más conocido en aquellos años, Karel ?apek, integrante junto con su hermano el pintor Josef ?apek, de uno de los grupos de artistas más importantes de la vanguardia checa. Karel ?apek ha pasado a la historia como el inventor de la palabra “robot” en su obra teatral R.U.R. (Rossum’s Universal Robots) (1920), en la que una empresa se dedica a crear humanoides (¿herederos del Golem?) como mano de obra barata. Pues fue, precisamente, 1930, cuando Risco estuvo allí, el año en que ?apek publicará un libro titulado Viaje a España, en el que relata su periplo a la inversa con respecto al de Vicente Risco, comenzado también en primavera, pero un año antes, cuando acudió a nuestro país a visitar en Sevilla la Exposición Iberoamericana de 1929.

 

Entre ambos diarios, el de Risco y el de ?apek, pueden apreciarse numerosas similitudes, sobre todo a nivel formal. Ambos combinan la ordenación cronológica y temática; en ambos aparecen numerosas descripciones que delatan la gran capacidad de observación de los dos escritores; y ambos incluyen, junto al texto, ilustraciones realizadas por los propios autores, unos dibujos de trazo firme y esquemático que casi podrían parecer elaborados por la misma mano. Pero las similitudes terminan ahí, porque, en lo que a contenido se refiere, mientras Vicente Risco trata de ahondar en todo lo que ve, Karel ?apek, sin quedarse  completamente en la superficie, parece que hubiera venido a España en busca del pintoresquismo que, a la postre, acaba encontrando. Aún así, sus descripciones no tienen desperdicio: “La torre cuadrada rodeada de muros: parece más un castillo que una aldea. Se compenetra con aquel suelo pedregoso del modo que los viejos castillos se identifican con la roca en la que se levantan. Las casitas se aprietan unas contra otras como si esperasen un ataque; en medio de ellas se alza la torre como un centinela”, llegará a decir de los pueblos de Castilla. Risco se codeó con la intelectualidad alemana de Praga, así que es poco probable que pudiese llegar a conocer a ?apek. Aunque su autor era ya universalmente conocido, pues R.U.R. se había convertido en un éxito mundial con representaciones en Londres, París o Nueva York. Tampoco parece factible que el orensano llegase a conocer el libro del viaje de ?apek, escrito en checo, lengua que Risco no conocía, por lo que lo más probable es pensar que las similitudes entre ambos libros pueden deberse, sin duda, a la casualidad.

 

 

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Por eso, quizás, debería comentarse una curiosidad más. En los años ochenta del siglo pasado ambos libros se reeditaron en España. El de Risco en 1984 por la gallega editorial Galaxia, justo cincuenta años después de su publicación original. El de ?apek en 1989 por Ediciones Hiperión, en traducción del checo de Jana Stancel y Clara Janés. La similitud en este caso no solo está en la cercanía de las fechas, sino también en el innegable parecido entre las portadas de ambos, probablemente también fruto del azar. Una vez más.

 

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