José N. Fuertes Celada
Domingo, 30 de Octubre de 2016

Un libro de nadie

Mario Pérez Antolín. de Nadie. Ilustraciones, Nuria Cadierno. Editorial Páramo. Valladolid, 2016. 

 

 

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Comienza el libro de poemas ‘de Nadie’, de Mario Pérez Antolín por personalizar el pronombre y jugar al doble sentido como ya lo hiciera Homero, como lo hizo Pound.  ‘Nadie’ es así el nombre de  alguien, al tiempo que eso nadie es quien no es.

 

‘de Nadie’ viene precedido por un prólogo de Juan Carlos Mestre: ‘La incógnita de nacer’, e incluye 15 soberbias ilustraciones de Nuria Cadierno; luego ya el poemario se articula en torno a tres títulos o secciones: ‘Ni mío’, ‘Ni tuyo’, ‘Ni suyo’.

 

El principio de ‘Ni mío’ es en tono oracular con un verso inicial que más parece un título: “La oración del lumpen.” Donde se visiona la vida de quienes han nacido del lado equivocado. Esta oración termina con un sarcasmo sobre la cacareada esperanza que deberían de tener: “los bienaventurados que heredarán las pocilgas del cielo”.

 

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Hay en ‘de Nadie’ un ir y venir de lo existencial a lo surreal. Esa doblez de la existencia se resuelve del lado moral, como en Jekyll, y luego de pasar por un tiempo de oscuridad y de prostíbulos desemboca en una sentencia casi epicúrea: “A lo que aspiro es a que reverdezca algún brote / en esta osamenta de roble viejo y apacible.” (pg. 17)

 

La vida y la muerte se dan la mano en varios de estos poemas, mutuamente se testifican, se hacen necesarias. Pero lo más necesario es el sucederse, el dejarse espacio. El paisaje ideal es el de la desaparición. Más adelante y al comienzo de ‘Ni tuyo’ se planteará esta desaparición como problemática, pues deja un lugar contaminado, encapsulado, invivible. (IV. pg. 20)

 

Ese ‘Ni mío’ es el mundo que deja de ser el mío, porque tiene que ser entregado. En esa edad de la vida en el que se aventura ya el fin, en que se reconocen la erosión, los derrubios del tiempo, aún se insiste en el apuramiento: “Pero habrá merecido la pena jugarse el tipo por un anhelo, / siempre que sea supremo / y después reine el repentino absoluto.” (VII, pg. 23)

 

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Hay una concatenación de vida y muerte, de vida y vida que aquí se ejemplifica en la sucesión de humanos que se turnan en el ejercicio de una profesión, fueron cura y fueron todos el barbero; somos el contable. Por ellas pasa la humanidad entera, salvo quienes no hicieron algo de ese profesar. Maldice entonces  y excluye de la humanidad que testifica al “fantasma impoluto del amo altivo”.

 

Hemos desempeñado nuestro oficio de hombre, lo hemos transmitido, al final se recuerdan sobre todo detalles nimios, el término de la esperanza: “La impedimenta innecesaria / que da sentido a una vida casi perfecta” (pg. 39) cabe en los bolsillos: cuatro migas, el juguete extraviado del hijo, un bolígrafo destintado, todo ello al punto del despojamiento, a dar el paso a más allá.

 

Ese mundo que se deja, es un mundo extraño ya para nosotros. Hubo un problema en la transmisión que no dio el mundo por tuyo. ‘Ni tuyo’ se denomina esta segunda parte. Hay variedad en la personificación de los otros, desde Lo totalmente otro’ a  ‘Juan de la Cruz’, un Prometeo mal encadenado; o el anciano olvidado “en el rincón más oscuro de la casa grande.” También los personajes de la tragedia como Antígona o Hamlet.

 

Apela a Dios con un ‘Mea culpa’ por lo que los humanos hemos hecho de su creación. Los dos últimos versos del (I. pg. 39) trastocan el sentido de aquel arrepentirse: “Te rogamos, Señor, que nos permitas preñarte / antes de cumplir tus profecías.” Lo que en gran manera terminaría por cumplir la profecía de un Dios encarnado en la humanidad. Hijo de hombre, hijo de Dios, como forma de repetición, condena y definitiva perdición del mundo.

 

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Esta visión pesimista acerca del mundo que dejaremos a las 10.000 generaciones, si llegara a haberlas, solo se suaviza en el proceso reflexivo, como si el pensar filosófico pudiera llevar a la supervivencia algo más que la conciencia, como si pudiera vencer a la ley de la materia, a las de la economía incluso Entonces sobrevuelan esas grullas, que son sin memoria, y en esa imagen juegan el instinto y la comprensión. ¿Será en esta dónde anide la salvación? Solo el humano lanzado a su caza puede regresar con la belleza del vuelo.

 

De la belleza de ese lento pasar sin memoria a la belleza del cadáver de una Madonna  que traerá en avanzadilla la muerte propia. Remata esta sección del libro con la confesión de que son el amor y la belleza de ese amor lo que nos salva. Un mensaje de amor que resuelve en oxímoron la imposibilidad de no poder contra la muerte: “Mensajero… / le dirás; / que estoy carnalmente / abrasado de espíritu / por ella, / le dirás, / mensajero, / cuando la veas.” (IX. pg. 53)

 

‘Ni suyo’ es la tercera parte de este poemario y resulta difícil captar a quién se refiere, si a la muerte o a su amada muerta. No obstante va a haber un vaivén de conversión de la una a la otra.

 

Constatado el desvanecer de la atracción física del primer roce enamorado; su ausencia sincroniza con la incomprensión de la ausencia de los seres amados, en términos menos metafísicos que antes.

 

Entonces volvemos atrás, al (IV. pg. 20), o al primer poema de la sección segunda (I. pg. 39) y se replantea el problema de la entrega del mundo a la generación venidera. El poema IV de la página 62 es muy hermoso al tiempo que terrible: “Cae la nieve / sobre las cenizas tibias / del bosque quemado. // Nada tan limpio / cubrió nunca / una esterilidad de grafito. // Los pájaros que se salvaron / recelan de los árboles / y anidan en el aire.” Una visión de fin de mundo, de paisaje luego de la batalla, un espacio en vilo, sin espesor en el cual poder fijar un nido.

 

En su rebelión contra la muerte y el reconocimiento de la imposibilidad de vencerla se entregará al milagro como manera de evitar la locura. No se comprende que el amor por alguien y de alguien pudieda desaparecer. Se personifica la muerte en esa mujer: “Tiene candor suficiente / como para vaciar las cárceles / y abrir las fronteras.” (VII. pg. 66). El oxímoron reiterativo abre el paso a lo inconcebible.

 

Se dan pasos atrás, ante este triunfo de la muerte, se merodea como un poseso, se pierden las conquistas más realistas de antes. En XI, las aliteraciones provocan la rima interna, es difícil entonces ceder al significado que salta los sentidos. Se produce una rebeldía de la sombra, del doble, del alma, ante esa oscuridad sin nombres, sin identidad, ante la sospecha de que aquel querer no tenga ya cobijo. La nada en sombras permanece identificada y es la mía de la tuya enamorado.

 

Finaliza el poemario con una imagen teresiana; en rebeldía con lo que se avista, contra el sino, contra la cobardía de no dar el paso a ti, hacia allá donde estuvieses. Es por ello que la pauta de cada paso dado ha sido otra, no la que aparece. Todo aparece como debiera, pero es de diferente forma. Las viejas costumbres con un sentido en torsión, retomando la inutilidad de su importancia, haciéndola útil en su forma de supervivencia.

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