El Solito Trovador
Lunes, 13 de Enero de 2014
'Spagnolo' en la estación de Aosta
Tras una semana estancado, hechizado, adormecido quizás en Lausanne, a orillas de un lago de leyenda, continúa el viaje y por tanto las crónicas.
En la estación de trenes de Lausanne me monté en el coche con una pareja joven de franceses que se dirigían a Venecia y que iban a dejarme en Aosta, una localidad del nordeste italiano donde me recogería un conductor con quien había contactado por internet y que me iba a llevar a Modena. Me dejaron en una estación de servicio cerca de Aosta a eso de las once de la noche.
Fue mi primer contacto con Italia. Allí ya no se hablaba francés y yo no tenía ni idea de italiano. Afortunadamente la estación de servicio estaba abierta toda la noche, ya que no me recogerían hasta eso de las cinco y media de la mañana. Intenté hablar algo con la camarera, pero era incapaz de pedir un café con leche y además estaba cansado. No obstante, aquel cambio repentino de idioma y de cultura empezaba a seducirme.
Me senté con el café. Tenía que tomarme con calma la noche, pues iba a ser larga. Estuve entretenido con las canciones italianas de la tele y con los libros que llevaba. Mi imagen debía de ser curiosa, horas allí sentado con el equipaje alrededor, esperando algo o a alguien. A quien no esperaba era a la chulesca pareja de policía que se me acercó con aires de seguridad absoluta de que ese solitario viajero tenía algo por lo que ser interrogado e identificado. Después de dar mil vueltas a mi DNI, examinarlo y llamar -¿a estos polis italianos no les enseñaron que a las tres de la mañana no se debe llamar por teléfono a no ser que se trate de algo muy importante? ¡Quizás me consideraban algo muy importante!- se acercó uno de ellos, moviéndose como un centurión romano, para devolverme el carnet y dejó caer entre dientes un "spagnolo" cargado de una extraña mezcla de complicidad y arrogancia.
Las horas siguieron pasando en el valle de Aosta, una noche fría de cielo absolutamente estrellado... hay un bonito cuento que habla sobre ello. ¿Lo dejamos para la siguiente crónica?
![[Img #7296]](upload/img/periodico/img_7296.jpg)
Tras una semana estancado, hechizado, adormecido quizás en Lausanne, a orillas de un lago de leyenda, continúa el viaje y por tanto las crónicas.
En la estación de trenes de Lausanne me monté en el coche con una pareja joven de franceses que se dirigían a Venecia y que iban a dejarme en Aosta, una localidad del nordeste italiano donde me recogería un conductor con quien había contactado por internet y que me iba a llevar a Modena. Me dejaron en una estación de servicio cerca de Aosta a eso de las once de la noche.
![[Img #7295]](upload/img/periodico/img_7295.jpg)
Fue mi primer contacto con Italia. Allí ya no se hablaba francés y yo no tenía ni idea de italiano. Afortunadamente la estación de servicio estaba abierta toda la noche, ya que no me recogerían hasta eso de las cinco y media de la mañana. Intenté hablar algo con la camarera, pero era incapaz de pedir un café con leche y además estaba cansado. No obstante, aquel cambio repentino de idioma y de cultura empezaba a seducirme.
Me senté con el café. Tenía que tomarme con calma la noche, pues iba a ser larga. Estuve entretenido con las canciones italianas de la tele y con los libros que llevaba. Mi imagen debía de ser curiosa, horas allí sentado con el equipaje alrededor, esperando algo o a alguien. A quien no esperaba era a la chulesca pareja de policía que se me acercó con aires de seguridad absoluta de que ese solitario viajero tenía algo por lo que ser interrogado e identificado. Después de dar mil vueltas a mi DNI, examinarlo y llamar -¿a estos polis italianos no les enseñaron que a las tres de la mañana no se debe llamar por teléfono a no ser que se trate de algo muy importante? ¡Quizás me consideraban algo muy importante!- se acercó uno de ellos, moviéndose como un centurión romano, para devolverme el carnet y dejó caer entre dientes un "spagnolo" cargado de una extraña mezcla de complicidad y arrogancia.
Las horas siguieron pasando en el valle de Aosta, una noche fría de cielo absolutamente estrellado... hay un bonito cuento que habla sobre ello. ¿Lo dejamos para la siguiente crónica?
![[Img #7294]](upload/img/periodico/img_7294.jpg)