Alcorques
PABLO PEYUCA GONZÁLEZ. Concejal del PAL /
Dice el refrán que “cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas”. Y, como buen refrán que hunde sus raíces en la vasta sabiduría popular, tiene toda la razón.
Hay quien cree que vale por lo que tiene y por eso se afana en acopiar o, en su defecto, aparentar que tiene. Pero luego, tarde o temprano, sale a relucir el latón y lo que aparenta resulta no ser y lo que parece que valía, aún vale menos a los ojos de los demás.
Eso es precisamente lo que les pasa a algunos que, bajo el manto de las siglas y el color de una franquicia política, parece que son y no son nada. Por no ser, no llegan ni a “cuatro y el cabo”. Aparentan y no dan el pego. Se les ve el latón continuamente.
Dicen que tienen “proyecto de ciudad”, aunque jamás vio nadie nada de eso. Critican todo lo que hacen las demás fuerzas políticas. Nada de lo que hacen los otros les parece suficiente ni apropiado. Nadie acierta ni una y todos (los otros) están equivocados o, lo que es peor, lo hacen sólo para beneficiarse o en provecho (político y/o individual) propio. Siempre el mismo y cansino discurso trufado de términos propios de hace dos siglos.
Pero esos que tanto aparentan, figuran, critican y acosan, luego no tienen ni “proyecto de cuidad” ni nada que se le parezca. Probablemente, ni siquiera sepan qué es eso, pero les parece que “quedan bien” diciéndolo. Lo que critican de los demás, luego lo acaban copiando ellos porque de iniciativa propia, nada. Lo que ellos acaban haciendo (copiando, más bien), dicen que lo hacen por los demás (permítanme reírme mientras lo escribo)…
Un conocido economista nacional definió una vez a alguna de esas franquicias políticas como “movimiento populista sobrado de demagogia”; justo lo que ellos tienen siempre en la boca para definir a sus rivales: “populistas”, “demagogos”, “a sueldo de…”. Incluso hablan de que a los demás “no nos duele Astorga”, cuando lo que les duele a ellos es que Astorga, una y otra vez, les condena a la más absoluta marginalidad política cuando llega la hora de votar.
Los astorganos no son tontos y les ven el latón. Tanto se les ve, que cuando ya parece que se les agotaron los ridículos recursos que tienen, ahora hacen lo que tanto critican al PAL y en una demostración de su poderío habitual para solucionar los graves problemas y la crisis de Astorga, piden que el Ayuntamiento plante árboles en “los lugares de las aceras destinados para ello”.
El colmo de la simpleza. Tan simple y limitado, que ni siquiera se han molestado en averiguar que esos “lugares” se llaman alcorques. Pero, como decía antes, no dan ni para eso. Sólo para criticar sin dar jamás solución viable alguna y para aparentar, eso sí, bien parapetados tras unas siglas para que no se vea que detrás no hay nada.
Señores, menos citar a Antonio Gramsci (marxista nacido en 1891, como no podía ser de otra manera) y más escuchar a los ciudadanos. Menos hacerse el listo y el sabio y más atender las demandas de los vecinos. Menos aparentar lo que no se es y más estar al servicio de la ciudad.
Pero no quiero ser yo quien les diga lo que tienen que hacer. Hagan lo que les dé la gana, como hasta ahora, y reciban de la ciudad el merecido premio a su “labor”: la marginalidad política más hiriente.
PABLO PEYUCA GONZÁLEZ. Concejal del PAL /
Dice el refrán que “cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas”. Y, como buen refrán que hunde sus raíces en la vasta sabiduría popular, tiene toda la razón.
Hay quien cree que vale por lo que tiene y por eso se afana en acopiar o, en su defecto, aparentar que tiene. Pero luego, tarde o temprano, sale a relucir el latón y lo que aparenta resulta no ser y lo que parece que valía, aún vale menos a los ojos de los demás.
Eso es precisamente lo que les pasa a algunos que, bajo el manto de las siglas y el color de una franquicia política, parece que son y no son nada. Por no ser, no llegan ni a “cuatro y el cabo”. Aparentan y no dan el pego. Se les ve el latón continuamente.
Dicen que tienen “proyecto de ciudad”, aunque jamás vio nadie nada de eso. Critican todo lo que hacen las demás fuerzas políticas. Nada de lo que hacen los otros les parece suficiente ni apropiado. Nadie acierta ni una y todos (los otros) están equivocados o, lo que es peor, lo hacen sólo para beneficiarse o en provecho (político y/o individual) propio. Siempre el mismo y cansino discurso trufado de términos propios de hace dos siglos.
Pero esos que tanto aparentan, figuran, critican y acosan, luego no tienen ni “proyecto de cuidad” ni nada que se le parezca. Probablemente, ni siquiera sepan qué es eso, pero les parece que “quedan bien” diciéndolo. Lo que critican de los demás, luego lo acaban copiando ellos porque de iniciativa propia, nada. Lo que ellos acaban haciendo (copiando, más bien), dicen que lo hacen por los demás (permítanme reírme mientras lo escribo)…
Un conocido economista nacional definió una vez a alguna de esas franquicias políticas como “movimiento populista sobrado de demagogia”; justo lo que ellos tienen siempre en la boca para definir a sus rivales: “populistas”, “demagogos”, “a sueldo de…”. Incluso hablan de que a los demás “no nos duele Astorga”, cuando lo que les duele a ellos es que Astorga, una y otra vez, les condena a la más absoluta marginalidad política cuando llega la hora de votar.
Los astorganos no son tontos y les ven el latón. Tanto se les ve, que cuando ya parece que se les agotaron los ridículos recursos que tienen, ahora hacen lo que tanto critican al PAL y en una demostración de su poderío habitual para solucionar los graves problemas y la crisis de Astorga, piden que el Ayuntamiento plante árboles en “los lugares de las aceras destinados para ello”.
El colmo de la simpleza. Tan simple y limitado, que ni siquiera se han molestado en averiguar que esos “lugares” se llaman alcorques. Pero, como decía antes, no dan ni para eso. Sólo para criticar sin dar jamás solución viable alguna y para aparentar, eso sí, bien parapetados tras unas siglas para que no se vea que detrás no hay nada.
Señores, menos citar a Antonio Gramsci (marxista nacido en 1891, como no podía ser de otra manera) y más escuchar a los ciudadanos. Menos hacerse el listo y el sabio y más atender las demandas de los vecinos. Menos aparentar lo que no se es y más estar al servicio de la ciudad.
Pero no quiero ser yo quien les diga lo que tienen que hacer. Hagan lo que les dé la gana, como hasta ahora, y reciban de la ciudad el merecido premio a su “labor”: la marginalidad política más hiriente.