Oscar González García
Jueves, 27 de Febrero de 2014

Iglesia y política

A pesar de haber sido un ateo irredento durante la mayor parte de mi vida, he sido completamente feliz y no he sentido vacío alguno en mi espiritualidad ni en mi moral. Incluso soy de aquellos que disfrutan de la Historia y el Arte generados por las diferentes confesiones, especialmente por la cristiana, la cual, ha sido, es y será herencia de aquellos que hemos ido a nacer por esta parte del mundo, seamos creyentes o no.
 
Sin embargo, no pueden dejar de incomodarme, que no sorprenderme, las constantes referencias a la religión mezclada con la política que tenemos en este nuestro aconfesional país. Y es que sí, lectores y lectoras, la Constitución española de 1978 en su artículo 16 establece que ninguna confesión tendrá carácter estatal, aunque el Estado debe tener en cuenta las creencias de la sociedad. Sin ser jurista entiendo que esas creencias a que hace referencia la Carta Magna no implican de forma exclusiva a los cristianos, sino que incluirían al resto de religiones o, y vamos más allá, a aquellos que no creemos en nada ajeno a lo terrenal.
 
Es por eso que entiendo como un atentado a mi libertad que Fátima Báñez se encomiende públicamente a la Virgen del Rocío y que Fernández Díaz diga que Santa Teresa intercede por España en estos recios tiempos.
 
Pero no tenemos por qué irnos a la esfera estatal, ya que en nuestra más próxima esfera también vemos ejemplos de esto. Los políticos municipales nunca faltan a la cita de la Semana Santa astorgana en la parte final de las procesiones. No digo que se eliminen estas fiestas, ni mucho menos; soy consciente de su impronta cultural, del sentir de mucha gente y de la importancia que tienen para nuestra ciudad pero, ¿es realmente necesario que los ediles cierren los desfiles?
 
Esta misma semana ha publicado el Diario de León como nuestra alcaldesa pedía a Santa Marta trabajo para frenar el paro, y hemos visto como la Iglesia ha recaudado 249 millones de euros a través del IRPF.
 
¿Es este realmente un Estado aconfesional? ¿Lo son nuestros municipios? ¿A quién se está respetando aquí?
 
Mi reflexión más personal sobre este asunto me surgió cuando hace pocos meses enterramos a la madre de un amigo y me pregunté: el día que yo fallezca en Astorga… ¿Existe una sola sala en algún tanatorio donde mi familia pueda despedirme sin que haya un crucifijo cerca?
 
Mientras la gente y los políticos sigan mirando hacia las alturas y no hacia las “bajuras”, me temo que difícil está para salir de esta.
 
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