Asociación de Carnaval 'Las Brujas' de Astorga
Jueves, 13 de Marzo de 2014

Sabor amargo en Piñata

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Qué mejor ocasión para pasar un buen día en Astorga con tus amigos de siempre y con todos los que vienen de fuera, que en la fiesta del carnaval. Son ya muchos los años en los que corren por mis venas sangre y juerga carnavaleras. Nadie se imagina la ilusión con la que se prepara año tras año el esperado disfraz, con todo lo que ello conlleva: horas de reuniones con el grupo, de ensayos, de pruebas, de modista, de reuniones en el ayuntamiento... de miles y miles de cosas. Pero ¡quién me iba a decir a mí que, después de estar esperando tanto tiempo como loca ese día, todo iba a salir mal!
       
Este año íbamos encabezando el desfile, puesto que el año pasado ganamos el primer premio. Todos éramos un manojo de nervios, de emoción y de energía contenida por todo lo que habíamos trabajado para ese momento. Lo que debía ser una fiesta comenzó mal desde el primer momento cuando, nada más salir, nos colocaron una charanga en la parte final del grupo, sabiendo que no había ningún grupo detrás, sino otra carroza. La organización debería haber previsto que, con esa medida, la mitad de nuestros integrantes no escucharía la música de nuestra propia carroza, con lo que no se podría seguir la coreografía y el grupo quedaría destrozado. A pesar del cabreo inicial, fácilmente imaginable, seguimos con la sonrisa en la boca durante dos horas y media, sin cesar de bailar -como podíamos- y de disfrutar. Pero lo peor estaba aún por llegar.
        
Justo cuando el desfile giraba hacia la Plaza del León y el Águila para continuar hacia la Plaza Mayor, todo cobró un giro inesperado. Nuestra carroza, que debería haber seguido ese mismo camino, fue obligada a continuar en línea recta y a parar la música, cosa que hacen todos los años y de lo que nos hemos quejado reiteradamente. Pensábamos que se habrían equivocado y que la carroza daría marcha atrás para continuar con el desfile, pero, ante nuestra sorpresa, fuimos increpados por la organización y nos comunicaron que o seguíamos sin carroza y sin música o nos retirábamos para que el desfile continuara. Aquello empezaba a parecerse a un concurso de baile sin música. Una de nosotras trató de explicarles a quienes nos obligaban a aquel itinerario absurdo que el Ayuntamiento, en su última reunión y delante de todos los demás grupos, "nos había dado permiso para que la carroza atravesase la Plaza del León y el Águila y luego fuéramos solo nosotras las que entráramos en la Plaza Mayor". Ante la negativa reiterada de los miembros de la organización allí presentes, el tono comenzó a elevarse. Nosotras seguimos diciéndoles que teníamos permiso para hacerlo, pero ellos insistían en repetir que no sabían nada (aún nosotras sabiendo que eso no era así ) ignorando, al parecer, los acuerdos a los que habíamos llegado en el Ayuntamiento. La desesperación, la tristeza y la desilusión comenzaron a apoderarse de los miembros de nuestro grupo.
        
Como otros años, la entrada a la Plaza del Ayuntamiento se estaba estropeando, pero esta vez obligados directamente por la organización. Todas las personas que nos esperaban en esa zona se quedaron sin vernos. Lo más desagradable llegó cuando apareció una señora con equipación azul y chaleco reflectante, en el que ponía en letras mayúsculas 'LOCAL'. Fue entonces cuando todo acabó por desmoronarse. Sin ton ni son, la señora comenzó a darnos voces, repitiendo una y otra vez que a ver si queríamos que llamara a su jefe. Ante tal actitud, le respondimos que llamara a quién tuviera que llamar, porque nosotros teníamos permiso del Ayuntamiento. Ella insistió en su actitud y, sacando pecho, se señalaba el uniforme preguntándonos, con un talante de prepotencia y de superioridad, si sabíamos qué significaba eso, para acabar recalcando que allí ponía 'PO-LI-CÍA LO-CAL'. Esta conducta me pareció insólita, impropia de estos tiempos. Llegué a pensar que era alguien disfrazado o que había por allí alguna cámara oculta, dada la forma de hablarnos y la falta de respeto que mostraba ante unos ciudadanos que tenían un problema y al que no solo no le buscaba una solución, sino que lo agravaba aún más con su actitud.
           
Desmoralizadas, maltratadas y lamentando que no se cumpliera lo acordado, el grupo se deshizo. Cuando, más tarde, nos fuimos a la Plaza Mayor para seguir disfrutando de todo el ambiente del carnaval y, a la hora de los premios, nos enteramos, ante nuestra sorpresa, de que habíamos sido descalificadas por no entrar por la Plaza Mayor. O sea, la organización no cumplió los acuerdos y, encima, nos descalificó.
           
Ante esto yo me pregunto que si nosotras hacemos lo que la organización nos pide, si solicitamos los permisos oportunos, si cumplimos lo que está en las bases, si empleamos nuestro tiempo en acudir a las reuniones y, cuando llega el momento de la verdad, es la propia organización la que nos coloca una charanga que nos molesta, no nos deja pasar por donde se había acordado y, encima, nos descalifica, ¿quiénes son los culpables y quiénes las víctimas? ¿qué manera de organizar un desfile es ésta? ¿qué imagen habrán sacado los que presenciaron el suceso y que tenían conocimiento de lo que se había acordado? No estamos hablando ya de unos premios, sino de la dignidad de unos ciudadanos que no han sido tratados correctamente por los responsables de esta fiesta. Nadie parece contar con el enorme esfuerzo que hacemos para dignificar el carnaval. A la hora de la verdad, los acuerdos se sustituyen por los gritos de una señora, servidora pública, y por la incomprensión o la ignorancia de los responsables allí presentes. No nos apoyaron las autoridades esta vez. No vimos que estuvieran con nosotras.

 Mi sensación del sábado de Piñata de 2014 fue la de un gran sabor amargo, muy amargo"
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