Redacción
Domingo, 16 de Marzo de 2014
Carmen Martínez fue las voces de cinco poetas vascos
Carmen Martínez que este sábado interpretó, dentro del programa ‘Marzo en Femenino’, las voces de cinco poetas vascos, es autora ya de once libros de poemas. El último lleva por título: ‘Ese inmensoamor que duele tanto’. “Ese ‘inmensoamor’, todo junto. Tenemos la facultad de inventar palabras. Porque ‘ Amor inmenso’ o ‘Inmenso amor’, me parecía tan ‘light’, es ese ‘Inmensoamor’ que duele tanto. Es un poemario, en el que también toco algunas cositas eróticas. Un poemario lleno de desamor, de decepción, de amargura. ¡Es tremendo! Luego hay al final una cosa que me gusta que son unas ‘breverías’, una especie de ráfagas, de latigazos, de reflexión", ha señalado la escritora.
Carmen Martínez es una entusiasta de la rapsodia, para ella el arte de decir bien el verso es ponerse en la piel de quien lo ha escrito y lograr que el oyente quede conmocionado. Para ella las pausas son tan importantes como las palabras, los silencios no solo expresan, sino que permiten la aparición de la palabra. Un misterio.
A Carmen, con su contagioso entusiasmo, le encantaría impartir un curso en Astorga de una o dos semanas de duración, desinteresadamente, por el simple goce y placer de transmitir su amor por el arte de recitar a quien tuviera ganas de aprender.
Los poetas recitados, interpelados o interpretados para esta ocasión eran vascos, pues ella es nacida en Bilbao. Se trataba de los dos ‘magníficos Gabrieles’: Gabriel Celaya y Gabriel Aresti, del deslumbrante Blas de Otero y de Miguel de Unamuno, del que se cumplen ahora los 150 años de su nacimiento. Por último regaló a los asistentes la poesía de Ángela Figuera Aimerich, nacida en 1901 en Bilbao y casi desconocida para el público, pero que “escribe con una frescura y desparpajo desproporcionado para la época; siendo una adelantada en su modo de ver la vida, de ver a la madre, de ver a la esposa", ha precisado.
No había mucha gente en el acto, como suele ser el caso, pero la conmoción era unánime. Daban ganas de volver a casa y retomar esos versos, ahora de otra manera, de Celaya, de Blas de Otero, de Aresti. Conseguir como fuese los libros de Figuera Aimerich.
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Carmen Martínez que este sábado interpretó, dentro del programa ‘Marzo en Femenino’, las voces de cinco poetas vascos, es autora ya de once libros de poemas. El último lleva por título: ‘Ese inmensoamor que duele tanto’. “Ese ‘inmensoamor’, todo junto. Tenemos la facultad de inventar palabras. Porque ‘ Amor inmenso’ o ‘Inmenso amor’, me parecía tan ‘light’, es ese ‘Inmensoamor’ que duele tanto. Es un poemario, en el que también toco algunas cositas eróticas. Un poemario lleno de desamor, de decepción, de amargura. ¡Es tremendo! Luego hay al final una cosa que me gusta que son unas ‘breverías’, una especie de ráfagas, de latigazos, de reflexión", ha señalado la escritora.
Carmen Martínez es una entusiasta de la rapsodia, para ella el arte de decir bien el verso es ponerse en la piel de quien lo ha escrito y lograr que el oyente quede conmocionado. Para ella las pausas son tan importantes como las palabras, los silencios no solo expresan, sino que permiten la aparición de la palabra. Un misterio.
A Carmen, con su contagioso entusiasmo, le encantaría impartir un curso en Astorga de una o dos semanas de duración, desinteresadamente, por el simple goce y placer de transmitir su amor por el arte de recitar a quien tuviera ganas de aprender.
Los poetas recitados, interpelados o interpretados para esta ocasión eran vascos, pues ella es nacida en Bilbao. Se trataba de los dos ‘magníficos Gabrieles’: Gabriel Celaya y Gabriel Aresti, del deslumbrante Blas de Otero y de Miguel de Unamuno, del que se cumplen ahora los 150 años de su nacimiento. Por último regaló a los asistentes la poesía de Ángela Figuera Aimerich, nacida en 1901 en Bilbao y casi desconocida para el público, pero que “escribe con una frescura y desparpajo desproporcionado para la época; siendo una adelantada en su modo de ver la vida, de ver a la madre, de ver a la esposa", ha precisado.
No había mucha gente en el acto, como suele ser el caso, pero la conmoción era unánime. Daban ganas de volver a casa y retomar esos versos, ahora de otra manera, de Celaya, de Blas de Otero, de Aresti. Conseguir como fuese los libros de Figuera Aimerich.