Miguel García Bañales
Viernes, 13 de Junio de 2014

Eugenio Curiel, director del Instituto de Astorga (1933-1936), una cabeza brillante que apagó la intolerancia (y VII)

Eugenio Curiel, por qué lo mataron, por qué en esa fecha. La deuda de la dignificación

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Después de hacer este breve y ligero recorrido sobre la vida de Eugenio Curiel y del Instituto de Astorga, solo nos queda saber por qué lo mataron. Es difícil, a veces piensa uno que siendo tan buena persona y tan inocuo para el nuevo régimen, ¿por qué? La respuesta es fácil, a la vista de tantos y tantos casos similares, fue la orden de exterminio que dieron los sublevados, en especial el general Mola (así lo dice en una de sus órdenes preparatorias para la sublevación), que querían que desaparecieran todos aquellos líderes políticos, sindicales y sociales.

 

Cuando los detienen en Astorga ya hay idea de asesinarlos, pues nos relata Gullón que les impusieran una multa una vez presos a los que sobrevivieron (Molina Múgica, Panero), que podía ser indicativo de su futura “supervivencia”. En el caso de Eugenio, Bernardo y Leopoldo seguramente buscaban el “ejemplo” social, es decir el terror, especialmente para los sacerdotes, que pudieran oponerse o que no colaborasen e incordiasen: algún párroco se jugará la vida enfrentándose a los “paseadores”.

 

Cuando vemos a Eugenio, querido en la ciudad, buena persona…, quizás podía venir de fuera la intención de matarlo, ya que la mayoría de sus compañeros concejales de Valladolid, como ya he dicho, fueron exterminados. Parecido podía ser al caso de Gregorio Alonso, natural de Astorga, y que ejercía las funciones de maestro en Fresno el Viejo (Valladolid) junto con su esposa, que también era maestra. Empezada la guerra huyeron a Astorga, ya que les avisaron que iba  a por ellos un falangista que pretendía a su hija mayor. El 13 de agosto estando en Astorga se presentaron en su casa un falangista de Fresno acompañado por un sargento y un número de Guardia Civil de Astorga para detenerlos. Ya en la prisión a su mujer le insinuaron (parece ser el falangista) que, si era “complaciente”, tratarían bien a su marido, a lo cual se negó. Al día siguiente y estando su mujer ya en libertad le sacaron de la prisión para ir a declarar a Valladolid, a donde nunca llegó.

 

La clave del por qué mataron a Eugenio está en el expediente de responsabilidades políticas que le hicieron y en el cual le embargaron todos sus bienes, incluida la biblioteca personal de la cual disfrutaban los alumnos del Instituto para su consulta. En la resolución dice textualmente: “era enemigo del Movimiento Nacional, como tal se manifestó en calles y cafés, fue dirigente, desempeñó el cargo de director de Instituto de Segunda Enseñanza de Astorga”. Como sabemos que eso de que se manifestó en calles y cafés es falso, pues, en el expediente de depuración, jamás aparece eso después de empezada la Sublevación, el único cargo contra él, sería: “fue dirigente, desempeñó el cargo de director del Instituto”. Como no era dirigente importante (simplemente bibliotecario) y además sabemos que los máximos dirigentes de Izquierda Republicana (Adolfo y Lorenzo), que hemos citado en el artículo, no fueron paseados: parece evidente que lo mataron por ser director del Instituto.

 

Sobre el por qué de esa fecha de fallecimiento, parece probable que fue por la ofensiva republicana sobre Somiedo del 27 de octubre y por las bajas que se produjeron sobre las tropas nacionales, en especial las hoy recordadas como las “Enfermeras Mártires de Somiedo”. En la ciudad los hechos se conocerán tarde ya que la política de información reprimía todo aquello que pudiera “animar” a los elementos republicanos que estaban en la retaguardia nacional: la prensa local no dirá nada. Pero el Gobierno Civil sí lo conocía y como seguramente era el centro de coordinación de las sacas, ya que, aunque estas en principio parecen un tanto anárquicas, al poco tiempo tendrán una metodología bien planificada: lugares de ejecución, procedencia de las personas, ruta a San Marcos…; en esto participarán los centros locales de Falange con las detenciones, conducción de presos, ejecuciones… A lo largo de toda la Guerra muchas de las matanzas de ambos lados se producen como respuesta y represalia por las bajas propias. Como vemos este suceso descartaría también las dos sacas de Villadangos.

 

Ya llevo muchos años en estos temas y siempre he creído que es una obligación moral dignificar y recuperar a estas personas y en especial a los que les sucedió por ser  servidores públicos, es decir a los que murieron por ser servidores públicos, los cuales hay que rehabilitarlos y glorificarlos. En Astorga el tema de la rehabilitación y el recuerdo se ha desarrollado muy bien, pues se ha hecho con Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez Núñez Monteserín y Pilár Gullón Iturriaga (las tres  Mártires de Somiedo, derechistas, según dice la Causa General), el general Toribio Martínez Cabrera (de centro-derecha republicano), Miguel Carro Verdejo e Ildefonso Cortés Rivas (ambos socialistas) y Bernardo Blanco Gaztambide (apolítico): creo que se debía de hacer también con Eugenio Curiel Curiel (centro-izquierda republicano). Lo he puesto así porque el rifirrafe político seguramente lo lleva siempre a “tú tienes más”, cuando estos temas no deben de tener un componente político ya que se trata de dignificar a la persona y al servidor público, no al personaje político, de hecho hemos visto que a ninguno de los personajes nombrados jamás se le ha hecho un reconocimiento de carácter reivindicativo por su actividad o su afinidad política: a todos se les glorificó por haber sido unos mártires de la intolerancia, tanto de un lado como del otro (hecho en falta a Gerardo Gavela).

 

Parece que el lugar indicado para la dignificación sería cambiar el nombre de la calle del Instituto por el de Eugenio Curiel Curiel, que no tiene ninguna trascendencia urbanística ni de sustitución de un nombre de una persona por otra: esto último es muy importante y trascendente. El ponerle el nombre Eugenio Curiel Curiel al Instituto quizás parezca excesivo, ya que se hablaba de Concha Espina (brillante escritora), Marcelo Macías (de Astorga, sacerdote, profesor e historiador), el obispo Mérida (promotor del anterior Instituto)… todos reconocidos en la ciudad: la primera con sus dos bustos, uno en Castrillo de los Polvazares (también tiene una plaza)  y otro en Astorga, el segundo tiene su nombre una calle y además el Centro de Estudios lleva su nombre, y el tercero tiene su nombre una calle.  Por lo anterior, no parece que Eugenio tenga unos méritos  tan notables como los anteriores, ya que solamente fue el primer director del Instituto, partiendo de cero lo puso en marcha a pesar de los tiempos que corrían y, además de los muchos problemas que tuvo, lo hizo con mucho éxito; Eugenio prefiere volver a Astorga para examinar en septiembre que salvar su vida marchándose a Portugal, también al sentirse acosado se queda para cumplir con su deber y, finalmente, porque lo mataron por ser director del Instituto,…: en fin estamos ante un servidor público de muy alto nivel, sin comentarios...

 

La Guerra Civil fue un fracaso total para todos, pero algunos pagaron más, mucho más. La técnica para ir contra la dignificación será decir: “¡éstos quieren remover!”. Es decir, sacar a estas personas del pozo del olvido y dignificarlas es remover, por lo que hay que dejarlas ahí olvidadas e injuriadas, es decir hay que “asesinarlas históricamente”: no sólo no les llegó con una, si no que quieren hacerlo, en cierto modo, otra vez. Hace pocos días leyendo un artículo se decía: ¡algo harían! Esto justifica el por qué hay que escribir estas historias, personales, aisladas, minuciosas y precisas, para decir, bien alto y claro: ¡no hicieron nada!, ¡todo es mentira! Ambos, Eugenio y Bernardo, fueron unos mártires de la intolerancia y del extremismo cruel y cobarde: ¿qué se ganaba matándolos? Si en la cárcel militar de Astorga llegó a haber cerca de 5.000 presos: ¿hubiera pasado algo trascendente por tener dos presos más, es decir a Eugenio Curiel y a Bernardo Blanco?, ¿se hubiera hundido el Glorioso Movimiento y la Cruzada?

 

La carretera de Astorga a León fue una carretera de la “Muerte” (hay muchos desaparecidos en casi todos los pueblos, pero pocos de esos pueblos) en la que muchas personas esperan a ser exhumadas y recuperadas por sus familias. De esto se encarga a la ARMH que, aunque la Ley de la Memoria Histórica no ha sido derogada, no percibe subvención del Estado, todo esto a pesar de que el Tribunal Supremo, como ya publiqué en un artículo, le ordena hacerlo. Hoy la asociación sobrevive con las cuotas de sus socios y además no admite que las familias financien estas cosas. Contra estas asociaciones desde un ámbito social, periodístico y político siempre se ha arremetido injustamente: hoy alguno, que en su día se manifestó extremadamente en contra, ya se expresa en términos como que exhumar es necesario e imprescindible (es lo que harían ellos con sus familias seguro) y que dignificarles es ya obligatorio: ¡hagámoslo!, y se cerrarán definitivamente las penosas y sangrantes heridas. Además creo que desde el punto de vista religioso, mantenerlos así, es impresentable.

 

Hace unos meses estuve en Ponferrada (es donde tienen la sede la ARMH) y allí me encontré unos personajes maravillosos y altruistas, también lo son los que colaboran con ellos, ella de San Román y él de Estébanez. Me quedé helado al conocer al antropólogo forense, estaba examinando los restos de un cadáver (era a lo que iba), porque era portugués y en unos días le relevaba una forense de Canadá.  Es decir lo que nosotros no hacemos, lo hacen los de fuera: ¡es escandaloso y alucinante! A la vista de lo anterior me pregunto: ¿si al ser personas vinculadas con Astorga y que mataron por ser servidores públicos en Astorga, no debe financiar tanto el Ayuntamiento de Astorga como la Diputación la exhumación de Bernardo y de Eugenio si no lo hace el Estado?  El coste es muy pequeño, simplemente los gastos de la máquina escavadora. Estas administraciones, si no me equivoco, tienen estos medios y saldría casi gratis, ya que la ARMH lo hace sin costo, es decir ellos se pagan sus gastos de comida y alojamiento, y por supuesto su trabajo es gratuito.

 

En el relato vemos que Astorga tiene una gran deuda con Eugenio Curiel Curiel: ¡esta es la verdad histórica!, ¿no?

 

Mi recuerdo cariñoso para Eugenio, Bernardo, Ángel, Gerardo, José y Timoteo.

A Enrique, a  Ana María y a José Manuel, con mi afecto

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