Alguien dice tu nombre
Tuve la suerte de poder estar unos días en Gijón durante la Semana Negra. No pude acercarme a escuchar a Alejandro Gallo, referente nacional del género y polifacético astorgano. Uno de esos a los que con este artículo trato de reivindicar. Sin embargo, sí que pude escuchar a Luis García Montero, otro grande entre los grandes. Él fue quien despertó esta reflexión.
Como la mayoría sabréis, Luis García Montero es poeta, granadino, Catedrático de Literatura Española en su ciudad, militante de izquierda, persona íntegra y reflexiva también. En su conversación con los lectores, Luis García Montero nos puso a los jóvenes treintañeros de hoy en conexión con nuestros padres cuando tuvieron nuestra misma edad. Trazó una simbólica comparación entre nuestros padres -los que durante toda su vida trabajaron para que tuviéramos un futuro mejor que el suyo-, con nosotros -quienes tendremos un porvenir probablemente bastante peor que el de ellos-. Recordó aquellos tiempos que trajeron la Transición, esos tiempos en los que muchos lucharon y otros muchos no. Nos puso en conexión con una época todavía más difícil que la actual, cuando a diferencia de hoy, junto al lado del lógico miedo habitaba también la esperanza. Intervino Luis García Montero para rescatar la memoria y recordar alguna de las claves de nuestras posibilidades para hacer una España mejor.
En la actualidad, la política está absolutamente desprestigiada. Normal. Pero también es cierto que hoy más que nunca, la gente quiere más política y otra política. La gente está más politizada de lo que ha estado jamás desde que esa primera Transición se asentara donde habitan el olvido y la traición. No obstante, ahora, a diferencia de lo que ocurría antes, ahora ya nadie cree en nadie ni en nada. Y para transformar la realidad, para cambiar las cosas, para que exista una salida social a la crisis y recuperemos la democracia mediante la necesaria ruptura con el régimen, para que culmine la fallida primera Transición, es preciso creer. Necesitamos creer, aunque es obvio que se debe tratar de una creencia razonada, laica y siempre alerta.
Todos los políticos son iguales es el mensaje del régimen, de los corruptos, de los que nos han llevado a la situación actual. El mensaje de quienes nos quieren hacer creer que los eurodiputados del PP, del PSOE y de UPyD son como los del grupo de la izquierda unitaria europea (GÜE). Decir que Cañete o Valenciano son como Willy Meyer -quien a diferencia de ellos dos, dimitió nada más conocer que el Parlamento Europeo tenía a su nombre un plan de pensiones en una SICAV- es un atentado contra el sentido común.
Hay nombres que en el imaginario colectivo despiertan un sentimiento común que pone rostro a la integridad y la esperanza colectiva. Nombres que por eso mismo creo que debemos reivindicar. Son Ada Colau, Joan Subirats, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Cayo Lara, Marina Albiol, Elena Cortés, Beiras, Anguita, …¿Pedro Sánchez? No, Pedro Sánchez no. Pedro Sánchez apoyó la continuidad de la monarquía y bendijo la reforma de la Constitución que elevó a rango de norma suprema la pobreza (reforma del artículo 135 Constitución).
Y eso que sucede en España, o en el sur de Europa con Tsipras, también se debe ejercitar en nuestra ciudad. Hay nombres de eternos concejales y de concejales más nuevos, que la gran mayoría asociamos con la oscuridad, con lo viejo, con la corrupción, con la actual decadencia de la ciudad. Pero también sabemos que hay gente que ha luchado toda su vida sin doblegarse y que por eso mismo creo que debemos reivindicar. Para mí, no tendría sentido la política en Astorga si no reivindicara la memoria de Secundino Villaverde. Si no contara con el apoyo y con los consejos de Carmen Valderrey. Si no compartiera la lucha diaria con José Antonio Cordero, con Picorel, con el Señorito, con Curro y con Pilar. O si estuviera solo entre los de mi generación. Nada tendría sentido si no fuera porque cada vez hay más compañeras y compañeros jóvenes, inteligentes y capaces, que deciden dar un paso al frente dispuestos a trabajar para que otra Astorga se pueda alumbrar. Compañeras y compañeros que deberán ser los protagonistas de la ciudad que viene si queremos que Astorga vuelva a tener color. No les voy a nombrar, resultaría pretencioso por mi parte. Pero sí que me atrevo a reivindicar que existe un paisaje astorgano de la Dignidad, que tiene rostros. Sé que desde mi perspectiva solo veo una pequeña parte, pero también sé que ese paisaje no se termina ahí. Entre todas y todos lo debemos completar. Animo a la gente a poner nombre a los que en estas tierras luchan a diario por el porvenir. Darle nombres concretos a la Dignidad es una tarea fundamental para ganar la batalla al desánimo y al falso todos los políticos son iguales. Porque cuando nombramos sus nombres -incluso cuando los nombran los enemigos del progreso con el único ánimo de infundiar-, Dignidad, alguien dice tu nombre. Los de abajo no debemos dejar que los de arriba sean los únicos que den significado a las palabras con las que gobiernan la razón y el municipio. Los de abajo tenemos que gobernarnos, para lo cual básicamente tenemos dos armas. Una es la organización. La otra es la palabra. Pongamos nombres concretos a la Dignidad. Que tenemos la razón y por si sola está visto que no es suficiente.
elblogdechemajanez.blogspot.com
@Chema_Janez
jmjanezf@gmail.com
Tuve la suerte de poder estar unos días en Gijón durante la Semana Negra. No pude acercarme a escuchar a Alejandro Gallo, referente nacional del género y polifacético astorgano. Uno de esos a los que con este artículo trato de reivindicar. Sin embargo, sí que pude escuchar a Luis García Montero, otro grande entre los grandes. Él fue quien despertó esta reflexión.
Como la mayoría sabréis, Luis García Montero es poeta, granadino, Catedrático de Literatura Española en su ciudad, militante de izquierda, persona íntegra y reflexiva también. En su conversación con los lectores, Luis García Montero nos puso a los jóvenes treintañeros de hoy en conexión con nuestros padres cuando tuvieron nuestra misma edad. Trazó una simbólica comparación entre nuestros padres -los que durante toda su vida trabajaron para que tuviéramos un futuro mejor que el suyo-, con nosotros -quienes tendremos un porvenir probablemente bastante peor que el de ellos-. Recordó aquellos tiempos que trajeron la Transición, esos tiempos en los que muchos lucharon y otros muchos no. Nos puso en conexión con una época todavía más difícil que la actual, cuando a diferencia de hoy, junto al lado del lógico miedo habitaba también la esperanza. Intervino Luis García Montero para rescatar la memoria y recordar alguna de las claves de nuestras posibilidades para hacer una España mejor.
En la actualidad, la política está absolutamente desprestigiada. Normal. Pero también es cierto que hoy más que nunca, la gente quiere más política y otra política. La gente está más politizada de lo que ha estado jamás desde que esa primera Transición se asentara donde habitan el olvido y la traición. No obstante, ahora, a diferencia de lo que ocurría antes, ahora ya nadie cree en nadie ni en nada. Y para transformar la realidad, para cambiar las cosas, para que exista una salida social a la crisis y recuperemos la democracia mediante la necesaria ruptura con el régimen, para que culmine la fallida primera Transición, es preciso creer. Necesitamos creer, aunque es obvio que se debe tratar de una creencia razonada, laica y siempre alerta.
Todos los políticos son iguales es el mensaje del régimen, de los corruptos, de los que nos han llevado a la situación actual. El mensaje de quienes nos quieren hacer creer que los eurodiputados del PP, del PSOE y de UPyD son como los del grupo de la izquierda unitaria europea (GÜE). Decir que Cañete o Valenciano son como Willy Meyer -quien a diferencia de ellos dos, dimitió nada más conocer que el Parlamento Europeo tenía a su nombre un plan de pensiones en una SICAV- es un atentado contra el sentido común.
Hay nombres que en el imaginario colectivo despiertan un sentimiento común que pone rostro a la integridad y la esperanza colectiva. Nombres que por eso mismo creo que debemos reivindicar. Son Ada Colau, Joan Subirats, Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Cayo Lara, Marina Albiol, Elena Cortés, Beiras, Anguita, …¿Pedro Sánchez? No, Pedro Sánchez no. Pedro Sánchez apoyó la continuidad de la monarquía y bendijo la reforma de la Constitución que elevó a rango de norma suprema la pobreza (reforma del artículo 135 Constitución).
Y eso que sucede en España, o en el sur de Europa con Tsipras, también se debe ejercitar en nuestra ciudad. Hay nombres de eternos concejales y de concejales más nuevos, que la gran mayoría asociamos con la oscuridad, con lo viejo, con la corrupción, con la actual decadencia de la ciudad. Pero también sabemos que hay gente que ha luchado toda su vida sin doblegarse y que por eso mismo creo que debemos reivindicar. Para mí, no tendría sentido la política en Astorga si no reivindicara la memoria de Secundino Villaverde. Si no contara con el apoyo y con los consejos de Carmen Valderrey. Si no compartiera la lucha diaria con José Antonio Cordero, con Picorel, con el Señorito, con Curro y con Pilar. O si estuviera solo entre los de mi generación. Nada tendría sentido si no fuera porque cada vez hay más compañeras y compañeros jóvenes, inteligentes y capaces, que deciden dar un paso al frente dispuestos a trabajar para que otra Astorga se pueda alumbrar. Compañeras y compañeros que deberán ser los protagonistas de la ciudad que viene si queremos que Astorga vuelva a tener color. No les voy a nombrar, resultaría pretencioso por mi parte. Pero sí que me atrevo a reivindicar que existe un paisaje astorgano de la Dignidad, que tiene rostros. Sé que desde mi perspectiva solo veo una pequeña parte, pero también sé que ese paisaje no se termina ahí. Entre todas y todos lo debemos completar. Animo a la gente a poner nombre a los que en estas tierras luchan a diario por el porvenir. Darle nombres concretos a la Dignidad es una tarea fundamental para ganar la batalla al desánimo y al falso todos los políticos son iguales. Porque cuando nombramos sus nombres -incluso cuando los nombran los enemigos del progreso con el único ánimo de infundiar-, Dignidad, alguien dice tu nombre. Los de abajo no debemos dejar que los de arriba sean los únicos que den significado a las palabras con las que gobiernan la razón y el municipio. Los de abajo tenemos que gobernarnos, para lo cual básicamente tenemos dos armas. Una es la organización. La otra es la palabra. Pongamos nombres concretos a la Dignidad. Que tenemos la razón y por si sola está visto que no es suficiente.
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@Chema_Janez
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