Adiós, Martín
ANDRÉS MARTÍNEZ ORIA /
La noticia recorrió pronto la ciudad, somos pocos y nos conocemos, y nos dejó anonadados; Martín ha muerto. Sabíamos desde el principio la gravedad del mal, pero siempre nos acogemos a la esperanza y desechamos la fatalidad. Desgraciadamente los plazos, aun los más largos, son siempre breves.
Martín era una de esas referencias que ha estado siempre ahí, por eso quedamos un poco más huérfanos, un poco más tristes. Ocurre siempre que alguien así se nos va. Martín era la voz de todos desde el único dial que conectábamos hace medio siglo largo, Radio Popular de Astorga. Era la voz a lo largo del año, pero más en aquellos programas solidarios que anunciaban la Navidad, y era presencia visible en los actos y ceremonias que la cadena retransmitía para los oyentes. Ahí está, por ejemplo, en el inicio de 'El desencanto', la controvertida película sobre Panero. Aparece porque estaba siempre en primera línea de la información, como corresponde a un periodista. Porque Martín fue ante todo un periodista de radio, que al final le dejaría un regusto amargo. La primera vez que lo escuché no sé cuándo fue, la primera vez que lo vi fue en la catedral, haciendo los preparativos para llevar a los oyentes alguna misa dominical, quizá con la presencia del obispo.
Su raza de periodista lo colocó siempre en el centro de actos culturales e incluso académicos realizados en nuestra ciudad y también fuera. Su voz, su dominio periodístico de los asuntos y su saber estar lo hacían imprescindible. A Martín lo conocía todo el mundo, garantizaba que todo saliera bien y además lo conocía todo; especialmente de Astorga. Era el compendio viviente de los saberes sobre la ciudad y sus comarcas; calles y plazas, acontecimientos, personas o libros, todo parecía tener un sitio en su archivo particular. Cuánto saber de calle y de biblioteca se nos ha ido. A Martín se le buscaba siempre en cualquier acto, y si no estaba él es que se trataba de un asunto menor. Habrá que hacer recuento de congresos, conferencias, pregones, presentaciones, actos de toda índole; como habrá que hacerlo también de los cuantiosos libros y artículos que nos deja.
Martín fue siempre generoso, quizá en exceso, en el reconocimiento y en el favor que estuviera de su mano. Personalmente, tengo que agradecerle muchas cosas, no solo los libros que puso en mis manos para consulta o el consejo sobre cualquier asunto, el hecho de ser cronista, por ejemplo, o pregonero, sino en el reconocimiento, el aliento y el estímulo que fue siempre su palabra. Desde 2010 me insistió muchas veces en publicar, finalmente le entregué el documento de mi primera novela, que apareció en el “Marcelo Macías”, del que era presidente. Desde entonces estuvo siempre en la presentación de los siguientes libros, salvo en el último, que sin embargo leyó y elogió en uno de sus artículos.
Se van los hombres pero queda para los suyos, Gemma, hijas, hijo y nietos, el consuelo del recuerdo, y para nosotros la memoria de su amistad y sus escritos. Hasta siempre, Martín, maestro y amigo.
ANDRÉS MARTÍNEZ ORIA /
La noticia recorrió pronto la ciudad, somos pocos y nos conocemos, y nos dejó anonadados; Martín ha muerto. Sabíamos desde el principio la gravedad del mal, pero siempre nos acogemos a la esperanza y desechamos la fatalidad. Desgraciadamente los plazos, aun los más largos, son siempre breves.
Martín era una de esas referencias que ha estado siempre ahí, por eso quedamos un poco más huérfanos, un poco más tristes. Ocurre siempre que alguien así se nos va. Martín era la voz de todos desde el único dial que conectábamos hace medio siglo largo, Radio Popular de Astorga. Era la voz a lo largo del año, pero más en aquellos programas solidarios que anunciaban la Navidad, y era presencia visible en los actos y ceremonias que la cadena retransmitía para los oyentes. Ahí está, por ejemplo, en el inicio de 'El desencanto', la controvertida película sobre Panero. Aparece porque estaba siempre en primera línea de la información, como corresponde a un periodista. Porque Martín fue ante todo un periodista de radio, que al final le dejaría un regusto amargo. La primera vez que lo escuché no sé cuándo fue, la primera vez que lo vi fue en la catedral, haciendo los preparativos para llevar a los oyentes alguna misa dominical, quizá con la presencia del obispo.
Su raza de periodista lo colocó siempre en el centro de actos culturales e incluso académicos realizados en nuestra ciudad y también fuera. Su voz, su dominio periodístico de los asuntos y su saber estar lo hacían imprescindible. A Martín lo conocía todo el mundo, garantizaba que todo saliera bien y además lo conocía todo; especialmente de Astorga. Era el compendio viviente de los saberes sobre la ciudad y sus comarcas; calles y plazas, acontecimientos, personas o libros, todo parecía tener un sitio en su archivo particular. Cuánto saber de calle y de biblioteca se nos ha ido. A Martín se le buscaba siempre en cualquier acto, y si no estaba él es que se trataba de un asunto menor. Habrá que hacer recuento de congresos, conferencias, pregones, presentaciones, actos de toda índole; como habrá que hacerlo también de los cuantiosos libros y artículos que nos deja.
Martín fue siempre generoso, quizá en exceso, en el reconocimiento y en el favor que estuviera de su mano. Personalmente, tengo que agradecerle muchas cosas, no solo los libros que puso en mis manos para consulta o el consejo sobre cualquier asunto, el hecho de ser cronista, por ejemplo, o pregonero, sino en el reconocimiento, el aliento y el estímulo que fue siempre su palabra. Desde 2010 me insistió muchas veces en publicar, finalmente le entregué el documento de mi primera novela, que apareció en el “Marcelo Macías”, del que era presidente. Desde entonces estuvo siempre en la presentación de los siguientes libros, salvo en el último, que sin embargo leyó y elogió en uno de sus artículos.
Se van los hombres pero queda para los suyos, Gemma, hijas, hijo y nietos, el consuelo del recuerdo, y para nosotros la memoria de su amistad y sus escritos. Hasta siempre, Martín, maestro y amigo.