Me queda la palabra
Carmen Villaverde, en nombre propio y no como socia de ninguna agrupación, ni representando a nadie más que a mí misma, quiero expresar mi opinión respecto a todos los pareceres que circulan sobre mí, después de poner cara a un escrito.
Y quiero hacerlo de la única forma que sé, con la palabra. No necesito recurrir ni al insulto ni a ningún tipo de gesto soez para comunicarme.
Si a lo que se refieren es a que en el comunicado leído en la biblioteca hay algún insulto, discrepo absolutamente; en caso contrario y si así lo consideran los receptores de dicho escrito, no duden en denunciarlo donde corresponde. Lo que ese comunicado transmite son opiniones críticas y reproches muy directos, aderezados con altas dosis de enfado e indignación, como hacen cualquiera de nuestros políticos, sean éstos del partido que sean, bien a nivel nacional, provincial o regional.
Si a lo que se refieren es a que el acto en sí fue descomedido, atrevido o irrespetuoso, presten atención a lo que con anterioridad habían emitido, porque, afortunadamente, claro que nos movemos cuando nos sentimos atacados. Es la ley de causa efecto.
Y, como ustedes, estoy en mi derecho a levantarme y abandonar una reunión como un gesto más de malestar, pero repito fue el único gesto utilizado y el texto leído las únicas palabras que pronuncié.
La suerte quiso que creciera en un país donde las personas tenemos voz y voto, dos grandes herramientas a las que doy uso cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo; y no por ello me considero ni hooligan, ni radical abertzale, ni “supuesta” portavoz, calificativos, entre otros, que se han colado en los medios de comunicación, a raíz de mi intervención en el acto de la biblioteca.
No entiendo porqué entre los políticos se dirigen toda clase de lindezas continuamente y no pasa nada, al contrario, son políticos valientes que dan la cara y sin embargo “no permiten” que los demás “tengamos la osadía” de expresar nuestra opinión. Para los que dudan, diré que el comunicado no era mío, aunque confieso me hubiera gustado; lo parimos en grupo, entre muchas personas hartas y con conciencia social.
No me considero una persona violenta por ponerle voz a las palabras, es más, lo siento como un privilegio, aunque desafortunadamente en muchos lugares del mundo, a veces no tan lejanos, la voz quieren tenerla unos pocos, casualmente los mismos que quieren los votos.
Suficiente. Me queda la palabra.
Carmen Villaverde, en nombre propio y no como socia de ninguna agrupación, ni representando a nadie más que a mí misma, quiero expresar mi opinión respecto a todos los pareceres que circulan sobre mí, después de poner cara a un escrito.
Y quiero hacerlo de la única forma que sé, con la palabra. No necesito recurrir ni al insulto ni a ningún tipo de gesto soez para comunicarme.
Si a lo que se refieren es a que en el comunicado leído en la biblioteca hay algún insulto, discrepo absolutamente; en caso contrario y si así lo consideran los receptores de dicho escrito, no duden en denunciarlo donde corresponde. Lo que ese comunicado transmite son opiniones críticas y reproches muy directos, aderezados con altas dosis de enfado e indignación, como hacen cualquiera de nuestros políticos, sean éstos del partido que sean, bien a nivel nacional, provincial o regional.
Si a lo que se refieren es a que el acto en sí fue descomedido, atrevido o irrespetuoso, presten atención a lo que con anterioridad habían emitido, porque, afortunadamente, claro que nos movemos cuando nos sentimos atacados. Es la ley de causa efecto.
Y, como ustedes, estoy en mi derecho a levantarme y abandonar una reunión como un gesto más de malestar, pero repito fue el único gesto utilizado y el texto leído las únicas palabras que pronuncié.
La suerte quiso que creciera en un país donde las personas tenemos voz y voto, dos grandes herramientas a las que doy uso cada vez que tengo la oportunidad de hacerlo; y no por ello me considero ni hooligan, ni radical abertzale, ni “supuesta” portavoz, calificativos, entre otros, que se han colado en los medios de comunicación, a raíz de mi intervención en el acto de la biblioteca.
No entiendo porqué entre los políticos se dirigen toda clase de lindezas continuamente y no pasa nada, al contrario, son políticos valientes que dan la cara y sin embargo “no permiten” que los demás “tengamos la osadía” de expresar nuestra opinión. Para los que dudan, diré que el comunicado no era mío, aunque confieso me hubiera gustado; lo parimos en grupo, entre muchas personas hartas y con conciencia social.
No me considero una persona violenta por ponerle voz a las palabras, es más, lo siento como un privilegio, aunque desafortunadamente en muchos lugares del mundo, a veces no tan lejanos, la voz quieren tenerla unos pocos, casualmente los mismos que quieren los votos.
Suficiente. Me queda la palabra.