Una exposición que invita a atreverse a saber
![[Img #12443]](upload/img/periodico/img_12443.jpg)
En la inauguración de la exposición 'Pedagogías libertarias', la concejala de Cultura, Mercedes Rojo, mencionó con mucha fortuna, casi levantó un aplauso, a la niña Malala Yousafzai premiada, por su demanda de una educación en igualdad para las niñas y niños en Pakistán, con el Nobel de la Paz. Prueba de que las pedagogías de liberación no están en retroceso, ejecutan una danza en la que ahora y sobre todo en España se baila en paso atrás, pero todo se andará. También hizo un recordatorio a las ‘Misiones pedagógicas’ que estuvieron por Astorga.
José María Llamazares, representante de la CGT, invitó a reflexionar históricamente sobre los pensamientos y pedagogías que se muestran en la exposición. Un vendaval, no una danza en parsimonia, que salta desde Rousseau hasta Summerhill, Paideia o a las experiencias vinculadas a ‘La red internacional de escuelas democráticas’.
Por su parte, la alcaldesa, Victorina Alonso, exhortó a otra manera de entender la educación, que podría estar perdiéndose; una educación en libertad, sin tanta competitividad, que conduzca al pensamiento y no solo al aprendizaje.
![[Img #12445]](upload/img/periodico/img_12445.jpg)
Allá estaban Rousseau, paseando con su Emilio por la campiña de Summerhill o de Yásnaia Poliana. Se echaba de menos al señor Kant, aunque no tanto, ya que su exigencia de ‘atrévete a saber’ había sido asumida por todos. Otro que parece que llegó tarde a la invitación fue Paulo Freire, no importa, en la reivindicación de la igualdad se supo en apoyo mutuo con Kropotkin; hubiera sabido sintonizar en onda media 'La filosofía de la miseria' Proudoniana con la elaboración de una pedagogía que nos sacara de la opresión, como no, afuera de la caverna, frecuentaría la compaña de Ferrer i Guardia.
Un poco distante y escéptico a todos ellos estaba Ivan Illich, desconfiando de cualquier institucionalización de la enseñanza, fuera pública o privada. ‘La escuela, esa vieja y gorda vaca sagrada’. La escuela ha muerto proclamaba Everett Reimer, aunque a día de hoy goce de una excelente salud.
![[Img #12444]](upload/img/periodico/img_12444.jpg)
En la inauguración de la exposición 'Pedagogías libertarias', la concejala de Cultura, Mercedes Rojo, mencionó con mucha fortuna, casi levantó un aplauso, a la niña Malala Yousafzai premiada, por su demanda de una educación en igualdad para las niñas y niños en Pakistán, con el Nobel de la Paz. Prueba de que las pedagogías de liberación no están en retroceso, ejecutan una danza en la que ahora y sobre todo en España se baila en paso atrás, pero todo se andará. También hizo un recordatorio a las ‘Misiones pedagógicas’ que estuvieron por Astorga.
José María Llamazares, representante de la CGT, invitó a reflexionar históricamente sobre los pensamientos y pedagogías que se muestran en la exposición. Un vendaval, no una danza en parsimonia, que salta desde Rousseau hasta Summerhill, Paideia o a las experiencias vinculadas a ‘La red internacional de escuelas democráticas’.
Por su parte, la alcaldesa, Victorina Alonso, exhortó a otra manera de entender la educación, que podría estar perdiéndose; una educación en libertad, sin tanta competitividad, que conduzca al pensamiento y no solo al aprendizaje.
Allá estaban Rousseau, paseando con su Emilio por la campiña de Summerhill o de Yásnaia Poliana. Se echaba de menos al señor Kant, aunque no tanto, ya que su exigencia de ‘atrévete a saber’ había sido asumida por todos. Otro que parece que llegó tarde a la invitación fue Paulo Freire, no importa, en la reivindicación de la igualdad se supo en apoyo mutuo con Kropotkin; hubiera sabido sintonizar en onda media 'La filosofía de la miseria' Proudoniana con la elaboración de una pedagogía que nos sacara de la opresión, como no, afuera de la caverna, frecuentaría la compaña de Ferrer i Guardia.
Un poco distante y escéptico a todos ellos estaba Ivan Illich, desconfiando de cualquier institucionalización de la enseñanza, fuera pública o privada. ‘La escuela, esa vieja y gorda vaca sagrada’. La escuela ha muerto proclamaba Everett Reimer, aunque a día de hoy goce de una excelente salud.