Esteban Carro Celada
Viernes, 30 de Enero de 2015

El Maragato Cordero: Asunto Mendizábal II

Continuamos con la investigación que realizó Esteban Carro Celada sobre el Maragato Cordero. En esta nueva entrega, reproducimos el carteo sobre las relaciones económicas entre Alonso Gullón (representante de Alonso Cordero) y Juan Álvarez Mendizábal, el político español que protagonizó la revolución liberal española del siglo XIX.

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Respecto a la compra-venta de títulos del 3% en la Bolsa de Madrid, los fríos números arrojan los siguientes detalles. Se compran 135 millones y medio de reales de vellón por 34.438.775. Se hicieron operaciones compradas a prima que se abonaron pagando la prima. Por tanto a deducir 700.000 más el importe de las primas abonadas sobre 2.600 reales que son 15.500.

 

Sin embargo a la hora de la venta los 132.970.000 que costaron, sus 33 millones y pico solo dieron en líquido un producto de 30.785.337,17. Solucionaron un poco la bancarrota las operaciones a prima, el millón vendido a Chassaing y lo ”cobrado por el 1 y medio % del cupón vencido, en fin de junio último -85.874.000- de los que se tenían comprados hasta aquella fecha y que no se habían vendido y lo mismo del millón de Chassaing". El total de la pérdida sufrida en la compra venta de títulos del 3% desde mayo a julio fue de 1.760.243.

 

También realizó otra operación el maragato y que no le salió en derechura, tendente como la anterior a atajar el descosido político de Espartero, caminando hacia el ocaso. Nos referimos a la compra-venta de títulos del 5% desde enero a octubre de 1843.

 

La compra ascendió a títulos por valor de 111.200.000 que importaron 30.381.500. En cambio el producto de la venta, ya caído Espartero, resultó ser de 29.583.350. Es decir 798.150, que unido a lo pagado por corretaje sobre los 111.200.000 reales que se han vendido a razón de 1/16avo por ciento, suma la cantidad de 867.650 reales que unidos a los de la operación de 3% arrojan pérdidas de 2.627.893,25 reales.

 

Tras la caída de Espartero, los amigos de éste no pueden mantenerse por mucho tiempo. El exilio es la solución que únicamente les es dable escoger. Por estos días del 12 de junio, Mendizábal anda en París. El Maragato pasa su destierro en Lisboa. Le visitan sus hijas y sobre todo trata de ayudar a Luisito en la construcción de la casa, porque su yerno es quien está al tanto de ella. Cordero necesita dinero con destino a la casa y hostiga en lo que puede a Mendizábal para que le pague lo que le debe. Y este no halla más solución que la dilación, y sobre todo que los negocios de especulación en que tan versado era, le salieran con el santo de frente.

 

La carta que corre de París a Lisboa, por mano del yerno de Cordero que la ha enviado, es suficientemente aleccionadora como para que la apostillemos: 

 

 

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Carta de Mendizábal a Alonso Cordero

Confidencial

París 12 de Junio de 1844

 

Sr. D.
Santiago Alonso Cordero
Lisboa.

 

Mi apreciable y antiguo amigo:


La suerte siempre adversa para mí: hasta de ahora mi perseverancia no la ha podido traer a buen camino- Lucho a brazo partido; pero siempre soy vencido. No desisto sin embargo de mi propósito. En la especulación de 'Unión' (sic) acabo de ser víctima y sus consecuencias han venido a detener otra vez mi carro que principiaba a andar. En este estado a dos cosas pienso dedicar mis pasos: a trasladarme a esa para aprovechar de la posición de mis amigos y obtener estricta justicia: al mismo tiempo poner en juego mi influencia para cierta especulación en grande que haga cambiar la faz de nuestros negocios particulares.- Si yo puedo arreglar ciertas cosas, el día más inesperado me verá usted entrar por la puerta de casa. ¡Ojalá fuese mañana! Dos horas de conversación pondrían muchas cosas en claro y tranquilizaría muchos espíritus- Conviene que nadie, absolutamente nadie, sepa mi salida ni mi intención.

 

A otra cosa

 

El 6 y 11 vienen unas letras que Mesa dio a la casa (El perní): un renuevo es indispensable; un protesto produciría un escándalo de difícil remedio, sin dar ningún dinero; al contrario: alejarlo y entorpecer mi viaje; viaje del cual podría depender nuestra entera felicidad. Yo me he visto en momentos muy desesperados: mi imaginación y mi perseverancia me han salvado y han salvado grandes intereses.

 

¿Querrá M, a toda costa, dar sus instrucciones para el renuevo? No hay tiempo que perder: los momentos son preciosos.- Yo quiero irme a ese mi viaje depende de ciertos renuevos y de ciertos auxilios-. A usted solo pido de aquellos; me abstengo solicitar de éstos.


Esta, va por mano de Luisito, a quien se la recomiendo, para que con tiempo se evite un contratiempo, que podía ser funesto.


Sin otra cosa, y con deseos de dar a usted un abrazo se repite suyo afmo amigo y seguro servidor.

 

Juan Álvarez y Mendizábal

 

 

 

Las querellas entre Mendizábal y Cordero continuaron. Ambos en el exilio, cada cual penaba por su cuenta. A Mendizábal no le iban bien las cosas, sobre todo al cesar de manejar los hilos del Ministerio. En París no prosperaba. El Maragato igualmente necesitaba una forma de dar vuelta en lo posible a su capital parado. Por eso era necesaria la entente. Las dos horas de conversación que pedía por aquel momento Juan A. y Mendizábal fueron capaces de abrir no una zanja sino la reiteración de una amistad; pero fueron sus representantes los que discutieron e incorporaron estas cartas a un protocolo que resulta apasionante y de sumo Interés por lo que revela de las entretelas ministeriales, algunos de los pensamientos de nuestro Cordero y la inflexibilidad de su carácter cuando de la patria y su honor se trataba, aún por encima de los personales intereses. Como por vez primera se conoce esta documentación, es mejor que hable por sí misma y ellas son más elocuentes que nuestro posible comentario. En el original, firmado por Falla y Gullón, no hay ni un punto y aparte de; sus 22 páginas encuadernadas con un lacito granate.

 

 

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Asunto Mendizábal


"Reunidos Don Alonso Gullón, en representación del señor Alonso Cordero de Madrid y don Domingo de Falla, en la del señor Juan Álvarez y Mendizábal, residente actualmente en París, para examinar, discutir y liquidar las cuentas que existen pendientes entre dichos señores, sin perjuicio de partes, y teniendo presente la carta y cuentas que con fecha 6 de febrero de este año remitió Cordero a Mendizábal, las cuales se hallaron originales, al final de este arreglo, la carta que con fecha 27 de marzo último escribió Mendizábal a Cordero y que a la letra dice así: 

 


Carta de Mendizábal a Alonso Cordero

 

Sr, D. Santiago Alonso Cordero 
Madrid

 

París 27 de marzo de 1844

 

Muy señor mío y estimado amigo: con su apreciable carta del 6 de febrero último, he recibido les cuentas que usted ha formado de las operaciones que emprendió usted desde el 21 de mayo del año último, y que según aparece de la misma, terminó con la venta de un millón de reales del 3 por ciento, en lo de septiembre de aquel año. A otra casa a quien yo no debiera tener consideraciones de amistad que respectivamente me ha tenido la de usted, en el mismo día que las recibí se les hubiera rechazado, sin perjuicio de haber empezado su examen, haciendo una clasificación de las operaciones que ellas encierran, y fijándole desde luego en las que yo debía de considerarme participe de sus resultados.

 

Al contestar a su citada carta del 6 de febrero, por medio de la presente, me propongo descartar de ella, de las anteriores y subsiguientes a la citada fecha, todo aquello que no tenga relación con el 'negocio en cuestión'.

 

Porque si no lo consideremos y lo discutimos aislado, no haremos más que confundirnos y prolongar el finiquito de un negocio, que tanto a usted como a mí, nos conviene terminar con paz y amistad para que queden abiertas las puertas a otras combinaciones, que ellas por sí mismas puedan enjugar los quebrantos, las pérdidas y disgustos que estas han llevado consigo.


Si no tenemos bien presente el principio de aquellas operaciones y la exactitud y fidelidad del conducto elegido por usted para la ejecución de las instrucciones que se dieran entonces, todo cae por su base, y como que no existe sino la buena fe; desconociendo este conducto, en una parte por prevención tendría que desaparecer para el todo y mi responsabilidad habría cesado desde luego [... continuará]

 

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