Pureza Vega Fernández
Domingo, 06 de Noviembre de 2016

Palabras y cosas de un mundo recién descubierto: El festín de las enumeraciones (II)

Seguimos merodeando por el libro 'Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco, por Fray Jacinto de Carvajal, de la orden de los predicadores'.. La semana pasada dábamos noticia del autor y su obra, y en próximas entregas abordaremos el nuevo lenguaje que creaba y adoptaba de los nativos, para comprender el nuevo mundo.

 

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La paz de los indios

 

Los indios guamonteyes, según relata el padre dominico Francisco de Carvajal, bajaron al poblado del maese de campo, Tomás Gómez de Pedrosa, para dar la paz al gobernador.

 

Comenzamos a buscar a través de este libro de Fray Francisco de Carvajal la zarabanda de palabras, de objetos concretos, dichos unas veces en el castellano del siglo XVII y otras de realidades que no tenían nombre en castellano y en las que el buen fraile se esfuerza en penetrar, explicándolas o simplemente dándonos los nombres de estas tribus, situadas en las lindes de Venezuela y Colombia.

 

Los indios celebran para confirmar la paz que les da el gobernador en nombre del Rey Felipe IV: “Juegos, danzas y bailes, celebrando la amistad y paces suyas con los blancos, que así llaman a los españoles e insinuando con el intérprete que estaban ya buenos sus corazones con los blancos y que habían de venir a Barinas a servirles, como lo han hecho y hacen, de que soy testigo”. ( P. 77)

 

La preocupación de Fray Francisco de Carvajal por fijar con precisión los nombres utilizados en aquellas épocas es sintomático en ese subrayado que hemos verificado: Así llaman a los españoles: ‘blancos’.

 

El regusto enumerativo de Fray Francisco de Carvajal se amplifica en la misma página de sus Jornadas Náuticas por el río Apure, cuando nos cuenta que el gobernador del Rey retribuyó a los indios “en retorno de los paños que le ciñeron en indicación y señal de paz, machetes grandes, cuchillos pequeños, hachas, tasines, cintas, cuentas; para sus mujeres: alfileres, agujas y otros rescates que entre ellos se celebran, con que muy regocijados y alegres se retiraron a sus ramadas a disponer un novillo o dos que tenían ahumados o tostados a fuego lento para el sustento de aquel día, con las bebidas de su uso de que venían prevenidos, dejando muchas en el camino para su vuelta”. (P. 77)

 

Don Francisco Martínez Espinosa es el Gobernador y Capitán General de la Ciudad del Espíritu Santo, de la Grita y de Mérida. Ha recibido la paz de los indios cerca de Barinas. Los habitantes de Barinas piensan que en 1645 es más importante hacer la salida para sus productos de tabaco por el río Apure hacia la Guayana y el Orinoco, que volver a sacarlo por donde hasta ahora. Pero para llegar a esta realización se necesita descubrir en todo su curso el río Apure y conocer sus corrientes, conocer los indios aún no reducidos que viven en sus orillas.

 

A esta requisitoria de la ciudad de Barinas acude el Capitán Miguel de Ochogavia que se compromete  con un número determinado de soldados a descubrir el río Apure. Con él va a ir como capellán el dominico Fray Jacinto de Carvajal. Será el notario y sobre todo el espléndido comentador de estas jornadas náuticas por el río Apure. Nosotros vamos a seguir alumbrando, en esta crónica viajera por un río americano, el despliegue del lenguaje, de cosa y palabra, de retabuzo y regodeo de una naturaleza que no había estrenado léxico castellano ante el entusiasmo barroquizante del buen viejo dominico extremeño.

 

 

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Mestizos, mulatos y grifos

                  

Por cierto, ya Miguel de Ochogavia va a formar su grupo de personas que han de servirle en el descubrimiento del río Apure. Veamos como trata de apresar en la red de las palabras, en el léxico enumerativo los distintos elementos de que se ha de disponer en su organización:

 

Podrá nombrar “los oficiales necesarios, como son alférez, sargentos, cabos de escuadra y los demás que fueren necesarios y mediante a que muchas ciudades de este gobierno, como son Mérida y Barina, hay muchas personas, bajas, mestizos, mulatos, grifos, salta atrás e indios libres, pueda a los tales llevarlos a la dicha facción pagándoles su trabajo y sueldo, que conforme al estilo se ha tenido en las pagas de las entradas que se han hecho, y que se me den todos los indios cargueros que hubiere menester, pagándoles y haciéndoles tratamiento”. (P. 90).

 

Denominacion de las embarcaciones

 

En la capitulación octava de este viaje se da una especial importancia al lenguaje de las embarcaciones utilizadas por españoles y por indios en el río. No me resisto a copiarla por la riqueza de su vocabulario, que es el que va a regir a lo largo del escrito: “Que solo el capitán Miguel de Ochogavía pueda tener y tenga los bajeles, canoas, piraguas, barquetas y barquetonas que fueren necesarias para la navegación de dicho río, y si otras personas quisieren tener los dichos bajeles, canoas, piraguas, barquetas y barquetonas haya de ser y sea con su consentimiento”. (P. 99)

 

Inventario de las cosas que iban en las barcas y canoas

 

Felizmente Fray Francisco de Carvajal, tan minucioso en sus descripciones, tan atento siempre a los detalles y a las enumeraciones nos ha expresado de forma admirable todo el revoltijo de realidades y de cosas que había de llevar el capitán Ochogavia, par su travesía por el Apure. Las palabras que utiliza el dominico parecen haber sido como elegidas de una lista fenomenal, y su descripción en el libro es casi la de un catálogo, pues sintácticamente apenas si avanzan los sintagmas.

 

“Hizo aprestos de armas de fuego, no solo bastantes sino que le sobraron, solicita cantidad crecida de municiones, pólvora, balas, cuerda, sayos de algodón, escaupiles, alpargatas, plomo en pella y algodón torcido y en copos en cantidad muy grande, veintitrés cargas de bizcocho, cazabe, sal tanta que se volvió sobrada mucha, aunque se le repartía a los indios que nos salían de par en adorotes de cuarenta y cinco almudes cada uno, abundancia de quesos, mochilas de harina de trigo y de maíz, regalos de dulces varios, cacao molido en masa mucho y mochilas de él en grano, con cuantidad de azúcar, dos patacas de machetes grandes de Frenegal, cuchillos carniceros, cuchillería ordinaria, botijas de vinagre de Castilla, botijuelas de aceite, vino, rolletes de cera, y blanca para decir misa con todo el ornamento entero para la celebración de ella, y todo en cuantidad muy crecida, como un crecidísimo toldo capaz y muy sobrado para que el campo se albergase en el tiempo de lluvias y aguaceros, petacas de cuentas diferentes y rescates sin número.

 

 

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Cierto número de menudencias que usan los indios, como son: espejos, peines, agujas grandes y pequeñas, topos, alfileres, listones, cintas blancas y de varios matices, colonias, chumbes, hachas de asta rica, hachuelas pequeñas, corales, juguetes de vidrios de colores diferentes, tasises, covas, harpones, anzuelos para sus pesquerías, fisgas y puyas con sus lengüetas, sombreros y lienzo, camisetas, mantas de lana.

 

Y para que no faltase sino que sobrara, todo previno el capitán Ochogavia para los contingentes de guerra lo siguiente: jaringa o galletana, medicinas varias, ungüentos, aceite de cabima, toda especiería, nueces moscardas, romero, algucema, ajos, con muchedumbre de hilas preparadas, paños limpios reducidos a vendas, lancetas y agujas con sus hebras de seda para apuntar heridas y para el regalo de los enfermos, cajas de conservas varias, rosquetes, bizcochuelos, bizcochos dulces y con los mismos harina de laiz, cariaco molida, jamones, y excusó llevar miel de abejas por la mucha que se saca de los árboles, si bien se llevó de cañas, de todo lo cual se llevó de parte el capitán Ochogavia cuantidad tanta y con tanta abundancia que una recua muy crecida de mulas hizo llevando cargas al margen del Apure que después llamé el puerto de San Jacinto, muchos viajes y fueron bien menester para el acarreo de matalotaje tanto de él cual vino a sobrar mucha parte a nuestra vuelta”. (P.111-113)

 

El festín de las enumeraciones no ha sido pequeño y, además de previsor bastante bien catalogado, eran campos semánticos distintos: los regalos para los indios, las municiones, las comidas para sanos, las de los enfermos, como sus medicinas. Y hasta el alma creadora de palabras e inventora de una nueva realidad se siente en el Dominico Francisco de Carvajal que comienza ya, al partir la expedición, a imponer nombres de santos, el suyo propio a un puerto fluvial. Esto será constante en el caminar del clérigo  sobre las aguas del Apure. (Continuará...) 

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