La fiesta Lexical de Fray Jacinto de Carvajal (III)
Seguimos merodeando por el libro 'Relación del descubrimiento del río Apure hasta su ingreso en el Orinoco, por Fray Jacinto de Carvajal, de la orden de los predicadores'. En la anterior entrega abordábamos ya el nuevo lenguaje que creaba y adoptaba de los nativos. Hoy incorporamos el léxico relativo a los peces y a la pajarería, además de la descripción de los aparejos de pesca de los nativos yanomamis
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Los 26 descubridores y las armas de los soldados.
En esta expedición por el río Apure, el que escribe el libro se coloca antes que el propio capitán de la aventura. Aparte de ellos dos, les acompañan 24 militares más. El padre Fray Jacinto de Carvajal se autodenomina ‘el capellán del campo’, y a Miguel de Ochogavía le denomina: “Capitán a guerra y descubridor del Apure, que los fue del ejercito” (119).
Ochogavía a los soldados que no iban armados les proporcionó: “A unos, escopetas y mosquetes; a otros lanzas, espadas y rodelas, y finalmente a todos las municiones de balas, cuerda, pólvora, postas y su sayo de armas o escaupil a cada uno, como también sus garnieles y bolsas de cordobán, nuevas y bordadas con primorosos romanos de seda para que cada soldado guardase sus balas y conservase las cargas de pólvora; diligencias y prevenciones todas que debe prevenir un buen capitán y advertido” (120).
La leche y miel de los caminos
Una carga fuerte de barroquismo rezuma en la descripción de la floresta de las orillas del río Apure. No sé sabe si es la carga barroquizante, la cultura clásica y mitológica o el ensueño bíblico lo que hace destilar a Fray Francisco de Carvajal una descripción enumerativa del paisaje. “Ofreciéndonos las nubes quitasoles, con muy regaladas brisas las sábanas que, como aquestas se ostentaron pródigas en sus cazas, montesinas carnes y sazonadísimas terneras y venados: no procedieron menos liberales los hobos y otros árboles muchos, ofreciéndonos su miel de abejas en abundancia, como las quebradas y zanjones sus pescados, con que nos íbamos contemplando, sino en los jardines de Chipre ni eliseos campos, en la tierra de promisión que así la llamo por muchedumbre de miel y abundancia de leche, de que se sazonaban regaladísimas natas y con licor dulce, pequeñuelos quesitos y grandes frescos” (127).
Los peces del río Apure
En la jornada nona nos habla el padre Carvajal de las dificultades de navegación por el río a causa de las restingas, pero también a causa de los peces con que se toparon. Fue al salir de una restinga o vacío en que creyeron encallar que a continuación se les ofreció el río ”explayado y con sobrado fondo para buques mayores, y con pescado tanto por aquel paraje y sitio, que de cachamas, sardinetas, dentones y cardumes de otros diferentes pescados pudieran cargarse naos de la India, si bien con la diligencia moderada de las bogas índicas que haciendo de las palancas de su boga incultos arpones y fisgas, hicieron una muy abundante pesca, con que la náutica tropa quedo muy satisfecha de pescado”. (131)
Los pájaros en el paisaje
La mirada escrutadora del dominico no deja de subrayar la presencia de algunos pájaros. Los oye a medida que descienden el río Apure. Y Cantan desde los árboles cercanos. Era un miércoles e iban a comenzar la navegación des pues de dormir sobre la ribera: “Hasta que al reír de el alba y jueves le apresuraron su vía los gorjeos dulces de los ruiseñores, turpiares y calandrias”. (131)
La preocupación nominal del cronista es admirable. Tenemos más adelante un ejemplo. El de los caharos. Vemos ahora el contexto y además la explicación marginal que se añade en el manuscrito: “Los compañeros los esperaban cuidadosos, hallándose ellos norte sur con los caharos, árboles situados en el camino que va al hato del capitán Juan rodríguez, que sea en gloria”. (135). La nota manuscrita dice así: “Caharos: Este nombre le dan a unos empinados árboles, en los cuales unos crecidos pájaros que se llaman caharos, verdes y colorados en la pluma, mayores que papagayos (pág 135).
![[Img #25504]](upload/img/periodico/img_25504.jpg)
Hallazgos en el Apure.
En la víspera de ceniza del año 1646, concretamente el martes de Carnaval, han tocado ribera en el Apure para hacer noche. Unos soldados hallan entre unos alisos unos objetos que pertenecen a los indios que pueblan el Apure y que han debido de estar pescando en el río:
“Cantidad de maíz cariaco, uno desgranado, como otro con sus tizas y hojas, el uno y otro constituido en unos cañizos de cañas bravas, si prolongadas por aparejo, como muy teñidas, y juntos los extremos y amarrados con crisnejas de damahaguas, que son cortezas de árboles, venían a conservarse en estos cañizos a dos y tres fanegas en cada uno, tejidos los extremos o puntas de ambas partes con la misma damahagua.”
“Halláronse también muchas guirnaldas tejidas con primores tales y tan sutiles que causaron admiración los primores suyos, porque su tejido era de una cucuisa tan sutil que casi repetía a imperceptible, guarnecido con plumería de matices varios y con figuras demoníacas y romanos al uso índico, y tales que pudieran lucir entre las mayores galas de la filípica corte”.
“Hallose cantidad de macanas labradas con curiosidad grande, y entre otros trastes, muchedumbre de loza curiosísima, y vidriada la pequeña con perfección tanta que pudiera aprender de sus lindezas la que se labra en la China, como de las múcuras, embaques, cazuelas y otras vasijas la que se obra en Estremoz, no suponiendo con aquestas lo terso y sazonado de las alcarrazas de Sevilla. Tienen reservada aquesta loza para la celebración de sus asiduos convites y borracheras, como las guirnaldas y macanas para sus bailes, aretos y fiestas, si el maíz para sus ordinarias chichas, mazatos y otras bebidas de que usan”. (155-156)
Descripción de una ranchería de indios.
El 10 de marzo primer domingo de Cuaresma, Fray Jacinto de Carvajal se regocija de nuevo con la enumeración de la numerosa pesca obtenida en el Apure: “sardinatas, dentones, cachamas, paciones, palometas, boquichicos, caharos y carives y otros muchos pescados diversos con tanta abundancia que había en el real…(166)
Dos días más tarde, desde la canoa divisan una ranchería de indios que está abandonada. El padre Jacinto Carvajal, con su misión de cronista la ha descrito minuciosamente desde diferentes puntos de vista y con una abundante concreción en el uso de las palabras:
“Halláronse muchos embaques, que son unas ollas muy grandes y de bocas anchas, llenos de pescado cocido, mucha cantidad de maíz cariaco, muchos ovillos de primoroso hilo de algodón, inmensas madejuelas de cabuya delgada y torcida, muy parecida a la guita de España e hilo de a carreto, muchilas tejidas, paños de lienzo tejidos con primores, arcos muy primorosos con muchos mazos de flechas, cataures y manaures muy labrados, maures que son a fuer de fajas mujeriles muy curiosas por extremo, chonchonos de que usan en sus pescas, mucho ajy y pájaros, y entre aquestos una garza tan mansa que la llevé en mi canoa siempre , y aunque suelta no salía de ella sino era cuando nos rancheábamos, y entonces andaba pescando entre las canoas por el margen del río, y conclusa su pesca se volvía al bajel sin apremio. Hallose mucha y lucidísima loza, embaques nuevos y grandes que le servían para el sazono de sus pescados, múcuras muy pintadas y nuevas, mucho ajy, y en el margen del río dos canoas de muy crecidos buques…Porque al fin las canoas son las postas suyas con que corren lo explayado del río (168-169)
![[Img #25505]](upload/img/periodico/img_25505.jpg)
El paisaje de aquella ranchería le parece al padre Jacinto de Carvajal que nada tiene que envidiar a ”un amenísimo Aranjuez o Pardo muy regalado, y aunque situado al margen del río sobre una barranca muy altiva, lo espeso del arcabuco contiguado a ella no permitía registros de ajenos ojos” (169)
Describe a continuación los fogones para los embarques de pescado y se encuentra con ídolos de dioses.: “Guarnecido a lo primoroso con cañas muy sutiles, formando de las mismas unas labores muy vistosas, y entre aquestas, demoníacas figuras representativas de sus ídolos que reverencian por dioses: lo alto de la cerca en esférica figura muy nivelada representaba ser de dos estados y por la exterior parte muy cubierta, de suerte que no pudieron registrarse los ejercicios en que se divertían los que ocupaban lo interior de ella, limpia como un cristal la superficie suya, y la puerta de pequeñez tal que necesité yo de inclinarme mucho para su ingreso, y dentro ya me admiraron las circunstancias que en ella vi y contemplé”. (170)
Posteriormente pasa a decirnos que a esta especie de santuario no tienen entrada "ni las mujeres ni guarichas, estas son como entre nosotros doncellas, y que solo le ocupaban los gandules, ya he dicho que este nombre dan a los indios de pelea, en sus fiestas y aretos, así dicen cuando han de consultar con el demonio sus guerras y peleas que tienen entre sí unas naciones con otras por sus pescas y otros accidentes que le sobrevienen”. (171)
Lo que vio fray Francisco y como lo describe es una fiesta lexical, graciosa e ingenua: “Usan para sus músicas en los bailes que celebran unas guaduas o montesinas cañas huecas, de la grosicie de una muñeca, unas más y otras menos a fuer de las gaitas zamoranas que vemos en nuestra España, agujereadas por la inferior parte y en la superior una pluma guarnecida con cera, que de esta como de miel de abejas hay abundancia mucha, con que a su moda forman una concertada música con sus tenores, bajos, tiples y tercerillas, mudando cadencias como diferencias en sus bailes que, si bien no allí por la fuga que hicieron, en otras varias partes los he visto con mucha diversión mía, en los cuales sin cesar pasan insomnes la noche entera, en la cual las indias en los fogones suyos no tienen quietud, porque les están previniendo bebidas a sus maridos, hijos o hermanos, que para que se las lleven al cercado previene cada rancho dos o tres gandules”. (171)
La mirada aprehensora de Carvajal ha captado también otro detalle. Se refiere a la presencia de “unas ropas grandes, cuyos tejidos eran muy vistosos, con un prolongado herbaje y muy tupido que llegándoles a las plantas de los pies los extremos de ellas, rematándose a fuer de flecos o rapacejos, componían la superior parte de la cabeza con unas figuras de tigueres, de leones y otros animales, variadas estas con matices negros y colorados que llaman bija y onoto, y de aqueste traje yo unas masas reducidas a bollos y a pelotas, de que me he aprovechado para indicación de algunas partes en el tratadillo presente”. (171-172)
He subrayado dos palabras, porque estas demuestran el espíritu del fraile, plenamente inductivo, nada fantasioso cuando se trata de enumerar y describir, pues hasta para hacer alusiones a la calidad de los ropajes, se lleva un trozo para tenerlo presente cono indicación en el momento de describirlo en su tratadillo. También en esta palabra está implícita la noción de totalidad que es tan al uso en el abordaje de la realidad ambiente. No hay perspectiva. Se captan todos los matices y hasta sus diferentes posibilidades.
(CONTINUARÁ)
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Los 26 descubridores y las armas de los soldados.
En esta expedición por el río Apure, el que escribe el libro se coloca antes que el propio capitán de la aventura. Aparte de ellos dos, les acompañan 24 militares más. El padre Fray Jacinto de Carvajal se autodenomina ‘el capellán del campo’, y a Miguel de Ochogavía le denomina: “Capitán a guerra y descubridor del Apure, que los fue del ejercito” (119).
Ochogavía a los soldados que no iban armados les proporcionó: “A unos, escopetas y mosquetes; a otros lanzas, espadas y rodelas, y finalmente a todos las municiones de balas, cuerda, pólvora, postas y su sayo de armas o escaupil a cada uno, como también sus garnieles y bolsas de cordobán, nuevas y bordadas con primorosos romanos de seda para que cada soldado guardase sus balas y conservase las cargas de pólvora; diligencias y prevenciones todas que debe prevenir un buen capitán y advertido” (120).
La leche y miel de los caminos
Una carga fuerte de barroquismo rezuma en la descripción de la floresta de las orillas del río Apure. No sé sabe si es la carga barroquizante, la cultura clásica y mitológica o el ensueño bíblico lo que hace destilar a Fray Francisco de Carvajal una descripción enumerativa del paisaje. “Ofreciéndonos las nubes quitasoles, con muy regaladas brisas las sábanas que, como aquestas se ostentaron pródigas en sus cazas, montesinas carnes y sazonadísimas terneras y venados: no procedieron menos liberales los hobos y otros árboles muchos, ofreciéndonos su miel de abejas en abundancia, como las quebradas y zanjones sus pescados, con que nos íbamos contemplando, sino en los jardines de Chipre ni eliseos campos, en la tierra de promisión que así la llamo por muchedumbre de miel y abundancia de leche, de que se sazonaban regaladísimas natas y con licor dulce, pequeñuelos quesitos y grandes frescos” (127).
Los peces del río Apure
En la jornada nona nos habla el padre Carvajal de las dificultades de navegación por el río a causa de las restingas, pero también a causa de los peces con que se toparon. Fue al salir de una restinga o vacío en que creyeron encallar que a continuación se les ofreció el río ”explayado y con sobrado fondo para buques mayores, y con pescado tanto por aquel paraje y sitio, que de cachamas, sardinetas, dentones y cardumes de otros diferentes pescados pudieran cargarse naos de la India, si bien con la diligencia moderada de las bogas índicas que haciendo de las palancas de su boga incultos arpones y fisgas, hicieron una muy abundante pesca, con que la náutica tropa quedo muy satisfecha de pescado”. (131)
Los pájaros en el paisaje
La mirada escrutadora del dominico no deja de subrayar la presencia de algunos pájaros. Los oye a medida que descienden el río Apure. Y Cantan desde los árboles cercanos. Era un miércoles e iban a comenzar la navegación des pues de dormir sobre la ribera: “Hasta que al reír de el alba y jueves le apresuraron su vía los gorjeos dulces de los ruiseñores, turpiares y calandrias”. (131)
La preocupación nominal del cronista es admirable. Tenemos más adelante un ejemplo. El de los caharos. Vemos ahora el contexto y además la explicación marginal que se añade en el manuscrito: “Los compañeros los esperaban cuidadosos, hallándose ellos norte sur con los caharos, árboles situados en el camino que va al hato del capitán Juan rodríguez, que sea en gloria”. (135). La nota manuscrita dice así: “Caharos: Este nombre le dan a unos empinados árboles, en los cuales unos crecidos pájaros que se llaman caharos, verdes y colorados en la pluma, mayores que papagayos (pág 135).
![[Img #25504]](upload/img/periodico/img_25504.jpg)
Hallazgos en el Apure.
En la víspera de ceniza del año 1646, concretamente el martes de Carnaval, han tocado ribera en el Apure para hacer noche. Unos soldados hallan entre unos alisos unos objetos que pertenecen a los indios que pueblan el Apure y que han debido de estar pescando en el río:
“Cantidad de maíz cariaco, uno desgranado, como otro con sus tizas y hojas, el uno y otro constituido en unos cañizos de cañas bravas, si prolongadas por aparejo, como muy teñidas, y juntos los extremos y amarrados con crisnejas de damahaguas, que son cortezas de árboles, venían a conservarse en estos cañizos a dos y tres fanegas en cada uno, tejidos los extremos o puntas de ambas partes con la misma damahagua.”
“Halláronse también muchas guirnaldas tejidas con primores tales y tan sutiles que causaron admiración los primores suyos, porque su tejido era de una cucuisa tan sutil que casi repetía a imperceptible, guarnecido con plumería de matices varios y con figuras demoníacas y romanos al uso índico, y tales que pudieran lucir entre las mayores galas de la filípica corte”.
“Hallose cantidad de macanas labradas con curiosidad grande, y entre otros trastes, muchedumbre de loza curiosísima, y vidriada la pequeña con perfección tanta que pudiera aprender de sus lindezas la que se labra en la China, como de las múcuras, embaques, cazuelas y otras vasijas la que se obra en Estremoz, no suponiendo con aquestas lo terso y sazonado de las alcarrazas de Sevilla. Tienen reservada aquesta loza para la celebración de sus asiduos convites y borracheras, como las guirnaldas y macanas para sus bailes, aretos y fiestas, si el maíz para sus ordinarias chichas, mazatos y otras bebidas de que usan”. (155-156)
Descripción de una ranchería de indios.
El 10 de marzo primer domingo de Cuaresma, Fray Jacinto de Carvajal se regocija de nuevo con la enumeración de la numerosa pesca obtenida en el Apure: “sardinatas, dentones, cachamas, paciones, palometas, boquichicos, caharos y carives y otros muchos pescados diversos con tanta abundancia que había en el real…(166)
Dos días más tarde, desde la canoa divisan una ranchería de indios que está abandonada. El padre Jacinto Carvajal, con su misión de cronista la ha descrito minuciosamente desde diferentes puntos de vista y con una abundante concreción en el uso de las palabras:
“Halláronse muchos embaques, que son unas ollas muy grandes y de bocas anchas, llenos de pescado cocido, mucha cantidad de maíz cariaco, muchos ovillos de primoroso hilo de algodón, inmensas madejuelas de cabuya delgada y torcida, muy parecida a la guita de España e hilo de a carreto, muchilas tejidas, paños de lienzo tejidos con primores, arcos muy primorosos con muchos mazos de flechas, cataures y manaures muy labrados, maures que son a fuer de fajas mujeriles muy curiosas por extremo, chonchonos de que usan en sus pescas, mucho ajy y pájaros, y entre aquestos una garza tan mansa que la llevé en mi canoa siempre , y aunque suelta no salía de ella sino era cuando nos rancheábamos, y entonces andaba pescando entre las canoas por el margen del río, y conclusa su pesca se volvía al bajel sin apremio. Hallose mucha y lucidísima loza, embaques nuevos y grandes que le servían para el sazono de sus pescados, múcuras muy pintadas y nuevas, mucho ajy, y en el margen del río dos canoas de muy crecidos buques…Porque al fin las canoas son las postas suyas con que corren lo explayado del río (168-169)
![[Img #25505]](upload/img/periodico/img_25505.jpg)
El paisaje de aquella ranchería le parece al padre Jacinto de Carvajal que nada tiene que envidiar a ”un amenísimo Aranjuez o Pardo muy regalado, y aunque situado al margen del río sobre una barranca muy altiva, lo espeso del arcabuco contiguado a ella no permitía registros de ajenos ojos” (169)
Describe a continuación los fogones para los embarques de pescado y se encuentra con ídolos de dioses.: “Guarnecido a lo primoroso con cañas muy sutiles, formando de las mismas unas labores muy vistosas, y entre aquestas, demoníacas figuras representativas de sus ídolos que reverencian por dioses: lo alto de la cerca en esférica figura muy nivelada representaba ser de dos estados y por la exterior parte muy cubierta, de suerte que no pudieron registrarse los ejercicios en que se divertían los que ocupaban lo interior de ella, limpia como un cristal la superficie suya, y la puerta de pequeñez tal que necesité yo de inclinarme mucho para su ingreso, y dentro ya me admiraron las circunstancias que en ella vi y contemplé”. (170)
Posteriormente pasa a decirnos que a esta especie de santuario no tienen entrada "ni las mujeres ni guarichas, estas son como entre nosotros doncellas, y que solo le ocupaban los gandules, ya he dicho que este nombre dan a los indios de pelea, en sus fiestas y aretos, así dicen cuando han de consultar con el demonio sus guerras y peleas que tienen entre sí unas naciones con otras por sus pescas y otros accidentes que le sobrevienen”. (171)
Lo que vio fray Francisco y como lo describe es una fiesta lexical, graciosa e ingenua: “Usan para sus músicas en los bailes que celebran unas guaduas o montesinas cañas huecas, de la grosicie de una muñeca, unas más y otras menos a fuer de las gaitas zamoranas que vemos en nuestra España, agujereadas por la inferior parte y en la superior una pluma guarnecida con cera, que de esta como de miel de abejas hay abundancia mucha, con que a su moda forman una concertada música con sus tenores, bajos, tiples y tercerillas, mudando cadencias como diferencias en sus bailes que, si bien no allí por la fuga que hicieron, en otras varias partes los he visto con mucha diversión mía, en los cuales sin cesar pasan insomnes la noche entera, en la cual las indias en los fogones suyos no tienen quietud, porque les están previniendo bebidas a sus maridos, hijos o hermanos, que para que se las lleven al cercado previene cada rancho dos o tres gandules”. (171)
La mirada aprehensora de Carvajal ha captado también otro detalle. Se refiere a la presencia de “unas ropas grandes, cuyos tejidos eran muy vistosos, con un prolongado herbaje y muy tupido que llegándoles a las plantas de los pies los extremos de ellas, rematándose a fuer de flecos o rapacejos, componían la superior parte de la cabeza con unas figuras de tigueres, de leones y otros animales, variadas estas con matices negros y colorados que llaman bija y onoto, y de aqueste traje yo unas masas reducidas a bollos y a pelotas, de que me he aprovechado para indicación de algunas partes en el tratadillo presente”. (171-172)
He subrayado dos palabras, porque estas demuestran el espíritu del fraile, plenamente inductivo, nada fantasioso cuando se trata de enumerar y describir, pues hasta para hacer alusiones a la calidad de los ropajes, se lleva un trozo para tenerlo presente cono indicación en el momento de describirlo en su tratadillo. También en esta palabra está implícita la noción de totalidad que es tan al uso en el abordaje de la realidad ambiente. No hay perspectiva. Se captan todos los matices y hasta sus diferentes posibilidades.
(CONTINUARÁ)






