Lorenzo López Trigal
Viernes, 16 de Febrero de 2018

Astorganía

 

[Img #34888]

 

 

He vivido en diferentes ciudades a partir de los diecisiete años. En Madrid, en los años universitarios y los dos primeros de trabajo, y sobre todo en León, donde resido desde 1973. Sin embargo, ‘me siento’ de Astorga, por los años de colegial pasados en ella, por mi querencia por su paisaje urbano y su paisanaje y en los últimos años por mi cercanía a los amigos, quintos y al equipo de fútbol, de modo que siempre  estoy añorando volver a Astorga, pasear por la ciudad y reconocerla. Observo también, que esto mismo les pasa a otros astorganos que emigramos y que la ‘morriña’ acaso sea mayor, en proporción a la distancia-tiempo de nuestra ciudad, según cada uno.

 

En mi caso, esta atracción por Astorga parte de las primeras vivencias personales, durante la niñez y juventud en los años 1950 y 1960, en las calles y los sucesivos centros escolares (la Milagrosa, los Hermanos, la Preparatoria, el Seminario, la Academia, el Instituto) con mis primeros amigos. De un lado, me vienen a la mente, las imágenes de la pandilla de la calle Padre Blanco; los años de residencia familiar en la casa de los Panero y los de monaguillo en la iglesia de Santa Marta; los partidos de fútbol en el Jardinillo, la plaza del Ganado, Manjarín o la plaza de Toros… De otro lado, los tiempos de adolescencia y los recorridos que convergen en las plazas Mayor y de Santocildes, los paseos por la Muralla y el Jardín o las fiestas de barrio y las verbenas, los frontones y las discotecas.

 

Tras esta historia de vida, como la de cualquier otro convecino, he adquirido carta de identidad astorgana y la vengo ejerciendo como tal en lo posible en mi vida profesional, ciudadana y familiar. Es más, creo que mi generación (la del 68), al igual que las anteriores y posteriores, mantiene con orgullo “un cierto aire de ‘astorganía’, parafraseando al que fuera jefe de estudios del Instituto, don Abelardo (‘el Abe’), cuando se enorgullecía todo embelesado, respecto de otros profesores curas, preguntando a sus pupilos (textualmente): “¿No notan Ustedes, en mí y en don Ernesto (Fidalgo), un cierto aire d’Universidad?”.

 

Más allá de la anécdota, esta categoría de distinción, entendida positivamente, creo que es oportuna traerla a colación a la hora de definirla como expresión identitaria y nuevo vocablo en el marco de un discurso conceptual. Como tal, el concepto terminológico estaría en relación con la afición por el lugar de origen y fruto de una práctica más o menos dilatada, trasladada al comportamiento personal y a la afinidad con otras personas de parecido origen o situación. Es más, tendría que ver también con el concepto de ciudadanía, que en su raíz terminológica designa lo que es propio de la ciudad, por oposición al campo, en especial con una connotación más cultural, constituyendo un conjunto complejo y evolutivo de representaciones que se autoalimentan de prácticas espaciales y es vehiculado por signos de urbanidad, que a lo largo del tiempo va calando en las pautas de conducta propias de un grupo de personas identificadas como ‘ciudadanos’.

 

La astorganía se puede convertir, también, en un rasgo identificativo respecto de la “bañezanía”… o la “barcelonía” de Piqué, por ejemplo.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.