Salut y força al canut
![[Img #46884]](http://astorgaredaccion.com/upload/images/11_2019/8787_elcanut_01.jpg)
Los catalanes siempre han sido ‘revoltosos’ por decirlo de una manera dulce, pero si me dejo llevar por mis pensamientos podría adjudicarles también otros adjetivos como interesados, agarrados, tacaños, estrechos, egoístas, avariciosos…, y de una manera muy diplomática podemos decir que son ‘muy suyos’.
¿Qué pasa con los catalanes? De cuando en cuando se les ‘sube a la cabeza’ un espíritu de rebeldía y autosuficiencia, que tienen arraigado en su ADN, porque consideran que ellos pertenecen al primer mundo y el resto de los españoles al tercero. Ellos son Europa y a partir de los Monegros somos África.
Es importante resaltar su importantísimo amor al dinero. No es una fábula, ni leyenda, ni producto de los rencores patrios la cantidad de chistes y chanzas que hay de la buchaca de los catalanes, NO, es una pura realidad. De esta avidez, o extremada consideración al dinero, viene el saludo más universalmente conocido de “salut i força al canut”, que no significa salud y fuerza sexual, como se cree generalmente, sino salud y fuerza económica, porque el ‘canut’ era un cilindro donde los catalanes guardaban el dinero.
No me voy a remontar a cuando ellos formaban parte del importantísimo Reino de Aragón, allá por el siglo XVI. Pero ya en el siglo XVII aquellos catalanes se revolvieron (la revuelta de los segadores) contra los impuestos que cargaba el Estado Español para poder sufragar las guerras que se traía entonces con media Europa, y decidieron pasarse a ser súbditos de lo rey francés, a la sazón Luis Xlll, pero les salió mal la jugada porque resultó que el rey francés les cobraba más que el español y al tiempo decidieron volver a ser españoles. Esa movida para su propio ahorro de impuestos nos costó al resto de los habitantes del país el perder los antiguos condados españoles del Rosellón y la Cerdaña, pues el rey francés decidió quedárselas en pago por las molestias ocasionadas. La rebeldía tacaña e insolente de los catalanes acabamos pagándola todos.
Hay que reconocer que su pasión por el dinero tiene sus muchos defectos pero también sus consecuencias positivas (para ellos, claro, siempre para ellos). Este afán de deleite por ‘la pela’ conlleva una cualidad muy importante en la naturaleza catalana y es la laboriosidad. El “ora et labora” va poco con ellos. A su favor hay que decir que lo suyo ha sido (no sé si ahora es) “labora et labora”.
La industrialización en España empezó entrando por Cataluña. Los catalanes dirigieron su mirada a Gran Bretaña y entendieron rápidamente lo que era el desarrollo capitalista y lo adoptaron con rapidez. Empezaron en el S. XVlll por la exportación de vino y aguardiente a Europa y allende el Atlántico, y cuando vieron que ‘la movida’ resultaba altamente rentable organizaron una especialización de sus comarcas para mayor rentabilidad: en la costa los viñedos, a media montaña la producción de lanas, en el interior los cereales. Se organizaron bien para producir para el mercado, no solamente para su consumo, ya que vieron que aquello de vender productos al exterior generaba muchas pelas. Y pronto se instaló en Barcelona las manufacturas de indianas y estampados, que consistía en importar las telas de algodón y lino de la India (de ahí su nombre) para estampar dibujos en ellas. Resultó un muy importante y muy exportable negocio ya que para mayor éxito consiguieron de la política nacional unas leyes proteccionistas que prohibían la entrada de géneros extranjeros mientras que se protegía y ayudaba con subsidios (dineros) la importación del algodón y materias primas. Todo a su favor.
Trabajar trabajaban, eso es indudable. Su espíritu, siempre alerta al naciente cambio económico de la industrialización, les llevo a ser los primeros que importaron e incorporaron maquinaria (inglesa) a su industria mientras que el resto de la península seguía con su precaria economía de subsistencia. Pero hay que tener en cuenta el importante respaldo de los gobiernos nacionales para el florecimiento de esta industria catalana que pronto amplió su mercado incorporando las hilaturas y los tejidos.
Y si nos ponemos en el siglo veinte los catalanes y vascos, y también asturianos, hicieron ciertamente grandísimos negocios en la Primera Guerra Mundial ya que al rebufo de la neutralidad de España se hartaron de exportar productos de todas clases a los dos bandos de aquel gran conflicto. Los beneficios de la guerra los enriqueció y con la riqueza en su poder crecieron también las ambiciones de los nacionalismos vascos y catalanes.
Acabada la guerra acabaron las exportaciones y comenzaron los problemas. No había demanda y sobraba oferta. Sobraban industrias, sobraban obreros, faltaba dinero, la abundancia se tornó escasez y comenzó la violencia en las calles, sobre todo en Barcelona (1920…).
En los años de posguerra, tratando de sumarse a la industrialización, un importante debate de política económica estaba al rojo vivo: librecambio o proteccionismo. Es decir o se dejaba entrar al país libremente a productos extranjeros o se protegía a la producción española con altos aranceles de aduanas. La segunda opción era peligrosa pues al no dejar entrar otros productos de fuera se evitaba la competencia en el mercado y se propiciaba la creación de monopolios y sus consecuencias en las alzas de precios.
En 1922, el ministro de Hacienda, el catalán Cambó, con su tarifa Cambó, ultraproteccionista, fue el gran defensor de los intereses industriales vascos y catalanes, en detrimento de los intereses agrícolas de gran parte del resto de la península. También se empeñó en salvar de la ruina a la banca de Barcelona. Es decir que Cambó benefició a los catalanes a costa del resto de España. Era su paisano y tiró para casa.
En el siguiente gobierno, del astorgano García Prieto, se bajaron los impuestos aduaneros para poder negociar con otros países y poder potenciar la agricultura nacional. Entonces los catalanes se levantaron en protestas aludiendo que la industria, su industria, no debía sacrificarse ‘por los intereses de la misérrima agricultura y del consumidor’. Era como decir “catalanes primero”.
Y llegó Primo de Rivera con su golpe de estado el 13 de septiembre de 1923 y con la burguesía catalana apoyándole ciegamente porque con Primo iban a tener asegurados sus intereses, iba a acabar con el intenso y agresivo movimiento obrero y los molestos sindicatos. Primo estaba departe de los amos y los amos estaban con Primo. Los obreros y sus reivindicaciones fueron sometidos por Primo. La industria catalana prosperaba porque Primo la protegía. Se produjo un importante crecimiento de la burguesía.
Con la llegada de la República los catalanes aprovecharon con rapidez la situación para colarnos su Estatuto de Autonomía que fue aprobado en las Cortes el 9 de septiembre del 36.
A partir de entonces hay otro recorrido que no me cabe en este escrito, pero en esta pincelada de su trayecto podemos detectar que estos nois se mueven en círculos concéntricos y egocéntricos en donde el interés particular de la etnia está muy por encima del general de la nación pero, sin embargo, han necesitado y utilizado a la nación para conseguir sus fines y sus intereses.
Es de mal nacido no ser agradecido.
O témpora o mores
Los catalanes siempre han sido ‘revoltosos’ por decirlo de una manera dulce, pero si me dejo llevar por mis pensamientos podría adjudicarles también otros adjetivos como interesados, agarrados, tacaños, estrechos, egoístas, avariciosos…, y de una manera muy diplomática podemos decir que son ‘muy suyos’.
¿Qué pasa con los catalanes? De cuando en cuando se les ‘sube a la cabeza’ un espíritu de rebeldía y autosuficiencia, que tienen arraigado en su ADN, porque consideran que ellos pertenecen al primer mundo y el resto de los españoles al tercero. Ellos son Europa y a partir de los Monegros somos África.
Es importante resaltar su importantísimo amor al dinero. No es una fábula, ni leyenda, ni producto de los rencores patrios la cantidad de chistes y chanzas que hay de la buchaca de los catalanes, NO, es una pura realidad. De esta avidez, o extremada consideración al dinero, viene el saludo más universalmente conocido de “salut i força al canut”, que no significa salud y fuerza sexual, como se cree generalmente, sino salud y fuerza económica, porque el ‘canut’ era un cilindro donde los catalanes guardaban el dinero.
No me voy a remontar a cuando ellos formaban parte del importantísimo Reino de Aragón, allá por el siglo XVI. Pero ya en el siglo XVII aquellos catalanes se revolvieron (la revuelta de los segadores) contra los impuestos que cargaba el Estado Español para poder sufragar las guerras que se traía entonces con media Europa, y decidieron pasarse a ser súbditos de lo rey francés, a la sazón Luis Xlll, pero les salió mal la jugada porque resultó que el rey francés les cobraba más que el español y al tiempo decidieron volver a ser españoles. Esa movida para su propio ahorro de impuestos nos costó al resto de los habitantes del país el perder los antiguos condados españoles del Rosellón y la Cerdaña, pues el rey francés decidió quedárselas en pago por las molestias ocasionadas. La rebeldía tacaña e insolente de los catalanes acabamos pagándola todos.
Hay que reconocer que su pasión por el dinero tiene sus muchos defectos pero también sus consecuencias positivas (para ellos, claro, siempre para ellos). Este afán de deleite por ‘la pela’ conlleva una cualidad muy importante en la naturaleza catalana y es la laboriosidad. El “ora et labora” va poco con ellos. A su favor hay que decir que lo suyo ha sido (no sé si ahora es) “labora et labora”.
La industrialización en España empezó entrando por Cataluña. Los catalanes dirigieron su mirada a Gran Bretaña y entendieron rápidamente lo que era el desarrollo capitalista y lo adoptaron con rapidez. Empezaron en el S. XVlll por la exportación de vino y aguardiente a Europa y allende el Atlántico, y cuando vieron que ‘la movida’ resultaba altamente rentable organizaron una especialización de sus comarcas para mayor rentabilidad: en la costa los viñedos, a media montaña la producción de lanas, en el interior los cereales. Se organizaron bien para producir para el mercado, no solamente para su consumo, ya que vieron que aquello de vender productos al exterior generaba muchas pelas. Y pronto se instaló en Barcelona las manufacturas de indianas y estampados, que consistía en importar las telas de algodón y lino de la India (de ahí su nombre) para estampar dibujos en ellas. Resultó un muy importante y muy exportable negocio ya que para mayor éxito consiguieron de la política nacional unas leyes proteccionistas que prohibían la entrada de géneros extranjeros mientras que se protegía y ayudaba con subsidios (dineros) la importación del algodón y materias primas. Todo a su favor.
Trabajar trabajaban, eso es indudable. Su espíritu, siempre alerta al naciente cambio económico de la industrialización, les llevo a ser los primeros que importaron e incorporaron maquinaria (inglesa) a su industria mientras que el resto de la península seguía con su precaria economía de subsistencia. Pero hay que tener en cuenta el importante respaldo de los gobiernos nacionales para el florecimiento de esta industria catalana que pronto amplió su mercado incorporando las hilaturas y los tejidos.
Y si nos ponemos en el siglo veinte los catalanes y vascos, y también asturianos, hicieron ciertamente grandísimos negocios en la Primera Guerra Mundial ya que al rebufo de la neutralidad de España se hartaron de exportar productos de todas clases a los dos bandos de aquel gran conflicto. Los beneficios de la guerra los enriqueció y con la riqueza en su poder crecieron también las ambiciones de los nacionalismos vascos y catalanes.
Acabada la guerra acabaron las exportaciones y comenzaron los problemas. No había demanda y sobraba oferta. Sobraban industrias, sobraban obreros, faltaba dinero, la abundancia se tornó escasez y comenzó la violencia en las calles, sobre todo en Barcelona (1920…).
En los años de posguerra, tratando de sumarse a la industrialización, un importante debate de política económica estaba al rojo vivo: librecambio o proteccionismo. Es decir o se dejaba entrar al país libremente a productos extranjeros o se protegía a la producción española con altos aranceles de aduanas. La segunda opción era peligrosa pues al no dejar entrar otros productos de fuera se evitaba la competencia en el mercado y se propiciaba la creación de monopolios y sus consecuencias en las alzas de precios.
En 1922, el ministro de Hacienda, el catalán Cambó, con su tarifa Cambó, ultraproteccionista, fue el gran defensor de los intereses industriales vascos y catalanes, en detrimento de los intereses agrícolas de gran parte del resto de la península. También se empeñó en salvar de la ruina a la banca de Barcelona. Es decir que Cambó benefició a los catalanes a costa del resto de España. Era su paisano y tiró para casa.
En el siguiente gobierno, del astorgano García Prieto, se bajaron los impuestos aduaneros para poder negociar con otros países y poder potenciar la agricultura nacional. Entonces los catalanes se levantaron en protestas aludiendo que la industria, su industria, no debía sacrificarse ‘por los intereses de la misérrima agricultura y del consumidor’. Era como decir “catalanes primero”.
Y llegó Primo de Rivera con su golpe de estado el 13 de septiembre de 1923 y con la burguesía catalana apoyándole ciegamente porque con Primo iban a tener asegurados sus intereses, iba a acabar con el intenso y agresivo movimiento obrero y los molestos sindicatos. Primo estaba departe de los amos y los amos estaban con Primo. Los obreros y sus reivindicaciones fueron sometidos por Primo. La industria catalana prosperaba porque Primo la protegía. Se produjo un importante crecimiento de la burguesía.
Con la llegada de la República los catalanes aprovecharon con rapidez la situación para colarnos su Estatuto de Autonomía que fue aprobado en las Cortes el 9 de septiembre del 36.
A partir de entonces hay otro recorrido que no me cabe en este escrito, pero en esta pincelada de su trayecto podemos detectar que estos nois se mueven en círculos concéntricos y egocéntricos en donde el interés particular de la etnia está muy por encima del general de la nación pero, sin embargo, han necesitado y utilizado a la nación para conseguir sus fines y sus intereses.
Es de mal nacido no ser agradecido.
O témpora o mores