Juan Guerrero
Domingo, 29 de Marzo de 2020
ENTREVISTA / Wafi Salih, por Juan Guerrero

Wafi Salih: Un padre que respira entre los cedros 

No ha sido fácil conversar con esta notable poeta, como lo es Wafi Salih (Valera, 1965). A lo largo de más de seis meses esperé por sus respuestas para esta entrevista. Entre largos silencios que se interrumpían por alguna llamada, un mensaje donde, entre palabras gratas y más promesas, solicitaba comprensión y luego otro largo silencio. Creo que ha valido la pena esperar por una voz que, aun estando en el mundo, se aprecia distante, lejana y a la vez tan íntima y cercana a la hondura de lo humano.

La poesía de Salih es, nos atrevemos a decirlo, de imágenes que se condensan, hasta hacerse luminosidad y expresarse en la cortedad de versos que reflexionan mientras hablan de la vida del hombre en esa casa que lo habita: el mundo.

Su poesía se acerca a la reflexión mística, al asombro de la vida mientras la mirada se desplaza en los recuerdos de un verdor que es memoria y amoroso silencio.

Wafi Salih es licenciada en Letras y Magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Los Andes. En la actualidad culmina un doctorado en Historia. Con cerca de veinte libros publicados, parte de su obra poética y ensayística ha sido traducida al francés, inglés, árabe e italiano.

Entre sus textos poéticos, mencionamos: Los cantos de la noche, Las horas del aire, Pájaro de raíces, A los pies de la noche, Huésped del alba, Cielos descalzos. Entre sus textos de ensayo, mencionamos: Las imágenes de la ausente, Ensayos sobre costumbrismo, entre otros.  

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De su extensa y celebrada obra poética presentamos el siguiente texto inédito, perteneciente a su manuscrito, Toda bruja tiene un gato.

 

Pandemia

 

A diferencia de mis padres mis abuelos se amaban

infinitamente. Se decían: amor, vida mía.

Religiosos ambos, ella usaba un inmenso mandil blanco,

él iba de pantalones bombachos y cabeza rapada.

Taciturno como todos los árabes, la veneraba y pedía

al cielo que no le privara nunca de su compañía.

Ella era grande y olía a azahar.

Una bomba racimo no tiene oídos.

En el patio de los jazmines

quedó esparcida para siempre.

 

 

 

Juan Guerrero: Leyendo tus textos de poesía aparece una voz adherida a la figura del padre e inserta entre los olores de los cedros del Líbano, pero a la vez impregnada de una densa luz tropical. ¿Estás de acuerdo con esta apreciación?

 

Wafi Salih: Hermosamente formulada tu pregunta, Juan, además llena de sensibilidad poética, pues entiendes a la perfección que solo se mira la poesía desde la poesía.

 

Efectivamente son los ojos de mi padre los que transitan en mis palabras y echan a andar, al país de los cedros, como una procesión mudamente por mi sangre.

 

Sirva mi pedantería de citarme para confirmar tu agudo tino “¿Quién puede en el rayo de la niñez distinguir dos cielos?” (El Dios de las dunas, 2005) y confirmar con este verso que la luz del trópico, específicamente de la Costa Oriental del lago de Maracaibo: Lagunillas, Cabimas, Bachaquero, Ciudad Ojeda, pueblos que conocieron mis primeros pasos de la infancia y adolescencia, también impregnan mi decir, tan lleno de ritmos guturales, que se me antoja, es la influencia de los balancines, que en su vaivén semejan un doloroso graznido. Esos negros fantasmas visibles en el paisaje de las tierras petroleras, estoicos ante la luz quemante, también son viajeros en mis letras y en mis silencios.

 

 

Algunos de tus críticos aluden a una poesía del haiku japonés con acento en la tradición árabe, descreo de ello y opino que es una evolución muy personal en tu poética, resultado de ello son estos textos cortos que te sitúan en una expresión de lo breve y quizás de lo efímero.

 

No soy tanto, Juan. Si bien es cierto que desde que empecé a escribir busco la concreción, el verso sin excesos, el contenido discurso del universo, con la mayor economía del lenguaje, y en eso se me va la vida, es soberbio no dar crédito a todas las lecturas de los maestros japoneses, que responden a la perfección a mis aspiraciones. En cuanto a lo árabe más que influencia que es verlo desde afuera, es parte de mí ser, por tanto es una impronta perceptible en todo mi trajinar literario.

 

Espero que tu aseveración, al señalar mi poética con un sello personal alejado de mis maestros, sea la evidencia palpable de un trabajo sostenido con amorosa tozudez, solo el tiempo lo dirá, yo sigo en mi empeño… 

 

 

En el poemario titulado, El Dios de las Dunas, poesía en prosa, la melancolía y el desarraigo son notorios. “Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios” Te pregunto: ¿Eres un ser de soledades que poco gustan de los grandes encuentros del festín de la vida?

 

Amo a mis congéneres, soy maestra de profesión, he impartido clases, desde primer grado hasta posgrado, y si volviera a nacer no lo dudaría, sería nuevamente educadora.

 

Intuyo que esta pregunta tiene más que ver con mi ánimo y forma de estar en el mundo, de pertenecer a esta u otra tierra. Si es esta la intención, te diré: “Mi casa una tienda en cualquier sitio. Corazón de astro permanente en su abandono.

 

En las quebradas sílabas de mi nombre, dobla las ánforas de una ciudad prolongada de alas inamovibles. Memoria ensimismada de rostro suicida”.(El Dios de las Dunas, 2005)

 

Me integro a los espacios y los grupos sociales con facilidad, Juan, pero no me apego, y muchas veces todos los lugares, por muy queridos, me son ajenos.

 

“Cuantas tumbas hay en el pecho de Dios” (El Dios de las Dunas, 2005).

 

En este verso más que mi ajenidad, lo que subyace es la orfandad del mundo, ante un Dios insensible al dolor de los seres vivos.

 

 

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Como escritora que vive en una provincia. ¿Piensas que tu poesía está centrada en lo regional? ¿Acaso eres una poeta regional, o no crees que ello exista o es simplemente irrelevante para ti?

 

La poesía no es regional, nacional, negra, infantil, policial, etc. Es poesía, es absoluto.

 

Si lo que se procura es enmarcar el poema en una temática regional, con características del entorno donde se vive, pues ningún creador escapa a ello, somos hijos de la historia que nos circunda y de la memoria que nos habita.

 

En mi caso, como te dije anteriormente, mis paisajes interiores son variopintos, eso hace que mi creación no se asocie con un solo lugar geográfico.

 

En cuanto a escritores de provincia, por su acceso a la difusión de su trabajo y el roce con la intelectualidad caraqueña, hasta los años ‘80s., era un abismo real, el ser habitante del interior del país. Todos los eventos de intelectuales notorios se daban en la capital. Con la irrupción del Internet, las múltiples redes sociales han franqueado estas distancias, y si bien Caracas se sigue tomando como epicentro para ferias del libro y demás hechos culturales, podemos acceder a la información y el intercambio por medio de las nuevas tecnologías.

 

 

En una sociedad como la venezolana de tanta precariedad ¿nos puede salvar la poesía?

 

Siempre nos salva la poesía. Ella es Dios por su glorificador poder de elevarnos por sobre las crueles cotidianidades a planos trascendentes. El arte en general es nuestra humanidad plena, eso de divinidad que nos contiene y contenemos palpable en la obra. Me permito ilustrar un poco con esta pretensión de haiku, tu interrogante. “Un niño salta/ entre las camelias/ sobre las tumbas” (Consonantes de agua, 2018)

 

Andamos sobre el mundo, Juan, huérfanos de humanidad, la igualdad de oportunidades y acceso a los bienes materiales son una quimera. En la poesía, cual caja de pandora, albergamos la esperanza de un país más justo.

 

“Irreverente/ una flor en el pantano/ lo ilumina” (Consonantes de agua, 2018)

 

Esa flor son los artistas, su intrínseca necesidad de fundirse en el sentir colectivo. Ya lo decía Arthur Rimbaud.

 

 

En occidente y particularmente en Venezuela, los primeros años del siglo XXl están mostrando la vertiginosa presencia de la mujer. ¿Qué piensas al respecto? ¿Te consideras amiga, simpatizante o militante del feminismo?

 

Yo soy una “come flor”, Juan, (ja, ja, ja). Discrepo con Guillén, el poeta español que escribió, “el mundo está bien hecho”. A mi juicio, mal dispuesto por los que determinan el orden, los que ostentan el poder. Es evidente que los derechos y los deberes son menos laxos, para los que no tienen bienes de fortuna. Yo no soy indiferente ante los prejuicios raciales, sexuales, y de clases sociales, aun me sorprende la actitud de algunas personas que se creen superiores o inferiores, por estas particularidades, que nada tienen que ver con nuestra naturaleza almada. En este sentido, soy feminista, activista de las causas crísticas. Y prueba de ello es mi libro “Las imágenes de la ausente”. En este largo ensayo, la hembra humana y su papel dentro del ámbito social y privado ocupan mis páginas. ¿Dónde está ella, cuando se delibera? ¿Es una ejecutante de tareas, o tiene una participación activa a la hora de la toma de decisiones? Como puedes constatar me he pasado el mundo reflexionándolo, no desde la soberbia intelectual, nada más alejado de mi ánimo, trato de buscar respuesta a las interrogantes que me aquejan, por eso me ocupo.

 

 

En el contexto de la poesía venezolana ¿Dónde podemos ubicar tu obra poética? ¿Perteneces a una generación? ¿Estás situada en un estilo estético específico? ¿Te defines en alguna corriente literaria?

 

Querido amigo esta respuesta prefiero la den mis lectores y los críticos, es odioso de mi parte definirme o catalogarme. Sin embargo puedo decir, a manera de confesión, que lo único que quiero es dominar el potro salvaje que es el leguaje, hacer que alcance en su galopar la mayor felicidad posible, para quien lo cabalga, para quien lo ve cabalgar…

 

 

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Se lee y se escribe poesía en Venezuela o el ciudadano está sobreviviendo a la catástrofe moral y económica que nos aqueja.

 

La poesía nace siempre de la devastación, los cimientos del ser son sacudidos en el acto creador, son un parto, que si bien lo engendra todo lo vivido y eso le da sus particularidades, no deja de ver la luz por las circunstancias externas que lo producen. Lo ilustro, así: “Siglo tras siglo/ dialogan los grillos/ con la noche” (Sojan, 2017)

 

Sirva este intento de haiku, para ilustrar mi parecer.

 

Con respecto a la lectura de poesía, me atrevo a confirmar que se lee mucha más poesía en estos momentos. Los medios cibernéticos abren un compás de oportunidades para acceder a las grandes obras, por otra parte, un momento de florecimiento editorial de años anteriores en nuestro país, permitió que el ciudadano común comprara libros a precios subsidiados, aunque no estoy de acuerdo con el desbarajuste que esa política bien intencionada causó, porque puso en la palestra títulos y autores prescindibles.

 

Rescato de ella la buena fe de poner la literatura en manos de la mayoría. Ya la historia se hará cargo de los desaciertos, no debemos preocuparnos.

 

 

Wafi, en la actualidad, ¿a qué estás dedicada? Porque no solo vives -si es que vives- de la poesía. ¿Estás trabajando acaso en un nuevo proyecto poético? 

    

Tengo varios proyectos de escritura, entre ellos la corrección completa de mis 17 libros, para publicarlo como uno solo, dejar lo mejor. En cuanto a mis actividades docentes soy jubilada, pero sigo impartiendo talleres y asesorando jóvenes escritores. Ya ves no vivo de la literatura, vivo en la literatura…

 

 

¿Sigue girando tu discurso poético en los mismos temas que abordaste en tus primeras creaciones? 

 

Sí, los temas son abismos hondos del espíritu, y solo la poesía exorciza, da algo de luz sobre nuestra sombra, como diría Jung…

 

 

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¿Es lícito hablar de una decadencia en la poesía venezolana o por el contrario, la renovación está siendo adelantada por el resplandor de la nueva poesía, con la aparición de nuevas voces, nuevos proyectos y nuevos grupos editoriales?

 

La poesía venezolana goza de mucha salud, está fortalecida. Una generación sin miedo escribe sobre todos los temas, sin miedo y sin censuras internas. Creo que en momentos de crisis profunda es cuando la poesía brilla más, es el caso de Venezuela, nuestro país.

 

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