Eloy Rubio Carro
Domingo, 20 de Junio de 2021

‘Muero todos los días’: la vida de verdad en tercio excluso.

Manuel Olveira. Muero todos los días; Manual de ultramarinos, Rue des solitaires, León 2021

 

 

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Se trata de la cuarta entrega del mismo título de Manuel Olveira.

 

Estaría bien que ahora, finalizada la serie, pudiéramos disfrutarla completa. Pues en mi caso no tuve acceso a la tercera entrega, la de 2017/2018, y dada la coherencia de los otros, mi tarea crítica se me ocurre que podría consistir en reescribirla. Escribirla y al paso comentarla, tal como propone Borges, en ‘Pierre Menard autor del Quixote’.

 

Es una tentación a la que solo sucumbiré en privado.

 

Esta cuarta entrega publicada por ‘Manual de Ultramarinos en 2021, el año en curso, repite el oxímoron del título: 'Muero todos los días'. Si entendiéramos "todos" como sucesión de días, supone que ese morir no sería total o que se trata tan solo de una manera de hablar. Vivir entonces sería el ir muriendo.

 

Todo el poemario se articula en tercetos no encadenados, ¿desencadenados? sin rima. En todo caso y lo veremos, la rima se da en la repetición, en lo conceptual, en las vidas paralelas, rizomáticas, recubiertas de ese moridero diario.

 

Aborda el morir en el primer poema, pero lo que se manifiesta es el cambio, como una sucesión de atmósferas que van desde la luz declinante a la oscuridad en una secuenciación mecánica con intervenciones fantasmales, angélicas: "Frente al mar / que no espera / se espera lluvia." (5) "Algunas veces / viene un ángel / y mueve el agua." (6). Humano es el ser que muere y se desplaza o se desliza en un paisaje sombrío, con apenas ecos de pisadas de otros vivientes, "manadas de animales", por un permanente campo de batalla en el que lo que cambia es el fulgir variable de la estrellería. Una coda, la primera, desmiente lo que anuncia: "Se olvida. Se olvidó. Lo olvidaron. Puede olvidarse. Se olvidará. Podría olvidarse. Ha sido olvidado. Se irá olvidando. Eso seguro, simplemente nos preguntamos cuándo. Olvidamos cuándo." (9)

 

Los poemas ruedan como una noria de tres en tres versos hasta la coda en que se invierte el giro de la mula lunanca, para poder seguir dándole vueltas al manubrio del ludibrio del morir, la cuenta del vivir. En ese segundo poema aparece el yo, desdoblado en tercera persona y hace referencia al título: “Muere todos los días / nunca / de una vez por todas."(10) Este "nunca de una vez por todas" es suerte de supervivencia, que exige un texto para perpetuarse en aquello que se puede perpetuar, contra el olvido de la coda de arriba: "Un sendero / un texto de partida / inaugura el tiempo // sin líneas divisorias / delante y detrás / Escribir." (11)

 

La memoria es un texto y un texto es la memoria. A veces el giro de la noria se invierte en medio del propio poema, es una tormenta, un huracán en medio del camino de la vida, y entonces el cubo de agua recuela al interior del pozo, la escritura se ensimisma se hace texto del texto, memoria de la memoria, guía del suceder de la vida y la muerte. No cuenta lo que pasa sino que entonces pasa lo que cuenta. Pasa y no pasa.

 

Pero el huracán va contrarreloj, contra el girar del tiempo en orden inverso a las agujas. Volviendo el agua a la noria retorna como en doble negación al principio, a su proceder originario, solo que ahora retomado de una memoria anterior a la memoria reconocida: "por no interpretar ficciones / ni alegorías de pérdidas / él regresa // a un texto anterior / libre sin revelar / la libertad de las palabras // para salir a un bucle / y retomar / un circuito inverso // al temporal / diario que se da / a leer // En el ajuste / cada palabra / un tropiezo" (12). Tal vez quiera expresar el desconcierto de los órdenes narrativo y del suceder, dos órdenes que se adecúan en el ensamblaje de los tercetos para expresar el suceder. El orden del lenguaje permite en su creatividad incondicionada salir del bucle. En cualquier caso el texto y estos textos contienen infinidad de articulaciones que admiten sin sufrir ni desmerecer por ello la contradicción, un texto póstumo, liberado del suceder, un texto en el lenguaje.

 

¿Cuál es ese texto anterior que modifica  el texto diario que se nos da a leer? (tal vez sea el poema el texto previo que nos hurta el texto día a día, corregido, amputado, tachado, revelado por el ángel que salpica el agua contra la arborescencia de la floresta.) tal vez el texto previo sea un texto posterior, póstumo, ya solo en el lenguaje, desceñido de las redes del orden del suceder.

 

No en vano o sí, escapados del orden de la lógica y del tercio excluso, este haiku propio de los malos tiempos: "En el ajuste / cada palabra / un tropiezo" (12)

 

Tras esa advertencia, lecturas en la herida abierta, en las sombras de su recorrido silenciario, escrituras de ese morir cotidiano en que consiste el escribir, consiste lo que escribe. Tiñéndose de esa melancolía de la pérdida: “La herida / predice el tiempo / hasta que sana // Abierta / como lengua / de serpiente // anticipa el venir / que llega pasando / por su fisura // y leerla va haciendo / compañía a las sombras / en su recorrido (13). Ninguna eufonía, en todo caso los cangilones gritan su estado oriniento, su falta de engrase.

 

Seguramente en estos versos hay una historia compuesta de infinidad de historias, de microsucesos cuyo enlace es la memoria que las retiene y articula en escritura. Un ‘Lego’ articulado de múltiples maneras; pero por qué esa concreta, ¿Cuál es la pegapepa de los instantes, cuál el modo de selección? Me limito al tema del la escritura, del palimsesto al hacerse pública: "Otro cielo / agita al hombre / otra mano // escribe / residuo de luz / por el horizonte." (15).

 

Los encabalgamientos sirremáticos que abundan, multiplican las voces, los sentidos, el decir mismo de los mensajes que se adjudican a diferentes ámbitos, la escritura de ese amblar en la penumbra, la vida el dibujo de la muerte, y la voluntad de escribir un párrafo más de vida hasta poder "decir mañana / casi ser nada" (17)

 

Para volver los textos y lo testado al lugar de la partida, un paso no más: "Poesía que se escribe / hacia abajo / para ayudar al hundimiento." (18) Y a continuación una página caligráfica que pinta las raíces, dos columnas paralelas que proclaman el silencio y el eco del silencio que vendrá: "Eco disperso / que pronto ya / será", y en raicillas paralelas: " Eco disperso / que pronto ya / callará". (18) Solo de esta manera puede permitirse la rima y el sobreencadenamiento de los tercetos, en esa repetición que sirve a la otredad, o a un sí mismo como otro.

 

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Descenso es a los infiernos, para renacer en modos de vida temblorosos, tímidos, quebrados en que "El tiempo dispone / su precipicio / el mundo // se repite / como los poetas / siempre. " (21)

 

Entonces lo que se repite es la vida y quien vive la vida no hará más que repetir, secundar el círculo de noria: "Y por eso volver / era ella Y yo / la secundaba." (22) Se descubre así un vitalismo que se encara de esos ‘yoes’ condenados a perecer. ¿Y por qué ese 'Y' que enlaza la ‘vida’ con el ‘yo’ se ha escrito con mayúscula? Porque esa vida que se narra lo es en su expresión, en su problema de expresión, en el ‘deserse’ que el Ser realiza. Por eso en su principio está su fin, y volver es continuar y por eso continuar es vuelta al principio, a la "niebla bendita / que desgrana la resta / de efectos y destellos" (22)

 

Tiempo circular que entendido cosmológicamente cambia siempre en el mismo sentido, al tiempo que permanece, pero que se hace retroceso en cuanto atañe a un yo, a un punto de vista, que llegado al climax siempre recomienza. Así morir es recomenzar: "Desde ahora en adelante / hacia atrás / al lègamo siempre" (23)

 

Al hacer de su cadáver el último poema acerca el declinar de una vida a otra vida, a ser posible raíz de vida indestructible, a una forma de morir que dejara ese rastro y rastreo de muerte caminada.

 

El texto es la cadena, el terceto como forma la exigiría, aquí se la ha negado, se han palpado los eslabones, los dos extremos en que cuelga la rima y se ha llegado a la raicillas del miedo, a por lo menos dos vías de narratividad que parecen ecos de lo que se buscaba, de lo irremediable sí o sí, como en las vías tomasianas.

 

Entonces el poema es un contexto, un palimpsesto, un reescribir que narra lo narrado de la misma manera, pero en el aguas distintas, en una hoja que nunca estuvo en blanco: "Hace un siglo / esta tierra / ya estaba aquí? // Más allá del sol / el agua / vuelve al agua // la sombra / a lo sombrío / Repetida en el tiempo". El tiempo es lo que se repite. Por eso aquí como al principio del poemario el dolor y el misterio invisible reinician el movimiento, el camino hacia el vaivén, "el ángel abismo / (que) mueve el agua"...

 

"Desde aquí / me devuelvo / a otra vida // He escrito lo mismo / todos los días / Fin de la muerte" (29). Proclamación de lo imposible a no ser que ‘fin’ fuera aquí algún 'telos' camuflado, o que estuviera pensando en una inmortalidad donde la vida de verdad fuera falsa. Pero todo esto es poesía y no excluye el tercio excluso ni tampoco ese 'tercer hombre' que apuntara a lo indefinido y pudiera jugársela al tiempo.

 

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