Eloy Rubio Carro
Domingo, 13 de Marzo de 2022

Comentario para un libro que no existe

José Enrique Martínez. La huella de la herida (Sobre la poesía de José Luis Puerto); EOLAS/ Ediciones Universidad de Salamanca; 2021

 

 

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Un título como el de esta reseña está claro que exige justificación. La existencia de este intenso estudio ‘La huella de la herida’ que recién publica José Enrique Martínez, sobre la obra de José Luis Puerto, reclama inmediatamente la publicación de aquellas obras completas a las que se refiere. Las va a hacer posibles. José Enrique Martínez aborda en ‘La huella de la herida’ de una manera pormenorizada, profunda, sensitiva, intensa, con el corazón en sintonía con aquello que analiza, la poesía y prosa de José Luis Puerto.

 

Este estudio no tiene desperdicio y consigue desvelarnos los misterios, los símbolos de una poesía y un poetizar que define como claro, despojado de adherencias retóricas. Al tiempo desvela el poetizar del autor, y por si fuera poco su manera de estar en el mundo, sin que sea una biografía. Un trabajo que saca a la luz los temas, los símbolos y sus significados, que si bien serían detectables en cada uno de los libros de Puerto, al ser símbolos vivos y dinámicos, solo se pueden captar en su evolución, diríamos que creativa. Y Martínez nos los acerca en sus metamorfosis. Por eso, por la enorme labor de erudición analítica, por la existencia de ese macrocosmos en expansión que en este estudio el autor nos muestra en la poesía de Puerto, es más necesario que nunca disponer de esas obras completas.

 

Ya lo he dicho, el libro de José Enrique Martínez no tiene desperdicio. A partir del capítulo I 'Sobre poética: una razón amorosa' en el que bucea en la poética de José Luis Puerto, nos iluminará palmo a palmo los territorios físicos y emocionales de la poesía de Puerto.

 

No me resisto a incorporar unas cuantas citas de este primer capítulo que acercará al lector a los pormenores que luego en el libro se desarrollan.

 

Dice nuestro estudioso que José Luis Puerto ha desarrollado una obra creativa en mutua implicación con su filosofía vital, una especie de razón poética. De ahí el título de esta sección.

 

Nos remite entonces a ‘El animal del tiempo’ de 1999, "un libro de fragmentos de prosa a la manera de diario íntimo o diario del alma en el que el poeta, en soledad, registra sensaciones, emociones y meditaciones con una actitud de sosiego reflexivo, de humanismo entrañable, de capacidad de asombro ante lo humilde y lo desvalido, en afán de trascendencia, en una línea de pensamiento que acoge, entre otros nombres, los de María Zambrano, Paul Celan, José Ángel Valente y Antonio Colinas."

 

En estas prosas nos ofrece Puerto en íntimo ensamblaje su filosofía y su poética, "sin que puedan establecerse límites entre ellas (...) Pudiendo afirmarse de modo inverso que su filosofía de la vida sustenta su creación lírica."

 

"Poesía del corazón" la define más adelante Martínez. Poesía "inclinada hacia la emoción, uniendo la dualidad antedicha en la síntesis de una razón amorosa que evitaría la razón fría y geométrica."

 

José Enrique Martínez nos anticipa en este rastreo preliminar de la poética de Puerto algunas imágenes que retomará más ampliamente al discurrir de su estudio: ‘El jardín’ que se proyecta en la niñez: "(...) Territorio de la sombra y la inocencia del que uno acabó desterrado por la conciencia del tiempo por la edad." A lo que añade que “solo la memoria permite el aparente retorno (...) la memoria del destierro". Ese jardín que invoca la palabra poética... Entonces sugiere el autor que la poesía de José Luis Puerto actúa "como estela que fija y preserva recuerdos personales asociados al jardín de la infancia, al ámbito de la precariedad, al rumor de la pobreza y la belleza humilde a la memoria primordial, raíz y matriz de todo. Nombrar es refundir el mundo que las palabras bautizaron: 'conventino', 'espeñitas', 'cirigüeñas'…"

 

De aquí, prosigue Martínez, "la vida del hombre será ya una búsqueda de aquel reino del que fue expulsado, y la voz del poeta expresará ese destierro y esa búsqueda." En un exilio que el poeta siente como una herida.

 

Esos símbolos primordiales que aparecen ya en los primeros libros irán evolucionando en los posteriores. “Así el jardín será también el centro de uno mismo (…) La mirada esencial para la que el poeta busca protección. (...) Simboliza también lo que uno ha heredado y lo que uno ha cultivado (...)"

 

Otros conceptos en esa inteligencia sentiente que practica José Luis Puerto surgen a consecuencia del sentido de su poética: su periplo agustiniano hacia el interior de uno mismo, el despojamiento interior, la desposesión y purificación, el claustro, la salvaguarda, la retracción, lo pequeño, lo delicado, lo comúnmente desapercibido y que no tiene voz.

 

Formalmente, señala Martínez, "el poeta muestra preferencia por la brevedad y por una estética de la concesión que tiende a eliminar la anécdota y (...) opta por la palabra despojada, clara y transparente." Siendo este aspecto formal extremadamente coherente con los asuntos y la forma de abordarlos en esta poesía.

 

Del jardín hemos sido expulsados. Pero nos recuerda Martínez que la actitud para con esa expulsión puede ser determinante de nuestro transcurrir vital, y en Puerto la poesía sería "uno de los caminos para recuperar el jardín." La poesía por tanto es una disposición y un dispositivo para volver a casa con el añadido de ‘lo hermoso conseguido’. Apostilla José Enrique que esta poesía "requiere otro espacio, otro estar, un estar de otra manera (...) Un estar más allá es la poesía, otro lugar: el de la inocencia, el del asombro, el del fervor emocionado (...)" Entendemos que entonces habrá un paso más allá de la poesía en el transcurso a la recuperación de ese 'jardín al origen' y que ella es instrumental, un instrumento valioso para algo que ella faculta a trascender.

 

Pues se trata de un periplo que es una vía hacia el amor, hacia el redescubrimiento de lo sagrado en el origen, transformado por la reviviscencia de eso 'hermoso conseguido'. 

 

Este periplo requiere una actitud contemplativa que reclama "un espacio de retiro y de silencio (...)"

 

Después de este imprescindible capítulo sobre la poética emprende Martínez algunas calas en la poesía de José Luis Puerto adentrándose en cada uno de sus libros: El motivo del ‘jardín-paraíso’, al que dedica páginas sabias y deslumbrantes, el motivo de ‘estelas, señales’, los motivos del ‘invierno’, la ‘intemperie’, la ‘renuncia’, la ‘desposesión’ y la ‘purificación’, los ‘signos de protección’, ‘la relación de la poesía de Puerto con otras artes’, para finalizar su estudio con el tema de ‘la palabra callada, meditativa y temporalizada’.

 

Además ‘La huella de la herida’ incluye dos apéndices con las reseñas de las obras de José Luis Puerto que ha realizado el autor en distintos medios y revistas, y los textos de las presentaciones sobre los libros ‘Memoria del jardín’ y ‘La protección de lo invisible’.

 

Un estudio en definitiva imprescindible para acercarnos a la poesía y al modo de estar en el mundo de un autor significativo en la poesía española contemporánea.

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