Astorga Redacción
Jueves, 25 de Agosto de 2022

El buen instante en la presentación del poemario de Emilio Pedro Gómez

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Este jueves 25 de agosto se presentaba en el salón de actos de la Biblioteca de Astorga el poemario de Emilio Pedro Gómez ‘El buen instante’. Comenzaba el acto Fernando Carlos Pérez Álvarez diciendo que el escritor "es un gran poeta criado en esta tierra hasta su adolescencia" en que se fue a vivir a Zaragoza, tal vez de aquí surgió la sensibilidad que le acompaña desde el año 1986 en que comenzó a publicar poemas.

 

Se refirió sucintamente a alguno de los 14 poemarios que lleva publicados Emilio Pedro Gómez. Decía que ‘El buen instante’, un libro de haikus es un libro de naturaleza, de amor por la tierra, de las esataciones.  Estos haikus se acompañan de unas buenas fotografías casi siempre del autor, y esa mezcla de palabras y de imagen resulta extraordinaria, cosa que tendremos ocasión de ver en el audiovisual.

 

A continuación Delfín Nava leyó la reseña de Antonio Pérez las Heras sobre el libro que se presentaba.

 

 

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Tras la lectura, Emilio Pedro Gómez se dirigía al público con las siguientes palabras, que debido a su intensidad y hondura transcribo literalmente:

 

“Hace casi 50 años descubrí un par de haikus en un libro sobre el zen que estaba leyendo. Me quedé atónito. Su inmersión tan sintética y sutil en la naturaleza, se integraba con espontaneidad en los amagos de poesía que comenzaba a balbucear en mí.

 

Tardaría aún algún tiempo en decidirme escribir alguno y comprobar qué difícil decir de una forma nueva algo significativo, certero, relevante (incluso revelador), de la fragilidad transitoria que es todo, sin grandilocuencia, ni artificios léxicos.

 

Hoy los poemas del haiku y sus alrededores gozan de una inusitada contemporaneidad en nuestro país. Pero he decir que he escrito este poemario, sin ninguna preocupación por sumarme o no a ella. Aunque es cierto que, entre otras cosas, me gusta del haiku que no sea feudo exclusivo de las clases altas, sino que en su apreciación y expresión se iguala el pueblo entero.

 

Bashó decía: “No sigas las huellas de los antiguos. Busca lo que ellos buscaron”.

 

Por supuesto, no he intentado seguir el surco de los clásicos ‘haikines’ o escritores japoneses del haiku. Entre otras razones, porque soy consciente de pertenecer a otras circunstancias vitales de entorno y época, con tradiciones bien distintas.

 

Y mi búsqueda no alcanza la precisa dimensión trascendente de las suyas. Me he limitado a intentar arraigar en palabras un instante. Tan poco quizás, para mí tanto. Eso sí con una poética de la atención a lo natural, a lo humilde, a lo descuidado, intentando detectar y mostrar “El reflejo de la belleza en lo frágil” que diría Viktor Gómez, sin perder la conciencia del lenguaje en su libre expresión.

 

Una libertad que aparece matizada en este libro por la sabiduría de Carlos Blanc, autor del prólogo y de una muy cuidada selección de los poemas tan paciente como reflexiva.

 

 

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Poemas que reposan serenamente en los nítidos e iluminadores dibujos de Kumiko Fujimura...

 

Y dicho esto, quisiera contestar a algunas preguntas que me han hecho en diferentes ocasiones, sobre el origen de la escritura de estos versos. La primera de ellas se repite cuando acudo a un instituto y recito alguna de mis instantáneas poéticas. “Como son tan cortas- me dicen- te costará poco trabajo escribirlas ¿Cómo las haces?”

 

Lo cierto es que rara vez visualizo un poema completo en la imaginación. Si acaso asomos de un primer verso, asociaciones de imágenes fundidas en busca de expresiones que las nombren, palabras dispersas, dubitativas, que voy seleccionando o borrando de la mente, hasta que comienzo a escribir con el bolígrafo sobre el papel en blanco

 

Una vez iniciada la escritura, si quiero dejar un vocablo o una frase en suspenso, lo pongo entre paréntesis.

 

Cuando dudo elegir entre una u otra palabra, escribo la segunda debajo de la primera (a veces añado otras más, formando una especie de torre, y siempre cabe la posibilidad de que aparezca inesperadamente otra más idónea aún derrumbando a las anteriores,)

 

Tachar una palabra o un verso equivale a eliminarlo para siempre. Subrayarlo significa que se ha salvado definitivamente de la quema.

 

Como veis, parece, que practicara, tanto mental como físicamente, un arte de trazar y borrar, de hacer un apunte y perfilar lo esbozado. Por eso, a veces cuando estoy intentando escribir un instante, tengo la sensación de estar pintando o dibujando lo que siento. No en vano, en japonés el verbo pintar es el mismo que escribir: ‘Kaku’ (conste que lo he comprobado en internet).

 

Tras la aparición del poemario me han preguntado más de una vez ¿Por qué el título del libro?

 

Es un libro de instantes.. .o 'instantáneas', sí. Pero no solo de aquellos agradables o felices. Aquí se acogen otros con su carga de misterio, tristes o inquietantes, incluso airados o desenmascaradores, denunciadores...(por ejemplo, no deja de revelarse afinadamente la emergencia climática con estos versos: Late hacia atrás...) Todos son fruto de una personal percepción y de una supuesta certera escritura posterior, intentando recoger el ser de tiempo en las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno, y el ser del espacio a través diversos lugares: pueblo, mar, casa, viajes...

 

 

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A veces, al escribirlos he sentido la sensación de ser un cazador de instantes, en busca de rozar el imposible ‘siempre’ de un momento en reposo, de un instante quieto. Si alguno logra dejar en quien lo lea la captación de la fugacidad del ahora con un cierto poso de eternidad, estamos hablando de lo que sería ese ‘buen instante’ al que remite el título del libro. Aunque caben otras interpretaciones más abiertas también.

 

Un amigo me preguntó recientemente. ¿Por qué tu empeño insistente en escribir instantes?

 

Cada vez más, vamos apresuradamente en nuestra vida cotidiana volviéndonos rehenes de la prisa o del simulado universo virtual, sustituyendo por pantallas los ojos y las ventanas, por simulacros de navegaciones los caminos y las calles que recorremos en la realidad.

 

Mi propósito de atrapar instantes puede ser una manera de ceder la palabra a la conciencia de la naturaleza y de las cosas. Una conciencia de lo aparentemente oculto o inadvertido, y sin embargo presente en el correr de cada día, o en los pasos ó que damos sin querer.

 

Se trata de atrapar una pequeña verdad anclada fugazmente a lo cotidiano para que eche a volar la promesa de luz que lleva dentro. Se trata de plasmar el nomadismo de las emociones ante una naturaleza en cambio, cada vez más alejada de nosotros. Se trata de dejar testimonio del invisible impulso vital que conecta el universo subatómico con las constelaciones, lo insignificante con lo inmenso. Porque una observación atenta de lo más concreto, redunda en una intuición de lo más amplio o de lo más abstracto.

 

Este verso de Lorenzo Plana "Que la verdad y el corazón sean la flecha y el instante", le viene como anillo al dedo a lo que mis versos pretenden: tener algo de flecha transparente a la verdad, plasmar el nimio corazón del mundo que cabe en un instante.

 

Para ello busco una especie de inocencia primigenia en la mirada, abierta al asombro y a la perplejidad. Se trata de “no ver” lo mismo de siempre, de dejarse deslumbrar o de poner a media luz o a media sombra la costumbre. Como ha escrito José Cereijo, se trata de “desnudar a lo real del camuflaje que el hábito le impone, se trata de salir de la rutina más que en lo contemplado, en la forma de mirar”. Sentir que como afirma Patricia Almarcegui: “Cuando veo una flor, ella también me ve a mí”.

 

Porque mirar no basta para descubrir. La percepción fotográfica, nos ofrece un único punto de vista. Sin embargo, la mirada forma parte del paisaje que incluye no solo la realidad, sino también lo que somos en ella. . Miren Agur Meabe, reciente Premio Nacional de Poesía, llega a decir: “El paisaje cambia mi ojo”. Requiere concentración y cierto entrenamiento aprender a mirar de más lenta y honda manera. Nos dice sobre nosotros mismos este modo de mirar Se ilumina el sentido de lo visto y el de la propia mirada. Incluso la abstracción está dentro de la naturaleza. Para detectarla, basta alejar o aproximar la mirada mucho más de lo que solemos hacerlo.

 

 

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En los orígenes de la poesía china se establecen frecuentes comparaciones de lo que les ocurre a los elementos de la naturaleza con lo que sienten los poetas en su interacción con ellos. Ling Yutan dejó dicho: “La mitad de la belleza depende del paisaje, la otra mitad de la persona que lo mira”. Y Li Bo (Po) muere en el siglo VIII queriendo beber la luna reflejada en el río Yangtze

 

Pero yo no desearía que después de haber leído ‘El buen instante’ os acerquéis al Ebro y sigáis los pasos de Li Bo, no por favor. Intento ofrecer una poesía en voz baja, con versos hospitalarios, una mirada subjetiva pero habitable, que sirva para compartir y estimular otras miradas, las vuestras. Porque mía es la palabra que escribo, no la lectura que vais a recrear con ella.

 

Os animo a leer con la captación corporal y mental abiertas, dejando de atribuirle a la mirada una luz repetida, evitando que los ojos avancen sobre ella a piñón fijo. Leer en calma, alzando los ojos como propone Montaigne, concediendo espacio-tiempo tras cada último verso. Porque, desde luego, no es un libro para bebérselo de un trago.

 

Cuando le envié a Ángel Guinda un montaje con música, fotografías y breves poemas (alguno de ellos incluido en este libro) respondió con su proverbial generosidad: “Al leer tus versos, me ha parecido oír la voz del paisaje”.

 

 

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Desearía que percibierais alguno de los poemas de ‘El buen instante’ como una buena noticia intensa, bella, fugaz y leve a la vez. Persuadido con Rafael Argullol de que un momento puede estallar en muchos otros que conducen a múltiples mundos, porque insisto en mi convencimiento de que la eternidad mora también en el instante.”

 

Una vez leído el texto se procedió a la proyección del audiovisual con magníficas imágenes que acompañaban a los haikus que leía el poeta.

 

Acabada la proyección hubo un coloquio interesantísimo centrado en la creatividad y en eso común que tienen las matemáticas, las ciencias y la poesía.

 

 

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