Eloy Rubio
Jueves, 06 de Abril de 2023

"Muertos es como ellos quieren vernos y no vivos para que sigamos divulgando la esperanza"

En la noche de este Miércoles Santo, después de la bendición de los panes, salía desde la parroquia de San Bartolomé la procesión de la Santa Cena del gremio de hostelería y alimentación, organizada por la Hermandad de la Santa Cena.

El reportaje fotográfico de Eloy Rubio Carro va acompañado por un fragmento de la novela 'Las opciones de Judas' de Harry Belevan.

.[Img #62917]

[Img #62916]

 

 

“La gloria sea con Aquel que no mue­re y tiene en su mano las dos llaves del ilimitado Perdón y del infinito Castigo.”

Abderráhman El Masmundí, hechicero (1853).

 

La anécdota me fue referida por Aloysius von Aschenbach, hijo menor de Gustave Aschenbach1, él mismo, no obstante la nombradla paterna, respe­tado escritor en su momento —si bien no creo errar afirmando que la posteridad habrá de recordarlo por sus ahora olvidadas Sprachentafeln más que por los éxitos que conoció en vida, esas tablas lingüísticas en las que von Aschenbach sintetiza los cuatro tipos fundamentales de escritura —la pictográfica, la ideo­gráfica, la analítica y la fonética— para proyectar una enteramente nueva, asemia y atextual.

 

Von Aschenbach a su vez, según me expresó en la carta mediante la cual me alcanzó los textos confir­matorios de la anécdota, obtuvo los manuscritos de manos del descubridor de esas inscripciones en las balaustradas del palacio de Lakish, que constituyen la primera prueba arqueológica de la sucesión alfabé­tica de las letras.

 

Debo avisar al desprevenido lector que ambos pa­limpsestos mal podrían haberse originado en la afie­brada imaginación de von Aschenbach, pues el ropaje estilístico de aquéllos, como se apreciará, es de una notoria pobreza (excesivos diálogos, retruécanos gra­maticales, asfixiante retórica, etc.) que contrasta níti­damente con la sensual, a menudo frenética, suficien­cia de los textos de éste.

 

Por otro lado, el contenido, dígase la tesis, de los dos manuscritos se expresa en una forma más seme­jante a la literatura de anticipación (¿“tanques”, vehí­culos “motorizados”?) que al realismo mediato y sub­jetivo tan caro al autor del Líber Librorum.

 

Por último, considero demasiado obvio señalar que, hasta esta primera mitad del siglo XIX, no se conocen situaciones bélicas como las escenificadas en los tex­tos que transcribo literalmente, fuere tan sólo con las debidas correcciones gramaticales que acusan a un desordenado compilador de los mismos, respetan­do, aun así, la extraña puntuación de la que bien podría surgir, en el futuro, una forma de fluidez sin­táctica provechosa para el arte de escribir. Y me­nos necesario aún resulta recordar que pocos son aquellos que, desde la guerra de los Treinta Años cuando se inició la costumbre, hablan de “alemanes” refiriéndose a los súbditos del imperio prusiano, y más escasos aún los que conocen el vocablo “compañero” que, por su exótica fonética, he trazado hasta los remotos confines de los trópicos caribeños, asistido por los castellanos, antiguos dueños de aquellas tie­rras que me dicen reconocer la palabra.

 

Preferible sería detenerse en la predictiva histórica que intuyo —ambos manuscritos se me presentan como dos versiones de una misma verdad— o en todo caso en el metafórico recuerdo de algún pasado acontecer (consejos que un cristólogo podría impartir acaso con mayor autoridad que yo), pues baste eva­luar los epígrafes del autor que obviamente se en­mascara tras el incoloro seudónimo de Aragón, para encontrar todo aquello de profunda heroicidad y de suprema jerarquía cristiana que vislumbro en ambos relatos.

 

Faltan aparentemente las primeras páginas con las que podría ubicarse con mayor precisión el contexto mismo de cada cuadro, pero no descarto la tesis de que el ignaro recopilador haya desconocido las reglas del introito literario.

 

 

[Img #62919]

[Img #62920]

 

 

 

(Primer manuscrito)

 

II n’est plus terrible loi Qu’á vivre double

Aragón

 

 

pues los he convocado para decirles que los alemanes conocen perfectamente nuestra organización El Jefe se sentó retirando una batea que había sobre el taburete para ordeñar vacas justo debajo de la 45w que distorsionaba su barba reflejada sobre los tacos de heno entongados en el rincón del granero El silencio pareció infinitamente más largo de lo que realmente había sido hasta el momento cuando Jacobo tomó la palabra Si saben de nosotros dijo entonces debemos actuar rápidamente No hay tiem­po que perder

 

El Jefe lo miró y en sus ojos se reflejaron las pala­bras que siempre había expresado en el caso de ser descubiertos que debían mantenerse siempre unidos fuere acaso necesario hasta la muerte Repentinamente las ventanas se abrieron a dos ba­tientes como sopladas por un fuerte viento en­caramándose dos soldados en cada una de ellas fusiles en mano El Jefe se puso de pie en el mo­mento en que se rajaba la puerta y entraba pausadamente cual César victorioso un oficial que ter­minaba de ponerse sus impecables guantes de cuero

 

Recorrió la naturaleza muerta del lugar sin mirar a nadie paseándose por entre los cuerpos rígidos de los trece confabulados Luego de volver sobre sus pasos dijo con marcado acento alemán Creí haber prohibido las reuniones Entonces sonrió condes­cendiente No importa Pues bien seré breve sólo me interesa un hombre el hombre el jefe de todos ustedes

 

El silencio regresó y pareció profundizarse El in­vasor se vio forzado a lanzar una amenaza Les doy cinco minutos Sí como me escuchan Soy ge­neroso Pero pasados esos cinco minutos si no me han entregado a su jefe ejecutaré veinte gentes del pueblo por cada minuto de espera Con la mis­ma sincronía y rapidez con la que se habían adueñado de las ventanas los soldados las cerraron mientras que el lugarteniente se retiraba y su ayudante juntaba inútilmente la endeble puerta de entrada por la que se percibía ahora a la distancia la plaza mayor del pueblo y entre tanques y vehículos motorizados de asalto unos cuantos pobladores hombres mujeres los pocos niños que no habían alcanzado huir el cansancio del miedo en sus rostros

 

A solas sintieron todos la paz del vértigo ine­luctable de un hecho consumado los alemanes sa­bían de su organización y más aún los habían descubierto

 

El Jefe se dirigió a Pedro su confidente mientras que los demás cerraban con sus cuerpos un invisible círculo en torno a aquél

 

Tú Pedro dijo el Jefe mirándolo con triste­za y hablando a través de él con los demás Eres tú el escogido preguntó

 

Pedro pareció comprender claramente la insinuación No respondió visiblemente alterado Sólo pue­de ser traidor el que ha nacido para traidor El silencio volvió a servir de respuesta colectiva has­ta que Juan el menor del grupo acotó Tene­mos que decidimos pronto y yo creo que mejor morimos todos antes que entregar al Jefe Eso siem­pre se dijo

 

[Img #62921]

[Img #62922]

 

 

Jacobo al otro extremo de la rueda aclaró

 

De qué serviría Muertos es como ellos quieren vernos y no vivos para que sigamos divulgando la esperanza El Jefe lo miró desconcertado Nunca había tenido a Jacobo entre sus predilectos pero ahora lo sentía más cerca que nunca

 

Eres tú Jacobo preguntó el Jefe incrédulo

 

Estás dispuesto inquirió

 

No lo sé afirmó Jacobo temerosamente Pero siento en mí el peso de un designio un índice abso­luto que me señala implacable.

 

Esa es la señal la prueba que buscaba res­pondió el Jefe con convicción Tú eres el faro en el que paradoja entre paradojas debo yo estre­llarme para que los demás hallen la costa y la luz del día

 

Si crees saberlo ordéname contestó Jacobo Pero serás tú y seré yo pues habré de lavarme lue­go con el suicidio de la mancha de una traición que no escogí

 

No será necesario le recordó el Jefe Somos creyentes Piensa en que tú has sido escogido Tú fuiste designado para desempeñar tan ingrato pa­pel Y piensa que sin ti no habría mi entrega con la que salvo a los demás

 

Entonces el Jefe rompió el círculo y mientras escuchaba acercarse el ruido de unos motores dijo entre lágrimas que caían de sus ojos serenos y se per­dían en la maraña de su indisciplinada barba Quiero que todos recuerden este instante Que lo cuenten a sus hijos y a aquellos que de sus hijos vengan Me inmolo por una causa y me entrego satisfecho pues tal siempre sentí que era mi des­tino Pero así como mi voluntad se confunde con la de todos quiero que piensen que también se inmola Jacobo el escogido sin el cual mi muerte ja­más se hubiera colmado Y si en mí renace el pue­blo y en ustedes queda la misión de divulgar la pa­labra y de alcanzar la victoria en los hombros de nuestro amado Jacobo está el peso de todas nuestras culpas y de todas nuestras virtudes Somos un mis­mo destino

 

La puerta se abrió en el momento en que todos es­peraban

 

Entró entonces el comandante alemán flanqueado por cuatro soldados Levantó el mentón inquiriendo con su gesto la respuesta a su ofrecimiento Pedro dio unos pasos hacia adelante y con visible de­sesperación dijo Morimos todos Pero no maten a nadie del pueblo Todos somos culpables pues todos somos inocentes

 

El oficial lo irió con desprecio  En ese momen­to Jacobo sin elevar la voz asi susurrando dijo señalando al Jefe Llévenselo El es

 

Y fingiendo la complicidad entre verdugos del traidor y el victimario convenció al invasor que el acusado era en efecto el hombre que buscaba

 

Jacobo se acercó a su Jefe y le dio un beso

 

Y luego el ligero movimiento casi impercepti­ble de unos labios y dos soldados apresando al acusado y arrastrándolo al pelotón de fusilamiento

 

 

[Img #62923]

[Img #62925]

 

 

 

(Segundo manuscrito)

 

Semblance d’avant que je naisse...

Ce spectre de moi qui commence...

Mon autre au loin ma mascarade...

Aragón

 

pues los he convocado para decirles que los vendepatria conocen perfectamente nuestra organización

 

El Jefe se sentó retirando un balay que había sobre el taburete para ordeñar vacas justo debajo de la 45w que distorsionaba su barba reflejada sobre los tacos de heno entongados en el rincón del granero El silencio pareció infinitamente más largo de lo que realmente había sido hasta el momento cuando Jacin­to tomó la palabra

 

Si saben de nosotros dijo entonces debemos actuar rápidamente No hay tiempo que perder El Jefe lo miró y en sus ojos se reflejaron las pala­bras que siempre había expresado en el caso de ser descubiertos que debían mantener siempre en se­creto sus identidades fuere acaso necesario hasta la muerte

 

Repentinamente las ventanas se abrieron a dos ba­tientes como sopladas por un fuerte viento en­caramándose dos soldados en cada una de ellas fusiles en mano El Jefe se puso de pie en el momento en que se rajaba la puerta y entraba pausa­damente cual mercenario victorioso un oficial que terminaba de ponerse sus impecables guantes blancos

 

Recorrió la naturaleza muerta del lugar sin mirar a nadie paseándose por entre los cuerpos rígidos de los trece compañeros Luego de volver sobre sus pasos dijo con marcado acento habanero Creí haber prohibido las reuniones Entonces sonrió condescendiente No importa Pues bien seré bre­ve Sólo me interesa un hombre el hombre el jefe de todos ustedes

 

El silencio regresó y pareció profundizarse El invasor se vio forzado a lanzar una amenaza Les doy cinco minutos Sí como me escuchan Soy generoso Pero pasados esos cinco minutos si no me han entregado a su jefe ejecutaré veinte guajiros por cada minuto de espera

 

Con la misma sincronía y rapidez con la que se habían adueñado de las ventanas los soldados las cerraron

 

mientras que el lugarteniente se retiraba y su ayu­dante juntaba inútilmente la endeble puerta de en­trada por la que se percibía ahora a la distancia la resaca lamiendo las arenas de la playa y entre tanques y vehículos motorizados de asalto unos cuantos pobladores hombres mujeres los niños que habían deseado resistir el cansancio del miedo en sus rostros

 

[Img #62924]

[Img #62926]

[Img #62927]

[Img #62928]

 

 

A solas sintieron todos la paz del vértigo inelucta­ble de un hecho consumado los vendepatria sabían de su organización y más aún los habían des­cubierto

 

El Jefe se dirigió a Pedro su confidente mientras que los demás cerraban con sus cuerpos un invisible círculo en torno a aquél

 

Tú Pedro dijo el Jefe mirándolo con tris­teza y hablando a través de él con los demás Fuiste tú o habrás de serlo preguntó Pedro pareció comprender claramente la insinuación No respondió visiblemente alterado Sólo pue­de ser traidor el que ha nacido para traidor El silencio volvió a servir de respuesta colectiva has­ta que Juan el menor del grupo acotó Tene­mos que decidirnos pronto y yo creo que mejor mo­rimos todos antes que entregar al Jefe Esa siempre fue mi convicción

 

Jacinto al otro extremo de la rueda aclaró De qué serviría Muertos es como ellos quieren vernos y no vivos para que sigamos divulgando la esperanza Recuerdo al compañero que debemos vigilar el interés colectivo dijo otra voz

 

Precisamente acotó Jacinto Y si mi libertad no es individual puedo en un acto personal salvar ese interés colectivo

 

El Jefe escuchaba con un repentino desprendimiento que lo hizo sentirse marginado de cualquier decisión Huir es imposible explicó Jacinto Estamos ro­deados

 

 

[Img #62929]

[Img #62930]

[Img #62931]

 

 

Recordemos sin embargo nuestra misión debemos traer la vida y no la muerte Y si no en­tregamos al compañero que ellos buscan sacrifica­rán al pueblo entero y moriremos todos La causa está antes que los hombres y nosotros estamos aquí para divulgar la palabra y alcanzar la victoria En mi traición está el sacrificio y en éste nuestra reden­ción Mi traición es mi suicidio pero me escojo libremente

 

Once voces se unieron en el reproche El Jefe se mantenía callado mientras que el disidente se negaba a recibir la negativa común como un veredicto ina­pelable Entonces aquél tomó la palabra El tiempo se nos escurre como agua entre los de­dos Debemos actuar Y creo pensar que el com­pañero tiene razón Jacinto es libre de tomar la decisión que según él es la mejor Cualquiera es libre de hacerlo porque todos somos responsables de nuestros actos

 

Entonces el Jefe rompió el círculo y mientras es­cuchaba acercarse el ruido de unos motores dijo entre lágrimas que caían de sus ojos serenos y se perdían en la maraña de su indisciplinada barba Quiero que todos recuerden este instante Jamás creí que pudiera concebir una traición como un gesto dinámico de entrega humanitaria como reafirma­ción de esa libertad por la que tanto hemos luchado y debemos seguir luchando Quiero que cuenten esto a sus hijos y a aquellos que de sus hijos vengan Siento inmolarme por una causa pero siento igual­mente mi venta como la afirmación de esa causa Por eso así como mi voluntad se confunde con la de todos presiento que la traición de nuestro compa­ñero es la afirmación de su libertad y a través de ella de todas nuestras libertades Y si en mí re­nace el pueblo y en ustedes queda esa misión de di­vulgar la palabra y de alcanzar la victoria veo que sobre los hombros de nuestro amado Jacinto está el  peso de todas nuestras culpas y de todas nuestras virtudes Yo soy un destino El es la libertad La puerta se abrió en el momento en que todos es­peraban

 

Entró entonces el comandante flanqueado por cuatro soldados Levantó el mentón inquiriendo con su gesto la respuesta a su ofrecimiento Pedro dio unos pasos hacia adelante y con visible desesperación dijo Morimos todos Pero no ma­ten a nadie del pueblo Todos somos culpables pues todos somos inocentes

 

El oficial lo miró con desprecio En ese momento dijo señalando al Jefe Llévenselo El es

 

Y fingiendo la complicidad entre verdugos del traidor y el victimario convenció al invasor que el acusado era en efecto el hombre que buscaba Jacinto se acercó a su Jefe y le dio un beso

 

Y luego el ligero movimiento casi imperceptible de unos labios y dos soldados apresando al acusado y arrastrándolo hacia el pelotón de fusila­miento


1 Gustave Aschenbach (o von Aschenbach): novelista, cuentista; el inmortal autor de Buddertbrooks, Tonio Kroger, entre otros; excelente retrato autobiográfico, con el seudó­nimo de Thomas Mann, en: Muerte en Venecia.

 

 

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.